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miércoles, 30 de octubre de 2019

Noche de ánimas en Villalfeide

Ánimas, ánimas benditas, ánimas en pena, ánimas del purgatorio, almas buenas, almas puras (si es que existe la pureza), almas que han sido y serán, almas que somos y seremos. 
"Ánimas benditas, rezo", esto se decía antaño en los pueblos, al menos en mi útero de Gistredo se decía esto. 
Si no tenías para dar un donativo para las ánimas benditas (o sea, para la sacro-santísima iglesia), entonces proferías la palabra 'rezo', y así, con un poco de suerte, te librabas de apoquinar.
Tiempos medievales, con los que llegamos a convivir incluso quienes naciéramos a finales de los sesenta, cuando la religión católico-apostólico-romana imponía una forma de vida a sus fieles. Y todo giraba en torno a la misma. 
Todos y todas derechitos/as por la senda de fe, apartados de todo pecado y sobre todo de toda lógica filosófica, de toda ciencia, de todo aquello que arroja luz sobre las sombras de un mundo en tinieblas y vuelto del revés, acaso porque nos han mostrado que hay vida después de la muerte, cuando lo que habría que plantearse es si realmente hay vida antes de la muerte, a tenor de lo que ocurre en casi todo el orbe, porque nacer pobre (algo por lo demás habitual en América, Asia o África... también podríamos incluir a Europa y Oceanía... y hasta el congelado continente antártico) es una gran cabronada. Nacer pobre y vivir con el espantajo de la ignorancia y el miedo, factores que nos acaban convirtiendo en auténticos esclavos al servicio del sistema antropófago que nos maneja y domina a su antoja. Pero hoy, aquí, no he venido para soltaros estas reflexiones, sino para poner en valor esta tradición de ánimas, este maravilloso espectáculo o teatro de la vida y la muerte. 
Vanesa Díez
La vida es un gran teatro. Y esto de las ánimas también. Así que que lo celebraremos por todo lo alto, como espectáculo que es, en el pueblo de Villalfeide, en la montaña central leonesa, este próximo jueves día 31 de octubre, gracias a la maestra y escritora Vanesa Díez (a quien me une el afecto de la amistad).
Gracias a ti, amiga Vanesa, podremos darnos cita en tu pueblo de adopción algunas personas (imagino que el pueblo estará ese día hasta los topes) para contemplar esa noche iluminada de ánimas, esta güeste.
Allí estaremos el tío Ful (que hoy mismo mismo nos ofrece su reseña en La Nueva Crónica: https://www.lanuevacronica.com/acorralando-al-halloween), el escritor Ángel Fierro (a quien hace tiempo que no veo) y este servidor de ustedes, almas puras, para festejar la vida en vida (eso quiero creer), para recordar a nuestras ánimas. 
Bar de Villalfeide
Tenía prevista la lectura de un poema del gran Poe (tal y como me había sugerido Vanesa) pero al final he decidido poner algo de mi cosecha, acaso porque uno podrá respirarla y sentirla como propia. 
Nos vemos y nos sentimos en Villalfeide (donde espero estar por segunda vez en mi vida). 
Ci sentiamo, que dicen en la bella Italia. 

La fragua literaria leonesa: Camino Pastrana

LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Camino Pastrana: “Escribir y leer son dos actividades muy relacionadas con la inteligencia”

La periodista y narradora Camino Pastrana, autora de 'Espuma de cerveza y mar', está en estos momentos con la promoción de su libro (le gustaría presentarlo en León). Y cuando tenga material suficiente volverá a intentar publicarlo.

Camino Pastrana
Manuel Cuenya | 30/10/2019 - 08:27h.
Licenciada en Periodismo, Camino Pastrana ejerce este oficio en diferentes medios. Y recientemente ha publicado su ópera prima 'Espuma de cerveza y mar', que es, en su opinión, un libro muy humilde, muy sencillito. Lo que no quiere decir, ni mucho menos, simple, porque se nota a la legua que Camino está entrenada en el manejo de las letras, de las palabras, a resultas de su profesión, sin duda. Y además se percibe sensibilidad y vena poética en su escritura (léase asimismo su blog).
Se trata de un volumen de relatos, una obra muy intimista, asegura su creadora, aunque a ella le gusta, como a todo escritor/a, que sean los lectores/as quienes juzguen, quienes digan lo que les ha parecido, porque, en definitiva, la escritura tampoco tendría mucho sentido (o sí) sin lectores. Me atrevo a decir que sí podría tener sentido la escritura, aun sin lectores, porque ésta puede cumplir nomás una función balsámica, catártica, salvífica, curativa y/o terapéutica para quien escribe.

