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viernes, 27 de noviembre de 2009

La chica de la parada o la chica misteriosa

Hace ya algún tiempo, quizá años, tuve el placer de entablar conversación con una chica en la llamada “estación de autobuses” de Bembibre. Fue un día de abril, eso sí lo recuerdo. Coincidimos en la espera del mismo autobús. Ella esperaba a una amiga que llegara de León, y quien esto suscribe estaba esperando para ir a Ponferrada.

El hecho de que el autobús de marras no llegara a la hora nos permitió charlar. Una media hora. El encuentro resultó bien interesante. La chica era guapetona, alta, despierta. Vivía en Torre del Bierzo, o eso me dijo, aunque estudiaba en el Instituto de Bembibre. Si me lo permitís, diré que no resulta frecuente encontrar a una chica así, simpática y abierta, en el área de la capital del Bierzo Alto. Me sorprendió que, tras su juventud, mostrara una gran madurez, lo cual me colmó de entusiasmo. No se trata de una chica alocada, que sólo piensa en las copas del fin de semana, y en flotar en el universo, como un alma en pena más. Antes al contrario, se trata de una chica con inquietudes y ganas de conocer el mundo en el que vive. Me habló acerca de sus preferencias. Y de su viaje de fin de curso a Italia. Le encanta viajar. Incluso ha tenido la oportunidad de estar, con alguna beca Miner, en Inglaterra y Toronto (Canadá). Y ahora quiere estudiar Administración de Empresas en la Universidad de León, porque de momento prefiere quedarse cerca de su familia. A esta alturas supongo que ya habrá acabado. Le sugerí que en adelante solicitara una beca Erasmus para completar su formación en el extranjero, y aun le insinué que antes de comenzar la universidad se fuera un año a algún país europeo, Francia o Inglaterra, como hacen los escandinavos, tan viajados e instruidos ellos, tan maduros y espabilados, como es el caso de Mikael, un danés de diecinueve años que conociera en el reino Disney allá por el año de 1998. Sin duda la chica de la parada, lamento no saber cómo se llama, alguien me dijo que se llamaba Iris, creo recordar, logrará su objetivo, y a buen seguro –es mi deseo- llegará a ser una mujer de futuro. En su mirada inteligente y en su sonrisa vital se intuía un gran porvenir. No resulta fácil encontrarse con chicas como ésta, sobre todo de su edad y en un entorno así. Dijo ser revieja en un mundo donde el personal de su edad sólo piensa en salir de fiesta. 
“A mí también me gusta la fiesta y divertirme –aclaró-, aunque hay tiempo para todo”. “El problema de esta zona es la droga”, añadió. No sé si el problema es la droga, chica de la parada o chica misteriosa, el asunto es que tú no acabarás dopada ni bajo los efectos perniciosos del abotargamiento, porque llegarás a ser grande. Un beso.

Yann Tiersen

Hace unos días, en concreto cuando celebramos el magosto en Noceda, actuó Yann Tiersen en Santiago de Compostela, pues anda ahora de gira por Europa, o sea, que quienes queráis escucharlo, tendréis que ir a Francia. 
En París da un concierto el 7 de diciembre, en La Maroquinerie. Buena oportunidad para acercarse a la capi francesa o bien a lugares más alejados como Holanda, Bélgica, Hungría, Rusia, entre otros, donde también estará este fenómeno de la música contemporánea francesa, la nouvelle chanson de la posmodernidad. 

Me hubiera gustado ver/escuchar a este músico bretón, que nos cautivó con la banda sonora de Amélie. Qué disparatada y a vez fascinante película. 
En cambio, tuvimos el placer de reunirnos con amigos y familiares en busca del fuego... sagrado, como una tribu o bien como aquella mítica peli de Annaud, que tanto le debe a uno de los grandes zoólogos y etólogos, como Desmond Morris. 
La francesidad nos toca por todos los costados, música, cine, literatura, etc. No obstante, y para mi consuelo, hace ya algunos años tuve la ocasión de asistir a uno de sus conciertos. Fue en el Divino Aqualung de Madrid, y me encantó. Ahora estoy escuchando, vía internet, La rade
La música de Tiersen, con su acordeón, nos devuelve a esa bohemia francesa, que tanto nos ha marcado y emocionado. Su minimalismo musical lo acerca a músicos de la talla de Mertens, Nyman, entre otros; que un día nos descubrió Ramón Trecet en aquel maravilloso programa de Radio, Diálogos 3, en Radio 3, la radio con la que hemos crecido y aprendido tantas cosas. 
A veces me parece que Radio 3 fue como una verdadera Universidad de la Experiencia: Luz Elez, Diego Manrique, José Luis Moreno-Ruiz, Juan de Pablos, Jesús Ordovás, Tolentino, José Miguel López, y tantos otros excelentes radiofonistas. 
Hemos tenido la suerte de saber quién es Tiersen porque ha sido el músico-compositor de varias bandas sonoras, entre otras, además de la archiconocida Amélie, que se escucha como fondo en la exposición Muñecas rotas, de Banca Porro, en La vida soñada de los ángeles o Good Bye, Lenin. Ya sabemos que el cine tiene mucho tirón, y da a conocer la música y los músicos. 
¿Qué sería a veces el cine, la imagen, sin música?

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Magosto en Noceda


Pues sí, el pasado sábado novembrino nos dimos cita algunos paisanos en Noceda, ahora capital de los magostos, para arrimarnos (arimarnos, decimos en el terruño) al fuego, en busca de calor y amistad, en torno a una pregancia y un tambor, como en los viejos tiempos, y darle estoupos a las castañas y hablar de lo humano y lo divino, especialmente de la belleza natural, del entorno maravilloso que nos protege, espacio de osos y urogallos, cual si estuviéramos en algún parque o bosque canadiense. 
                               Carrera con Pepe Furil y Faustina
El lugar elegido para el magosto fue, sin duda, el mejor entre los mejores, el Horno de Las Matildes, situado en el barrio de San Pedro, al lado de la iglesia parroquial de la localidad, donde es habitual que, durante el mes de agosto, se haga pan de leña y pastas con harina de castañas, deliciosas. 
Todo comenzó cuando al amigo Valentín Carrera se le ocurrió la noble idea de hacer un magosto a la antigua usanza, motivo más que suficiente para reunirnos un buen puñado de amigos, paisanos y familiares en torno a la lumbre sagrada que alienta espíritus y espanta bruxas y demonios o demois
"Sos la metá de un demoi, guajín, deja de enredar con el llumbre que aluego todos son lamentos", podría haber dicho cualquier rapacín de la zona, al que le hubiera dado por achismar o achisbar, acaso intentando asar alguna castaña, pero no fue el caso, porque no asistió ningún chavalín ni rapacina, ni siquiera Sandra y Alicia, las niñas de Valentín. Otra vez será.
Hacía veinte años que Valentín Carrera no visitaba Noceda, desde que recorrió los valles y montes de Gistredo, con su amigo el fotógrafo Anxo Cabada, para luego dar fe de su viaje a lomos de caballos por el Alto Bierzo en aquel libro memorable que fue y sigue siendo El Viaje del Vierzo. 
"No olvides que tenemos que hacerle una visita a Furi", me recordó Valentín antes de arribar a Noceda. Por supuesto. Furi o Furil, esto es Pepe, había tenido la generosidad de dar cobijo y viandas a los caballeros andantes, a saber Carrera y Cabada, en su casa. Y esto le quedó grabado a Valentín, que tuvo asimismo la gentileza y la caballerosidad de obsequiar a la familia Furil, a Pepe y a su mujer Faustina, con su último libro y largometraje documental por la "provincia del Bierzo". Extraordinario regalo.

