Mar muerto |
Cómo voy a viajar a Israel y no visitar el mítico y bíblico mar muerto, un espacio único en el planeta. Sería una blasfemia contra las divinidades que en el mundo son.
También mi hermana Cini había estado, hace años, en Israel. Y me había dicho que era un sitio muy chulo.
Tantos sitios me hubiera gustado visitar, recorrer, que mis días dieron de sí lo que dieron, ni más ni menos, porque a uno ya no le gusta andar a carreras, al trote, de un lado a otro, sin ton ni son (en realidad eso nunca me ha seducido), porque luego uno no se entera de la misa a la media. Un día con el culo arrastro en Bruselas, y al siguiente merendando en Ámsterdam, algo así decía el humorista Gilda. Bueno, él lo decía con mucho humor y a su modo, tan singular, tan extraordinario. Qué hace falta tener humor (la salsa de la vida) para todo.
Fortaleza de Masada |
Se necesita tiempo, mucho tiempo, para quedarse con algo, para que el viaje se 'impronte' en tu retina olfativa, en tu memoria visual, en tus entrañas. Necesito estar rodeado de tiempo, más que de espacio. Eso creo. El tiempo como savia, como sangre, como motor que mueve al ser humano.
En un mundo en el que todo se compra y se vende, el tiempo es lo único que no puede comprarse, no podemos comprar tiempo, es más, en nuestra sociedad hipercapitalizada, solemos ser mártires y esclavos del tiempo, de horarios imposibles, tampoco podemos comprar vida, que es tiempo.
Desierto de Judea |
Ojalá pudiéramos viajar a través del tiempo. O algo así.
Escribe el coloso Henry Miller, al final de su novela 'Trópico de Cáncer', que "los seres humanos constituyen una fauna y flora extraña. De lejos parecen insignificantes; de cerca parecen feos y maliciosos. Más que nada necesitan estar rodeados de suficiente espacio: de espacio más que de tiempo".
Pues uno prefiere estar rodeado de tiempo. Y tampoco concibo, ahora menos que nunca, hacer esos viajes en paquete turístico (por cierto, carísimos a Tierra Santa), que duran nada y menos. Bueno, algunas agencias te ofrecen en torno a doce días, eso sí, a precios desorbitados. Cómo si en una docena de días pudieras dar con el Santo Grial o el arca de la alianza.
Masada Guest House |
Ah, y por si fuera poco, también te llevan incluso al otro lado del mar muerto y el río Jordán (donde bautizaran a Jesucristo), esto es a Transjornadia (hoy llamada Jordania, a secas). Un país que imagino requiere de un viaje de varios días. En eso es experta Elba, que viajó a ese país, y ha escrito algo hermoso al respecto, que pronto veremos publicado. Además, Elba trabaja en una agencia de viajes.
Me tomo un respiro y hago un alto en el camino antes de adentrarme en la zona del mar muerto. Estoy sofocado.
También me hubiera gustado acercarme a las ciudades cisjordanas de Belén, Jericó, Hebrón, incluso Ramallah (sobre la que tan bien ha escrito el amigo cantautor y poeta Ángel Petisme).
Desde fortaleza de Masada |
Después de este preámbulo, creo que es hora de meterme de lleno en el mar muerto. O mejor de atisbarlo en lontananza, desde Masada (palabra que significa fortaleza), un mirador al mundo, al mar muerto, al desierto de Judea. Bien sabemos, como nos dijera el gran Gómez de la Serna (Sorna) que "mirador es la única facultad verdadera y aérea".
Vistas al mar muerto |
El viaje desde Jerusalén a Masada en bus dura una hora y media, más o menos. La distancia no es mucha. En realidad, las distancias en Israel son cortas, casi todas, salvo que uno vaya desde el norte norte al sur sur, Eilat, la más meridional de las ciudades israelís, a orillas del mar rojo, que atrae mucho a turistas y oriundos.
