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jueves, 21 de diciembre de 2017

Entrevista por Marta Muñiz Rueda

Agradezco, amiga Marta, la entrevista que me has hecho. Ojalá el proyecto en que estás ahora, como Corresponsal en Europa de “Visítame Magazine”. Sección España, tenga larga vida. Mis felicitaciones a tu labor. Y mi enhorabuena también a su promotora Hilda Serrano Lemes desde Nueva York.

Comenzamos con una entrevista al escritor berciano Manuel Cuenya, que recientemente ha publicado su último libro: “Mapas afectivos”, en el que describe cómo debería ser o cómo siente él la temperatura afectiva y emocional de cada lugar que visita. Viajero intrépido e incansable, recorre desde lo humano, lo vital y lo literario diferentes rincones del mundo hasta volver a casa. Siempre vuelve a casa, a su hogar, a su Bierzo natal, matria y patria mágica donde encuentra el fuego. Muchos ya le conocen, y quienes no hayan oído hablar de él, tendrán la suerte inmensa de descubrirlo (Marta Muñiz)


 




Entre fuentes y montañas, en el útero de esa región mágica y subyugante que es El Bierzo, nació el escritor Manuel Cuenya, en el bendito pueblo de Noceda, a los pies de la Sierra de Gistredo. Este viajero infatigable se ha dedicado y se dedica en cuerpo y alma a la enseñanza y la literatura. Ha sido profesor en Francia y México y actualmente coordina el programa interuniversitario de la Experiencia en el campus de Ponferrada, donde imparte clases de literatura, teatro y escritura creativa en la Universidad de León (España). 
“Tengo la impresión de que la vida es también un viaje sin retorno”
Colabora habitualmente con medios periodísticos como los diarios La Nueva Crónica o ileon.com. A través del Colectivo Cultural La Iguiada edita la revista cultural ‘La Curuja’ y mantiene activo un blog muy interesante: /Cuenya.blogspot.com.es/

Con Marta Muñiz

Ha entrevistado a numerosos autores y artistas leoneses en su Fragua Literaria y gracias a él su obra se difunde y también sus semblanzas, pero si algo debemos destacar acerca de la trayectoria vital y literaria de Manuel Cuenya es su condición de viajero incansable. Su alma trotamundos parece haber heredado la esencia de Hemingway. 
Manuel es un forjador de palabras, un nómada tras las esencias, como él mismo reconoce. ‘Viaja, vive y cuenta lo vivido y viajado’, es su lema. Heredero de la gran tradición berciana que ennoblece la historia de la literatura de viajes con autores como Ramón Carnicer, Gil y Carrasco, Antonio Pereira o Juan Carlos Mestre —que es un poeta o un juglar que recorre el mundo a su manera— Cuenya nos regala sus impresiones líricas e íntimas de cada lugar que recorre en libros inolvidables como “La fragua de Furil”, “Viajes sin mapa”, “Trasmundo”, “El Bierzo y su gastronomía” o su último libro, sus “Mapas afectivos”, con prólogo de Valentín Carrera y epílogo de Julio Llamazares, editado por La Nueva Crónica. Un recorrido por diversos países y continentes, por sus pueblos y sus ciudades, desde Canadá a Estambul, desde Galicia a Marruecos, pasando por Oporto, Salamanca, Urueña y ese viaje nostálgico y mediterráneo en el que evoca su juventud de Atenas a Budapest. ‘Háblame de tu pueblo y hablarás del universo’, nos dice Manuel. Y es que, como buen viajero, que no turista, Cuenya se mimetiza con los paisajes y paisanajes que va descubriendo y a la vez, los siente suyos, se reconoce en cada rostro, en cada sabor y aroma, se sabe parte de sus raíces ancestrales, porque en el fondo, el ser humano busca los mismos caminos en todas partes. Sobre este último libro, sobre estos ‘Mapas afectivos’ en los que Manuel busca la temperatura afectiva de cada tierra que pisa, dice Julio Llamazares con acierto: “Es literatura pura, literatura viajera y poética, geografía sentimental y fantástica, relato y cuento de profundidad”. 

