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jueves, 5 de diciembre de 2024

21. Solamente, de Raquel Villanueva

 21 gramos. El peso del alma. 

La narradora berciana Raquel Villanueva, a quien he podido entrevistar y prologar su libro Relatos de una adoratriz, acaba de obsequiarme con su reciente novela, editada por Loto Azul, con dedicatoria incluida, lo cual le agradezco mucho, porque Raquel es buena amiga, una chica estupenda, que sabe que las historias son de amor, muerte y vida, "únicos argumentos de este discurrir nuestro". Así es, querida amiga, así es. 

https://cuenya.blogspot.com/2014/09/la-fragua-literaria-leonesa-raquel.html

https://cuenya.blogspot.com/2018/09/relatos-de-una-adoratriz.html

Y tú has escrito una historia estremecedora, que me ha llegado a las entrañas, porque te metes de lleno en la piel, en el cuerpo-mente de una mujer de ochenta años, que está en la última etapa de su vida. Y eso me escalofría, porque uno se identifica con esta mujer, con su historia de vida, con esta historia que también podría ser nuestra propia historia si llegamos a esa edad: "Y vuelve a estremecerme pensando en el verde turquesa que anhelo volver a mirar mañana", dice la protagonista. 


Con tu prosa envolvente, con el punto de vista narrativo de esa mujer llamada Celia, logras sobrecoger a tus lectores/lectoras. Al menos a mí has logrado estremecerme, y además has conseguido que reflexione acerca de la vida/muerte, eros y tánatos (cara y cruz de una misma moneda), acerca de la enfermedad y el abandono, la soledad impuesta, la identidad/pérdida de identidad, la memoria/olvido, el paso inexorable del tiempo, el deseo como punto de apoyo, la ilusión, los sueños, la nostalgia... porque nada de lo humano nos resulta ajeno, con lo cual se me antoja que has escrito una pequeña gran obra de arte, de arte con mayúsculas, porque, a través de un monólogo interior, nos introduces en la condición humana, en el consciente/subconsciente de esta mujer abandonada a su desgracia, "¿qué es uno sin palabras cuando se encuentra sitiado, abandonado?... Condenada a este silencio y a permanecer anclada en esta silla... ¿De qué sirve seguir cuando ya ni tan siquiera eres tú mismo?... No puedo hablar, no puedo andar... Ha pasado tanto tiempo que da vértigo... contemplo la fugacidad del tiempo... lo poco que he podido acariciar esos mundos brillantes... la vida es una continua búsqueda... nos pasamos la vida entre los verbos... entre el verbo buscar y esperar...". 

¿Qué buscamos? ¿Qué esperamos?, me pregunto. Buscamos la belleza, el amor, acaso el amor que engendra belleza. En esa necesidad de asomarnos siempre a otros ojos como quien busca la luz, como diría Celia. "Pienso en la fragilidad de lo bello". 

Esperamos el absurdo. ¿O es absurda la espera? Esperamos acaso a Godot, como ocurre en la obra teatral de Beckett. Esperamos la muerte, la única certeza posible. Pero, mientras tanto, seguimos buscando la vida, el amor, el placer, el bienestar, la felicidad, la libertad... "Espero como todos, todos siempre esperamos algo". 


"Al final solo queda la espera... la espera de nada... No soy nada, no soy nadie", pronuncia Celia, esa señora mayor que sientan al lado de la ventana, esa soñadora... rebelde, sonriente, desconcertante. "¿Dónde voy a asirme ahora?", se pregunta la protagonista de esta historia, sabedora de que todo el pasado es una gran mentira... una tergiversación de los recuerdos... Siempre queremos lo imposible. "No entiendo a esta sociedad que rinde culto a la juventud sin reparar en que mañana esa juventud será lo mismo que soy yo hoy", se dice Celia con lucidez, la cual ve una densa niebla desde su ventana que le recubre el cerebro, una niebla que difumina lo que piensa, lo que siente. "¿Tal vez eso sea la vejez", se pregunta con miedo a perderse en esa niebla, una imagen poderosa que me trae a la memoria una secuencia de la película Amarcord, de Fellini, donde vemos al abuelo perdido en medio de la niebla: 

"Mi sembra di non stare in nessun posto. Forse la morte è cossì?". 

