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lunes, 16 de julio de 2018

Ortigueira musical

El festival de Música de Ortigueira, que acaba de celebrar los 40 años de existencia, es una cita obligada, al menos para quienes amamos la música, quienes disfrutamos al son de las gaitas. 
El gaitero como símbolo de Ortigueira, la música como arte sublime que impregna con sus sones marinos las calles del pueblo, la música como el arte que tal vez más emociones me procura, ya sea esta música folk, gitana, clásica, new age...
Ortigueira

Ortigueira es una pequeña y coqueta población costera en la provincia de Coruña (Coruña a secas, como dicen os galegos, ni A Coruña ni La Coruña, ciudad por lo demás muy fermosa) que alberga a unos 90.000 visitantes llegado el festival. Visitantes que en su inmensa mayoría acampan, bajo un pinar, en la playa de Morouzos, pues el pueblo, como es lógico, no tiene capacidad hotelera. 

A decir verdad, este año, que además coincidió con el Resurrection Fest, que se celebra en la cercana localidad de Viveiro (y también con la semifinal y final del Mundial de Fútbol) me dio la impresión de que había menos gente que otros años en Ortigueira. 
Y la calidad de los grupos, de las pasadas ediciones, aún siendo buena, no llega a la altura de las bandas que actuaran a principios, mediados y aun a finales de los 2000. Véanse Capercaillie, Vartina, Gwendal, Kroke, La bottine souriante, Lian O'Flinn, Bela Fleck, Marta Sebestyen, Muzikas y Alexander Belenescu, Hedningarna, Taraf de Haiduks, Wolfstone, Phip Cunningham y Aly Bain, entre otros. Pero esta es sólo una opinión. Y cada cual opina según sus gustos y apreciaciones. 
Ría de Viveiro

Dicho sea de paso, tuve la ocasión de asomar el hocico a Viveiro, para darme un garbeo por la misma. Aunque en alguna otra ocasión ya había estado en este pueblo, que, al decir de un oriundo, ha crecido (creció, verbo más empleado por gallegos y bercianos) mucho y mal en los últimos treinta o cuarenta años, sobre todo achicando su preciosa ría para construir inmuebles. En el Resurrection Fest actuaban, entre otros muchos, Scorpions. 
Salvo algunos años, que no se hizo el festival (entre 1988 y 1994), imagino que por razones de financiación, este comenzó en 1978. 
Creo que la primera vez que oí que existía este festival de música Celta fue estando en Oviedo, principiando la Universidad, allá por 1985. Y me quedé con la coplica. Aunque, por razones varias, entre ellas el haber pasado tiempo fuera, incluso fuera de España, no me permitieron ir al festival hasta finales de los 90. Y a partir de esa fecha he ido religiosamente cada año en julio, el segundo finde, hasta la fecha actual, incluido este mismo año, naturalmente. Pues acabo de estar en el mismo. 
Digo religiosamente (aun sin ser religioso), habida cuenta de que se trata de un "santuario do folk mundial", de un peregrinaje cual si se tratara al santuario de Covadonga, la virgen de Lourdes o la virgen de Fátima. Aunque uno, dicho sea a la buena fe, prefiere otro tipo de vírgenes. 
Playa de Morouzos

El pueblo es en sí mismo bonito, con una playa, Morouzos, con mucho encanto, aunque el agua esté helada. Y casi siempre llueva, aunque sea verano. Por fortuna, este año no orvalló, aunque las nubes llegaran a amenazar en algún momento. 
Este año me entusiasmó la poderosa Pipe Band escocesa. Y aun otros grupos como el canadiense Yves Lambert Project, creado precisamente por el líder de La Bottine Souriante (a quien he podido escuchar en concierto, aparte de en Ortigueira, en Francia y Gales), el irlandés Kila o el polaco Beltaine.  
Pipe Band escocesa

Y, por supuesto, otro santuario cien por cien recomendable es el restaurante Río Sor, donde a uno lo tratan cual si estuviera en su propia casa. Y es que Galiza, sempre calidade, es grande en lo gastronómico, lo musical, lo literario, lo paisajístico... Y su sentir es el sentir berciano, incluso el de un berciano del Alto, de un berciano del útero de Gistredo, que también está tocado por la fibra astur-leonesa. 
Siempre nos quedará Ortigueira, con su brisa marina, que se transforma en música: nutriente espiritual, que nos ayuda a sentir más y mejor esta vida breve y efímera. 

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