Después de la visita a los Furiles, familia aún por parte de mi madre, algo que nos recordó Pepe durante nuestra breve aunque sustanciosa parada en su casa, dimos una vuelta por el pueblo hasta que nos encontramos, primero con Tomás, el presidente de la Junta Vecinal, que vive al lado del horno en que hicimos el asado de castañas, con quien Valentín intercambió algunas palabras acerca de su procedencia de Noceda, por vía paterna, y luego con Luis Nogaledo, con quien fuimos directos al restaurante y hotel rural conocido como Las Fontaninas, donde nos vimos casi toda la tropa asistente al magosto: Toño Campillo, Javi y Toño (los hermanos Vega) y Laura. 
"Mi bisabuelo era Juan Cubero, de Noceda", le había dicho Valentín a Tomás, y éste se puso a cavilar hasta dar con algunos ancestros de Carrera.

Echamos unos vaixines en Las Fontaninas y nos encaminamos hacia el horno. Allí estaban ya algunos de mis familiares, con los preparativos, dando fuego al castañamen. A partir de ese momento, comenzó la velada, a la que se fueron incorporando algunos amigos como Ester Folgueral, Carmen (Rula) y su marido Jaime, y alguno más, como Constantino, que nos echó una mano en la intendencia. 
Asamos castañas y peras carujas, riquísimas, tomamos chocolate, gracias a Laura, Javi y Toño (hermanos Vega), y tomamos vino, pastas y un pundín de pan que este menda había tenido a bien hacer en horno materno. 
Compartimos memoria y amistad en una velada, alumbrada, cómo no, por las brasas de la leña paterna, y nos divertimos hablando y riendo. 
Hasta la próxima.

martes, 24 de noviembre de 2009

La tumba de Keats





Mi Vaticano es la tumba de John Keats

(La tumba de Keats, Juan Carlos Mestre)

La tumba de Keats, que está en un singular cementerio de Roma, nos recuerda, una vez más, nuestra condición de mortales. 
Aquí no va a quedar nadie para cresta de gallo, dice el saber popular. 
Aceptar la muerte como algo natural no resulta fácil, por más que le echemos literatura y buena voluntad al asunto. 
Hace algunos días se dejaba la vida, como ya he escrito en este mismo blog, un familiar llamado Nino, cuñado para más señas, algo que me sobrecogió. 
También por estas fechas se cumplen los aniversarios de muchos difuntos, porque la gente suele morirse mucho en otoño. 
La muerte por accidente se me antoja estúpida, y la muerte por crimen me trastoca las neuronas. 
En llegando esta época de muertos, de muertos que seremos, nos da como temblequera y nos entra “gorrión”, que diría Zoé Valdés. Pero conviene buscar el lado bueno del otoño, el impresionismo pictórico de los bosques bercianos, los magostos, los cumpleaños, por ejemplo el de mi padre, que hizo ochenta y un años, lo que es motivo de alegría. 
La tumba de Keats es, por lo demás, un libro sublime de Mestre y una exposición fascinante sobre el cementerio romano, “juego entre la vida y la muerte”, cuyo autor es el berciano Robés. 
Las fotos, en Blanco y negro, están acompañadas por textos del gran poeta, también berciano, Mestre. 
El Blanco y negro como la expresión de verdaderos sentimientos.
Mestre

Hace ya algún tiempo visité el Cementerio protestante donde está, entre otras, la tumba de Keats, el poeta romántico inglés. A la entrada del cementerio hay una placa con una inscripción que reza así: “Cimitero Acattolico per gli stranieri al testaccio. Protestant Cemetery”. Está ubicado cerca del metro Pirámide, en Vía Caio Cestio, al lado de la Pirámide Cestia, en el sur de la capital italiana. 
El cementerio es pequeño y acogedor. Al lado de la tumba de Keats, desde la cual se tienen vistas hermosas sobre la Pirámide, están los restos de su amigo y poeta Joseph Severn, y no lejos de éstas se pueden ver las tumbas de Percy Bysse Shelley y su hijo William.
P. B. Shelley fue gran amigo de Byron y esposo amantísimo de Mary W. Shelley, la famosa creadora del mito de Frankenstein
Grandes poetas románticos ingleses están enterrados en este cementerio, "el lugar más santo de Roma”, según Óscar Wilde. 
También pueden verse las tumbas del hijo de Goethe y de Antonio Gramsci. 
A uno, cual romántico, le entusiasman los cementerios, aunque resulta doloroso tener que visitar un camposanto en el que están enterrados tus seres más queridos. 
Volveremos sobre el mito y la novela de Shelley.

De nuevo Wenders



El alemán Wenders es uno de los cineastas, en busca de una mirada propia, más singulares de las últimas décadas. Después de estudiar algunos cursos de medicina y de filosofía, y haber visto más de dos mil películas en la Cinemateca de Chaillot, decide matricularse, tras haber sido suspendido en la Escuela de Cine de París, en la Escuela Superior de Cine de Munich, donde sí es admitido, para gloria del cine universal. 
Wenders forma parte, en un principio, del llamado Nuevo Cine Alemán, en el que jóvenes cortometrajistas alemanes se dan cita, en 1962, en Oberhausen, ciudad de la cuenca del Ruhr, que convoca anualmente un Festival de Cortos, donde por medio de un manifiesto van a proclamar el fracaso del cine comercial. 

 
En su cine, calificado por los críticos como posmoderno, los personajes están en una constante búsqueda de la identidad mediante el viaje. Son extranjeros, emigrantes potenciales, incluso en su país, esforzados por encontrar su lugar en el mundo. Casi todos son profesionales de la mirada: fotógrafos, escritores-viajeros, técnicos de cine, pintores, cineastas, detectives, inventores de aparatos de visión. Es como si estos personajes, a través de la mirada, quisieran recuperar la inocencia perdida, viendo o filmando las cosas en su desnudez, como los ángeles de Cielo sobre Berlín, mediante una mirada inmediata, no mediatizada, aunque Wenders reconoce que “Los americanos han colonizado nuestro subconsciente”. Estamos mediatizados hasta la médula. Y estos personajes son auténticos consumidores de la cultura americana: el rock, las máquinas de chicle y tabaco, los flipper, la Coca-Cola, etc.



Los personajes wendersianos están dispuestos a cambiar. Por eso se ponen en movimiento y utilizan todos los medios de traslación. Y por este motivo Wenders emplea a menudo el travelling como elemento expresivo. Y su estilo se caracteriza por planos de larga duración y el recurso de una ficción reducida al mínimo, con referencias al cine negro.
Casi todas sus películas tienen la estructura narrativa del viaje, o sea, son road movies. El viaje como ideal de exploración territorial y recorrido que expresa la separación entre el individuo y una realidad que se experimenta como extraña y repetitiva en un universo alienante. Son el movimiento y la incertidumbre del desplazamiento los que crean el relato.



Su cine está lleno de referencias a Peter Handke y Rilke, la pintura de Paul Cézanne y Edward Hopper, la fotografía de Walker Evans y el cine de Ozu, Antonioni (con quien filma Más allá de las nubes) y Ford, entre otros maestros del cine americano, del que toma tanto su lenguaje fílmico como su cultura. Sus películas tratan sobre la incomunicación humana, los conflictos personales, familiares y los viajes iniciáticos. Véanse sobre todo París, Texas, que es una película de encuentros y desencuentros familiares y amorosos. Y Cielo sobre Berlín acerca de la incomunicación humana.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Estructura narrativa cinematográfica en Drácula, la novela de Stoker


Se trata de un relato de estructura simétrica, con tres partes: Harker llega al castillo de Drácula y se adentra en un mundo de pesadilla; Drácula llega a Inglaterra y asedia a unos burgueses relacionados con Mina (la prometida de Harker) y su amiga Lucy; Drácula es expulsado de Inglaterra y perseguido hasta su castillo, donde es asesinado.

Hay un empleo de técnica narrativa especial, digamos “cinematográfica”, que consiste en que la narración progresa a base de testimonios escritos (cartas, diarios, notas, telegramas) por diferentes personajes. Se yuxtaponen puntos de vista diferentes acerca de un mismo personaje. Esto es algo similar a lo que hizo Orson Welles en Ciudadano Kane (incluido el flash back). En la novela también hay un salto hacia atrás: comienza con el Diario de Harker un 3 de mayo que se prolonga hasta un 30 de junio, luego éste se interrumpe antes de la noche en que Harker se despide de todos, y en el Capítulo V leemos una carta de Mina a Lucy con fecha de 9 de mayo, eso sí, con esta brusca variación del punto de vista y del marco geográfico. 

