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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Peña Gistredo

La villa del ‘buen vivir’ se convierte, desde hace años, en la capital por excelencia de la alta montaña, con charlas y proyecciones harto interesantes, sobre todo para quienes sentimos devoción por los viajes y en cierto modo la aventura. 
Gracias a la labor de la Peña de Montañeros de Gistredo, que se merece todos los honores -incluido el que le ha otorgado recientemente el Instituto de Estudios Bercianos-, tenemos la ocasión de ver y escuchar a extraordinarios escaladores y escaladoras, capaces de treparse a las cumbres más altas y complicadas de toda la Tierra. Los viajes que nos cuentan, sus salidas a la montaña, nos entusiasman y nos religan una vez más con la aventura como algo estimulante. El viaje como emoción intensa, y la escalada como un modo de confrontarse con la vida en toda su dificultad, el riesgo llevado al límite, incluso más allá, porque donde menos te lo esperas, salta la liebre, pero cuando uno arriesga el pellejo, como estos intrépidos e intrépidas de la alta montaña, adentrándose por entre la nieve, el hielo, las bajísimas temperaturas, la falta de oxígeno, las posibles avalanchas, entre otras inclemencias e inconvenientes, la aventura está servida y el peligro, incluso mortal, está asegurado. No hay vuelta de hoja.

En todo caso, es un placer y un lujo escuchar a estos seres de hierro, y se alegra uno de que Bembibre, sobre todo a través de Eloy Gundín (el cual también se merece un homenaje como figura emblemática de la Peña de Gistredo), nos acerque las experiencias de gente capaz de enfrentarse a tamaños desafíos.
La Peña de Gistredo, que es el club en activo más antiguo de la provincia de León, comienza su andadura –nunca mejor dicho- en los años setenta, aunque unos años antes ya realizaban excursiones por los parajes de la zona, como las cuevas de Castropodame o el Pozo de las Ollas, subiendo por primera vez al mítico pico Catoute a finales de los sesenta. Es precisamente en la Navidad de 1970 cuando los de Gistredo (bello y sugerente nombre) tuvieron la maravillosa idea de colocar el primer Nacimiento o Belén en este mirador de ensueño, a 2117 metros de altitud, desde el que se contempla en todo su esplendor el Bierzo al completo.
Cerca ya del medio siglo de existencia, la Peña de Gistredo, que también ha editado varias revistas, ha realizado ascensiones a cumbres importantes por todo el planeta, desde Picos de Europa, Gredos o Sierra Nevada, pasando por el Mont Blanc hasta llegar al Himalaya o Aconcagua, entre algunos otros.
Larga vida a este club deportivo, que tan buenos momentos nos ha procurado.



martes, 25 de noviembre de 2014

La fragua literaria leonesa: Ricardo Chao

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La Fragua Literatia Leonesa

Ricardo Chao: "Un pueblo que no conoce su historia es imposible que tenga un futuro"

Manuel Cuenya | 25/11/2014

El novelista, historiador, investigador y divulgador Ricardo Chao, autor de 'El encargo del rey', tiene varios libros y proyectos pendientes, todos relacionados con la historia de León.