(Podéis continuar leyendo la entrevista en este enlace: https://www.hildafusion.com/copia-de-de-petalo-y-de-rosa)


miércoles, 20 de diciembre de 2017

Seguimos con vino, libros y música en León

In vino veritas, nada como el vino para autoengañarse. Cantábamos a voz en cuello un himno apócrifo: “El Bierzo tiene fama del vino y del aguardiente, de las mujeres bonitas y de los hombres valientes"
(Raúl Guerra Garrido, Viaje a una provincia interior)

Pues sí, ayer volvimos a las andadas con una tarde de vino, libros y música, en este caso en la ciudad de León, donde estoy ahora. Una tarde que se me hizo amena, entretenida, con un público entregado, entre el que se encontraba gente amiga, como las gemelar Laly y Gelines, Nuria Viuda o bien José Luis Carretero, entre otros y otras, a quienes agradezco su presencia. 
Y por supuesto felicito a los organizadores: Santiago Asenjo, el director de la biblioteca de la ULE, Ana Rodríguez Otero, que comanda, asimismo, el interesante portal tULEctura, y Teresa Llamazares como Directora del Programa Interuniversitario de la Experiencia de la Universidad de León. Y también a los músicos (Gio Yáñez, con su banda de la Casa del Jazz estuvo estupendo en Ponferrada), los ponentes Enrique, Carlos (que obsequió a los presentes con algunos libros suyos) y Francisco (que hizo lo mismo, en su caso, con vinos Vitalis, de su propia bodega). 
Cada día me gusta más la ciudad de León, creo que eso ya lo había dicho en alguna ocasión, pero no está demás volver a decirlo, acaso para recordármelo.
Qué uno ya va perdiendo la memoria, al menos la memoria episódica, porque el saber ocupa lugar, un gran espacio.
Sólo a fuerza de repetición, eso creo, uno acaba integrando las cosas, memorizando, aunque, en realidad, los seres humanos sabemos muy pocas cosas (bueno, algunos se creen la mamá de los pollitos, aunque no sepan de la misa a la media, y otros y otras saben algunas, claro, que de todo hay en la viña de nuestro señor Jesucristo). Ay, la viña, las viñas… (al final haré referencia a las mismas).