El billete, desde Jerusalén a Masada, cuesta 37,5 shequels, el precio actual, claro está. Unos 9 euros y pico. Barato, si tenemos en cuenta lo que cuesta la vida en Israel. Otra cosa son los precios de los alojamientos en la zona de Masada, Ein Bokek o bien Ein Gedi, todas ellas poblaciones (si tal puede decirse) porque ni siquiera son pueblos, sino complejos hoteleros, hechos ex profeso para el turismo. Tampoco me pareció que abundara el alojamiento. Y es caro, sin duda. Ni llegué a ver los famosos kibbutz: esas comunas agrícolas propias de la zona. Qué lástima. O los vi pero me pasaron desapercibidos. La próxima vez, si la hubiere, me fijaré más y mejor. Tanto calor lo pone a uno tarumba.
Ruinas de Masada |
No obstante, hablamos de una zona que conviene visitar, aunque haga un calor de muerte, quizá por el mar muerto, sobre todo en julio. Supongo que también en agosto. Hace mucho más calor a las tres de la mañana en Masada que en mi pueblo en horas puntas en el mes de julio. Digo a las tres porque a las cuatro y pico ya está amaneciendo (el amanecer, al menos desde mi alojamiento, no me pareció tan maravilloso como se dice) y el calor sigue en el ambiente, sin dar ni una sola tregua, ni un posible refresquito o brisa que te espante la elevadísima temperatura. No se mueve ni una hoja, que ni hay. Bueno, asoman algunas palmeras y ya.
Un lugar desértico, el desierto de Judea, que por instantes se me antoja paisaje lunar, una alucinación, un espejismo salado, entre la blancura de la sal y el ocre y rojizo de la tierra, depende de la iluminación natural.
Huele a sal, a mar, a sudor, el que te escurre por la nuca, por el rostro. Estás empapado. Y ni siquiera te has metido en el agua, un agua purificadora, curativa, que aseguran te hace flotar, como si caminaras sobre la luna -walking on the moon-, como si flotaras en el universo. Procura no meterte muy adentro, porque, aunque a buen seguro flotarás, podrías voltearte, tragar agua, y entonces también podrías quedarte fiambre, flotando para la eternidad y un día, la que Allah, Yahveh, o quien se tercie, decida en el famoso juicio final.
Desierto |
¿Tendrá fin nuestro Planeta? ¿Y nuestra galaxia? ¿Y nuestro universo, o universos? Misterio. Irresoluble, quizá. Estamos en un mar de misterios, como el mar muerto, un mar que en realidad es un lago, en tiempos un gran lago, ahora algo más chiquito, incluso se dice que acabará desapareciendo, como todo en esta vida. También nuestra piel de toro o vaca se convertirá en los próximos años en un secarral, que ya lo es, en su parte sur.
Un lago endorreico, vaya palabrín, habida cuenta de que las aguas que le llegan, fundamentalmente del bíblico río Jordán y algunos otros afluentes, permanecen, no tienen salida, aunque sí se evaporan a resultas de su clima caluroso y seco.
Cañones en desierto de Judea |
Situado en una gran depresión, se cuenta que es el lugar más hondo de la Tierra, a más de 400 metros por debajo del nivel del mar, vaya pasada. Y luego nos sorprendemos de que las ciudades y pueblos de Holanda (que pronto visitaré) estén construidos unos pocos metros por debajo del nivel marino.
Tampoco es cuestión de enseñaros cosas, que de seguro ya sabéis o bien podéis encontrar en los libros o en Internet, sin tener que viajar in situ, algo que por lo demás merece la pena, de verdad, porque vivir la experiencia te pone en funcionamiento todos los sentidos.
Me gustó sentarme en la orilla salada del mar muerto, en Ein Gedi o En Gedi, donde al final no pude alojarme porque no encontré ni un triste sitio para quedarme (todo estaba ocupado por grupos turísticos, o eso me largaron), y eso que por la zona no se veía ni un alma, no me extraña, con la calorina que hacía. Y esnifar la sal y la historia contenida en sus aguas. Vaya flipazo.
Teleférico a Masada |
Tuvo más suerte el holandés con quien coincidiera en mi alojamiento de Masada, acaso porque él fue un pelín más madrugador y llegó a tiempo. Si es que los holandeses, éste lo era, son tipos aguerridos y muy viajeros y viajados.
Este neerlandés, simpático, buena gente, vive en China, donde da clases de inglés, y viaja durante dos meses de verano por todo el mundo. Eso sí es viajar. Lo demás es cuento.