miércoles, 23 de octubre de 2019

La fragua literaria leonesa: Carlos García Valverde


LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Carlos García Valverde: “No conozco a nadie que haya llegado a ser un escritor solvente sin haber sido un ávido lector”

El polifacético Carlos García Valverde, autor de 'Como un pájaro extraño', entre otros libros, continúa escribiendo y presentando sus obras a cuantos concursos están a su alcance.

Premio Gerald Brenan-Carlos García Valverde
Manuel Cuenya | 23/10/2019 - 09:03h.
Narrador, dibujante, ilustrador, Carlos García Valverde es autor de libros como 'La hierba bajo la nieves' o 'Como un extraño pájaro', obras que ha publicado, en su opinión, a partir de relatos con los que previamente había logrado algunos premios literarios.
Respecto a 'Como un pájaro extraño', su más reciente volumen editado en este año de 2019 por Eolas, que comanda el leones Héctor Escobar,  está conformado por "una docena larga de relatos... bastante dispares, y a menudo alejados entre sí, tanto en sus temáticas como en sus épocas de creación, lo que, a mi juicio, proporciona diversidad, amenidad y colorido a toda la obra", que fueran premiados tanto en certámenes literarios nacionales como internacionales. Por consiguiente, cuentan con el respaldo o legitimación suficiente, según su autor, para que, al menos, "el libro haya tenido la oportunidad de ver la luz y demostrar sus bondades al ocasional lector".
'Como un extraño pájaro' está conformado por relatos como el que da título al libro, sobre la memoria o mejor dicho la desmemoria o trastorno de la memoria, tan habitual en nuestro tiempo, con la demencia senil, el Alzheimer, el Parkinson, entre otras enfermedades, incluso la amnesia retrógrada o traumática como vemos en 'Recuerda', del maestro Hitchcock. O bien una enfermedad de memoria a corto plazo, como también podemos ver en otra magnífica película titula 'Memento'.
"Olvidaré quien soy, quien he sido; cruzaré al otro lado y me hundiré contigo en esa especie de limbo oscuro en el que te encuentras para, ignorando en aquí y el ahora, renacer juntos en algún lugar del tiempo y del espacio, resurgiendo de nuestras cenizas como ese ave mitológica, ese pájaro extraño cuyo nombre –bendita sea– ya no consigo tampoco recordar", escribe con voz poética Carlos G. Valverde al final de su relato 'Como un pájaro extraño'.
Asimismo, en este volumen editado por Eolas, su autor nos ofrece un estupendo relato titulado 'La anarquía del sol', introducido por una cita del mago Fellini: "Todo el mundo sabe que el tiempo es muerte,/ muerte que se esconde en los relojes". Un relato que nos invita a reflexionar acerca del tiempo, con un protagonista llamado Rodríguez Losada, personaje de carne y hueso, cabreirés universal, famoso relojero, conocido por haber donado al Ayuntamiento de Madrid el reloj que preside La Puerta del Sol de la capital del Reino.
"-Que no parece materia mensurable, el tiempo. Algo que es inagotable, eterno, no puede caber en ningún tipo de imágenes o magnitudes. Es como querer cuantificar la luz que entra por nuestra ventana, el aire que invade un espacio o el sonido del viento batiendo las hojas de los chopos. El tiempo, el aire, la luz... Son conceptos abstractos que no podemos constreñir en los estrictos y cicateros límites de métrica alguna", escribe Carlos G. Valverde en su relato 'La anarquía del sol".
Nos aclara su creador que este recurso de publicar relatos premiados en forma de libro, "al menos de forma parcial", ya lo había hecho también con 'La hierba bajo la nieve', un volumen recopilatorio de 2008.