Sólo sé que no sé nada. Necesitaríamos mil y una vidas como mil y una noches arábigas al amor de la sensualidad para saber y entender algo del mundo en que habitamos, y por ende de nosotros mismos. Pero la vida es harto breve, aunque vivamos más de ochenta, noventa, incluso cien años.
Por cierto, el lunes, antes de encarar la primera tarde de vino, libros y música en el Campus de Ponferrada, pude ver a Sito en Bembibre, en el bar La Corona, un hombre centenario, 104 años ya, que se conserva como un mozo, con su gorro estilo ruso siberiano y su rostro amable y sonriente. Una maravilla. 
En cambio, el dueño de La Corona, José Luis Campano (cuántos libros compraríamos en su librería Campano), nos ha dicho adiós recientemente a los ochenta y pocos (me apena su muerte, y le mando mis condolencias a su mujer Hermitas, quien fuera mi profe de Literatura en el Insti de Bembibre y luego, pasado el tiempo, alumna de la Universidad de la Experiencia). 
Me cuentan que Campano falleció a resultas de un paro cardíaco, aunque la procesión la llevara por dentro, la procesión cancerígena, que sigue siendo una enfermedad que castiga de lo lindo a unos y otras. 
Pobrecitos de nosotros, expuestos todos (todas) a enfermedades varias. Al final, es el azar quien decide nuestros destinos. ¿No os parece? Bueno también interviene la causalidad. 
El vino, embriagador, me ha llevado por estas sendas tortuosas. Pero retomo el rumbo. Me ha quedado meridianamente (me gusta este palabro) claro, después de estas dos tardes, tanto en Ponferrada como en León, que el vino tomado con mesura (en su justa medida aristotélica), sobre todo el vino tinto o rojo, es sanísimo. Bueno, un vasito para comer. Y ya. El vino es un vasodilatador y antioxidante, por tanto bueno para el corazón, para el cuerpo/alma. Recuperemos la tradición de beber vino, como se hacía antaño en los pueblos. Vamos a tomar un vaixín. Y abandonemos esos hábitos nada saludables de tomar refrescos y licores adulterados, que son en verdad perjudiciales para la salud. 
En una época en la que el agua, al menos en las urbes, no era del todo potable, incluso estaba contaminada, tomar vino era extraordinario para combatir toda suerte o desgracia de gastroenteritis. 
Recuerdo a mi vecino Quico Molinero, en Noceda del Bierzo, que decía que el agua era buena para las ranas. Y para echarse a remojo, tal vez. 
También recuerdo lo que me contara Bolaño en A Fonsagrada sobre Atilano, un personaje que había trasegado muchas cosechas a lo largo de su vida, lo que no está escrito ni en la Biblia, que, como sabemos (ah, algo sabemos, qué bueno), está llena de referencias al vino. 
El Cantar de los cantares, como ya señalé en otro post, está teñido de vino. Y también de erotismo. "¿Qué es la vida a quién le falta el vino?", se dice en el libro Eclesiástico. 
Pues eso, convirtamos el agua en vino, como ocurre con el milagro de San Bartolo del barrio de Río de Noceda (donde también se celebra la carrera de burros). Un milagro que en alguna ocasión llegamos a escenificar con la ayuda de nuestro amigo y paisano Xava (Javier Álvarez), el hijo de Venancio y sobrino de Pepe Álvarez de Paz, gente ilustre e ilustrada del útero gistredense. 
También en La Celestina, de Fernando de Rojas, encontramos referencia a algún salmo. "El vino quita la tristeza del coraçón -vinum laetificat cor hominis- más que el oro ni el coral; esto da esfuerço al mozo y al viejo fuerça, pone color al descolorido, corage al covarde, al floxo diligencia, conforta los celebros, saca el frío del stómago, quita el hedor del aliento... haze sudar toda agua mala, sana el romadizo y las muelas... Más propiedades te diría dello, que todos tenés cabellos. Assí que no sé quién no se goze en mentarlo… que lo bueno vale caro y lo malo haze daño. Assí que con lo que sana el hígado, enferma la bolsa. Pero todavía con mi fatiga busco lo mejor para esso poco que bevo: una sola dozena de vezes a cada comida. No me harán passar de allí salvo si no soy convidada como agora.
PÁRMENO.- Madre, pues tres vezes dicen que es bueno y honesto todos los que escrivieron.


CELESTINA. Hijo, estará corrupta la letra; por treze, tres". 
Además de vino, pongamos humor, como La Celestina, en nuestras vidas. 
Los pasajes dedicados al vino, a lo largo de la literatura española, universal, son muchos. Me ha entusiasmado indagar en los mismos. Y encontrarlos no sólo en La Celestina (obra realmente extraordinaria) sino en otros como en El Lazarillo de Tormes ("Yo, como estaba hecho al vino, moría por él")El Quijote (monumental novela de aventuras, de viajes, incluso por las montañas leonesas), el rijoso, brillante y empinador Quevedo, que gustaba de ensañarse o al menos mostrar la afición del clero por el morapio, como hace en el Sueño de la muerte, incluido en su obra Sueños.
"Dijo fray Jarro, con una vendimia en los ojos, escupiendo racimos y oliendo a lagares, hechas las manos dos piezgos y la nariz espita, la habla remostada con un tonillo de lo caro:
-Estos son santos que ha canonizado la picardía con poco temor de Dios".

En el Siglo de Oro español, época en que el vino se convirtiera en bebida harto popular, son abundantes las referencias a este elixir. 
"Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra", le espeta Don Quijote a Sancho, el cual en otro pasaje dice: "en mi vida he bebido de malicia: con sed bien podría ser, porque no tengo nada de hipócrita; bebo cuando tengo gana, y cuando no la tengo, y cuando me lo dan, por no parecer o melindroso o mal criado, que a un brindis de un amigo ¿qué corazón ha de haber tan de mármol, que no haga razón? Pero aunque las calzo, no las ensucio: cuanto más que los escuderos de los caballeros andantes casi de ordinario beben agua, porque siempre andan por las florestas, selvas y prados, montañas y riscos, sin hallar una misericordia de vino..." 
Aparte de Quevedo, encontramos pasajes en Lope de Vega (a quien también le entusiasmaba levantar jarro) o Tirso de Molina. Y aun en Góngora, que al parecer era abstemio.
Góngora le dedica estos versos a sus adversarios Quevedo y Lope de Vega. 