Tanto Welles como Hitchcock sentían atracción por esta novela. La técnica empleada en la novela funciona bien hasta la mitad, y consigue que el lector intuya el peligro que acecha a los personajes antes de que ellos lo perciban, porque cada uno de ellos posee sólo informaciones parciales. En realidad, Stoker aplica algo que está en la base del cine de suspense, véase Hitchcock: proporcionar al público una información que no posee el personaje. Al inicio de la novela (transcripción del diario de Harker) el lector descubre progresivamente (a la vez que el personaje) la amenaza por fenómenos extraños: fuego azulado, aullidos de lobos, comportamiento sospechoso del conde, encuentro con las vampiresas, etc.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Lengua árabe en la castellana


Dice el escritor Juan Goytisolo, experto en lengua árabe, en concreto en su modulación marroquí, que nuestra lengua castellana cuenta con unas cuatro mil palabras de origen árabe, que se dice pronto. 
Sabemos que nuestra cultura está impregnada de lo árabe, sin embargo, no somos del todo conscientes, o no queremos serlo, acerca de la influencia lingüística, amén de otro tipo de influencias, que hemos tenido a través de los siglos. 

Incluso una palabra como ataúd (al-tâbût), como me dijera Hamida, proviene del árabe. Y lo mismo ocurre con las palabras castellanas que comienzan con artículo árabe al, así como sus variaciones as, ar, etc., véanse, entre otras, albañil (al-bannī´ o al-bannā´); albaricoque (al-barqūq); alguacil (al-wazîl o al-wazir), alcalde (al-quâdi o al-qa'dí), alquiler (del andalusí al-kirē´ o al-kirā); como aceituna (zaytūna) y aceite (az-zait); azúcar (as-sukkar); café (qahwah), tabaco (tubbaq), azafrán (az za'farán), azahar (az-zahr), y aun otras adobe (aṭ-ṭūb), alférez (alferic), almirante (amir), almohada (Al-muwahhidun), etc.

Nuestro idioma, sobre todo en lo referente a la matemática, la medicina, la astronomía o la química medieval o alquimia tiene muchos vocablos provenientes del árabe, empezando por la palabra alquimia (al-kimiya) cuyo sentido primigenio hace referencia a piedra filosofal, sustancia que transforma los metales bajos en oro; alcohol (al-kuhl o al-kuhul) o elixir (al-iksir).
Algunos nombres de juegos, como el ajedrez, así como su terminología, véase alfil (al-fil) proceden del árabe. También nuestro implorante ojalá, cuyo sentido primigenio es una petición a Dios, proviene del árabe in sh Allá, que quiere decir “que Alá lo quiera”.
Nuestra toponimia está plagada de arabismos, véanse ciudades y ríos, como Madrid (Mayrit), Ceuta (sebta), Algeciras (al-ŷazīra, península); Albacete (al-basit, llano); Almería (al-miriya, espejo); Guadalajara (wād al-ḥaŷara, río de piedras); Benicàssim (banī Qāsim, hijo de Qásim), Zaragoza (Saraqusṭa, Caesar Augusta); Sevilla (Išbīliya); Gibraltar (gebel Tariq, monte de Tariq), Medinaceli (madīnat Salīm, la ciudad de Salim); Guadalquivir (wadi o guadi al-kabir, río grande); Alcalá (al-qal`a, la fortaleza), Alcázar (al-qaṣr, el palacio).

jueves, 19 de noviembre de 2009

The Beat Little's en el Tararí

¿Qué haríamos los bercianitos de a pie sin el Tararí y el Bergidum? Los templos del arte, adonde vamos a parar en busca de estimulación y divertimento. Ayer noche volví al Tararí para escuchar a una banda, cuyos componentes también forman parte del grupo musical de esta sala de conciertos, que imitaba a los Beatles. Inolvidable. Allí nos dimos cita, como de costumbre, los habituales, incluido el amigo Chente, para disfrutar con la música de los grandes del pop. Grupo mítico que nos sigue haciendo vibrar. Los músicos de la banda, The Beat Little´s, todos de excelente calidad, nos deleitaron con su directo. A la batería el legendario Luis Masdeu, en tiempos baterista de los Lone Star http://es.wikipedia.org/wiki/Lone_Star, a las guitarras, Miguel Rallo y Jorge Ramírez, y como voz cantante, Yolanda Arias. Un grupo de lujo. Y un bar o pub, el Tararí, cuyo propietario, Jorge, también lidera su propia banda, y que es, junto con Miguel Varela, uno de los grandes animadores de la ciudad de Ponferrada. A seguir dándole con los conciertos. http://www.salatarari.com/

Andrés Torres, Director de Foto


Andrés Torres es un prestigioso Director de Foto para cine digital, que forma parte de la Academia del cine de España, y sobre todo es una persona que inspira confianza y seguridad. En cuanto hablé con él, no dudó ni un instante en aceptar la propuesta de venir a la capital del Bierzo Alto a impartir una charla. Otros y otras, en cambio, se hacen los remolones y los suecos. O bien dan largas o simplemente dan callada por respuesta. En el maravilloso y a la vez alterado mundo del cine no suele haber mucha gente que trasmita entereza, y no digamos humildad. Da el cine como cierta inestabilidad anímica, y a veces económica, como para que quien se dedique a esta profesión, salvo que uno sea realmente bueno y pueda vivir sin sobresaltos, mantenga un temple sosegado, digamos estoico, lo cual no es frecuente. Ni siquiera el bueno de Dreyer, tan nórdico, protestante y trascendental, tuvo una vida cinematográfica como para tirar cohetes. Incluso llegó a estar inactivo, en el cine, durante doce años, desde que hiciera Vampyr hasta su siguiente película, Dies Irae. Tampoco para el coloso Welles, a pesar de ser un niño prodigio y un re-inventor del cine, fue un camino de rosas, y así, en este plan.
Este espacio quiero dedicárselo hoy a nuestro estimado Andrés Torres, que será el próximo invitado de honor en las Tardes de Cine bembibrenses, en concreto el día 25 de noviembre. No os perdáis la cita a las ocho de la tarde en la Casa de las Culturas. Torres, además de profesor en algunas escuelas de cine, incluida la ex escuela de Ponferrada, ha realizado documentales, videoclips y spots publicitarios, en más de cincuenta países, series de TV y largometrajes, como el Nacimiento de una Pasión (rodado en HD, en 2006, que nos muestra la evolución del fútbol desde sus antecedentes hasta convertirse en el mayor espectáculo del mundo). Y ha sido premiado en varias ocasiones, entre ellas, con un Goya, una Concha de Plata y un León de Oro, al menos de momento.
Su extenso currículum no le impide hablar de otros asuntos igualmente interesantes, porque él es un todoterreno, con quien hemos aprendido mucho, porque charlar con él resulta apasionante. Y sus clases son magistrales. Ha vivido tantas aventuras y en tantos países, que lo escuchamos con entusiasmo. Además tiene el arte de contar y maneja varias lenguas, incluso conoce algo de árabe, esa lengua que nos atrae, aunque sea tan difícil para un occidental, habituado a escribir de derecha a izquierda. La pasión de Torres por un país como Marruecos, en el que estuvo a punto de comprar una casa, la comparte quien esto suscribe. Gente como Andrés no abunda en la profesión del cine. Es buen conocedor de su oficio y encima humilde, y son esa humildad y sabiduría las que intenta trasmitir a sus alumnos y discípulos, lo cual no es poco, en un mundo como el cine, en el que se trabaja con supuestas estrellas, sobre todo directores y actores, que se creen, algunos, la mamá de los pollitos, en ese llamado universo estrellado, hecho de trepas y capullos con cuento alfombrado en rojo. Está el cine plagado de seres egocéntricos que suelen comportarse con una prepotencia y una desfachatez espantosas. Y este no es el caso de Andrés Torres, pionero en nuestro país de la alta definición, que además es persona entrañable. Conecta uno en seguida con él, tal vez porque no vive de ficciones, aunque se dedique al oficio, sino que tiene los pies en la tierra, y la cabeza bien amueblada de palabras e imágenes.
Esperamos que Andrés nos deleite no sólo con su conferencia sino con un cortometraje cuya foto es lo que ve la protagonista, una ciega (perdón, ahora se dice invidente), aunque obviamente y por fortuna no veamos la pantalla en negro.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Noceda, capital del descanso