"Al final, uno ha de entregarse solo a sus propias certezas o, más bien, sobreponerse a las dudas", nos cuenta Celia, a la que en el fondo le gustaría seguir amando y ser amada... perderse para siempre en la palabra amor. Amar y ser correspondidos es quizá lo mejor que puede ocurrirnos a los seres humanos... 

"Pero ha pasado el tiempo -como nos recuerda Gil de Biedma-/ y la verdad desagradable asoma: -envejecer, morir, /es el único argumento de la obra". 

Envejecer, morir, como únicos argumentos. Qué difícil nos resulta aceptar, asimilar la vejez, la enfermedad y la muerte. 

Tu novela, Raquel, es grande porque nos habla, como también nos dijera el genio Rulfo, del amor, de la muerte y de la vida. 

Quintana

 Os dejo este relato que escribiera para un concurso de relatos de Quintana de Fuseros. 


Estoy aquí en esta orilla, donde crecen las urces, canta la coruja, que es mi animal preferido, y se celebra una procesión que a mi tía Gervasina le gusta mucho. También ella dice que vivimos en la ladera de oro del castro de Las Torcas. Yo no entiendo bien lo que quiere decir con eso, pero es que ella es la maestra de la escuela, adonde yo voy siempre que puedo, porque a veces tengo que ayudar en casa. 

Quintana de Fuseros. Foto: Luis Nogaledo

Mi tía me dijo que este año, en el mes de mayo, cuando esté todo bien florido, me acompañará para ver esa procesión, y eso me hace ilusión, porque quiero aprender muchas cosas para cuando sea mayor y pueda viajar sola por el mundo, como hace ella, que estuvo en un país lejano con grandes ríos, donde las personas vivían felices. A mí también me hace feliz ir al río a bañarme en verano.

Mi tía asegura que el río Boeza, que nace en un rincón al que yo nunca fui, es vida. Y a mí me gusta la vida. Ahora estoy contando los días para que llegue esa procesión donde, según ella, los vivos se juntan con los muertos para hablar sobre lo que no pudieron decirse en su día. Yo, la verdad, no acabo de entender cómo los muertos pueden hablar con los vivos. Pero mi tía asegura que los milagros existen.

Estoy deseando que llegue ese milagro. Por cierto, me llamo Quintana. De Fuseros es mi apellido.

 

martes, 3 de diciembre de 2024

Brujas, de Paula Revellado

 

 El tiempo no es lineal... Nuestras vidas se van entrelazando con otras vidas a través de innumerables eones. Nada es siempre lo que parece ser...

 Esta misma tarde, después de mi clase de Artes Escénicas y cinematográficas, nos daremos cita en la casa de la cultura de Ponferrada a las 19h30 para presentar la reciente obra de la narradora Paula Revellado, a quien tuve la ocasión de entrevistar en el 2021 (año de pandemia) para La fragua literaria leonesa (https://ileon.eldiario.es/la-fragua-literaria/paula-revellado-la-fragua-literaria-leonesa-manuel-cuenya_1_9515397.html) con motivo de la publicación de su ópera prima titulada Peregrino acerca de su experiencia en el Camino de Santiago, que tanto puede dar de sí desde un punto de vista literario, vital, porque “El Camino es como la vida… nos hace enfrentarnos a los elementos Tierra, agua, aire y fuego... Nacemos del agua y vivimos en la tierra. Nuestro pensamiento es aire y nuestra voluntad es fuego. Nuestro amor es agua, tierra, aire y fuego”, contaba Paula, que emprendió el Camino de Santiago en el año de 2003. Y, a su paso por el Bierzo, se quedó enamorada de esta comarca, que, a su juicio, tanto se parece a Granada en cuanto a energía se refiere. 