"Hoy hacen amistad nueva
Más por Baco que por Febo
Don Francisco de Quebebo
Y Félix Lope de Beba".


Ni corto ni perezoso, Lope le replica con este poema:
"Beba agua, aunque sea endibia/ con azúcar o rosado/ o blanco, y el día pasado,/hará una copla tan tibia,/ que parezca que ha salido/ por boca de cantimplora".

A propósito, La celestina es un precedente, más o menos claro, de Romeo y Julieta, de Shakespeare (otro que le dedica gloriosas palabras al vino, a la bebida), como ocurre en Macbeth Enrique IV, por ejemplo. 

"Un buen jerez produce un doble efecto: se te sube a la cabeza y te seca todos los humores estúpidos, torpes y espesos que la ocupan, volviéndola aguda, despierta, inventiva, y llenándola de imágenes vivas, ardientes, deleitosas, que, llevadas a la voz, a la lengua (que les da vida), se vuelven felices ocurrencias. La segunda propiedad de un buen jerez es que calienta la sangre, la cual, antes fría e inmóvil, dejaba los hígados blancos y pálidos, señal de apocamiento y cobardía. Pero el jerez la calienta y la hace correr de las entrañas a las extremidades"  
(Shakespeare, Enrique IV)

Los grandes, como Goethe, Lord Byron, Baudelaire (amante de los paraísos artificiales y autor de Las flores del mal), Rimbaud (sublime su poemario Una temporada en el infierno), Neruda (oda y estatuto al vino), Borges (Soneto al vino), Pepe Hierro o Claudio Rodríguez (Con media azumbre de vino), entre otros muchos, también le han cantado al vino. 

...Amor mío, de pronto 
tu cadera
es la curva colmada
de la copa,
tu pecho es el racimo,
la luz del alcohol tu cabellera,
las uvas tus pezones,
tu ombligo sello puro
estampado en tu vientre de vasija,
y tu amor la cascada
de vino inextinguible,
la claridad que cae en mis sentidos,
el esplendor terrestre de la vida...
(Neruda, Oda al vino)

Cuenta Cirlot, en su Diccionario de símbolos, que el vino, el vino rojo es un símbolo ambivalente, por una parte significa sangre y sacrificio. Y por otra, hace referencia a la juventud, la vida eterna y la embriaguez sagrada, que se relaciona, ésta última, con el dios Dionisos/Baco (la misma divinidad con diferentes nombres). 
Por tanto, el vino como sangre (los eucarísticos dirían sangre de Cristo), sangre de toro, según el poeta zamorano Claudio Rodríguez, pero sangre en definitiva. Y por supuesto elixir, ambrosía. 

Sí, creo que era amor
aquel leve lenguaje
del vino…
Antonio Colinas


El vino me devuelve, con su aroma afrutado, con su olor a mora, a la viña, a las viñas -qué maravillosos recuerdos-, cuando uno iba a vendimiar a la Solana, a la (H)Idrera en el útero de Gistredo. Una labor dura, en verdad, pero que se compensaba con aquella comida a base de bacalao con huevos cocidos y pimientos, rojos y verdes. Todo ello aderezado con ajo sofrito y pimentón. 
Vino, bacalao, buenos libros y mucha música: ahora escucho a Compay Segundo, antes comencé este texto con Manu Chao. 
Hasta la próxima tarde. Bueno, hoy toca comida con Daniel Higinio. Y por la noche cena en Valdevimbre, porque el ser humano no sólo se nutre de espiritualidad (tan importante) sino de buenas viandas y sabrosos caldos. 

La fragua literaria leonesa: Ana Merino

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LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Ana Merino: "Me gusta mucho escribir y me gusta disfrutar de la experiencia creadora"

Manuel Cuenya | 19/12/2017 - 17:33h.