Hace ya algún tiempo, quizá varios años, leí en el Diario de León una columna de César Gavela en la que nos hablaba de un Bierzo con muchas capitales, y Noceda figuraba entre otras como capital láctea. Ahora que estamos a las puertas de un nuevo año Jacobeo podríamos imaginarnos una Noceda compostelana, un camino de romería, un santuario de peregrinación, mas intuyo o supongo que Gavela se refería a una Noceda hecha de leches y lecherinas. Si esto es como suponemos, lejos quedan aquellos tiempos en los que Noceda fuera capital de vacas pardoalpinas y pintas lecheras dispuestas, todas ellas, a dártela incluso con queso y nata montada. Qué rica estaba aquella leche. Qué gusto de nata. Y qué sabrosos requesones. Entonces Noceda era un paraíso láctico y aun galáctico. Como para rechuparse los dedos. Y hasta se servía leche a los turistas y oriundos en fiestas patronales. Lejos quedan aquellos tiempos en los que el nuestro fuera un pueblo conocido en el resto del Bierzo por sus vacas y sus lecheras. Me lo dijo en una ocasión el amigo Roberto Jáñez: «las lecheras de Noceda tenían buena fama en el todo Bierzo». Si lo sabré, que también mi familia se dedicó al negocio de vender leche en la capital del Bierzo Alto. Ya que de capitales hablamos. Un día, con tiempo y afecto, podríamos dedicarles una columna a las lecheras de Noceda, cercanas y entrañables, vecinas y familiares. Hijo y hermano de lecheras. Ahí queda eso. A Ismael, el ex alcalde de Ponferrada y amante de Nevenkita, le dicen, como para desprestigiarlo, el hijo de la lechera. Como si ser lechero o lechera no fuera algo digno. En qué mundo vivimos, santo santísimo.Qué clasismo e imbecilidad se gasta el personal. Pero sigamos con nuestro pueblo. Noceda del Bierzo era en verdad un pueblo lechero y vacuno. Y las lecheras eran casi personajes míticos. Como para hacerles un monumento al trabajo. Hoy, en cambio, ya no vemos ni vacas, ni siquiera las de Venancio el de Josetón, algunas de Farfalluelo, quizá otras de Quico el Pito (no estoy seguro) y un buen rebaño de El Pellejero, por citar a los pocos «vaqueros» que en Noceda son. A lo mejor me he olvidado de algunas vacas y algunos vaqueros. Pido disculpas por ello, si así fuere. Vacas lecheras, en cualquier caso, no hay muchas. A lo sumo queda alguna que otra vacona o machorra capaz de arrearte una patada en la espinilla. O donde se tercie. Noceda, en la actualidad, no es capital de casi nada, ni siquiera de las castañas pared, lo cual no le resta importancia como «villa» ni como ayuntamiento o untamiento, que decía un querido paisano y es palabro habitual en boca del amigo Pedro Trapiello. Pues uno quiere su pueblo como es. Bien mirado tampoco es necesario que sea capital de nada. Como mucho, se me ocurre que Noceda podría ser capital de descanso. En realidad ya lo es. En cuanto podemos, nos escapamos de la capital templaria o de la villa del Benevivere para templarnos o reponernos en la serranía de Gistredo. Cuando llega el verano, y el calor se hace pegajoso en el hoya ponferradina, Noceda es como una bocanada de aire puro y refrescante. Por lo demás, es un pueblo situado en un entorno hermoso, acaso sea éste uno de los valles más guapines del Bierzo.

martes, 17 de noviembre de 2009

Juan Goytisolo, exiliado de aquí y de allá


Hace algún tiempo se me ocurrió que Juan Goytisolo, tan multicultural, podría acercarse a la Casa de las Culturas de Bembibre. Y escribí algo al respecto. Se me hace difícil, no imposible, claro está, que venga al Bierzo, sobre todo porque ya no sale mucho de su Marrakech querido, salvo cuando lo invitan a México, país por el que siente mucha atracción.

Se alegra uno que este grandísimo narrador y ensayista haya conseguido el Premio Nacional de las Letras, aunque él se sienta un apátrida, “exiliado de aquí y de allá”, defensor de causas perdidas: la inmigración, los valores de la cultura islámica, la sensualidad arábiga frente a la cutrez y monacalidad de la cristiandad vieja, la vida en su estado primigenio, alejada de la asepsia moderna, que nos convierte en monstruos nucleares, guerreros atómicos, etc.; apartado de los abrevaderos y pesebres de nuestro país, porque Goytisolo siempre ha nadado a contracorriente. Y la suya es una prosa libre y cosmopolita, abierta a todas las voces y lenguas.

Se me ocurre que Goytisolo se merecería una invitación para participar en las próximas Tardes de autor de Bembibre, capital berciana en la que conviven, siempre en armonía, ciudadanos de diversos países y culturas, lugar de mestizaje, que a nuestro autor a buen seguro le encantaría. Hace cuatro años me confesó que no conocía la provincia de León. Luego es un pretexto, a mayores, para que venga a conocernos, si aún no lo ha hecho.


Queda lanzada la propuesta, desde este espacio, porque sé que es uno de los escritores favoritos de Tomás Néstor, aunque también soy consciente de la dificultad de que Goytisolo viaje desde Marrakech hasta Bembibre.
Almería


Descubrí su figura y obra durante mi estancia en Almería, allá por el año de 1997, lo que me permitió asimismo cruzar el estrecho, en busca de ese mundo, tan diferente al nuestro, y a la vez tan familiar.


El mundo árabe, mal que les pese a muchos, ha marcado nuestra cultura y nuestra lengua, y por ende nuestro pensamiento, porque éste se articula a través de la palabra. Conviene recordar que nuestro idioma cuenta con unos 4.000 vocablos de origen árabe.
Almería como lugar de residencia y punto de partida hacia el universo islámico. Almería como espacio literario, sustancioso y sugerente, que el escritor nos mostró en sus Campos de Níjar y La Chanca, y que le sirvió de trampolín hacia la otra orilla, tan lejana y a la vez tan próxima: La mítica ciudad de Tánger, como su siguiente destino, donde escribió aquella memorable novela que es Reivindicación del Conde Don Julián (“tierra ingrata, entre todas espuria y mezquina, jamás volveré a ti).

puerto de Tánger


Tánger como punto de encuentro de escritores y artistas varios, entre otros Paul Bowles, Kerouac, Ginsberg, Burroughs.
Su condición de exiliado lo ha convertido, no sólo en un gran escritor, sino en un viajero en constante búsqueda de valores esenciales, en los diferentes países en los que ha vivido: España, Francia, Marruecos… y en todos los lugares que ha visitado, desde Argelia, Egipto, Turquía, Chechenia o Sarajevo hasta Méjico (uno de sus países preferidos), Cuba o Estados Unidos, a los que dedica algunos de sus libros, como Cuadernos de Sarajevo, Argelia en el vendaval o Aproximaciones a Gaudí en Capadocia. Tampoco quiero olvidarme de esa magnífica serie de documentales para la televisión cuyo título es Alquibla, por ejemplo el dedicado a Nas al Ghiwan: música de trance, cuya música original, banda sonora, corresponde al gran músico español Luis Delgado.  




Goytisolo es uno de los pocos escritores españoles que habla árabe, quizá sea el único, después del Arcipreste de Hita. Nunca olvidaré aquel encuentro con él en el Café de France de Marrakech, y la conversación que tuvo con mi amiga marroquí Hayat, quien me confirmó su excelente manejo del árabe marroquí. “Aprendí el árabe dialectal escuchando a los narradores que cada noche se dan cita en la plaza de Djemáa-el-Fná”.

