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miércoles, 28 de septiembre de 2022

Asturias y Cantabria en el corazón

 Mis días de agosto en el útero de Gistredo, después de mi viaje a Coruña y Finisterre, fueron tranquilos, como suele ser habitual, porque es para mí un lugar de descanso. Unas auténticas vacaciones. Disfruté paseando en compañía de buenos amigos y de mi madre, de mi familia, en definitiva.

Pardamaza-Bierzo Alto
Y, aparte del Encuentro literario, que este año se me hizo hermoso -en realidad, como todos los años, de lo cual doy fe en este blog: http://cuenya.blogspot.com/2022/08/la-palabra-poetica-en-el-utero-de.html-, permanecí en esta serranía verde y azul hasta finales de agosto, con alguna escapada a Pardamaza, o al festival del libro en Truchas (La Cabrera) http://cuenya.blogspot.com/2022/08/truchas-cabreiresas.html, donde también lo pasé muy bien. 

Me apetecía, antes de encarar el nuevo curso, darme otro garbeo, en este caso por tierras astures, que tan familiares me resultan. Y aun por Cantabria, que también es territorio de afectos, pues allí se halla el tío Leoncio, el padre Leoncio, en concreto en la abadía cisterciense de Cóbreces, adonde ya iba siendo un rapacín en compañía de mi hermana y mi cuñado. 

Oviedo

A finales de agosto arribé a Oviedo, después de cruzar esas montañas que tanto vértigo le procuran al viajero, a quien le hacen sentirse romántico, en este caso pos-romántico, si tal puede decirse. La fuerza y misterio cuasi divinas de las grandes montañas como venero de inspiración y creatividad. La fusión entre el viajero y la Naturaleza. 

La ciudad de Oviedo, en la que pasara algunos años de mis tiempos mozos universitarios, me produce cierta nostalgia a la vez que satisfacción. La recorro con devoción, como si fuera mi propia aldea. Y cada rincón que me encuentro me dice algo. Me gusta volver al casco histórico, que cada día luce más hermoso. 

Plaza del paraguas
Singular plaza, la del paraguas, en la ciudad carbayona, que tantos recuerdos me trae de mi época moza, cuando uno conservaba las ilusiones intactas.
Me alegró regresar recientemente.
Allí dizque se guarecían las vendedoras de leche.

En esta ocasión me acerqué al Campillín, en concreto a la calle donde viviera en los años ochenta, Capitán Almeida, así se llamaba, eso creo recordar. Pero desde hace un tiempo la calle lleva otro nombre, en este caso Fernando Alonso, en honor al afamado piloto de automovilismo, que también es todo un capitán, "¡oh, capitán! ¡Mi capitán!... ¡oh, corazón! ¡Mi corazón!", así dice el poema del gran Whitman. "¡Oh, capitán! ¡Mi capitán!"..., eso les recita el profesor-gurú Keating (Robin Williams) a sus estudiantes en esa magnífica película que es El club de los poetas muertos. De repente, me asalta la tristeza, pero también algunas reflexiones acerca de esta vida efímera al recordar escenas de esta cinta de Peter Weir. 

Carpe diem.

Me di una vuelta por el entorno. Ya no está tampoco el bar Nemur, adonde iba a tomar café de vez en cuando, en realidad iba con cierta frecuencia a lo largo de la semana. Allí nos dábamos cita algunos parroquianos. Recuerdo con cariño a Don Pío, un maestro jubilado con mucha retranca, un hombre entrañable al que veía como a un abuelo. Don Pío Baroja, se me ocurre, aunque creo que tenía cierto parecido con alguna foto que visto de Galdós. 

Don Pío decía que había conocido al dramaturgo astur Alejandro Casona, hijo de la maestra leonesa Faustina Álvarez. 

Aquel señor, que protestaba cuando se le servían el café templado, creo que era así, aunque luego se entretenía con otras cosas y lo dejaba enfriarse. Siempre andaba con su cigarro en la boca (entonces se fumaba en el interior de los bares, qué tiempos aquellos), con sus andares ya cansados, incluso encorvado, aunque aún conservaba mucha chispa y arranque. 

El Nemur lo regentaba Eduardo, su mujer (no recuerdo su nombre) y su hijo Raúl, que era todo un especimen (no creo que lea estas líneas). ¿Qué será de ellos? Eran seres singulares todos ellos. Y el que se llevaba la palma era el páter Eduardo. Anécdotas curiosas recuerdo, aunque no entraré en ellas. Alguna escabrosa. 

Por aquel bar pululaban también Jose de Valderas, buen tipo, que estudiaba Derecho, y otro Jose (Fodre), que era de Ponferrada. Alguna vez, transcurridos ya varios años, lo llegué a ver en Ponferrada, muy desmejorado. Yo creo que no me recordaba. Tampoco le dije nada. Lo siento. 