La poeta, narradora, ensayista, dramaturga y profesora Ana Merino, autora de 'Los buenos propósitos', entre otros poemarios y obras literarias, está en estos momentos terminando un libro de cuentos y un poemario.

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Ana Merino. Foto: Daniel Mordzinski
El año que te visitaron
los extraterrestres
a mí me secuestró la tristeza;
era una sombra inmensa
parecida a la que proyectan
las nubes cuajadas de tormenta,
una sensación ominosa
de abismo en la garganta
que me hacía escupir
amargura y flemas.
Hubiera preferido encontrarme
con seres intergalácticos
llenos de luz
y que me diesen
el don de la dicha
anidando en las palmas
de mis manos;
aprender con un gesto
a curar el aura gris
y sus dolencias.
Ese año en el que los planetas
abrieron sus compuertas
de mundos paralelos,
a ti te tocaron las estrellas
con su aliento de horizonte habitado
y a mí me despertó la realidad
sudada en los desvelos
del que se siente solo
y ha perdido la fe
que se inventan los rezos.
(Ana Merino, 'Almas gemelas', poema incluido en su poemario 'Los buenos propósitos')
Poeta, narradora, ensayista, dramaturga, profesora de la Universidad de Iowa en Estados Unidos, donde dirige un Máster de Escritura Creativa en español, Ana Merino contagia pasión por la lectura y la escritura.
Le gustaría que su trabajo sirviera como estímulo a otras personas, que éstas se animaran a escribir y a disfrutar de la literatura en todas sus formas.
Como poeta, ha sido premiada con el Adonáis por 'Preparativos para un viaje' o bien con el Fray Luis de León por 'Juegos de niños'.
Asimismo, ha publicado una novela juvenil, 'El hombre de los dos corazones', narraciones breves, un ensayo sobre el cómic iberoamericano, artículos varios y algunas obras de teatro como 'Amor: muy frágil' o 'La redención'.
Su amor por la literatura lo lleva en la sangre, pues es hija del escritor y académico José María Merino. Y sobrina carnal de la poeta Margarita Merino, que también vive en Estados Unidos, como ella, desde hace años, y a quien hemos tenido el gusto de entrevistar para esta sección de la fragua literaria leonesa en ileon.com.
Cuenta Ana Merino que su mundo poético se construye a través de su capacidad para enamorarse, de sentir pasión. No en vano, la gran poesía nos sacude las entrañas, nos emociona. Su poesía explora el mundo de la infancia. La poesía es el amor, sintetiza Ana, mientras que la prosa, habida cuenta de que también es narradora, está relacionada con la curiosidad, la imaginación, con ese afán por contar lo humano.
Reconoce que le gusta experimentar la creatividad desde muchos espacios, tal vez por eso se ha dedicado y se dedica a varios géneros literarios. En este sentido, cree que el saber nos humaniza a todos.
Como profesora de escritura creativa, está convencida de que se puede enseñar a escribir. "La escritura tiene mucho de taller", aclara ella. Y sus clases son interactivas, en las que se establece un continuo intercambio de ideas y sugerencias, un diálogo fluido con el alumnado.
"Soy una humanista y reivindico a la literatura y a los procesos creativos como partes indispensables del ser colectivo que puede redimir este planeta. La empatía, el amor, la ilusión por el conocimiento son parte de ese espacio humanista lector y creador que hay que reivindicar", afirma.
En la revista digital, 'Iowa Literaria', se pueden leer trabajos de los estudiantes que asisten a los talleres de escritura creativa de español que imparte Ana Merino.