(Puedes seguir leyendo esta fragua en ileon.com: https://www.ileon.com/cultura/102304/carlos-garcia-valverde-no-conozco-a-nadie-que-haya-llegado-a-ser-un-escritor-solvente-sin-haber-sido-un-avido-lector)

martes, 22 de octubre de 2019

Carlos Suárez en la Escuela de cine de Ponferrada

Llevamos semanas de muertes cercanas: Juan Carlos Franco, delegado en el Bierzo de Diario de León, el escritor y periodista Ernesto Escapa (a quien ya nunca podré entrevistar como hubiera querido, fallecimiento del que me enteré en un inicio a través de su ex mujer, la poeta y amiga Marga Merino, madre que es de Eria Escapa Merino). Además de Juan Carlos, que siempre me pareció un buen tipo, y Ernesto Escapa (con quien coincidiera en alguna ocasión en el Bierzo, Astorga y León), nos ha dicho adiós el director de foto Carlos Suárez, con quien compartiera muchos momentos en la ex Escuela de cine de Ponferrada. Tema peliagudo el de Carlos Suárez y algunos de sus colegas con respecto a la Escuela de cine, porque conviene recordar, creo, que no fue todo oro ni orgasmo en el monte de los oréganos y olivos, sino rosario de espinas y hasta valle de lágrimas, por decirlo a la católica-cristiana. O tal que así. Me explico. Qué difícil tarea.
Carlos Suárez en la Escuela de cine de Ponferrada en el año 2001

El asunto es que el fallecido Carlos Suárez, aun siendo un magnífico y reputado director de foto de cine, de pelis tan emblemáticas como algunas de su hermano Gonzalo (quien ejerciera de director honorífico hasta su cese) o bien de Berlanga, no se portó muy bien que se diga de cara al organigrama de la Escuela, poniendo en cuestionamiento y lanzando al alumnado contra la dirección. Algo sobre lo que no voy a ahondar, al menos ahora, que casi tenemos al difunto Carlos de cuerpo presente/ausente. Y a los muertos, dicen, hay que dejarlos descansar en paz, aunque no se hayan portado del todo bien. Quien este libre de pecado (qué palabrejo), que tire la primera piedra. 
Sea como fuere (sin pretender ni ser una almita de la caridad) no anida en mi interior odio ni venganza (al menos, no en las dosis en las que se mueven algunos humanos, demasiado humanos, por decirlo a lo Nietzsche).
Sea como fuere, no tengo consciencia de odiar, creo que a nadie, porque además eso iría en contra de uno mismo, a sabiendas de que los humanos, demasiado bestiales, tenemos un yin y un yang, un lado más oscurito y otro más clarín clarinete, que se te ve el..., un lado Jekill y otro Hyde, por decirlo a lo Stevenson. 
En lo personal (si es que esto quiere decir algo, que habría que verlo y revisarlo, con independencia de lo profesional y lo académico, en lo referente a la Escuela de cine, porque todo acaba estando imbricado) me queda el recuerdo de un Carlos conversador, gran contador incluso (no olvido aquellas mesas y sobremesas en el bar Burbia, aún sigue en pie el bar, aunque con otro gerente, porque Edelmiro ya se jubiló hace tiempo). Me contó muchas cosas de su vida, de sus hazañas, de sus viajes, de su mundo del cine, que tampoco será menester relatarlas aquí, porque eso sería desvelar muchas intimidades (quizá no fueran tantas ni tan secretas, como para que no se pudieran saber). En todo caso, me quedo con aquellas largas parrafadas. Y alguna clase suya en la que estuve presente, como cuando me pidió que estuviera presente para hablar de La vaquilla, de Berlanga, película en la que él mismo hace la dirección de foto. 
Y me quedo por supuesto con la dirección de foto que hiciera por ejemplo en Remando al viento, dirigida por su hermano Gonzalo, que es una belleza de imágenes desde principio a fin. Una cinta que es una re-visitación del mito Frankenstein, con personajes tan literarios como la propia Shelley, autora del este emocionante libro, el poeta Lord Byron o el médico de Byron, Polidori, que a su vez fue un gran escritor, interpretado de modo magistral por el gran actor José Luis Gómez. 
Sea como fuere, quede en el recuerdo la presencia de Carlos Suárez en la ex Escuela de cine de Ponferrada. 
Fue y ya nunca más será. Todo pasa. Todo se acaba. Aunque sí perdurará su obra, quizá mientras no se la lleve el viento. O la tierra reviente por los cuatro costados. 