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Ricardo Chao. Foto: Manuel Cuenya
El novelista, historiador, investigador y divulgador, Ricardo Chao, nos acerca la historia medieval del Reino de León, el estado cristiano más importante de la Hispania de este período histórico durante varios siglos, mediante sus publicaciones como 'Alfonso VI y su reino' o 'El encargo del rey: la crónica perdida del Reino de León'', así como a través de su espacio semanal en Radio León-Cadena Ser. Y de este modo nos ayuda a entender y conocer más y mejor nuestra provincia. Su labor, por tanto, resulta encomiable.
Su obra narrativa, compuesta por algunos relatos, dos novelas y algunos otros textos, se sitúa entre el ensayo y la novela histórica.
Entre sus narraciones, cabe mencionar su aportación al libro colectivo, 'Leyendas de León contadas por...' (Rimpego, 2013), con un relato sobre Bellido Dolfos, un héroe del Reino de León que hasta hace bien poco ha sido injustamente retratado como arquetipo de la traición. "Era la primera vez que me pedían un relato, y me sorprendí disfrutando mientras lo escribía. Además me apetecía mucho, porque es muy diferente lo que nos cuentan las crónicas de la época que la manoseada historieta que nos han vendido siempre".
Una buena parte de su obra ensayística figura en su estupendo blog "Corazón de León", que tiene un gran tirón. Pero Ricardo, que es un apasionado lector, no se queda sólo en su faceta investigadora (que no es poco) sino que se revela como un creador literario porque, tanto en sus relatos como en la parte de ficción de su novela "El Encargo del Rey", se ha empleado a fondo con su imaginación, plasmando sensaciones y situaciones inventadas, como la crónica del monje benedictino fray Martino del monasterio de San Salvador de Torío, aunque siempre intentando ser fiel a las circunstancias históricas.
"Difícilmente puede encontrarse una provincia tan diversamente hermosa como la leonesa".
Orgulloso de su tierra, Ricardo, aunque naciera en la ciudad de León, vive desde  hace unos años en Veguellina de Órbigo, donde disfruta del entorno y la tranquilidad de la Ribera. Un punto estratégico, muy bien situado –asegura él- para continuar explorando la provincia de León, porque en una hora puede llegar a La Cabrera, El Bierzo, Laciana, Maragatería... "Los leoneses somos unos privilegiados geográficamente hablando, porque difícilmente puede encontrarse una provincia tan diversamente hermosa como la nuestra".
También desde Veguellina se siente próximo a unas cuantas comarcas zamoranas y a su cada vez más querida Tierra de Miranda. En este sentido se siente marcado por los paisajes y por los paisanajes, sobre todo de la provincia de León y Cáceres; y en menor medida, Asturias, Zamora y Salamanca. Y le gusta imaginar estas zonas a la hora de buscar un marco geográfico y humano.
Como devoto de las tradiciones y la lengua leonesas, Ricardo, que pertenece a la Asociación Faceira, cree que contamos con un buen elenco de narradores, poetas o periodistas a resultas de que estamos muy marcados por la tradición oral. "En León nos gusta mucho contarnos cosas e historias entre nosotros, y el siguiente paso lógico es inventarlas y ponerlas por escrito". Sin embargo, es consciente de que, aunque nos sobra Historia, "y por lo general también nos sobra la ignorancia sobre nuestra propia historia", debería haber muchos más historiadores leoneses.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Antonio Agudelo


El poeta cordobés Antonio Agudelo, que escribe con su propia sangre, esto es con Luz, ritmo y espiritualidad, presentará su último poemario, ‘El mundo líquido’ (Ed. Celya), en el Ateneo Varillas de León el miércoles 26 de noviembre. No se lo pierdan. Será una ocasión estupenda para acercarse a uno de los grandes poetas del panorama nacional actual.
Agudelo, que siente admiración por algunos poetas leoneses como Gamoneda, Mestre, Colinas, Salvador Negro o Felipe J. Piñeiro, lleva en sus entrañas la poesía, una forma de decir esencial, que nos ilumina con su Luz, como manifestación de la pureza, tan necesaria en estos momentos de oscuridad. Asimismo, nos adentra en las profundidades del ser y nos revela los secretos del Eros/Tánatos, cara y cruz de una misma moneda. “Tal vez morir, si he de morir, no sea más/ que abrir los ojos en los brazos del Amor”, dice el poeta en ‘Madre’, uno de los significativos poemas que conforman ‘El mundo líquido’. En su caso poesía y vida están fundidas, como el amor y la muerte. Y sus poemas están vivos, son energía inconsumible y palabra en el tiempo.

De la mano del magnífico poeta leonés Felipe J. Piñeiro, el autor andaluz nos mostrara su ‘mundo líquido’, cuyo título podría haber sido ‘La vida líquida’ o ‘La rosa líquida’, como símbolo del fluir poético y existencial, ese que nos lleva por el río-barco de la vida hasta el fondo del mar-alma, con el agua como elemento vital, en cuya singladura podemos sumergirnos en nuestros sueños, explorar los misterios del universo (como señala su prologuista, Nelson Jiménez Vivero), a la vez que religarnos con nuestros ancestros, con lo sagrado, haciéndonos sentir también el viento, el fuego y la tierra, porque su poesía es vida, despojada de todo artificio, y un antídoto contra el dolor, el mal y la muerte.
Lezama Lima, Dante, Gelman, Valente, Keats o Ginsberg aparecen en ‘El mundo líquido’ a través de la voz de Agudelo, quien confiesa que escribe para no perderse y estar a salvo de la muerte, para luchar, como buen Quijote, contra los poderes injustos, contra el viejo fascismo, siempre en favor de la dignidad humana, por un mundo más sólido, donde no exista tanto sufrimiento y tanto caos.
Ojalá, estimado Antonio, los estudiantes y la clase obrera hagan girar, con sus bicicletas, el mundo, como en tu ‘Canción del visionario’. En todo caso, la fuerza de tus poemas, incluidos tus haikus, que son esencia de la vida y del lenguaje y de la muerte, nos ayudarán a entender más y mejor este mundo líquido en que vivimos. “Ciudad soñada/ Cuando un sueño nace,/ Cambia el Universo”. Seguiremos soñando.