"Soy una humanista y reivindico a la literatura y a los procesos creativos como partes indispensables del ser colectivo que puede redimir este planeta"
Esta revista –un punto de referencia sobre la literatura en lengua española que de hace en Estados Unidos- es un espacio de reflexión sobre los retos y las posibilidades de la escritura creativa, cuyo objetivo es la difusión de la obra de escritores, profesores y alumnos del programa.
Ana Merino, después de realizar una maestría en Columbus, Ohio, y el doctorado en la Universidad de Pittsburgh, donde escribiera su tesis sobre el cómic en el mundo latinoamericano, decidió irse a trabajar a la Universidad de Iowa porque se trata de un espacio con gran pulsión literaria.
Declarada "capital de la Literatura" por la Unesco, y primera ciudad mundial de escritura creativa, en su opinión, donde se creara el primer Máster de Escritura creativa del mundo en 1936.
Como dato relevante cabe señalar que de esta ciudad han surgido más de veinticinco autores premiados con el Pulitzer. Se suele decir que la mitad de su población se dedica a escribir, mientras la otra mitad aspira a hacerlo.
Por tanto, se trata del sitio idóneo para impartir clases de Escritura Creativa, ese lugar en el mundo en el que se siente muy a gusto.
"Estados Unidos es un país gigantesco. No se puede resumir todo lo que ofrece –explica la creadora de 'Los buenos propósitos'-. En mi caso, a lo largo de los años de estudios, he podido profundizar en el cómic y la novela gráfica. En Iowa dirijo el MFA de escritura creativa en español y reflexiono mucho sobre el proceso creativo. Aquí existe una gran tradición sobre los talleres y la experiencia creativa como espacio técnico de formación conjunta. A los anglos les encanta la idea del escritor profesional encerrado en su torre de marfil, a los latinos nos interesa más la idea del escritor comprometido con su comunidad. Son opciones diferentes que conviven en un espacio muy estimulante".
Multidisciplinar y comprometida con la literatura, con la realidad en la que vive, en definitiva, la autora de 'El viaje del vikingo soñador' cree que todas sus facetas, como profesora, como poeta, como narradora, como dramaturga e investigadora, la complementan y dialogan con su presente.
"Me gusta mucho escribir y me gusta disfrutar de la experiencia creadora –matiza-. En la poesía he podido proyectar mis pensamientos y la forma que tengo de sentir. El teatro me ayuda a reflexionar sobre un conjunto de voces diferentes y los sentimientos universales que nos definen a todos. La enseñanza me enriquece porque me permite compartir la ilusión por el aprendizaje y el conocimiento".
Le gusta decir de sí misma que es una nómada, a la que le entusiasma estar en constante aprendizaje. En todo caso, y aunque vive en Estados Unidos desde hace más de veinte años, se siente profundamente leonesa.
No queda rastro
de esa impaciencia ilimitada
que desbordaba los ojos de la niñez.
Ahora, sabemos esperar
y entender la voz de los relojes
como un susurro cotidiano.
Hemos olvidado,
aquel nerviosismo inocente
que se escondía debajo de la cama
y se desesperaba
por tener que vivir tantas horas.
Las señales sudorosas
de aquellos días febriles,
se han transformado
en la resignada melodía
de lugares asépticos
donde el futuro
no se detiene a ser memoria.
(Ana Merino, poema incluido en 'La voz de los relojes')