El Bierzo y Granada hermanadas por una energía especial, única. Reconozco que Granada, tan moruna ella, tan norte y sur de España, es una de mis ciudades preferidas en nuestro país de paisitos. 

https://cuenya.blogspot.com/2024/05/jaen-la-matria-del-aceite-de-oliva-y.html

Aunque Paula no tiene raíces bercianas (es originaria de Madrid), se enamoró del Bierzo y se quedó a vivir en esta comarca leonesa desde entonces hasta ahora. Después de estos años, sigue enamorada del verdor y la exuberancia de esta hoya mágica, de este "vientre cósmico... que es energía en movimiento", como a ella le gusta decir. A uno también le gusta hablar del útero de Gistredo para referirme a mi patria o matria chica. 


Paula vive, a su juicio, en pleno Camino de Santiago, en el juego de la Oca, rodeada de historia, de leyendas, de arquitectura y de naturaleza.

En realidad, Paula, en su novela Peregrino, hizo un viaje al interior de sí misma -a ella que tanto le entusiasman las aventuras y los viajes, devota que es de la obra de Vázquez Figueroa-, un viaje digamos espiritual, porque ella misma y su hija Julia también aparecen como personajes. 

Y ahora Paula nos ofrece esta novela titulada Brujas, que cuenta la historia de dos mujeres, a saber, Mila, nacida en el Madrid de los años cincuenta, y Eva, nacida en la Barcelona del presente. Un viaje, una vez más, en este caso a través de los sentidos por distintas ciudades, tanto de España como de otros países (Madrid, Barcelona, Hondarribia, Granada, París, Toulouse, Asilah -Marruecos-, Túnez…). 

"La luminosidad de Asilah nada tenía que ver con la de París, por mucho que la llamaran la ciudad de la luz. El blanco y azul de las casas del pequeño pueblo costero en el que el deslumbrante verde de los jardines de los patios contrastaba con el azul turquesa y el mar en el que el sol centelleaba, embriagaba los sentidos de la chica. Estaba extasiada ante tanta armonía y belleza".  

 He de confesar que  me entusiasma la prosa sensorial, comestible, que trabaja con los cinco sentidos (a menudo en mis clases de escritura hablo de la escritura con los cinco sentidos), incluso con un sexto sentido. Y me encanta cuando alguien, como Paula, escribe sobre lugares de modo sensorial, dando pinceladas de colores y sabores, aromas, entre otros... Por eso Brujas es un viaje a través de los sentidos, acaso un viaje iniciático (como experiencia de crecimiento y evolución) en busca de la tan ansiada templanza (ataraxia), con la gastronomía (recetas de dulces fundamentalmente) y la música como hilos conductores (Serrat, Johnny Halliday, Brel, Piaf, Battiato, Wolfe Tone...), en busca de los sueños hechos realidad, pues Paula dedica su novela a todas las mujeres que luchan por hacer realidad sus sueños, esas mujeres brujas (haberlas haylas, por fortuna), que se rebelan contra las ataduras del sistema, que aspiran a ser libres en un mundo coercitivo. A este respecto recuerdo la lectura de Vacas, cerdos, guerras y brujas, del antropólogo americano Marvin Harris, sobre el que he escrito en alguna ocasión.

https://cuenya.blogspot.com/2009/11/escobas-y-aquelarres.html

 Paula también hace mención en su novela Brujas al chamanismo  como "práctica femenina originaria de Siberia" y de las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda (enseñanzas o experiencias psicodélicas basadas en el empleo de tres tipos de plantas psicotrópicas: peyote, toloache y psilocybe mexicana). 

Paula, como ya dije, es una apasionada de la música, en concreto del misticismo de Battiato, algo que también comparto con ella.  Canciones como L'ombra della luce se me antoja maravillosa: “...Devuélveme a las zonas más altas/ A uno de tus reinos de calma/ Es tiempo de escapar de este ciclo de vida/ Y no me dejes nunca más/ No me dejes nunca más.... Riportami nelle zone più alte/ In uno dei tuoi regni di quiete/ E' tempo di lasciare questo ciclo di vite/ E non abbandonarmi mai/ Non mi abbandonare mai...".


https://cuenya.blogspot.com/2011/09/battiato-guru-de-la-musica.html

https://cuenya.blogspot.com/2021/05/la-cura-de-battiato.html

Paula, que es una alquimista, acaso un vidente capaz de adentrarse en la condición humana y descifrar los códigos secretos, practica el Reiki, el Tarot, entre otros, es decir, que es una maga, una meiga, una hechicera, entusiasta de grandes poetas como Antonio Machado: “Converso con el hombre que siempre va conmigo/  —quien habla solo espera hablar a Dios un día—;/ mi soliloquio es plática con ese buen amigo/ que me enseñó el secreto de la filantropía” (versos extraídos del Retrato del autor de Campos de Castilla).