Deudor de la literatura oral, de ahí su devoción por los cuentistas de la famosa plaza de Marrakech, su narrativa, digamos prosódica, está concebida para ser recitada más que para ser leída.
En otras épocas, sobre todo en el Medioevo, los autores escribían para ser recitados –asegura Goytisolo-. Incluso en La Celestina o en El Lazarillo, hay una prosodia extraordinaria, que reaparece en el siglo XX con escritores de la talla de Céline o Joyce.
Su reivindicación de este tipo de literatura, y por consiguiente la declaración de la Djemáa-el-Fna de Marrakech como patrimonio oral e inmaterial de la humanidad, a la que le dedica un capítulo en su libro Makbara, hacen de este escritor uno de los más singulares e interesantes de nuestro panorama literario.




En el fondo, esta plaza es un inmenso libro abierto, como Las mil y una noches, al amor/calor de las lámparas de gas y el sonido hipnótico de músicas bereberes. 
La Djemáa es, además, un magnífico teatro al aire libre, el gran teatro del mundo, en el que conviven los juglares y el público ávido de historias.
Desde sus inicios tuvo que enfrentarse a la censura franquista. No obstante, su labor como consejero literario en la editorial Gallimard, en París, le permitió publicar algunas de las novelas más interesantes que se escribían en aquella España censora, y forjarse como escritor y referente intelectual de los exiliados republicanos españoles en Francia y en países como México/Méjico.

Durante su estancia en la Ciudad de la Luz, conoció a su mujer, Monique Lange, que se encargaba de la literatura extranjera en Gallimard.
También en la capital francesa conoció a Jean Genet, a Sartre y Simone de Beauvoir. Con ésta última viajó, incluso, al sur de España.
Genet, autor entre otras de Diario de un ladrón, ejerció gran influencia en su persona y en su literatura.
La mirada que nos ofrece Goytisolo acerca de París, sobre todo en Paisajes después de la batalla, resulta arriesgada y harto original, porque deja a un lado el París de cartón-piedra, para adentrarnos en los bajos fondos de una ciudad bastarda y mestiza, pícara y multicultural, que podemos encontrar en el barrio de Barbès, Belleville o el Faubourg Saint-Denis y la Porte de Clignancourt. Ese París subterráneo y putañero que también está en la poesía iluminada e infernal de Rimbaud y en la prosa lírica de Henry Miller.
Rue de Saint Denis en París

Sifilíticos, locos, reyes, peleles, ventrílocuos,/ ¿qué pueden importarle a la puta París/ vuestras almas y cuerpos, vuestros venenos y andrajos?/ ¡Ella os sacudirá de encima, malditos huraños!(Rimbaud, La orgía parisiense).
Y para terminar, deciros que no dejéis de leer su gran obra autobiográfica, Coto vedado.

Español "modelno y agringado"

Español "modelno y agringado". Título entrecomillado porque cada una de las palabrinas podría cuestionarse por su escritura, incluso el término "español", que sería castellano, aunque los hispanoamericanos sigan hablando español, por cierto mucho mejor que nosotros, incluso los analfabetos, que le dan mil vueltas a la élite carpetovetónica de esta España rancia y mostrenca.



En Nadie escucha, excelente libro artículos de Llamazares, el autor leonés dedica un capítulo a Modernos y elegantes. Como para descojonarse y no echar ni una gota amarilla. Supongo que algunos de vosotros lo conozcáis. Mas esto no es inconveniente para que lo saquemos de paseo, cual perrito faldero, y de paso le demos una vuelta de tuerca, si nos apetece o lo creemos conveniente. 


El artículo de marras comienza así: "Desde que las insignias se llaman pins, los homosexuales gays, las comidas frías lunchs, y los repartos de cine castings, este país no es el mismo. Ahora es mucho más moderno”. 

Esto es lo que Ortega y Gasset, en La rebelión de las masas, llama “cultura moderna”. “Ya el nombre es inquietante: ¡que un tiempo se llame a sí mismo ‘moderno’, es decir, último, definitivo, frente al cual todos los demás son puros pretéritos, modestas preparaciones hacia él!”. 


Se nota que nuestro lenguaje se está agringando, yanquilizando, a resultas del dominio que ejercen los Estados Unidos de Norteamérica sobre nosotros, pobres marionetas al servicio del imperialismo, ahora algo suavizado por Obama. 
Los rapaces de estos tiempos, además de no leer una mierda, ven mucho a analfabetos catódicos y apostódicos, frikismo a la carta, largando verborrea insana a través de la caja tonta, y se quedan como alelados, contagiados por el virus yanqui, que se encarga al mismo tiempo de destrozar nuestro lenguaje y hacer que nos traguemos sus hostias lingüísticas. 

Los niños guay y las niñas pijas o fresita (que dirían los aztecas postmodernos) de nuestro país ya no saben, en verdad, si hablan espanglis, inglis o una mezcolanza de castellano modelno, español castizo e inglés pasado por la trituradora gringa. 

En nuestro país nadie es realmente moderno si no dice cada día cien palabras en inglés, porque las cosas, en otro idioma, nos suenan mucho mejor. Y sobre todo si las decimos en inglés. Así somos de horteras. 
Ni que decir tiene que es mejor llamarse Jennifer o John que Pepita o Manolito. 
Tampoco es lo mismo decir bacon que panceta (según Julio Llamazares), aunque tengan el mismo tocinamen, ni vestíbulo que hall, ni inconveniente que handicap... 
Qué fisnos somos. Y nos hemos vuelto. Hasta hemos perdido los sentimientos, porque ahora sólo tenemos feelings. Y cuando vamos al teatro, al cine o al fútbol sacamos tickets en vez de entradas, comemos sandwiches en vez de bocadillos y vamos al pub en vez de ir a la cantina de siempre o al bar de la esquina. Y los muy relamidos se limpian los mocos con kleneex en vez de limpiárselos con pañuelos. Pero para ser ricos del todo, y quitarnos el complejo tercermundista que seguimos teniendo, sólo nos queda decir con acento americano la palabra siesta, la única palabra que hemos exportado al mundo. 

Algo parecido me contó Juan Goytisolo hace años en Marrakech. 

-En España -me dijo- se habla cada vez peor. Ni se habla español ni inglés. Es como una mezcla que ya no se entiende. Como cuando te dicen frases así: es un ejecutivo muy agresivo. Parece que el ejecutivo te fuera a golpear. En español se podría decir que es un ejecutivo emprendedor, por ejemplo. 

-En España, cada día más uniformados por los medios de comunicación de masas, hablamos una suerte de spanglish -me atreví a responderle al señor Goytisolo.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Bercianos en Madrid: Esther Freire