Woody Allen

Y por el bar iban también mi amiga Valle y sus hermanas. Por fortuna, pude saludar a Valle al día siguiente en este reciente viaje, a la que ya hacía tiempo que no veía. ¿Ahora no esperaremos otros tantos años para vernos, verdad, Valle? En realidad, allí nos conocimos. Ella y sus hermanas vivían en la misma calle, en distinto portal. Valle y sus hermanas (Sonia y Cristina, una pena que Sonia, que estudiaba psicología, falleciera tan pronto a resultas de un puto cáncer). 

Hannah y sus hermanas. Así se titula una película del genio Allen, que cuenta con una estatua en esta capital astur. Y al que tuve la ocasión de ver y saludar en el hotel Reconquista de la ciudad con motivo de que le concedieran el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2002, época en la que habíamos puesto en marcha la Escuela de Cine de Ponferrada, en realidad el Título Propio de Cinematografía y Artes Visuales de la Universidad de León, que daría para todo un novelón, ficción y realidad conjuntadas a la enésima potencia. 

La breve e intensa estancia en Oviedo me despertó muchos recuerdos y vivencias. En la capitán Almeida, ahora Fernando Alonso, vivía con unos seres harto curiosos: Celestino, que estudiaba Filología, Víctor, que estudiaba Química (s)... de Arriondas. Bueno, eran buena gente.

29 de agosto 

Oviedo

Placer y nostalgia a partes iguales. Reencuentro con el pasado estudiantil. Un tiempo que fue y en cierto modo permanece. Entonces uno era feliz y quizá no lo sabía. La juventud, divino tesoro, suele procurar felicidad, y sobre todo ilusiones. La ilusión, ay, es lo último que se pierde. Reencuentro con otra época donde ni siquiera la calle donde viviera lleva el mismo nombre, sino otro. El Campillín y la plaza del ayuntamiento lucen espléndidos en esta tarde aún veraniega.

Abandoné la capital carbayona, cuyo roble o carbayo centenario era símbolo de la urbe, aunque ya no preside la comercial calle de Uría, con un clima que amenazaba lluvia. En realidad, creo recordar que se puso a orvayar. Decidí poner tierra de por medio para adentrarme en el Oriente astur. 

Llanes

"Vamos a parar en Llanes", recuerdo que decía aquel autobusero, en aquellos viajes que realizara otrora a Bilbao, donde vivía entonces mi hermana mayor. Aquello, aquel Llanes se me quedó grabado para siempre en la memoria. 

Palombina-Celorio

Luego, con el transcurso del tiempo, tendría la ocasión de visitar sus playas como ese monumento natural de interior llamada Gulpiyuri o los bufones de Pría (un espectáculo verlos en acción), Niembro (donde tenía/tiene casa el colosal filósofo, el maestro Gustavo Bueno), toda esa belleza marina y exótica que nos devuelve, una vez más, a Hispanoamérica. Y por supuesto tendría la ocasión de ver sus casas de indianos... Como el palacio Partarrío, que está rehabilitándose en la actualidad, donde se rodó El Orfanato, de Bayona. 

¿Quién iba a decirme que, transcurridos varios años desde que pusiera por primera vez los pies en Llanes, conocería al cineasta (cineostia, como diría y decía él) Gonzalo Suárez, que llegaría a ser el director honorífico y honorario de la Escuela de cine de Ponferrada, que antes mencionaba, donde estuve desde el inicio (incluso el preinicio) hasta el final (y aun el posfinal, que también hubo). 

"Llanes de cine" es el eslogan de un proyecto cultural, turístico que trata de dar a conocer aquellos escenarios naturales que han servido a cineastas, entre ellos el propio Gonzalo Suárez, para rodar secuencias de algunas de sus películas, incluso documentales, cortometrajes, sport publicitarios... diversos audiovisuales. En la playa de Borizo, por ejemplo, Suárez, con su hermano Carlos, director de foto (con quien también tuve mucho trato), rodó algunas secuencias de Remando el viento. Y en la playa de Barro filmó alguna escena de El portero, protagonizada entre otros por el actor leonés Carmelo Gómez. 