Encantado, Paula, de acompañarte en este viaje por la senda de la vida, que este sí es un genuino viaje, cerrando esta novela de un modo circular con El tiempo no es lineal... Nuestras vidas se van entrelazando con otras vidas a través de innumerables eones. Nada es siempre lo que parece ser... Todos formamos parte de una red infinita, de un vaivén constante a través del tiempo y del espacio...

Con la banda sonora de Las fillas de Cassandra, eso me apetece escuchar ahorita mismo, V.AS MOIRAS: Sácate, sácate, sácate, sácate/ Bru-bru-bruxa... 




lunes, 2 de diciembre de 2024

Viaje a las entrañas de la Tierra leonesa


Viajar a las cuevas de Valporquero es como viajar a las entrañas de la Tierra, una experiencia mística, psicodélica, tras un buen chute con algún neurotransmisor o neurohormona. Un viaje al centro de la Tierra, como hiciera Julio Verne. Existe una adaptación cinematográfica de Juan Piquer, cuyos paisajes naturales exteriores están rodados en Lanzarote y los interiores o subterráneos se filmaron en las cuevas de Valporquero. Asimismo, el cineasta almeriense Martín Cuenca rodó El tesoro, basada en La isla del tesoro de Stevenson, en las cuevas de Valporquero. 

Esto escribía hace años a propósito de las Cuevas de Valporquero:

https://www.diariodeleon.es/monograficos/revista/111030/956585/maravillas-naturaleza.html

chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://nocedadelbierzo.com/wp-content/uploads/2014/01/Valporquero.pdf

Viajar a las cuevas de Valporquero es adentrarse en la belleza de los subterráneos en forma de dolina o torca, que es una depresión geológica característica de los relieves kársticos originados por la meteorización química (descomposición de minerales y rocas cuando estos entran en contacto con la atmósfera) de rocas calizas, dolomías (compuestas básicamente de dolomitas, de ahí las montañas dolomitas en los Alpes orientales italianos), yeso, etcétera. 

https://cuenya.blogspot.com/2019/07/las-dolomitas.html

Me apetece recordar que en mi pueblo existe un paraje, que tanto visité en mi época adolescente, llamado Las Torcas, por ser este una depresión circular, un terreno con bordes escarpados. Desde las Torcas era capaz de vislumbrar en lontananza las Asturies tierra querida. Evidentemente, esta visión, acaso alucinógena, forma parte de mi fantasía juvenil. Es probable que imaginara a Manuel Murias, un paisano de Noceda, que había llegado al Bierzo desde la hermana tierra de Luarca. 


Recientemente, he viajado a las cuevas de Valporquero. La verdad es que hace tiempo que no las visitaba. Aunque sí he estado en diversas ocasiones y en diversos tiempos de mi vida. 

Esta cuevas, en el corazón de la montaña leonesa, se abrieron al público un año antes de que me nacieran. Y, con muy pocos años, tuve la ocasión de visitarlas a resultas, creo recordar, de una excursión a las mismas a través de la escuela del pueblo. En ese tiempo uno soñaba con mundos maravillosos, y por supuesto con estas cuevas, que intuía que estarían precisamente tras Carralacueva, un lugar de mi pueblo, en la carretera que va hacia las pedanías de San Justo de Cabanillas y Cabanillas de San Justo, además de Quintana de Fuseros. 


De aquella primera visita aún conservo aquellas "palapitas" o techos cónicos cubiertos con palmas que existen y siguen existiendo en los alrededores de estas cuevas. 