martes, 18 de noviembre de 2014

La fragua literaria leonesa: Gabriel Oca Fidalgo

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La Fragua Literatia Leonesa

Gabriel Oca Fidalgo: "La literatura ha sido el encofrado de mi alma"

Manuel Cuenya | 18/11/2014

El narrador Gabriel Oca Fidalgo, autor de 'Ansiedad', está escribiendo una novela de ficción a la que espera darle carpetazo y verla publicada

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Gabriel Oca Fidalgo. Foto: Manuel Cuenya
Autor de las autobiográficas 'La carretera muerta' -en realidad una colección de relatos- y 'Ansiedad', basadas en su propia experiencia con las drogas y encuadradas dentro del llamado realismo sucio, Gabriel Oca Fidalgo dice estar marcado, más que por su tierra leonesa, por la nostalgia de lo vivido -aunque "la nostalgia puede llegar a ser peligrosa si se escarba demasiado en ella, si te regodeas demasiado con tiempos pasados que nunca volverán"-, que fue en León, pero "pudo haber sido allí", aclara este narrador que ha leído, aparte de a Julio Llamazares, a gente de su quinta, como Vicente Muñoz Álvarez, Xen Rabanal, "el otro Julio", en referencia a Julio César Álvarez, "pasa que estos no están en el circuito", señala Gabriel, que reconoce que la literatura es su vida, la cual le sirve como catarsis, como terapia.
Además de algunos autores leoneses, Gabriel se siente deudor de Dostoievski, que "es dios", y otros grandes de la literatura como Céline o Bernhard, aunque también Bukowski, Kerouac o Fante. Y por supuesto nuestros Cervantes y Quevedo. Asimismo, recuerda 'El Víbora' como una de sus fuentes de inspiración. Y muestra su descontento ante los Ken Follet por un lado y los Raúl Núñez por el otro. "Lo demás es enredar, encabronarse, quedarse con ganas de ligar la antorcha y montar una hoguera guapa, de esas que no se apagan".
La literatura ha sido –asegura- su enseñanza y el pilar de su cultura, "el encofrado de mi alma. Sin ella, la vida no tendría sentido, no sería lo mismo, no sé siquiera si estaría aquí". En este mismo sentido, está convencido de que la lectura es imprescindible para escribir de un modo literario, porque no cree que nadie se ponga a escribir sin haber leído antes, "y leído mucho... Creo que es imprescindible, que sientes primero esa pasión por la literatura y que llegado un momento hay algo que te empuja a escribir, tus vivencias, el simple hecho de experimentar.... Pero sin haber leído antes no lo veo factible".
http://www.ileon.com/cultura/045778/gabriel-oca-fidalgo-la-literatura-ha-sido-el-encofrado-de-mi-alma

viernes, 14 de noviembre de 2014

Premio Leteo

El Club Leteo, a través de su artífice y cabeza visible Rafa Saravia, lleva años concediendo este premio, que ha traído a la ciudad de León a algunos de los más grandes narradores y poetas, tanto del panorama nacional como internacional, desde el entrañable poeta brasileño Ledo Ivo, cuyo influjo en el Premio nacional de poesía Mestre ha sido notable, hasta Houellebecq, el chico terrible de la nueva literatura francesa, por citar tan sólo a unos pocos, que a uno le parecen de gran interés. Y este año el premio será para el escritor napolitano Erri de Luca, cuyos libros, al menos los últimos, han sido traducidos al castellano. No obstante, y pesar de tratarse de un escritor con una larga y exitosa trayectoria profesional, creo que su literatura no es muy conocida en nuestro país. Esa es mi impresión al respecto.