El fin de semana en Madrid resultó realmente corto. Madrid, aunque es ciudad en la que viví durante algunos meses, y a la que he ido en multitud de ocasiones, requiere de varios días para poder saborearla. Me gusta esta ciudad, sobre todo el centro, aunque el metro parezca el de Nueva York o París, un sitio que, llegado el caso, se podría convertir en una pesadilla. Se respira y huele la tensión. No obstante, Madrid parece y es un sitio bastante seguro, salvo determinados barrios, que no suelo frecuentar. Ahora me doy cuenta que son muchos los bercianos que viven en Madrid, incluidos, cómo no, algunos nocedenses. Por ejemplo, Pablo Arias http://ermitax.com/blog/ y Ramón González (miembros del Colectivo Cultural La Iguiada http://www.nocedadelbierzo.com/) o Raquel Arias (periodista y redactora de la revista La Curuja). Entre estos bercianos también está Esther Freire, a quien vi y saludé hace un tiempo en Noceda, gracias a Gabino de la Asociación Tierra Seca http://www.tierraseca.es/, que me la presentó, y que este fin de semana he vuelto a ver. Esther Freire es periodista y editora, una chica despierta y con mucha energía, que ha montado su propia editorial, En Babia http://www.estasenbabia.com/ Se alegra uno mucho que haya gente, sobre todo del Bierzo, con tales inquietudes, y que además las lleven a buen puerto, con resultados exitosos, como es el caso de Esther. Uno tiene la impresión de que los bercianos, como nuestros hermanos los gallegos, llevamos en la sangre el "gen" de la aventura y el espíritu de la emigración. Somos inmigrantes por naturaleza, ya sea por vocación o bien por necesidad, sin embargo sentimos nuestra tierra como nadie, porque somos morriñosos de y con lo nuestro. La propia Esther, aunque se siente muy bien en Madrid y en su trabajo, confiesa su necesidad de volver de vez en cuando al Bierzo, al Alto, a Villaviciosa de San Miguel (Perros), su pueblo de infancia, aunque ella, creo recordar, nació en Madrid. Conversar con Esther es un gran placer, tal vez porque uno comparte memoria y siente sintonía con un mismo mundo. Y hasta conocemos a las mismas personas, como es el caso de la actriz Pilar Ordóñez, qué curioso. Por cierto, Pilar Ordóñez es una de las invitadas a Tardes de Cine en Bembibre, en concreto el día 9 de diciembre. Con Esther, hablamos sobre periodismo, viajes, música, etc., y al mencionar precisamente la música surgieron los organizadores del Festival de Benicasim (FIB), que también son bercianos, al igual que Luis Calvo, bembibrense-madrileño que tiene su propio sello discográfico, Elefant Records, con proyección internacional, sobre todo de música pop http://www.elefant.com/historia El Bierzo, aun siendo tierra acogedora y bella, no permite que su gente emprendedora se quede. Y cuando se hace algo que merece la pena, como el caso de la Escuela de Cine, modestia aparte, no se unen las fuerzas, las sinergias, para que salga adelante. Así somos en esta comarca, con politiquines y un paisanaje en gran medida conformista. Aquí me las den todas. Creo que podría ser interesante dedicar una sección a Bercianos en Madrid.
Cambiando de tercio, al final no vi a Ari, una mejicanita, en tiempos ex alumna, que decidió venir(se) a la capital de España en busca de gloria cinematográfica. Sus quehaceres de rodaje le impidieron, al parecer, que pudiéramos vernos el domingo en la Plaza Mayor, lo que aproveché para darme un garbeo, una vez más, por El Rastro, a la caza de algún libro de ocasión, que conseguí, como suele ser habitual en la librería Juanito. Varios libros, a decir veradad, entre ellos, uno de Llamazares, Nadie escucha. Nadie escucha ni lee en este país, donde impera el ruido, nos cuenta Julio Llamazares, el ruido informativo, la saturación. Nadie como el greguerístico Ramón Gómez de la Serna ha sabido ver y hablar sobre este gran mercado, zoco magrebí, monumental plaza de abarrotes, espacio en el que todo tiene cabida y adonde el personal va, movido por la inercia y a veces por la búsqueda de algo inverosímil, a estirar las piernas y oxigenar el cerebro, a tapear y confundirse en el anonimato, a sentir, en definitiva, la vida "reburdiando". Mucho de zoco tiene este Rastro, que en su origen albergaba curtidurías en torno a la calle de Curtidores, cerca del matadero donde las reses sacrificadas dejaban su rastro de sangre. De ahí el nombre. Esto me hace recordar el zoco de los curtidores, tanto en Fez como en Marrakech, con su olor nauseabundo.
Aparte del Rastro, aún tuve tiempo para volver tras las huellas literarias de Valle Inclán en mis recorridos por Sol, donde hay una placa, esquina con Alcalá, en la que figura el café de la Montaña, lugar de tertulia, así como el Callejón del Gato, espacio emblemático en Luces de Bohemia:
El esperpento lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han
ido a pasearse en el callejón del Gato. Los héroes clásicos reflejados
en los espejos cóncavos dan el esperpento... Las imágenes más bellas
en un espejo cóncavo son absurdas.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Escobas y aquelarres

A propósito de las hierbas y la brujería, que mencionamos ayer, os recomiendo que leáis al antropólogo Marvin Harris, y en concreto su libro, Vacas, cerdos, guerras y brujas. 

Sostiene Harris que las brujas en Europa están asociadas al empleo de ungüentos mágicos. De ahí sus largos viajes en escoba, viajes procurados, cómo no, por los alucinógenos que se metían entre pecho y espalda, o mejor dicho en la entrepierna, las muy espabiladinas. Entre estos alucinógenos figura la atropina, un potente alcaloide que produce la mandrágora, el beleño y la belladona. Esto les hacía caer en un profundo sueño, bajo el que practicaban sus aquelarres en copulación cósmica con el macho cabrío de turno. Se untaban algo de atropina en la entrepierna y a volar. Qué maravilla. Luego llegaban las persecuciones por parte de la sacrosanta Iglesia Católica, que no veía con buenos ojos el despelote y los orgiásticos vuelos imaginarios. Siempre la Iglesia tocando las pelotas al paisanaje. Vida y literatura en estado puro. El retorno de las brujas, con la contracultura y sus viajes o vuelos psicodélicos, sigue siendo algo que incomoda a la sociedad, porque las experiencias psicodélicas incluyen alucinaciones, percepciones distorsionadas de la realidad y sinestesias. Experiencias que son propias, por lo demás, de algunos trastornos mentales como la psicosis. En cualquier caso, lo que necesitamos es claridad y no oscurantismos. Luz, siempre luz. Objetividad. Razón. Desterrar la ignorancia, el miedo y el conflicto de nuestras vidas. 
Ignorancia, miedo y conflicto son, según Harris, elementos básicos de la conciencia cotidiana. Por su parte, el arte y la política elaboran con estos elementos una construcción onírica colectiva cuya función es impedir que la gente comprenda qué es su vida social.

Ignorancia: La mayor parte de la gente sólo es consciente de una pequeña parte de la diversidad de alternativas en los estilos de vida. Pero si queremos pasar del mito y la leyenda a la conciencia tenemos que comparar toda la variedad de culturas pasadas y presentes.


Miedo: Ante sucesos como el envejecimiento y la muerte, la falsa conciencia puede ser la única defensa eficaz. El miedo es lo que paraliza nuestras vidas.

Conflicto: En la vida social ordinaria algunas personas siempre controlan o explotan a otras. Estas desigualdades se presentan tan disfrazadas, mistificadas y falseadas como la vejez y la muerte.

El libro entero es extraordinario. Y Harris, ya muerto, el pobrecito, es uno de los mejores antropólogos, perteneciente al llamado materialismo cultural, que ha dado nuestra historia.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Pedro Trapiello, setero mayor



Ayer estuve en la Casa de la Cultura de Ponferrada viendo/escuchando al amigo Pedro García Trapiello, cuya disertación versó sobre el vasto, increíble y en realidad “desconocido” mundo de las setas, quizá el más fascinante de todo el planeta, porque los hongos existen antes que los dinosaurios, y es probable que sigan existiendo después de la extinción de la especie humana.
 Y porque, además, han aguantado unas doscientas transformaciones climáticas a lo largo del tiempo, y cuya inteligencia biológica les ha permitido, incluso, adaptarse a sitios no demasiado favorables. Lo asombroso es que una espora puede elevarse hasta la estratosfera, dar la vuelta a la tierra, varias veces, y luego caer en cualquier lugar, por ejemplo en Namibia.

La charla de Trapiello, en verdad interesante y divertida, no dejó indiferente a nadie de entre el númeroso público asistente, porque nos habló, aparte de otros asuntos, de sus propias experiencias como buscador de setas. “Las primeras que atropé fueron senderuelas, aunque mi preferida es la seta de cardo”. “No sólo hay que buscarlas, sino conocerlas y compartirlas en la comida”, añadió. “Buscar setas es buen motivo para salir al campo, estar en contacto con la naturaleza”. Algo que empezamos a echar de menos en este mundo urbanita y plastificado en el que nos movemos habitualmente. Aunque el Bierzo, por fortuna y a pesar de la contaminación de ríos y aire -que nadie se engañe-, aún goza de una espléndida naturaleza, de un impresionismo pictórico en otoño y una variedad forestal, con peculiaridades micológicas.