(Puedes continuar leyendo esta fragua en ileon.com: http://www.ileon.com/cultura/080898/ana-merino-me-gusta-mucho-escribir-y-me-gusta-disfrutar-de-la-experiencia-creadora)

domingo, 17 de diciembre de 2017

Tardes de vino... libros y música

'Non debes tener dubda, que del vino se faze
'la sangre verdadera de Dios: en ello yaze
'sacramento muy santo, pruévalo, si te plaze.'

(El Arcipreste de Hita, El libro del Buen amor)


El vino está presente en la historia desde hace miles de años. Y es una referencia harto importante en el arte. 
El vino ha inspirado a literatos a la hora de componer con la palabra. Grandes bebedores eran, entre otros muchos, Quevedo y Poe. Por poner sólo dos buenos ejemplos. 
El propio Quevedo, que era un gigante de las letras españolas, dedica al vino varios párrafos en sus obras, como podemos leer en el sueño de la muerte (incluido en su obra Sueños).
Nuestra cultura occidental (y fundamentalmente la mediterránea) está teñida y regada con vino. Nos gusta regar nuestras huertas y linares con vino de cosecha. 
Lástima que en el útero de Gistredo ya casi no queden viñas. 

La tradición grecolatina, con sus dioses Dioniso/Dionisos y Baco (en realidad la misma divinidad con diferentes nombres) nos ha influido de un modo decisivo. 
Homero, que al parecer también era buen empinador, hace referencia al vino en alguna de sus obras, por ejemplo en La Ilíada. 
Y Ovidio le dedica varios pasajes en su Arte de amar, que recomiendo encarecidamente a unos y otras. Una belleza de principio a fin esta obra. 
La literatura griega y romana clásicas están impregnadas de vino. Y las bacanales también hacen acto de presencia como ocurre con el Satiricón, de Petronio, que el mago Fellini llegara a adaptar al cine.
"¿Qué es la vida a quién le falta el vino?", se dice en el libro Eclesiástico.  
También el bíblico Cantar de los cantares o Cantar de Salomón huele a viña y a vino, incluso a erotismo. Ein Guedi, oasis a orillas del Mar Muerto, en el conflictivo Estado de Israel, aparece como uno de los escenarios de esta obra. "¡Bebed y embriagaros, queridos míos!", se puede leer en esta obra. Algo parecido a lo que nos cuenta el poeta Baudelaire, al que le entusiasmaban los paraísos artificiales. En el Spleen de París escribe: “Es hora de embriagarse. Para no ser los esclavos martirizados por el tiempo, embriagaos constantemente. De vino, de poesía o de virtud, como gustéis". 
En nuestra tierra todo lo celebramos con vino, con un vino español. ¡Qué rico! Pues el próximo lunes, o sea mañana mismo, dedicaremos una tarde al vino... los libros y la música. Será en el Campus de Ponferrada. No os la perdáis. 
Y el martes volveremos a las andadas en León, en este caso en el edificio de Rectorado de la ULE. 
La biblioteca de la ULE, a cargo de su director Santiago Asenjo, con la organización de Ana Otero, y la colaboración del programa interuniversitario de la Experiencia tanto en León como en Ponferrada, pondremos en marcha estos eventos culturales, con el vino como alma máter, símbolo e hilo conductor. Acaso la estrella que nos conducirá a Belén (ahora que se nos acecha la Navidad).
Un buen vino, ya sea del Bierzo, o de otra zona de León (cualquier Prieto Picudo), acompañado de una ración de pulpo o de callos es una delicia. 
“El Bierzo tiene fama del vino y del aguardiente, de las mujeres bonitas y de los hombres valientes”, escribe Raúl Guerra Garrido en su Viaje a una provincia interior. 
Luego catemos vino, en su justa medida, eso sí, que bien sabemos, como se nos dice en Macbeth por boca del Portero: "ya se sabe, empinarla en exceso es engañar a la
lujuria: que la anima y la corta; la excita y al tiempo la desinfla; la persuade y la deja; la sube y no la sube; en conclusión, en sueños la equivoca y la deja después desengañada". 
Con estas palabras shakesperianas vayamos abriendo boca, que la Casa del Jazz, orquestada por Gio Yáñez, nos amenizará la tarde con música. 

martes, 12 de diciembre de 2017

La fragua literaria leonesa: Eva Ramón Reyero

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LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Eva Ramón Reyero: "Todo el lenguaje narrativo de Mateo Díez evoca esta tierra leonesa"

Manuel Cuenya | 12/12/2017 - 13:35h.

La artista plástica, documentalista y narradora Eva Ramón Reyero, autora de 'La caja roja', está ahora con la promoción de su novela, a la vez que trabaja en la misma en darle una nueva dimensión desde la narrativa transmedia.

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... Frente a ellos se abría un valle dorado, bordeado de grandes robles que escalaban por las suaves laderas, hasta alcanzar en un extremo una cornisa de roca blanca que cerraba el paisaje con sus escarpadas paredes verticales. Hacia el oeste, el roble se convertía en bosque cerrado  hasta cubrir la montaña que se elevaba a su espalda. Valle abajo, el roble se convertía en dehesa de encinas que ya daban paso a los últimos corrales del pueblo, huertos de frutales al lado del río, y pacederos... (Eva Ramón Reyero, 'La caja roja')
Licenciada en Historia del Arte, con formación en Bellas Artes, documentalista, Eva Ramón Reyero, que ha hecho exposiciones individuales y colectivas de su obra pictórica, acaba de publicar su primera novela, 'La caja roja' (Artámbula, 2017), cuyo título hace referencia, en su opinión,  a un pequeño objeto que teje una relación, "un descubrimiento" porque "al abrirse desvela con su secreto una intimidad apenas antes conocida. Un objeto cerrado y cotidiano, fuente infinita de apertura interior".