Reconozco que fue la berciana Álida Ares, que en estos momentos está en Irlanda -en concreto en condado de Galway, donde se rodara ‘El hombre tranquilo’ de Ford-, quien me habló de este intelectual, que dirigiera el movimiento de extrema izquierda en Roma, apasionado de la montaña, afición que comparte con su amigo Mauro Corona, escritor cuyos libros -léanse ‘Fantasmas de piedra’ o ‘El final del mundo equivocado’-, han sido  traducidos al castellano precisamente por Álida Ares, que imparte clases en la Universidad italiana de Trento.
          Cuenta el autor de ‘Los peces no cierran los ojos’, que comparte con Mauro Corona no sólo su gusto por el alpinismo, sino su forma de estar en el mundo (ambos tienen casa en Erto, en el valle de Vajont), su escritura, que para él es un modo de habitar de nuevo.
Comprometido con las causas humanitarias, como hiciera en los Balcanes como conductor voluntario de camiones, Erri de Luca cree en la revolución como una necesidad por la cual las personas estén dispuestas a arriesgar su propia vida, su libertad, para cambiar la realidad actual. Pero hoy, al menos en Europa, estamos aletargados. Y las manifestaciones de indignación, tanto en España como en Italia, no están por la labor de subvertir el poder político existente. Son movimientos leales con la democracia, el Estado y la autoridad, que no tienen ninguna posibilidad de ser escuchados ahora. En cambio,  está convencido de que el XX fue un siglo revolucionario en Rusia, China, India, aparte de algunas otras revoluciones en África y América Latina. Un siglo que derribó los imperios coloniales y las tiranías.
De Luca recogerá el Premio Leteo el 20 de noviembre en la ciudad de León y será una buena ocasión para acercarse a verlo, charlar con él y conocerlo un poco más.



miércoles, 12 de noviembre de 2014

La pianista, de Haneke

El viernes 14, a las 20h15, cita con La pianista en el Benevívere de Bembibre. Os esperamos.

‘La pianista’ (2001) es una película del realizador austriaco, nacido en Alemania, Michael Haneke, uno de los más grandes directores de cine de las últimas décadas. O esa es al menos mi impresión. 
Desde que viera por primera vez su ‘Funny Games’ (que luego he podido ver en varias ocasiones), me quedé flipado con su modo de hacer cine. Me interesa lo que cuenta y cómo lo cuenta. Resulta demoledor, una auténtica bomba de relojería.
Buen conocedor de la filosofía y la psicología, también de la música, Haneke sabe ahondar en la condición humana, en sus bajos fondos, en el subconsciente y por supuesto en una sociedad contemporánea enferma, amparada en la música clásica, de modo que nos muestra todo eso de un modo magistral a través de sus puestas en escena, deudoras en gran parte del mejor Antonioni y el mejor Bergman, con tempos suspendidos, con la dilatación del tiempo, con ese modo pausado y reflexivo que nos invita a recrearnos en la violencia psicológica, a menudo sugerida, en los trastornos del ser humano. 
Haneke nos hace pensar y nos remueve las entrañas.

Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2013, Haneke, que se ha convertido en un director de culto, consiguió el Óscar a la mejor película de habla no inglesa y la Palma de oro en Cannes en 2012 por 'Amor'. Aunque su gran éxito fue sin duda 'La pianista', con la que ganaría asimismo el prestigioso Gran Premio en el Festival de Cannes de 2001, cuyos protas Magimel (Walter) y Huppert (Erika) también se alzaron con los premios al mejor actor y mejor actriz.

‘La pianista’, que está rodada en francés aunque se ambiente en Viena, nos cuenta una historia terrible, un melodramón, impregnado de violencia psicológica y física y descargado de romanticismo, entre una pianista trastornada y su alumno, también desequilibrado, que se siente locamente enamorado de su profe. Un amor que se resuelve en pura locura, en violación. Y, como ocurriera con sus anteriores pelis, Haneke vuelve a hacernos pensar y  sacarnos de nuestro letargo con esta obra cuyos personajes resultan escalofriantes, sobre todo la actriz francesa Isabelle Huppert, que nos sobrecoge con su creíble y conmovedora interpretación, con su fría y turbadora imagen, con esas secuencias en las que la vemos por ejemplo cortándose con una cuchilla de afeitar, esnifando el semen impregnado en un moquero en la cabina de un sex shop y maltratando física y emocionalmente a sus alumnos. A este dúo interpretativo habría que añadir la actuación de la actriz Annie Girardot (conocida sobre todo por su interpretación en ‘Rocco y sus hermanos’, de Visconti), papel en principio pensado para otra diva del cine francés, Jeanne Moreau.
Girardot, en su rol de madre castradora de Huppert (Erika), a la vez que adicta al alcohol y la tele, también nos inquieta y nos provoca terror. Su relación con su hija es insana, enfermiza. Y nos sentimos asfixiados, oprimidos como espectadores cuando se nos muestra el espacio en que viven ambas, incluso duermen juntas, sin ningún tipo de privacidad.