Borizo


Remando al viento, que tal vez sea la peli que más me gusta de Gonzalo Suárez, cuenta la historia del mito Frankenstein, cómo se reúnen los escritores Lord Byron, Mary Shelley, Percy Shelley y Polidori para ver quién escribe la historia más terrorífica que pueda imaginarse. Con la fotografía de Carlos Suárez, el sonido de Goldstein (pena que ya falleciera) y Steinberg (estuvo incluso en Bembibre en unas Tardes de cine), el diseño de producción de Wolfgang Burmann (apodado Chinín), todos ellos llegaron a impartir clases en la Escuela de cine de Ponferrada. Y la inolvidable música de Vaughan Williams y su Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis: https://www.youtube.com/watch?v=ihx5LCF1yJY  

30 de agosto  

 La belleza fílmica de esta costa de Oriente, curiosamente situada en el noroeste, acaricia con dulzura al viajero, que se siente en el paraíso terrenal. ¿Acaso existe el paraíso? Y, a pesar del día orbayante, luce espléndido el mar, esta tierra que en verdad se me antoja prometida.


Uno vuelve una y otra vez a aquellos sitios inspiradores, como éste, en los que la vida se resuelve en éxtasis contemplativo. La contemplación quizá como antesala de la felicidad o algo tal que así. En vez de felicidad hablemos de bienestar, de calma, de armonía, de templanza.

31 de agosto 

Remando al viento y los vientos desde este escenario fílmico, lleno de poesía, puro romanticismo. Un espacio para conectarse con el más allá, con ese otro lugar de vacío y soledad, con ese universo que soñara Mery Shelley, o bien Polidori, porque lo bello (incluso lo sublime) y lo siniestro se funden en un abrazo de misterio.

La belleza espectral de una tarde de verano en esta costa que atrae como un imán.

Puerto chico-Llanes

Llanes me llevó por su puerto, sus cubos de la memoria, su faro, sus playas, como Puerto Chico. Llanes, cuyo casco histórico es maravilloso, me ofreció buena gastronomía, sidra en abundancia (me rechifla la sidra) y tiempo para disfrutar reflexionando. 

Celorio, que pertenece al concejo, cuenta con algunas de las playas con más encanto de la zona, como la de Borizo o Troenzo (que visitara en otro viaje), incluso la de los curas o los frailes, al lado del convento de San Salvador, o la Palombina. 

 1 de septiembre 

El azar, ay, ha hecho toparme con dos escritores leoneses en Llanes, en días diferentes, a saber, con el cacabelense José Yebra, en realidad él me reconoció y me saludó, y el leonés Vicente Muñoz Álvarez, al quien, si bien sabía que andaba por esta zona, no pensaba que podría encontrarme con él. Qué coincidencias. 

Puerto-Llanes

Da la impresión de que Llanes, que en verdad es un lugar turístico, atrae mucho a los escritores. Y a los cineastas. Ahí están, entre otros, desde Garci hasta Gonzalo Suárez, quien fuera director honorífico de la Escuela de cine de Ponferrada, que con humildad uno, con la colaboración de alguno más, aparte de la Universidad de León, puso en marcha en la capital del Bierzo.

Llanes, espacio literario, cinematográfico, en definitiva, espacio afectivo.

Me fui de Llanes con cierta morriña, a sabiendas, no obstante, de que volveré en cualquier momento. Eso espero. No diré que me fui como quien se desangra, como el final antológico de Don Segundo Sombra, de Güiraldes, pero sentí nostalgia. En todo caso, ya tenía previsto y reservado para irme a la abadía de Cóbreces. Y así lo hice. Aunque he estado en diversas ocasiones en este monasterio, creo que esta ocasión me procuró realmente mucha paz. Y también mucha alegría porque, además, conocí a personas magníficas como Maripi (Piedad) y Carmen, dos chicas con las que establecí sintonía. Creo que ellas también conmigo. Con ellas paseé por el Bolao, por el pueblo de Cóbreces... Charlamos distendidamente. Y hasta asistimos a algunos rezos, sobre todo a Completas. 

Playa de Luaña-Cóbreces

¿De dónde eres?, recuerdo que me preguntó Maripi, que es de un pueblo de Burgos, aunque vive en Madrid. Pues del Bierzo, le dije. Conocí un pueblo en los setenta llamado Noceda, apuntó. No me lo puedo creer. ¿Has estado en mi pueblo? En mi útero de Gistredo, debí susurrar. Pues sí, Maripi había estado en Noceda y conoce a gente de mi pueblo, chicas con las que compartiera colegio en Colloto-Oviedo. Alucinante. Si es que el mundo es un pañuelo. 

Por su parte, la salmantina Carmen, que también vive en Madrid como su amiga Piedad o Maripi (así le llamaban en el colegio), me pareció una conversadora nata, no en vano es profesora. Y sobre todo cercana, cariñosa, buena gente, como la propia Piedad. 