Cuánto tenemos que aprender los españolitos y españolitas, a quienes, además, nos gusta viajar amparados en la manada.
Ein Gedi es un Edén, el paraíso de Adán y Eva, un oasis en medio del desierto de Judea. Se dice que David (el elegido de Dios, venerado tanto por judíos como por cristianos y musulmanes) se refugió en este lugar que tanto entusiasma a los extranjeros en busca de aguas termales y los típicos baños de barro.
Ein Gedi es una reserva natural, con alguna cascada. Parece increíble que en un medio cuasi inhóspito se dé este tipo de naturaleza, que contrasta de un modo brutal con lo desértico. Un milagro en toda regla.
Ein Gedi es una reserva natural, con alguna cascada. Parece increíble que en un medio cuasi inhóspito se dé este tipo de naturaleza, que contrasta de un modo brutal con lo desértico. Un milagro en toda regla.
Aparte del mar muerto, que resulta un lugar 'hechizante' (me hizo recordar los parajes que se ven al inicio de 'El planeta de los simios', la peli protagonizada por Heston, no en vano donde se rodó este filme, en el lago Powell de Arizona, tiene cierto parecido con el mar muerto), me encantó treparme a la fortaleza de Masada. En realidad, decidí, sin pensármelo, coger el teleférico (que cuesta su guita) para subir a la cima. Hay un desnivel considerable.
Mar Muerto |
Algunos y algunas (imagino que cuando no hace tamaño calor) suben a pie, a pata, por el llamado Camino de la serpiente (pues va serpenteando) hasta la cumbre, donde se halla la que fuera sede del palacio del rey Herodes (hoy Patrimonio de la Humanidad).
Un bastión estratégico y de resistencia de los judíos contra los romanos (vuelta la burra a la carga), aunque al final los romanos lograran su objetivo, tras el suicidio de los defensores. O eso se cuenta, al menos.
Un bastión estratégico y de resistencia de los judíos contra los romanos (vuelta la burra a la carga), aunque al final los romanos lograran su objetivo, tras el suicidio de los defensores. O eso se cuenta, al menos.
En cambio, en el teleférico te pones arriba, en un momento. Dicho y hecho. Un mirador de lujo, un lugar en el que puedes religarte con el universo, con las divinidades, un sitio que te procura una paz inmensa, una serenidad cuasi estoica, que contrasta con la algarabía de Jerusalén. En lo alto de Masada puedes convertirse en eremita, en Simón del desierto, un eremita alimentado del aire, de la transparencia del aire, que a duras penas sopla.
Hasta los pájaros andan sofocados y, cuando emprenden vuelo, lo hacen con precaución, como un piloto que deseara aterrizar en el aeropuerto Benito Juárez de México, pongamos por caso, a sabiendas de que éste es un aeropuerto sólo apetecible para un experimentado piloto, o bien para un arriesgado kamikaze (valga la redundancia).
Desde ruinas de Masada |
Me hubiera quedado allí, petrificado, extático, que sí estático, o bien levitando como un santín.
Abajo, en el horno de leña (nunca había pasado más calor en mi vida, ni siquiera cuando viajé a Egipto en verano, hace años, bueno aquí también me asé) me esperaba el aire acondicionado (no lo soporto, pero en esta ocasión resultó ser cuasi imprescindible) y una buena cena en el restaurante de mi alojamiento, Hi Masada Guest House, un complejo turístico, con piscina, y todo lo que un turista desea y necesita, que pareciera brotar del desierto como una pantera amaestrada.
La vuelta a Jerusalén resultó tranquila, después de esperar un bus que me llevara a la misma. Al comienzo del trayecto mi vista seguía, con nostalgia, los dibujados y resplandecientes contornos del mar muerto. Atrás dejaba un espacio inolvidable. Volveré, espero.
Thank you for this beautiful account of your trip to the Dead Sea, and sharing your thoughts and feelings with us here.
ResponderEliminarThe Jordanian desert has been used to film the movie "the Martian" (2015). When I watched the movie last year, I was interested to better understand the movie background, and then I read that this place, the South of the Jordania desert, has been used for other movies representing other planets. It must have been amazing. Thanks for the wonderful pictures.