Antes de alcanzar el pueblo de Felmín, donde hay un desvío a la izquierda, que lleva directamente a las cuevas, se atraviesa un angosto valle, con las espectaculares hoces de Vegacervera (una garganta cuyas paredes verticales, algunas superan los cien metros de altura, son una golosina para los escaladores), siguiendo el curso del río Torío. 


Las cuevas se hallan en la pedanía de Valporquero (valle de porcos, según el guía, luego hablaré de este hombre), en el municipio de Vagacervera (donde se celebra la fiesta del chivo, perdón, esta es una novela de Vargas Llosa, la feria de la cecina de chivo, está divina de la vida la cecina de chivo). 

A más de 1300 metros de altitud, el visitante puede gozar de bellas panorámicas, hasta donde alcanza la vista, incluso la imaginación, de los picos de la cordillera Cantábrica y de la reserva de la biosfera de Los Argüellos, donde habita el oso pardo. Una naturaleza esplendorosa. Una visión inolvidable. La sensación térmica en el exterior se me antoja realmente fría. 


En esta reserva de la biosfera de Los Argüellos también se hallan las hoces de Valdeteja, gemelas de las hoces de Vegacervera, "ese bellísimo y brutal desfiladero que el Curueño atraviesa entre Tolibia y el puente del balneario... un paisaje tan hermoso como sobrecogedor y tan espectacular como perturbador para el espíritu y el alma", según nos cuenta el escritor-viajero Julio Llamazares en El río del olvido.   

Juan Carlos Brugos, que así dice llamarse el guía, conduce a los visitantes (de la Universidad de la Experiencia del Campus de Ponferrada), entre los cuales me encuentro, a través de un túnel hasta la boca de la cueva. El guía, con profesionalidad y humor, explica el origen geológico de esta preciosidad de la naturaleza, con el Pleistoceno de la era Cuaternaria, hace más de un millón de años, como punto de partida y el arroyo Valporqueros horadando con persistencia el interior, que se revela como una gran maravilla: La Gran Rotonda, en cuyo interior tal vez cabría la catedral de León, se aparece ante los presentes como una cavidad grandiosa, con una iluminación artificial que además le da realce. En esta zona el río se esconde (aparece en época de lluvias) y resulta inspirador para aquellos que son expertos en espeleología. 


Creo recordar, aunque hace pocos días que visitara las cuevas, se accede, desde la Gran Rotonda, a la sala de las Pequeñas Maravillas, esas caprichosas formas calizas que uno puede percibir como dios le dio a entender, es un decir, porque cada cual acaba encontrando parecidos con alguna virgen con niño, fantasmas... Un juego realmente divertido eso de encontrar razonables parecidos en esas pequeñas maravillas que la diosa naturaleza ha creado. La sala de las Hadas es otro espacio cautivador, que nos sumerge en un bosque de coladas, cascadas y una sugerente concentración de estalactitas que dan rienda suelta a la fantasía.

La visita continúa por el llamado cementerio, quizá el lugar más romántico de todos, donde nos reciben, con sus brazos abiertos, los fantasmas de las estalactitas y estalagmitas, hasta alcanzar la Gran Vía, una inmensa galería de más de treinta metros de altura de cuya cúpula cuelgan incontables aguijones y cascadas petrificadas. A continuación visitamos la Columna Solitaria, una esbelta columna de una sin par belleza natural, que se eleva espiritual entre un bosque de agujas estalactíticas. 


Hay un momento en que el guía, Juan Carlos Brugos ("Brugos, no Burgos", puntualiza) me llama por mi nombre y apellido. 

-¿Nos conocemos? 

-Te conozco a través de los medios -me dice. 

Me quedó sorprendido a la vez que esbozo una sonrisa, acaso bobalicona, y le agradezco su visita guiada. Aún nos queda lo mejor, el espacio Maravillas, que así se conoce la última sala, donde se concentran miles de estalactitas, coladas, columnas y formas calizas surgidas del goteo milenario del agua. Una sobrecogedora catarata de color. De repente, se apaga casi toda la iluminación y en la semioscuridad se aparece un mundo de fantasía, tal vez el de Alicia en el país de las maravillas: 


"Al principio, la madriguera del conejo se extendía en línea recta como un túnel, y después torció bruscamente hacia abajo, tan bruscamente que Alicia no tuvo siquiera tiempo de pensar en detenerse y se encontró cayendo por lo que parecía un pozo muy profundo". 