Hasta hace bien poco, “en España –asegura Trapiello– no ha habido cultura de setas”. La explicación de esta falta de cultura hacia las setas, y aun desprecio por las mismas, puede encontrarse en nuestra propia historia. Desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII se consideraba cuando menos sospechoso quien era conocedor de hierbas y plantas, porque la iglesia asociaba las setas con los ritos de brujería. Hay una abundante literatura acerca de esto. Y sabemos que determinados hongos, por su toxicidad y poder alucinógeno, se utilizan por parte de chamanes, gurús, artistas y aun determinadas etnias, como es el caso del peyote mexicano, considerado por los indios Tarahumara como un dios, y que tanto encandiló a músicos, véase el líder de los Doors, Jim Morrison, y hasta los componentes de los Beatles, entre otros muchos amantes de la psicodelia y la contracultura. Por esto, los hongos no han sido bien vistos por parte de la Iglesia católica, lo que ha calado hondo entre la sociedad. Por su parte, tanto judíos (devotos de hierbas alimentarias y medicinales) como los islámicos (aficionados a las especias) sí los han visto con buenos ojos.
Algo parecido ocurre entre la España del Norte (gustosa de la berza, el pan y el cerdo) frente a la España del Sur, que gracias a la influencia arábiga, sí siente amor hacia las hierbas y las especias.

El acantilado de la esperanza

El tiempo se nos muere 
como una gaviota asustada
en el tejado rojigualda de las lágrimas
cuyo eco retumba 
en el acantilado de la esperanza
en acto de azucarada agonía

El tiempo se nos muere 
como una gacela acorralada
en un mapa hecho de carne y deseo
mientras tu gesto 
desgarrado en la distancia
surca mares infinitos de tristeza
en un barco, varado en medio de la nada

El tiempo fusila el horizonte negro de la desesperanza
ciego de andar 
entre los montes heridos de la sinrazón
sumergido 
en la charca reventada de tu infancia
cuando soñabas 
con un mundo de ranas
y tu suerte 
se inflaba como una amapola de melancolía

jueves, 12 de noviembre de 2009

Lostalé en Tardes de Autor


Con motivo de la visita de Javier Lostalé a Tardes de Autor de Bembibre el pasado martes 10 de noviembre.


Lostalé, autor de La estación Azul y La rosa inclinada, habló sobre lo que él entiende por poesía. “La poesía es vida… y la palabra poética debe encarnarse, ser unapresencia”. "Sólo se puede escribir poesía cuando uno siente la necesidad". Y reivindicó a Vicente Aleixandre y Cernuda como sus maestros, así como a Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. Asimismo hizo referencia a otros poetas, como Gamoneda, Mestre, Luis Alberto de Cuenca o Luis Antonio de Villena, con quienes, además, mantiene una gran amistad. Finalizó su charla diciendo que él piensa a través sobre todo del tacto.

Literatura de viajes (Tardes de Autor en Bembibre)

Este texto lo escribí para Tardes de Autor, cuando me invitó la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Bembibre, en diciembre de 2008. Gracias a Jesús Celemín y a Tomás Néstor Martínez y todos aquellos que estuvieron presentes en el acto.



En la charla o conferencia de esta tarde hablaré de la literatura de viajes. En un principio, haré referencia a aquella literatura de viajes que de alguna forma me ha marcado, y ha influido en mi forma de escribir. Y de paso aludiré a novelas, relatos y películas cuya estructura narrativa es el viaje. En una segunda parte me centraré en el libro Viajes sin mapa, y para finalizar os leeré un relato de viaje, El ferroviario, como no podía ser de otro modo.


Por lo que sea, uno siempre o casi siempre escribe acerca de viajes, incluso cuando hago artículos o columnas de opinión, tal vez porque en el viaje experimentamos la sensación de alejamiento y a la vez acercamiento a la realidad, y nos permite tomar cierta distancia para ver mejor el punto de partida, o para verlo simplemente. El viaje, al exponernos a situaciones en principio desconocidas, nos ayuda a percibir las cosas de otra manera.


Viajar siempre resulta estimulante e instructivo, y ayuda a dejar de mirarnos el ombligo y a quitarnos la caspa. Incluso nos enseña a situar los países en el mapa, y las ciudades en el lugar exacto. Recuerdo que, en uno de mis primeros viajes a Holanda, quería acercarme a La Haya, desde Ámsterdam, pero La Haya no aparecía por ningún lugar. Sólo, después de preguntar e indagar, me di cuenta que ellos dicen y escriben Den Haag. Ahí queda eso.
La Haya-Den Haag. Cuenya


El viaje como medio, y no sólo como fin, porque la vida acaso sea sólo un viaje hacia a la nada, un auténtico viaje, puesto que no hay posible retorno al punto de partida, o sí, quién sabe. A buen seguro esto supone una postura nihilista o atea acerca de la realidad, pero es en lo que creo.


Viajar y contar lo que se ha visto, vivido, sentido me parece algo extraordinario. Y en un mundo en el que se impone la imagen frente a la palabra, la palabra escrita, conviene recuperar esta última para seguir contando, ya sea al amor/calor de un plato de caldo y un vaso de vino, o en compañía de familiares y amigos, como ahora mismo.
Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación, según el escritor Céline. Cuando uno escribe, está inevitablemente ordenando sus ideas, su pensamiento, porque éste se articula a través de la palabra.


Haber nacido en el regazo o en el útero de la Sierra de Gistredo, en un amplio y nutricio valle, como el de Noceda, como me dijo una poeta berciana, aquí presente, da fuerza para caminar por el mundo “adelante”. En cualquier caso, conviene saber que el paisaje es memoria, según Llamazares, y Gistredo es mi memoria.


Cuando era un niño, bien pequeño, me preguntaba qué habría detrás de Gistredo. Sentía una gran curiosidad por saber qué se encontraba tras la montaña sagrada y mítica, donde en tiempos se refugiaron algunos perseguidos durante la inmediata posguerra incivil. Por una extraña razón o sinrazón imaginaba que tras Gistredo estaría Londres, lo que no resulta tan desnortado, porque si siguiéramos en dirección norte, en una línea más o menos recta, se acabaría llegando a Inglaterra. Es probable que fabulara con Londres porque había leído a Dickens y sus novelas, Oliver Twist y David Copperfield. Obsesiones de la infancia, en cualquier caso. En la infancia, cuando se va conformando el individuo, soñaba, casi de forma recurrente, con volar cual si fuera un pajarito. Y es que a uno le gustaría hacerse golondrina y volar adonde haya calor, como diría Cortázar, calor afectivo, añadiría yo.


El vuelo como ideal y principio de libertad. Confieso que se me erizan los pelos del alma cada vez que me subo a un avión. El despegue, sobre todo, me resulta puro éxtasis. Es un buen chute, sin duda. Un viaje alucinógeno o psicodélico que no requiere de ningún tipo de sustancias, sólo las que se procura el propio cuerpo, los neurotransmisores adecuados.
Bien pequeño comencé a leer historias gráficas, Joyas literarias, así se llamaban, entre las cuales estaban algunas obras de Julio Verne, como La vuelta al mundo en 80 días, Cinco semanas en globo, Viaje al centro de la tierra o 20.000 leguas de viaje submarino, lo que me enganchó definitivamente y para siempre.


Luego llegaron Stevenson con La isla del tesoro (y muchos años después Viajes con una burra, Modestine, por tierras francesas), Los viajes de Gulliver, de Swift y algún cuento de Las Mil y una noches, como Sindbad el Marino, y de este modo se despertó aún más mi curiosidad por la aventura y el viaje.


