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jueves, 5 de noviembre de 2009

Argentina, un sueño de infancia

Hace tiempo, mucho tiempo, sentí ganas de acercarme a "la Argentina", ese país que a uno se le antoja extraordinario, incluso sin haber puesto nunca los pies allá, que dirían los argentinos. Es como cuando a Fellini le preguntaron qué opinión tenía sobre Viena, y a él se le ocurrió decir que le gustaba mucho esa ciudad aunque nunca había estado en ella. Parece extraño, mas en ocasiones a uno le gustan cosas, gentes o sitios que no conoce. A lo mejor es que uno viajó a Argentina alguna vez, o en otra vida, y nos quedan esas impresiones. Bromas aparte, creo que este lejano y exótico país (en realidad nos sigue pareciendo lejano y exótico) nos conmueve porque en tiempos fue la morada de muchos españolitos, que escapaban de las garras dictatoriales, la gran casa de todos aquellos emigrantes que viajaban al nuevo mundo en busca de un porvenir, que en España no había. ¿Quién no tiene algún familiar directo o indirecto en la Argentina? Entonces nuestro país era el tercer mundo, el Bierzo tal vez fuera el quinto mundo, y Argentina tenía rostro de primerísimo mundo. Conviene recordar que cuando en nuestro país se vivía en la miseria, Argentina era como un paraíso. El paso del tiempo a menudo resulta nefasto. Y en la actualidad, aunque esta república ya no parezca estar bajo el mando y terror militares, sigue viviendo malos momentos. Delincuencia. Pobreza. Desánimo. Eso se nota en el ambiente. Se respira el descontento entre la población de a pie, que ya no cree en ningún político corrupto (valga la redundancia). No se recompone el país, a pesar de los esfuerzos realizados en los últimos tiempos. De esto podría darnos buena cuenta nuestro amigo, el escritor Eduardo Keudell, que se fue a vivir a Buenos Aires hace ahora un mes y medio. Le deseamos larga vida en la ciudad portuaria. Al fin, pude viajar a "la Argentina" (hace ahora ya algunos años), que en el fondo es como un sueño de infancia. Los sueños no siempre se cumplen. 
Los sueños, como los años en ocasiones, quizá en demasiadas ocasiones, no se cumplen más. Pero esta vez mi sueño se cumplió. Sin embargo, siento que mi paso por este país me dejó contento y triste a la vez. Contento por haber visitado el país y conocido tantas cosas y a gente estupenda, como Alejandro, Jorge, etc. Y triste por algunas personas que conocí, y ya no están más, como Celia Cuenya o Bergara Leumann http://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Bergara_Leumann y tantos sitios que no llegué a conocer. Me enteré, por fortuna, que también viven algunos Cuenya en La Plata, como Abel, el padre de Celia, con quien mantuve contacto, a través de correos, hasta que un mal día, qué terrible, se murió, bien jovencita. 
Vayan por ella estas palabras de recuerdo y afecto. Me hubiera gustado quedarme mucho más tiempo en este país, que me enganchó, pues sólo así se llega a medio-conocer y/o medio-entender la realidad o irrealidad que se vive. 
El tiempo no perdona. Uno acaba siendo desafortunadamente un mártir del tiempo. 
Desde el útero berciano, siento de nuevo ganas por volver a la matria de Ricardo Güiraldes. 
Dejaré sencillamente que fluya mi nostalgia. Si me lo permitís, estimados seguidores del blog, utilizaré el glorioso final de Don Segundo Sombra: Me fui, como quien se desangra.

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