       Basada en la novela homónima de Jelinek, que fuera Premio Nobel de Literatura en 2004, Haneke construye un guión brutal, en la que no deja títere con cabeza, en el que nos da cuenta de una sociedad hipócrita, fría y calculadora, que tras su educación formal y exquisita, incluso en el terreno musical (sobresale en la peli la música de Schubert, y Schumann), esconde un serio trastorno de personalidad, para más inri autodestructivo, que es lo que apunta sobre todo el personaje interpretado por la genial Huppert, ejemplo de esa escisión cuasi psicótica entre una violenta represión y un irreprimible deseo salvaje (con su voyeurismo, con su sado-masoquismo…), que nos muestra a través de su pose gélida alterada por sutiles parpadeos de nerviosismo, leves gestos que nos la muestran en toda su grandeza interpretativa.
La iluminación fría, acorde con los personajes, y el uso de claroscuros, que contrastan de un modo intenso con la acción de los protagonistas, es uno de los aspectos característicos de esta peli, en la que la música también cumple un papel decisivo a la hora de crear atmósferas. Pero lo que da fuerza a este drama psicológico, de corte sexual, son las interpretaciones de los personajes principales, incluida Girardot. Y por supuesto la dirección de actores a cargo del psicólogo y realizador Haneke.
Lo que resulta desesperanzador es que ni siquiera la música, la belleza y pureza de la música clásica, el arte sublime por excelencia, parece salvarnos de nuestras miserias y perversiones. 
Qué desolador. 

martes, 11 de noviembre de 2014

La fragua literaria leonesa: José Enrique Martínez


LA FRAGUA LITERARIA LEONESA 

José Enrique Martínez: "Gamoneda y Colinas son dos grandes poetas, aunque sean muy diferentes"

Publicada inicialmente en ileon: 
Manuel Cuenya | 11/11/2014

El Catedrático de Literatura y crítico literario José Enrique Martínez, autor de 'Voces del Noroeste. Capítulos de Literatura berciana', está escribiendo algunos cuentos, que se publicarán en un libro en el que colaboran varios autores de León; y otros relatos en un librito semejante  en Galicia.



 Doctor en Filología Románica por la Universidad de Oviedo y Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de León, José Enrique Martínez es asimismo crítico literario, autor de dos poemarios, 'Al aire de tu vuelo' y 'Ciclos de amor y viento', y un estudioso de la literatura española, sobre todo de autores de origen o parentesco leonés, debido fundamentalmente a sus circunstancias vitales, entre las que cabe mencionar el hecho de que lleve casi treinta años haciendo crítica, reseñas de poesía, en el suplemento 'Filandón' del 'Diario de León'.
Y, en este sentido, José Enrique completa su labor como profesor de Literatura con la de crítico literario ofreciendo estímulos a su alumnado para la lectura, "para esa segunda vida que uno puede vivir leyendo 'Guerra y paz' de Tolstoi o 'Los enamoramientos', de Javier Marías". La lectura como base fundamental tanto para la docencia como para la crítica literaria, que exige, antes que otra cosa, "mucha lectura previa y una finalidad que destacó en su día Lázaro Carreter: el análisis de cualquier mensaje que recibimos, lo que supone ser exigente y lúcido para distinguir lo que es aparente, falso o simulado de lo que es verdadero".
"Ramón Carnicer era un hombre impecable e implacable y un escritor de una precisión y corrección extraordinarias; pero acaso lo que más haya admirado en él sea la autenticidad de lo que pensó y escribió".
"Muchas veces me viene el recuerdo de Crémer a la mente y no otra cosa siento cerca que su humanidad y su palabra recia y calurosa".
Si bien José Enrique ha hecho y sigue haciendo muchas críticas literarias sobre la literatura que se escribe en la provincia leonesa, lo que le importa es la excelencia narrativa o poética, ya se trate de un escritor leonés o murciano. "Ahora bien, si coincide que los escritores de la tierra sostienen esa alta calidad de que hablo, mejor que mejor", matiza el autor de 'Voces del Noroeste. Capítulos de Literatura berciana', cuyo último artículo publicado, en la revista 'Ínsula' hace un par de meses, es sobre la poesía de Andrés Trapiello. "Pero también he escrito artículos críticos sobre Cernuda, Pablo García Baena, Carvajal, Cuenca, Botas, etc.".
Hay tres autores leoneses en concreto con quienes José Enrique ha tenido mucha afinidad y a quienes les ha dedicado varios estudios. Uno era Crémer, sobre quien realizó su Tesis doctoral, a raíz de la cual pudo iniciar una amistad que le honra, "muchas veces me viene su recuerdo a la mente y no otra cosa siento cerca que su humanidad y su palabra recia y calurosa".
Crémer, según José Enrique, fue puente de unión con la poesía de anteguerra, con la poesía del otro continente y con la poesía en otras lenguas. "Fue mucho más, pero con eso basta en este momento".
Otro era Ramón Carnicer, a quien le ha dedicado muchos afanes críticos; y ahora mismo tiene un libro en imprenta sobre él, 'Carnicer, el viaje de la palabra', que no tardará en salir; "era un hombre impecable e implacable y un escritor de una precisión y corrección extraordinarias; pero acaso lo que más haya admirado en él sea la autenticidad de lo que pensó y escribió". Y el tercero es Antonio Colinas, con quien José Enrique mantiene una fervorosa amistad. "Puedo decir que es el poeta que mejor conozco, y al que he dedicado buena parte de mis afanes críticos en los últimos veinte años". No obstante, también siente devoción por otros escritores de la tierra como Panero padre, Antonio Pereira, "con su gracia y su finura", Gaspar Moisés Gómez, Mestre, entre otros, "y escritores de allí, como Antonio Carvajal, amigo y diestro y hondo poeta, por no seguir citando otros nombres".