Cantabria

2 de septiembre 

Y, para rematar este viaje, me he allegado hasta la abadía cisterciense de Viaceli, en Cóbreces, Cantabria, donde estuviera hace un año, también a principios de septiembre, por las fiestas de la Encina, para religarme acaso con la Naturaleza, que es divina, y tal vez con uno mismo, porque en verdad os digo, queridos hermanos, queridas hermanas (qué guay o qué cursi me quedó esto, hagamos humor), este menda lerenda, siempre o casi siempre (no conviene exagerar) está viajando al interior, buceando en las profundidades del subconsciente (otra cursilería). 

Abadía de Viaceli

Espiritualicémonos, si tal puede decirse. Que la carne es corruptible. Pobrecitos mortales. Mientras permanezcamos en la senda de la vida, procuremos disfrutar de todo. Porque cuerpo y alma, carne y espíritu son indisociables y están íntimamente unidos.

Aquí, en este monasterio, que me hace fantasear con Melk, aunque en este se respire tranquilidad, está el tío Leoncio, el padre Leo, que es un monje genuino, una persona entrañable, nacido en el noble pueblo berciano de Losada. 

Cóbreces

Seguiré viajando al interior, que será exterior para quien sepa y quiera mirarlo. Siempre que mi cuerpo-espíritu me lo permita.

Tampoco me olvido del padre Francisco, un lince, que nos enseñó la biblioteca de la abadía a Maripi, Carmen y uno mismo. Aunque ya conocía la biblioteca a través del entrañable Leoncio, Leo, que es tío carnal de mi cuñado y por ende de mi hermana. En casa todos le decimos el tío Leoncio. Un recuerdo afectuoso asimismo para mis compañeros de mesa de comida Francisco y Enrique, para los catalanes Teresa y Miguel del monasterio de Poblet y la dermatóloga Pilar (buena fotógrafa de amaneceres y atardeceres), con quien me hubiera gustado platicar más. Pena que la madrileña Raquel se fuera justo el mismo día en que llegaba para la comida. 

3 de septiembre 

 

Biblioteca de la abadía
Días de tranquilidad y reflexión, de risas y verdor campestre, de sabrosa comida y espiritualidad en esta Cantabria de suaves colinas y acantilados como el Bolao que quitan el hipo y vacas lecheras que parecieran sacadas de la portada de Atom Heart mother de mis admirados Pink Floyd. Días inolvidables en esta abadía cisterciense. Con Maripi y Carmen, Enrique y Francisco, Pilar, Raquel, Miguel y Teresa, Javier... Que han sido compañeros de comidas. Y todos los monjes con su Salve, Regina en Completas, entre los que está el entrañable padre Leo, el tío Leo. 

El Bolao

Esto está llegando a su fin. Y me da como nostalgia, tal vez porque uno es morriñoso.

Dulces sueños, que aun toca madrugar.

En realidad, durante el breve tiempo que permanecí en la abadía, apenas tres días con sus noches, hice vida cuasi monacal, acostándome pronto y levantándome temprano. Deliciosos desayunos con queso artesanal de la abadía (tal vez el mejor queso del mundo, como pura subjetividad, claro está, nada objetivo mi criterio, soy consciente) y mantequilla igualmente casera. 


Y llegó el día de irme, de dejar atrás a las amigas Maripi y Carmen, así como al resto. Me despedí, otra vez con nostalgia, del tío Leoncio, que me sugirió que me quedara ese mismo domingo 4 de septiembre, pero el viaje es largo hasta Ponferrada. Y el lunes tenía previsto incorporarme a la tarea del campus universitario, donde ya no está la Escuela de cine, pero sí la Universidad de la Experiencia, la Universidad de mayores. 

Llevo a Asturias y Cantabria en el corazón. 

lunes, 26 de septiembre de 2022

Verano en la memoria afectiva

 Pues sí, aunque el verano haya llegado a su fin, todo llega a su fin, en mi memoria afectiva pervive una estación que dio mucho de sí, y me procuró vivencias maravillosas. 

Coruña

En anterior entrada, en este mismo blog, hablaba del Encuentro en A Rúa, con su poesía y su música. Y a partir de ahí llegó el festival de música folk de Ortigueira, que este año duró una semana entera, lo que se me hace extraordinario. No obstante, estuve desde el miércoles 13 hasta el domingo 17 de julio, con parada en Coruña el domingo, contemplando el mar desde Riazor, antes de viajar al Bierzo. 

Estas anotaciones, escritas en color azul, las fui haciendo en mi muro de Facebook, a modo de Diario de bitácora, mientras giraba por el mundo adelante. 

17 de julio

Siempre nos quedará la ciudad del faro, aquí, en este poniente verde de fragas y brumoso de cielo, con la luz surreal de una eternidad.

La ciudad del faro

Soñar con sumergirse en el mar como se sueña con un mundo inundado por sonrisas y gaviotas. 