O bien el de Shine on, you crazy diamond


Remember when you were young/ You shone like the sun/ Shine on, you crazy diamond/ Now there’s a look in your eyes/ Like black holes in the sky/ Shine on, you crazy diamond.

Recuerdo cuando éramos jóvenes,/ tú brillabas como el sol./ Sigue brillando, diamante alocado./ Ahora tienes esa mirada en tus ojos,/ como agujeros negros en el cielo./ Sigue brillando, diamante alocado.

Este viaje a las entrañas... de la Tierra... leonesa me ha llevado hasta las maravillas de Lewis Carroll y la psicodelia de Pink Floyd. 


En el viaje de regreso atravesamos Cármenes (la tierra donde el gran poeta Llamas escribió en un hórreo-panera el poemario Manuscrito del alba y donde vive el gran periodista y escritor Fulgencio Fernández) y hacemos escala en Villamanín, en concreto en el templo de la gastronomía, Restaurante Casa Ezequiel, donde las viandas nos elevan más allá del bien y el mal, porque no sólo de espiritualidad vive el ser humano, sino de los alimentos eucarísticos de cada día, o sea. Comparto panes y peces bíblicos, es un decir, con Isa, Encina, Manoli, Vicky... y demás personas de la Experiencia de la vida (un recuerdo también para Julio, que amenizó el viaje con su interesante e instructiva charla, y a Siano por esta última fotina). 

Hasta la próxima visita a las cuevas de Valporquero. 

sábado, 30 de noviembre de 2024

Silvia Pinal, la musa de Buñuel

Silvia Pinal se nos ha ido a tocar el arpa con el arcángel San Gabriel. La actriz mexicana se nos ha ido. Pero las diosas, como ella, no deberían irse nunca. Por fortuna, nos quedará su filmografía. Y siempre podremos disfrutarla en las películas del genio Buñuel, que es uno de mis directores preferidos.


Insuperable este maestro del cine con películas inolvidables como Viridiana, El ángel exterminador y Simón del desierto, en las que podemos ver a Silvia Pinal, diva de la edad de oro del cine mexicano (junto a María Félix y Dolores del Río), y también del teatro y de la televisión, cuya presencia me resulta cautivadora con su belleza sensual y transgresora. 

Silvia Pinal era una enamorada del cine de Buñuel.  Y al final logró realizar el papel protagonista de Viridiana, encarnando a una inocente novicia tentada por el deseo demoniaco de tu tío don Jaime (interpretado por Fernando Rey). Esta película supuso el retorno de Buñuel a España, y cambió la vida de la actriz mexicana, porque le "enseñó muchas cosas", según ella. No en vano, Viridiana, obra maestra de la Historia del cine, consiguió la Palma de Oro en Cannes, y fue prohibida en varios países. La censura franquista también metió tijera al final previsto para la película. Pero Buñuel se las ingenió para encontrar una escena final sugerente en la que vemos a tres personajes (Jorge-Paco Rabal, Viridiana y la criada) jugando a las cartas.  

https://cuenya.blogspot.com/2018/12/los-olvidados-de-bunuel-o-el-cine-de-la.html

Viridiana fue producida por Pere Portabella, Muñoz Suay y Gustavo Alatriste (el marido de Silvia Pinal). 


Esa niña inocente (paradójicamente interpretando a Satanás) también se nos muestra en Simón del desierto jugando en torno a la columna de Simón. "Soy una niña inocente", le dice al ascético Simón el estilita. La vemos levantando la falda y mostrándole sus sensuales piernas con medias negras. "¡Mira qué piernas tan inocentes!”, añade ella tentadora pues es la encarnación del demonio.  