José Enrique Martínez. Foto: Manuel Cuenya

jueves, 6 de noviembre de 2014

Entre la fiesta y el velorio



Ahora que se celebra el mes de muertitos y muertitas así como el centenario de Octavio Paz, uno de los grandes pensadores del siglo XX, me apetece darle vuelo y rueca a la santidad y la muerte, con la consiguiente reseña al menos a una parte de la obra de este narrador y poeta, ensayista y diplomático mexicano, al que hace unos días nomás la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ) le dedicaba su altar de muertos, él que tanto y tan bien escribiera sobre ‘Todos los santos y el Día de muertos’.
A Octavio Paz me lo descubrieron en su país, allá por los años noventa. Nada más aterrizar en el aeropuerto Benito Juárez, ya me estaban obsequiando un libro suyo, ‘El laberinto de la soledad’, imprescindible para entender ese país, tan cercano y tan lejano, que tuve la ocasión de conocer tantito, por dentro y por fuera, habida cuenta de que viví allí durante algún tiempo. Lo que nos muestra Paz en su ensayo original, al que añadió ‘Postdata’ y ‘Vuelta a El laberinto de la soledad’, es sabroso como el mole poblano o el atole. Pura esencia mexica. Un análisis lúcido y emocionante sobre una tierra que se me antoja surrealista, tal vez por eso los surrealistas, entre otros Bretón o Artaud, sentían devoción por la misma. Pero ‘ahorita’ quiero centrarme en este libro en concreto del Premio Nobel y Premio Cervantes mexicano, que por lo demás nos dejó una obra inmensa, en tamaño y en calidad. Las máscaras mexicanas, la Malinche, la Conquista, la Independencia y la Revolución, la dialéctica de la soledad o el Día de muertos, entre otros asuntos, impregnan las páginas de este texto.


Cuenta este colosal ensayista que cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias (algo que acaso heredaron de su matria española), que les permite, a la mexicanidad andante, abrirse al exterior, incluso de un modo desgarrador, descargando su alma. En ocasiones, muchas veces (me atrevería a decir) la fiesta acaba mal: con riñas, injurias, cuchilladas y balazos. Pero eso también forma parte de la su fiesta, que es una ‘Revuelta’, un regreso a un estado remoto, presocial, porque “la noche de fiesta es también noche de duelo”, y porque vida y muerte son dos caras de una misma realidad. En realidad, la ‘pelona’ (festejada con huesitos y calaveras de azúcar como si fuera su gran amor) no les asusta porque la vida les ha curado de espantos. “Allá en mi León Guanajuato/ la vida no vale nada”, como dice la canción. “Entre la fiesta y el velorio… Nuestra impasibilidad recubre la vida con la máscara de la muerte”, remata Octavio Paz.