Soñar con volar hasta alcanzar las estrellas del firmamento, bajo esta luz hipnótica del atardecer, aquí, en este noroeste verde de fragas y salitroso de cielo.

Y, luego, ya en agosto,  a principios de mes, volvería a Coruña para disfrutar de unos días magníficos. Con motivo de las fiestas de María Pita. Siempre hay motivos para volver a Coruña, ya sea con fiestas o sin ellas. 

Obelisco Coruña

Ortigueira es ya una parada obligatoria, desde hace más de veinte años, con un festival que me entusiasma, con grupos y músicos de primer nivel. Por este festival han pasado los mejores músicos del mundo. Y este año hubo algunos muy buenos. Siempre hay, desde mi punto de vista, cuatro o cinco bandas sobresalientes. 

14 de julio

La belleza marina de Ortigueira sigue acariciando con sus brisas musicales.

15 de julio

Continúa el periplo por esa tierra tocada con la cornamusa de los sueños. Cumplamos nuestros sueños, hagamos realidad nuestras fantasías. Imaginemos sin cortapisas. Con la belleza, esa que engendra amor, como punto de mira. 

Ortigueira siempre acariciando, apapachando el alma con sus  sones folclóricos.

17 de julio

Qué continúe la farra. Ortigueira bien vale un concierto amenizado con gaitas. 

Morouzos

Con la belleza como de sueño brumoso de la playa de Morouzos.

Sobre Ortigueira y su festival he escrito en más de una ocasión. cuenya.blogspot.com/2018/07/ortigueira-musical.html

https://cuenya.blogspot.com/2013/07/un-dulce-paseo-por-ortigueira.html

https://cuenya.blogspot.com/2019/07/ortigueira-leyenda-musical.html

https://cuenya.blogspot.com/2010/10/festival-de-ortigueira.html

El pueblo en sí mismo es una chulada, con su puerto y su playa salvaje de Morouzos, al lado de la cual existe un lugar de acampada, bajo los pinos, adonde va a parar la tropa de miles de visitantes que llegan desde todos los puntos de la geografía española y aun de otros puntos del planeta, empezando por los propios músicos.

Ortigueira
Aunque uno, que ya necesita algo de sosiego, prefiere alojarse en el centro del pueblo, algo alejado del bullicio que se monta en el entorno de Morouzos, que es por lo demás un paraje muy hermoso, aunque allí resulta difícil descansar y dormir durante los días que dura el festival, atestado como está de peña, como se dice en el argot.

Playa de Morouzos, la Belleza de una brisa acariciadora.

Durante la pandemia el festival quedó suspendido y se retomó este año. La pandemia, como sabemos, causó estragos, entre ellos se llevó por delante al bueno de Orlando (en realidad, parece que murió de un infarto, poco tiempo después de que falleciera su mujer Mari Luz de cáncer, toda una tragedia). 

Ortigueira

Orlando y Mari Luz regentaban el café bar restaurante Río Sor, que era como mi casa, así me sentía allí, adonde iba a comer durante el tiempo del festival. Y hasta alguna vez me acerqué hasta allí en época de no festival. Se comía de rechupete, abundante y de calidad. A un precio increíble. Además, los jefes eran estupendos, tanto Orlando como Mari Luz, gente cercana, entrañable, me atrevería a decir. Pero este verano me quedé de piedra cuando, al acercarme al restaurante, vi que estaba cerrado en pleno festival. Podía suponerlo, sin embargo, también cabía la posibilidad de que su hija Rocío, por ejemplo, se encargara del mismo. En realidad, fue su hija Rocío la que me comunicó, vía WhatsApp, la muerte de Orlando. 

Ambiente festivo en Ortigueira

Con lo cual le pregunté a una lugareña de una tienda de comida qué me recomendaba ella para ir a comer durante el festival. Y me habló de La terraza de Laura, al lado del puerto, donde se celebran los grandes conciertos. Pero La terraza de Laura, aun siendo un buen sitio (agradezco también la amabilidad de Lucía), no es comparable en absoluto a Río Sor. Difícil, por no decir imposible, reemplazar el trato de los dueños de este restaurante, que servía comida casera, con un atendimiento de diez. No se extraña uno de que siempre estuviera atestado. 

Bagad de Vaannes

La falta de Orlando -Mari Luz, su mujer, bien joven, ya había fallecido hacía algún tiempo- y su Río Sor se notó y mucho. No obstante, disfruté de la belleza marina y musical de Ortigueira, con bandas, como ya había dicho, extraordinarias, como la Bagad de Vannes, Johnstone Pipe Band, o bien los Red Hot Chilli Pippers, Talisk, Digresk... la gaitera Susana Seivane o el músico Germán Ruiz, entre otros, además de Groovy Celtic Band, Wofstone o Baiuca. La música se me antoja un nutriente espiritual de primer orden, tan esencial casi casi como el comer o dormir, pongamos por caso. 