La tercera película de Buñuel en la que vemos y disfrutamos de Silvia Pinal es en El ángel exterminador. https://cuenya.blogspot.com/2018/12/el-angel-exterminador-de-bunuel.html


Aquí Silvia Pinal interpreta el papel de Leticia La Valkiria, un personaje a la deriva, como el resto de burguesitos que se quedan misteriosamente atrapados en una mansión. Después de la cena los invitados descubren que, por algo inexplicable, no pueden salir de la mansión, con lo cual la situación de encierro acaba haciéndose insoportable y los instintos de supervivencia afloran de un modo brutal.  
https://cuenya.blogspot.com/2010/03/luis-bunuel-don-luis-un-suspiro-de.html

Qué Silvia Pinal siga tocando el arpa y el resto de mortales podamos seguir disfrutando de sus interpretaciones. 

A ver si consigo ver su participación como Maria Gaila en Divinas palabras, de Juan Ibáñez, basada en la obra homónima de Valle Inclán. 

martes, 26 de noviembre de 2024

Salamanca fluyendo por las arterias de mis sueños

 

El fin de semana en Salamanca, del viernes 8 al domingo 10 de este mes de noviembre, ha sido estupendo. Me prestó mucho, porque, además, ya hacía algún tiempo que no estaba en la ciudad charra, donde viviera momentos inolvidables en mi época de estudiante de posgrado, como he dejado constancia asimismo en Mapas afectivos. No en vano, Salamanca es un mapa afectivo, un territorio emocional. Y siempre lo será porque ha calado hondo en mi ser.

Qué cursilondio me ha quedado esto último. Bueno, quizá me he dejado llevar por el cauce del sentimentalismo (esto del cauce acaso tampoco sea adecuado ahora que en Valencia han sufrido riadas espantosas y mortíferas. Mis mejores deseos para los familiares de las víctimas y damnificados). Y es que uno, tal vez, es un sentimental. 

Sea como fuere, Salamanca me marcó en mi etapa como estudiante de posgrado. Y eso se queda grabado en la retina de la memoria emocional. 

El motivo de este reciente viaje -siempre suele haber un motivo o motivación- fue la reunión de alumni o antiguos alumnos de la Universidad de Salamanca (como lo fueran en su día los poetas Góngora y San Juan de la Cruz), la reunión de diversas promociones y carreras. Con lo cual fue un festejo por todo lo alto. Con comida y visitas a lugares varios, incluso con concierto incluido en el mítico Camelot. Un chute de buena energía, habida cuenta de que en esta  ciudad he vivido momentos maravillosos. Lo cierto es que, después de tantos años, sigo fascinado con la belleza de esta ciudad, que por instantes me hace recordar la belleza carnal de Roma. Del cielo de Salamanca, que volví a visitar una vez más, a la capital italiana. En este caso con el Tormes del Lazarillo fluyendo por las arterias de mis sueños. O algo tal que así. Y por supuesto recordando a los grandes de Fray Luis de León y Unamuno en esta nivola (con un guiño a su Niebla) que es la vida. 


En medio del Patio de Escuelas, junto a la fachada plateresca de la Universidad de Salamanca, está el visionario profesor y poeta Fray Luis de León, al que vemos con la mano tendida, apuntando hacia adelante y con la cabeza mirando a la fachada, donde se halla la famosa rana que simboliza, al decir de algunos, la lujuria y también la muerte, por hallarse encima de un cráneo. 

"Decíamos ayer", eso nos está diciendo, valga la redundancia, Fray Luis, una ironía que luego utilizó cuatro siglos después Unamuno. 

La visita a la casa-museo de Unamuno, a través de las explicaciones de un guía apasionado de su figura y de su obra, fue una experiencia extraordinaria, tanto que despertó mi curiosidad por volver a leer y releer algunas de sus obras como La vida de Don Quijote y Sancho, San Manuel Bueno, mártir, Del sentimiento trágico de la vida, La tía Tula, Por tierras de Portugal y España, Cómo se hace una novela, o su nivola Niebla, que por lo demás da nombre a un bar de la ciudad situado enfrente del Camelot, donde, como ya dijera, asistí a un concierto para los alumni de la universidad. En la plaza en que se halla el Camelot también está una estatua dedicada a Unamuno y la casa donde vivió en su última etapa, justo al lado de la casa de las muertes, habida cuenta de que posee cuatro calaveras talladas en piedra que parecen colgar de las jambas de las dos ventanas superiores de la fachada.  