Guantanamera




‘Guantanamera’, que toma el título de una conocida canción cubana, es una coproducción hispano-cubana-alemana, dirigida por Tomás Gutiérrez Alea, alias Titón y codirigida por el escritor y guionista Juan Carlos Tabío*, en la que intervienen algunos de los mejores técnicos españoles: José Nieto (música), Hans Burman (fotografía) y Carmen Frías (montaje).
*Conocido por su estupenda peli, ‘Lista de espera’.
Es la última película que dirigió Titón, porque se murió relativamente joven debido a un cáncer.
Tanto Titón como Julio García Espinosa (además de Birri y el Nobel de Literatura García Márquez), todos ellos formados en el Centro Experimental de Roma, y por tanto hijos del neorrealismo italiano, sientan las bases del Nuevo Cine Latinoamericano y crean la Escuela de Cine de San Antonio de Los Baños en Cuba, en cuyo exterior se les ve inmortalizados a través de una escultura.
Titón y Julio García Espinosa producen ‘El Mégano’ en 1955, un documental que denuncia las condiciones de los carboneros en la costa sur de Cuba. Considerado como precursor del llamado cine revolucionario.
Avalado por varios premios y distinciones, Titón es uno de los mejores directores del cine cubano con películas como ‘La muerte de un burócrata’ (1966), que tanta influencia ejerce en ‘Guantanamera’; Memorias del subdesarrollo (1968) o la exitosa ‘Fresa y chocolate’, “la película que sintetiza con más veracidad el espíritu crítico que caracteriza al cine de Alea al abordar un tema tan complejo como la homofobia” en la sociedad cubana.
El Malecón de La Habana

Guantanamera, que también recibió algunos premios, es una ‘road movie’ con una trama de amor y muerte en una Cuba llena de paradojas. De Guantánamo a La Habana, su director nos conduce por una carretera increíble, en la que, como espectadores, nos vamos encontrando con situaciones verdaderamente surreales o reales como la vida misma, la que acontece en la Isla castrista. Asistimos a un recorrido ‘funeral’ hasta llegar a la monumental y bella Necrópolis de Colón de la capital cubana.
El guión lo firman Eliseo Alberto, Premio Alfaguara 1998 con la novela ‘Caracol Beach’, además de Gutiérrez Alea y Tabío.
Se trata de un viaje delirante, a través del cual podemos ver la situación económica de la Cuba de esa época, que por lo demás sigue siendo casi igual, en penuria y falta de medios. Sin embargo, su director llegó a confesar en alguna entrevista que el cine no consiste en retratar la realidad simplemente, sino en crear nuevos significados. Y ‘Guantanamera’ no sólo retrata la realidad de un país sino que nos ayuda a penetrar en un mundo que se me antoja difícil de entender, aunque uno viaje allá como turista, porque Cuba, por sus circunstancias políticas, es un país peculiar.
La película es arriesgada, porque hace una dura crítica social, sin embargó pasó la censura, tal vez porque Titón era, a pesar de todo, simpatizante del sistema revolucionario. En todo caso, tanto Alea como Tabío abordan la película con extraordinarias dosis de humor negro, desde la burocracia  o la misma muerte (representada a través del personaje de Yoyita y una niñita rubia de rizos) a temas como el exilio, la situación de la mujer cubana o las circunstancias económicas de Cuba.
La burocracia está representada por Adolfo, un ‘comemierda’, un tipo sin escrúpulos, capaz de vender a su madre (o de cambiar de vehículo  para ahorrar dinero y combustible) para seguir enganchado al sistema. Cuenta Andrés Fernández Rubio, en El País 29/8-1995, que  “Gutiérrez Alea parodia la burocracia cubana”.
Gina (interpretada por Mirtha Ibarra, la mujer de Titón, con quien tuve la ocasión de coincidir en un avión de La Habana a Madrid) representa la ambivalente situación de la mujer en Cuba. Por un lado, es profesora de Universidad pero no ejerce su profesión porque su marido Adolfo prefiere que sea ama de casa. Un personaje con ideas propias pero que no puede ponerlas en valor por falta de libertad, esclavizada como está a su burócrata. Aunque el amor de su exalumno Mariano le dará fuerza para rebelarse.
Mariano (Jorge Perugorría) es un seductor que estudió ingeniería pero trabaja como camionero porque le da más dinero. Se enamoró de Gina cuando ella era su profe.
Alea, Birri, García Márquez y Espinosa en la Escuela de San Antonio de Los Baños-Cuba