La novela transcurre en los años centrales del siglo XIX, desde el verano de 1841 hasta agosto de 1845, en un valle de la montaña oriental leonesa, "que se ve sorprendido por la llegada de buscadores de yacimientos sobre los que levantar una empresa moderna. Enfrente la resistencia de unas familias campesinas apegadas a trabajar y vivir de la tierra".
Eva decidió ambientar esta historia en la montaña oriental leonesa, fundamentalmente en el Valle de Sabero, porque, aunque nacida en Madrid, tiene sus raíces en esta zona, que siempre ha sido su origen, su infancia, su familia, sus recuerdos... y aun "el lugar de referencia de los paisajes que vivo y la inspiración para mi obra artística".
En este sentido, muestra su gusto por la literatura de Julio Llamazares, puesto que reconoce que al menos dos de sus obras transcurren en el mismo valle en el que ella ambienta su novela. Y también por la narrativa de Luis Mateo Díez, habida cuenta de que "todo su lenguaje evoca esta tierra aun cuando no sea evidente donde se localiza la historia".
En realidad, aunque ella misma no se englobaría dentro de la llamada 'literatura leonesa', sí reconoce que su universo creativo está referenciado en los paisajes y las historias, la forma de vida y el habla que le acompaña hasta el punto de marcar su sentimiento de pertenencia a la tierra leonesa.
No en vano, Eva Ramón hace uso de expresiones y términos propios de la zona en esta obra.
La caja roja es "una vagoneta que comienza a salpicar el Valle cuando aparecen 'los otros' con la intención de acercar el progreso a sus bolsillos", aclara su creadora. "Cegados por la ambición y el poder prometido comienzan a instalarse entre los vecinos del Valle, trayendo consigo nuevos intereses y formas de vida". El eterno cantar de siempre, que se repite a lo largo de la historia de la infamia. Una forma de vida ancestral que acaba siendo colonizada por la modernidad, por el capitalismo, en busca del beneficio económico de unos pocos, aunque para ello tengan que cargarse una forma de vida digamos más acorde a la madre naturaleza. "La tierra... lo último que se vende y lo último que se pierde porque tarde o temprano todos volvemos a necesitarla al final de nuestras vidas".
"La literatura emociona... estimula, enseña y alimenta la creatividad."
La caja roja como urdimbre primigenia
La caja roja es también "lo que abarca y sostiene el paisaje del Valle y su relieve,  una gran bolsa rojiza de hierro, carbón y otros minerales".
Como documentalista, Eva nos muestra, a través de su novela, las costumbres y tradiciones de una época en un lugar concreto. Con lo cual estamos, aparte de una narración, ante un documento etnográfico.
Editada por Artámbula, este sello editorial nace, en palabras de Eva, "como impulso a la autoedición desde la empresa consultora Mercodes, dedicada al desarrollo rural y local".
Una editorial que defiende la cultura activa, que apuesta por las ideas, iniciativas y proyectos sencillos, según Eva Ramón, que comercializa en circuito corto, "es decir venta directa desde el autor y en colaboración con esas pequeñas librerías tan necesarias para que la lectura siga viva".
Su experiencia con la escritura creativa le ha permitido desdoblarse, adentrarse y vivir en otra dimensión a la vez que poder narrar otras vidas. Una experiencia extraordinaria.
(Si deseas seguir leyendo esta fragua, aquí tienes el enlace de ileon, donde figura publicada: http://www.ileon.com/cultura/080651/eva-ramon-reyero-todo-el-lenguaje-narrativo-de-mateo-diez-evoca-esta-tierra-leonesa)