La visita a la casa-museo de Unamuno, situada en la calle Libreros, 25, al lado de las Escuelas Mayores (edificio principal de la universidad, donde se halla la rana), me entusiasmó a la vez que despertó mi curiosidad por ver las películas y documentales que se han hecho en torno a este excelente escritor de la Generación del 98, el cual sentía devoción por la obra del filósofo danés Kierkegaard, y fue además Rector de la Universidad de Salamanca.
Una pena que Don Miguel falleciera el último día de 1936, tal vez de melancolía, o bien porque se lo cargaron quienes no soportaban que fuera un espíritu libre, un gran pensador. Después de ver el documental Palabras para un fin del mundo -realmente interesante- uno está convencido de que le dieron matarile a Unamuno. 
Casa museo Unamuno

Se certificó su muerte como una rara hemorragia bulbar y encima no se le hizo autopsia, lo que nos hace sospechar de un asesinato, presuntamente asesinado en su casa de la calle Bordadores por el falangista Bartolomé Aragón.  
Ahora me queda por ver La isla del viento, la película que se filmó sobre su destierro en Fuerteventura, destierro causado por las criticas que el filósofo vasco lanzó contra el régimen de Primo de Rivera. 

La visita a esta casa museo de Unamuno me ha estimulado para volver sobre su obra literaria (acabo de releer San Manuel Bueno, mártir, cuya narradora es Ángela Carballino) y ver por primera vez Mientras dure la guerra, de Amenábar, que, a decir verdad, no me ha impactado como pensaba, aunque me ha gustado adentrarme en sus escenarios, después de mi reciente visita a Salamanca. Quien sí me ha impactado, incluso me ha sobrecogido, es la interpretación del actor Eduard Fernández encarnando al espantoso, al bárbaro Millán-Astray, quien gritó aquello de "¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!".  
Me espeluzna sólo al escuchar y escribir esta maldita frase. A lo cual replicó Unamuno con valentía: "...Había dicho que no quería hablar, porque me conozco. Pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo. Se ha hablado aquí de una guerra internacional en defensa de la civilización cristiana. Yo mismo lo he hecho otras veces.

Pero ésta, la nuestra, es sólo una guerra incivil... Vencer no es convencer, y hay que convencer sobre todo. Pero no puede convencer el odio que no deja lugar a la compasión, ese odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva (mas no de inquisición)". 
Celestina
Sólo por la visita a la casa museo de Unamuno ya se hubiera justificado esta visita a Salamanca, pero además pude recorrer algunos lugares emblemáticos, como el jardín de Calixto y Melibea, con la Celestina como guardiana de dicho huerto-mirador. O bien el patio de las Escuelas Menores, el claustro de Fonseca, la casa de las Conchas, la casa Lis, y el café Novelty, en la bella Plaza Mayor, donde Torrente Ballester está sentado fabulando con el realismo mágico.
Torres Villarroel
Incluso visité por primera vez, gracias a las visitas guiadas, el cerro de San Vicente (yacimiento arqueológico, situado en el barrio Vaguada, en el que se pueden contemplar los restos de la primera población salmantina, de la  I Edad de Hierro, entre los siglos VII a.C. y IV a.C.; desde el cerro se tienen excelentes panorámicas, también al instituto de la Vaguada, donde hice mis prácticas del CAP-Certificado de Aptitud Pedagógica), o el pozo de las Nieves (uno de los monumentos más desconocidos de la Salamanca del siglo XVIII, una espectacular construcción, de más de siete metros de profundidad cubierto por una bóveda de pizarra, en la que los antepasados almacenaban y conservaban la nieve que traían sobre mulos desde las sierras de Francia y Béjar para convertirla en hielo, aparte del entramado de galerías subterráneas que pueden visitarse). 

Me gustó sobre todo compartir viandas y charla con gente con la que uno siente afinidad, incluso con quien comparte memoria emocional. 
Volveré, siempre que pueda, a la ciudad del polifacético Torres Villarroel y de El Lazarillo: "...a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo  de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre, y fue de esta manera: mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí, tomole el parto y pariome allí. De manera que con verdad me puedo decir nacido en el río".