Pipe Band

Después del festival de Ortigueira, con poco tiempo para descansar del trote, me embarqué rumbo a Madrid para pillar (no digo coger, que en Hispanoamérica significa otra cosa) avión hacia la isla tinerfeña, de lo que doy cuenta en dos entradas recientes en este blog. Cabía la posibilidad de irme a Marruecos, donde quiero ir, por supuesto, aunque sea un viaje breve. A ver si se tercia para este mes de noviembre, algún finde que estire. Al final, decidí viajar a Canarias, ya que la amiga Raque me lo sugirió, pues creo recordar que ella ha estado allí en más de una ocasión. 

http://cuenya.blogspot.com/2022/09/isla-de-guaguas-y-guachinches.html

http://cuenya.blogspot.com/2022/09/tenerife-con-sabor-hispanoamericano-y.html

Como suele ser habitual, después del regreso de Tenerife a Barajas, aproveché para quedarme en Madrid (ciudad que me entusiasma). Lástima que en verano el calor sea insoportable, lo que hizo que no parara demasiado, regresando al Bierzo, al útero de Gistredo, que es un lugar donde la temperatura se me hace muy agradable en verano.

A veces pienso que si en el útero de Gistredo el clima fuera siempre veraniego, como una eterna primavera en Cuernavaca, México, estaríamos hablando de un sitio divino. 

Desafortunadamente, el invierno es duro en Noceda del Bierzo y se prolonga más allá de lo que uno quisiera, porque en el otoño ya avanzado, véase noviembre, comienza a hacer demasiado frío y eso dura hasta casi finalizada la primavera. En ocasiones a finales de mayo hace un frío tremendo. 

Aunque parezca una bobadina, el clima, al menos para uno, es harto importante. Y sobre todo que haya días luminosos en otoño e invierno, porque ya en primavera, incluso con frío, los días son largos y a veces luminosos. 

Coruña

Tal vez por esto, me encanta el verano, la estación más poética del año. Y sin duda la más animada. 

Hay a quienes les entusiasma el otoño en el Bierzo, por su colorido. Reconozco que el otoño, el primer otoño, también es chulo, época de uvas (en el Bierzo Alto, como Noceda, se vendimiaba, cuando aún había viñas, a principios de octubre), nueces, castañas, avellanas, manzanas, patatas, pimientos... Época de recogida que permitirá luego pasar un invierno mejor. Sin embargo, en los últimos tiempos en el Alto de Noceda cada vez se recoge menos de todo, porque las heladas tardías de primavera se cargan los frutos y las frutas. 

Después del viaje a Tenerife, con escala en Madrid, regresé al útero para reponer fuerzas. Ni siquiera Tenerife fue lugar de descanso, aunque en un inicio pareciera que fuera a serlo. Creo que uno debe aprovechar al máximo cuando viaja fuera de su casa, ya que Noceda sí es un buen sitio para descansar. Unos días en casa fueron suficientes para emprender rumbo a Coruña. Actuaba Ilegales (un pretexto innecesario para viajar) y no podía perderme su concierto en la plaza de María Pita. 

5 de agosto

Enrolado en una aventura marina, con el deseo de escuchar, a través de la caracola de los sueños, el canto de las sirenas y el eco infinito del más allá. 

6 de agosto

Con sol, el azul marino y el azul celeste, comestibles por supuesto, por ende bellos, Coruña se convierte en una bendición. 

Las olas me envuelven y devuelven al útero. 

De repente, me siento coruñés, con la mirada de un niño que redescubriera la belleza universal contenida en este trozo de tierra, mar y aire. 

La región acaso más transparente, con sus leyendas y sus mitos, con su ancestralidad. 

La contemplación como éxtasis.

Encantado de asistir al concierto de los Ilegales esta tarde noche en la plaza de María Pita. 

Jorgito Martínez, al que veía en ocasiones en algún garito de Oviedo en mis años mozos universitarios, está en forma después de cuarenta años al frente del grupo. 

Un placer verlo y escuchar cómo canta y toca la guitarra, como si estuviera poseído por algún hechicero. 


Sus letras siguen teniendo la fuerza de una actualidad de tiempos viejos, tiempos nuevos, tiempos salvajes, pues, aunque vivimos en un mundo basura, me gusta seguir vivo, como él mismo diría y dice en su Ángel exterminador. 

7 de agosto 

La luz que engendra belleza en esta costa del noroeste español. Con la magia de un atardecer inolvidable. 