Ramón. Es el compañero de trabajo de Mariano. Pero su vida es un poco más discreta.
Cándido. Es un músico anciano que vive solo con sus recuerdos y a la espera de la llegada de su amada Yoyita quien dejó Cuba hace cincuenta años. Reflexiona mucho sobre la muerte y está muy afligido por la forma como está siendo transportado el cadáver de su amada.
Estos son algunos de los más representativos, aunque hay algunos otros que resultan verdaderamente interesantes. Como el personaje que encarna el gran actor Luis Alberto García.
Incluso en la actualidad no resulta fácil para un cubano o cubana abandonar la isla, salvo que les otorguen un permiso especial, algo que suelen concederles a los artistas, siempre que sean afines al sistema, o al menos no incomoden mucho. Y tampoco se lo ponen nada fácil a quienes viven en Estados Unidos, cuando desean regresar a su tierra. Los Comités de la Defensa de la Revolución y aun la policía siempre están al acecho. Y un mínimo desliz les puede costar muy caro a quienes se salgan de las veredas.
La peli está contada de forma lineal, con un uso magnífico de símbolos, desde la niña rubiecita que representa la muerte, pasando por la lluvia, que es símbolo de limpieza y una nueva vida, entre algún otro.
El detonante e hilo conductor es el entierro, si bien se narran dos historias paralelas: la de los camioneros y la del cortejo fúnebre, ambos en una misma dirección. Tanto unos como otros se cruzan con frecuencia originando situaciones cómicas y aventuras divertidas, a pesar de las adversidades. La música, consustancial al ritmo cubano, sirve para enfatizar los estados anímicos de los personajes, con sus relaciones amorosas, sus penurias económicas y su inserción en un sistema ideológico contradictorio. Asimismo, la peli hace referencia a la santería propia de la isla.

El final se me antoja abierto y tal vez esperanzador porque el burócrata se queda sólo en el cementerio, sólo con la Muerte, a la vez que comienza a llover, y Gina lo abandona para encontrarse con Mariano, quien la sube en su bici para alejarse ambos, acaso por el camino de la felicidad.

martes, 4 de noviembre de 2014

La fragua literaria leonesa: Casimiro Martinferre



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La Fragua Literatia Leonesa

Casimiro Martinferre: "En el Quijote bullen todos los universos reales y ficticios"

Manuel Cuenya | 04/11/2014

El narrador y fotógrafo bembibrense Casimiro Martinferre, autor de 'Manuscrito de los brujos' está maquinando hacer una recopilación titulada 'Flores para mi funeral', cuadernillo un tanto macabro compuesto de fotografías experimentales más texto.

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Casimiro Martinferre. Foto: Manuel Cuenya.
Verás lo que ya no existe, palparás un aire como hecho de cuarzo. Contemplarás cavernas de luz, amaneceres negros. Atravesarás peñas cual si fueran blanda niebla. Conocerás los aullidos del silencio, el avance de sombras aplastantes. Escucharás plegarias atendidas y rezos evaporándose. Al atardecer, de rodillas, suplicarás tu propio nombre. Ven, sígueme, que nada sé, pero saciarás la sed en ríos de ceniza.
Así, de este modo tan poético, se expresa Casimiro Martinferre en su 'Manuscrito de los brujos' (primera parte), que le dedica a las pinturas rupestres que yacen en los remotos valles del Bierzo, como Librán o San Pedro Mallo.
Originario de Bembibre, Casimiro Martinferre es un autor que ha explorado las montañas de su tierra como nadie, siempre en busca de sí mismo -en el fondo de sus semejantes, de sus antepasados-, porque en su opinión, para lo único provechoso, que sirve viajar, es para conocerse uno a sí mismo, "y a fin de cuentas siempre te llevarás un chasco", matiza con cierto desencanto este narrador berciano, amante de la Naturaleza, arraigado a su terruño, aunque reconoce que su entorno sufre un gran maltrato.
Su labor -en realidad y nada más lejos de su intención-, nunca ha sido la de describir rutas de montañas, porque es consciente de que nunca ha consignado distancias en kilómetros u horas de reloj, sino más bien sentimientos. Su intención siempre fue dejar constancia de los hombres y mujeres que habitaron y habitan estas duras tierras, de sus trabajos, sus miedos, alegrías, tradiciones. "A pesar de todos mis reparos, el caso es que tengo fe en el hombre, el mismo que ha convertido las montañas y páramos leoneses en un estropajo".

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