Y como complemento me quedaba hipnotizado cuando escuchaba las historias de los muchos nocedenses que habían emigrado a las Américas, entre ellos, mi padre, que viajó al Brasil en los años 50, o una vecina, casi familiar, que lo había hecho a la Argentina. Entonces, el viaje hacia nuevas tierras se convirtió para mí en una verdadera obsesión. Seguí creciendo al amparo de lecturas e historias que me antojaban deliciosas, y descubrí los libros de viaje de Cela, como el primer Viaje a la Alcarria o Viaje al Pirineo, El Quijote de Cervantes, que es una maravillosa novela de viajes/aventuras.


Ya bien crecidito, durante mi estancia como Erasmus en la ciudad francesa de Dijon, me entregué a las lecturas de Henry Miller, que me recomendó Jessica, una amiga canadiense de Toronto. 
Miller, además de un gran viajero, es sin duda uno de los más grandes escritores que ha dado el siglo XX, que trató de devolver la vida a la literatura. Entre estas obras, aparte de los Trópicos, leí El coloso de Marusi, sobre un viaje iniciático a Grecia, una auténtica revelación. Y de ahí pasé al descubrimiento de la Generación Beat, discípulos aventajados de Miller, como Kerouac y su libro En el camino (On the road), que tanto apasionó a los hippies y que narra un intrépido viaje por todo Estados Unidos, a través de la mítica ruta 66, de Nueva York a Nueva Orleans, Ciudad de México, San Francisco, Chicago y regreso a Nueva York. Alcohol, orgías, marihuana, éxtasis, angustia y desolación, el retrato de una América subterránea, auténtica y desinhibida, ajena a todo sistema. Una crónica cuyos protagonistas, en la vida real y en el libro, fueron Kerouac (Sal Paradise), Neal Cassady (Dean Moriarty), Ginsberg y Burroughs. Algo parecido a lo que nos cuenta Denis Hooper con su Road movie, Easy Reader.


Otros libros que me han influido son Cuentos del desierto y El cielo protector de Bowles, que relata el viaje de una pareja de americanos a Marruecos, un viaje hacia el Sur, sin rumbo fijo, donde el viaje, como dije al inicio, se convierte en un sin retorno, al menos para el hombre, Port. En esta novela, adaptada al cine por Bertolucci, Bowles diferencia lo que es un turista y un viajero. “Mientras un turista se apresura por lo general a regresar a su casa al cabo de algunos meses o semanas, el viajero se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra”.


Esto es lo que hacen los verdaderos viajeros, los nómadas, los gauchos, como nos muestra Ricardo Güiraldes en Don Segundo Sombra, esa novela con sabor picaresco y andante, y con un final antológico: “Me fui, como quien se desangra”, que algún reconocido escritor berciano tomó prestado en una de sus novelas, eso sí, sin hacer referencia a Güiraldes. 
El gaucho argentino como ideal de libertad, como Eduardo Díscoli, a quien tuvimos el gusto de conocer a su paso por Ponferrada, y que lleva más de siete años viajando por todo el mundo acompañado por sus caballos. Algo que me resulta realmente admirable y un modelo a seguir. Esa capacidad de vivir sin generar angustia, siempre en ruta, atravesando fronteras varias, que por lo demás no debieran existir. Por cierto, cada vez que cruzo una frontera, sobre todo por tierra (cuando uno se adentra en un país por avión es diferente), se me encoge el alma. En las fronteras hay mucho teje maneje, y se pueden dar situaciones realmente kafkianas. Como alguna situación que viví al cruzar por tierra, desde Ciudad Juárez, uno de los puentes de El Paso Texas, en USA, o al atravesar en tren la ex Yugoslavia (Macedonia y Serbia- Belgrado) en el año de 1993, en plena guerra balcánica, desde Atenas a Ferencvaros-Budapest, y alguna otra que cuento en Viajes sin mapa: viaje de Amsterdam a París.

Kafka, con su libro El proceso, nos muestra la culpa sin delito, absurda, y nos pre-anuncia los conflictos actuales que vivimos, víctimas de un engranaje perverso del poder burocrático y totalitario.


Otras lecturas reseñables, al menos para mí, son Donde Las Hurdes se llaman Cabrera de Carnicer, El río del olvido de Llamazares, Campos de Níjar y Aproximaciones a Gaudí en Capadocia, de Goytisolo o el Drácula de Bram Stoker, cuyas primeras páginas en forma de diario de viaje, el Diario de Harker, me parecen de una gran belleza y un poder sugestivo, desde su salida de Munich hasta llegar a la Transilvania. Algo que me sigue haciendo soñar despierto. 


El viaje, como estructura narrativa, está presente en excelentes novelas y películas, como Las uvas de la ira de Steinbeck, que nos cuenta cómo una familia pobre se desplaza desde Oklahoma hacia el Oeste, la tierra de promisión, California. Esta novela fue adaptada al cine, con gran acierto, por parte de John Ford.


En casi todo el cine de Fellini, desde La Strada, pasando por La dolce vita, hasta llegar a La città delle donne, está presente el viaje como estructura narrativa. Lo mismo ocurre con el cine de Wenders, desde París, Texas, que en cierto modo, y salvando las distancias, es una revisión posmoderna de La Odisea del ciego y aventurero Homero, hasta llegar a Cielo sobre Berlín o Lisboa story.


No en vano, el director trató de plasmar su propia visión de La Odisea, obra que acababa de leer y que vendría a reforzar aún más su afición hacia el tema del viaje como detonante de un camino interior hacia el autoconocimiento y la aceptación de uno mismo.


La Odisea cuenta, como sabéis, las peripecias de Odiseo (Ulises) durante la guerra de Troya, y cómo acaba regresando al hogar en busca de su amada esposa, Penélope.


París, Texas nos muestra a un personaje en movimiento, que no habla ni recuerda nada. Luego descubrimos que camina en busca de su familia, su mujer y su hijo, donde la palabra, la palabra recuperada adquiere un gran poder, incluso se podría decir que sanador. Y es que el cine de Wenders no sólo intenta buscar la imagen esencial sino la palabra certera con la que se da forma a los relatos.


Casi todas sus películas son road movies, en las que sus personajes protagonistas son extranjeros, emigrantes potenciales, que están siempre en movimiento, decididos a cambiar de vida, en busca de su propia identidad. Al final, no hay ni punto de llegada ni fin de la andanza ni hogar al que regresar. Y la emoción (emotion) parece desprenderse del movimiento (motion).


Algunas películas del maestro Hitchcock, como Alarma en el expreso o Extraños en un tren, hacen uso del tren como metáfora cinematográfica, el viaje en tren como descubrimiento de otros espacios y la percepción de otros tiempos. Si bien el avión me procura éxtasis, el tren me parece un excelente medio para viajar. No en balde he realizado varios viajes Inter Raíl por Europa, alguno de los cuales cuento en Viajes sin mapa.


Tren y cine van juntos de la mano. Uno hace viajar el cuerpo, y el otro el espíritu, pero ambos hacen viajar a la mirada en busca de nuevos horizontes. Un viaje en tren es un hermoso travelling dentro de una película real. Puro cine y pura literatura.


En el fondo lo que más le gusta a uno es la aventura, y luego contarla si uno no se autocensura, porque a través de la escritura nos desvelamos más de lo que creemos, porque creo que toda novela, relato, etc., suele ser autobiográfico, directa o indirectamente, por más que algunos se empeñen en decir que es ficción, invención, fantasía, etc. Para contar algo, que además llegue a los demás, debe conocerse a fondo o sentirlo como propio. De lo contrario puede resultar artificioso, poco o nada creíble, definitivamente nada emocionante. En cualquier caso, uno escribe sobre lo que cree al menos saber algo, y en mi caso acostumbro a hacerlo en primera persona, aunque también he escrito algún relato empleando la segunda y tercera personas.


Como dijo el escritor Torrente Ballester, en una entrevista antes de su muerte, a él le hubiera gustado ser marinero, pero como era enclenque y bastante miope, decidió hacerse escritor para contar lo que no pudo vivir como marinero. Pues vivamos sin mapa, mientras le damos paso a estos viajes por diferentes lugares, que al final acabaron en un libro. Y del que os hablaré ahora, bueno, también os recomiendo que lo leáis.