Uno se adentra en los jardines de Méndez Núñez, que por cierto era marino, como quien arribara a un puerto exótico, incluso con sus palmeras, y todas esas estatuas y bustos de algunos mitos y logos de la literatura, del arte, como el genio de la lámpara maravillosa, Valle Inclán, la viajera y adelantada a su tiempo, Pardo Bazán, o el gurú de la música John Lennon, entre otros, como Castelao.

Una experiencia cuasi mística, con feria del libro incluida. Me he topado sin querer con La mortaja y el Camino de Delibes y San Camilo, 1936, de Cela. Una fiesta. Coruña es una fiesta.

8 de agosto

La ciudad del faro me hace un guiño con su pupila de oro logrando que el espacio tiempo se fundan en un instante eterno.

Surfeando la realidad y la fantasía. 

Coruña, que durante el mes de agosto se convierte en una gran fiesta, me ofreció sol, cielos azules, una agradable temperatura y sobre todo muchos conciertos. Mucha belleza, buena comida, paisajes ensoñadores. Es probable que sea, aunque esto dicho así pareciera atrevido, una de las ciudades más bonitas de España. Con todos los ingredientes para serlo, sobre todo en verano. 

Incluso tuve la ocasión de acercarme a Finisterre, el Finis Terrae, que me flipó, aunque no fuera mi primera visita a este lugar mágico. 

9 de agosto

La ilusión, en forma de barca, surca mares y nubes. Hacia Fisterra.

Hasta el fin del mundo, como peregrinaje, el finis terrae, acaso en busca del sentido de la vida. O sencillamente en busca de uno mismo. 

Finisterre

Hasta el otrora fin del mundo, Fisterra, donde se acaba la tierra, con sus acantilados, viajero sobre un mar de nubes, y comienza un océano de salvaje belleza. 

El faro del fin del mundo como leyenda y realidad bajo un cielo protector y todopoderoso.

10 de agosto

La tranquilidad, la ataraxia de la que tanto hablaron estoicos y epicúreos, se respira en esta mar, que se revela en calma para regocijo del viajero, el cual se siente en éxtasis contemplativo.

La contemplación como una suerte de felicidad. 

La ataraxia como punto de partida para el equilibrio mental. 

La belleza en todo su esplendor.

11 de agosto

La música como bálsamo resonando por todo lo alto en diversos escenarios de Coruña.

Ana Moura
La fadista Ana Moura, con la saudade portuguesa, los Corizonas con su música rockera y su versión del wish you where here, de los míticos y admirados Pink Floyd, y la sorpresa de los Pegatina, que, aunque no es una música que me vuelva loco, tienen un directo magnífico. Seguimos concierteando.

12 de agosto

Una agradable sorpresa el concierto de Maika Makovski, presentadora que fuera de un programa de televisión, La hora musa. 

Corizonas
Esta chica desprende energía por todos los poros. Y encima toca varios instrumentos, incluida la batería, y canta muy bien. Eso creo. O eso sentí, al menos. 

Me encantó. Y me entusiasmó escuchar en vivo y en directo, también en el parque anfiteatro de Santa Margarita de Coruña, que está al lado del palacio de la ópera o Coliseum, al cineasta y músico balcánico Emir Kusturica. Por cuyo cine siento devoción. El Fellini de los Balcanes, así llegué a definirlo en algún texto. 

Mika Makovski

Ahí se nos apareció el chistoso Kusturica (me llamo Francisco Pancho Villa, dijo a la hora de presentarse) con su orquesta o banda compuesta por algunos músicos mexicanos y un francés, entre otros. 

Música que hace mover el esqueleto. Para danzar. Música del folclore balcánico, alguna incluida en sus pelis, como Gato negro, gato blanco, que tanto recuerda a la de su paisano y en tiempos amigo el compositor Goran Bregovic, que también colaboró en varias bandas sonoras de Kusturica (Kusturicha, así se pronuncia). 

Emir Kusturica

Coruña es una fiesta, ya lo había dicho.

El azar, oh, o lo que sea, hizo que me topara en Coruña con Jesús Celemín, Chero, que ahora es concejal de cultura y educación de esta capital gallega, lo cual me alegra, porque, cuando Chero era concejal de cultura de Bembibre, pudimos organizar y llevar a buen puerto diversas actividades como Tardes literarias, Tardes de cine y aun ciclos de cine. 

Emir Kusturica con su banda 

El encuentro fue sorpresivo, breve, lo que nos permitió saludarnos y darnos un abrazo de despedida. Él iba con otra persona, que me presentó, por supuesto. 

Lástima que no hiciéramos una instantánea como recuerdo.

13 de agosto

Días festivos en Galicia, con una temperatura agradable, con recuerdos inolvidables. 

Días de azul marino y celeste, con conciertos y paseos. Y una sensación de paz, de felicidad tal vez. 

Había olvidado mencionar el concierto de Texas en la plaza de María Pita. 

Lástima que uno no viva en una burbuja y alguna persona cercana no pueda decir lo mismo, porque la enfermedad está presente.

Pena también lo que le acaba de ocurrir a Salman Rushdie, a quien le deseo lo mejor. 

La libertad de pensamiento y de expresión por encima de todo. 

La vida es tan breve y sin embargo tan hermosa en ocasiones. Pero tardamos en darnos cuenta de que lo único importante es la salud porque con salud andamos el camino. 

Lo decía también Javier Vielba, el líder de CORIZONAS 

La salud. 

También me quedó pesar de no haber comprado un libro de Henry Miller en el baúl de los recuerdos. No se puede dejar para mañana lo que puedas hacer hoy. Aquí y ahora. 

Ya me pasaré, pero al final se echó el tiempo encima. El tiempo, siempre el tiempo. 

En todo caso, me han encantado estos días de asueto. 

Volveré, acaso como golondrina. Qué maravilla poder volar.

La luz veraniega, además de la bruma que sobrevolaba los acantilados, contribuyeron a que Finisterre se convirtiera en una belleza comestible, hojaldrada. Un sitio exótico, que de repente, con un atardecer dorado, se volviera pura mediterraneidad, salvo que los cruceiros lo delatan a las claras como lugar de peregrinación, adonde van a parar vivos y muertos, como en San Andrés de Teixido, a conversar amigablemente con sus ánimas benditas. O malditas. Buenismo y malditismo conjugados en un presente continuo. O algo tal que así. 

Pensar, en otros tiempos, en un finis terrae, debía resultar en sí mismo infartante. Esa finitud que, en cierto sentido, nos vuelve a todos majaretas perdidos. Tengo para mis adentros (y para los vuestros, no os vayáis a creer...) que ser conscientes de la brevedad de la vida (ahí está Séneca para darnos buenas lecciones) y sobre todo de nuestra finitud nos genera un desequilibrio psíquico, emocional, un trastoque neuronal del copón bendito, o maldito. Por seguir con el maniqueísmo, en el que por otra parte no creo mucho.

https://cuenya.blogspot.com/2012/04/finisterrefisterra.html

Así que combatamos de algún modo la finitud, acaso viajando por el ancho mundo, escuchando música (componiéndola y tocándola  quien sepa y pueda), leyendo y escribiendo, haciendo el amor y no la guerra, procurando vivir o sentir con al menos cierta libertad, con libertad de pensamiento, también de expresión. A determinada edad, pasados ya los cincuenta, que nos queda si no podemos decir lo que pensamos, lo que sentimos, lo que queremos.  

Finisterre o Fisterra me llevó a los abismos de la belleza. Y Coruña me hizo sentir, a través de su caracola y los diversos conciertos a los que pude asistir, un mundo de fantasía, que por instantes se hizo realidad palpable, tangible. Por fortuna, pude asistir al concierto del cineasta y músico Emir Kusturica en el parque de Santa Margarita. Con su orquesta. Siento devoción por algunas de sus películas como Papá está en viaje de negocios, Tiempo de gitanos, Gato negro, gato blanco, Underground o El sueño de Arizona.  

https://www.youtube.com/watch?v=l88SwDV_ba0

Coruña me llevó de la mano por varios escenarios de ensueño. Incluso me condujo hasta la fiesta de la cerveza, como si de repente me hubiera desplazado a Munich, a la Oktoberfest. 

Fina y Antonio, con quienes he establecido buenas migas, me acogieron en su casa-alojamiento como si fuera de la casa. Un lujo poder alojarme al ladito mismo de la playa de Riazor, al lado también del estadio. También me gustó coincidir, por azares del destino, o por azares de la comida, con Elena en el casco histórico de Coruña. ¿Qué hacen una vasca y un berciano comiendo en la misma mesa sin conocerse? Pues conocerse. Parece un chiste. 

El sueño de Coruña, Coruña dream, llegó a su fin porque tenía el compromiso del Encuentro literario en el útero de Gistredo, de lo contrario me hubiera quedado algún tiempo más, para seguir degustando la fiesta. Me gusta la Coruña, me gustas tú, como dice Manu Chao, a quien también tuve la ocasión de ver y escuchar en concierto en la sala la Vaca de Ponferrada. 

Regresé al útero y ahí permanecí, encantado, por supuesto, durante varios días, hasta que decidí, la última semana de agosto, emprender nuevo viaje por las Asturies..., de lo que daré cuenta ya en una próxima entrada.