lunes, 21 de octubre de 2019

Del agua y del tiempo, por Marta Muñiz

Me hace mucha ilusión que Marta (Martica, como le llama Ana Ibis) se haya tomado la molestia en hacer un análisis de mi libro Del agua y del tiempo. Mil gracias, Marta querida. 
Es un placer leer lo que cuentas de este librín, que parece que está gustando. Incluso emocionando a quienes lo leen. 
Tu trabajo es excelente. Eres gran escritora. Como mucho talento. Y una gran capacidad de trabajo. Mi admiración por todo lo que haces. 
Os dejo esta belleza de texto escrito por Marta, que me acompañó en la presentación que hiciera en el mes de junio en la ciudad de León, en la sala Región del ILC, con gran afluencia de público (con gente amiga, alumnado, etc). 
La sala, todo hay que decirlo, estaba abarrotada. Una presentación que me entusiasmó, con la presencia también en la mesa del siempre generoso Roberto Soto, el intrépido periodista y escritor David Rubio, que es a su vez director de La Nueva Crónica, la gran actriz mexicana Ángeles Rodríguez y la magnífica recitadora Ana Ibis, cubana-leonesa que vibra al son de las letras. Y mi agradecimiento, por supuesto, para la gran pintora Cristina Masa, que también ayudó con los ejemplares del libro. Y a los fotógrafos Ale, Marcelo y Paco, cuyas fotos les corresponden. 
Vaya el texto, que guardaré como un tesoro que lo es, de la gran Marta Muñiz: 

Manuel Cuenya se revela en este libro como un trovador contemporáneo, un Ulises posmoderno que viaja con la mochila llena de emociones íntimas. Allá donde va lleva con él a su amado Bierzo, su matria, su microcosmos vital que encierra en su útero los elementos presentes de todo universo poético. ¿Qué es la vida si no un viaje? Todos somos Ulises y hacemos camino. Manuel lo hace con la memoria y con los ojos. A través del agua y del tiempo, regalándonos su hondo canto vital en este libro que contiene poemas y una prosa lírica heredera de su gran bagaje intelectual. En su mirada están Borges, Whitman, Machado, Henry Miller, Nietzsche, Umbral, Buñuel, Valente, Verlaine, Cernuda, Sabines, Paz, Salinas, T. S. Eliot, Hernández, Cortázar, Neruda, Rimbaud, y aunque no aparezca su nombre de manera explícita, Hemingway. Cuenya es uno de esos escritores que recuerdan la esencia del autor de “Por quien doblan las campanas”. Tiene esa misma pulsión vital, esa idéntica pasión que empuja a vivir escribiendo, porque Manuel escribe cuando vive y vive cuando escribe, lo cual augura una experiencia doblemente plena. Manuel vive a manos llenas, aunque a diferencia del autor americano, su alma berciana traduzca el mundo en imágenes delicadas que cantan la belleza. La belleza serena de su matria o la belleza de lo terrible en la memoria. El viajero pisa sobre raíces. Las raíces pueden ser parte del pasado, hay raíces que ya estaban aquí desde antes de nacer. Otras se construyen a medida que cumplimos primaveras y otoños, cada vez que encontramos un nuevo amigo, cada vez que ampliamos nuestros mapas afectivos. Vamos construyendo raíces a través de cada nueva taza de té compartida, con cada nuevo amor, en cada nueva mirada hacia Poniente. Y Manuel es un autor cuya alma pertenece al Noroeste, lleva a su tierra en los ojos, en las manos, como la llevaron y la llevan Pereira, Mestre, Gamoneda, Llamazares y Carnicer.


El viajero comienza su viaje, siempre artístico, siempre literario, desde la duda. Se sienta a reflexionar a la orilla de un río o al son de un regato. Allí está su Matria, sus aromas, su esencia, su latido. Su Matria le dice quién es, en ella está la vida. (poema: A mi matria, pág. 22-23).
Cuenya comienza su viaje, interior y exterior, desde la raíz a las cumbres. El Bierzo, sus montañas, sus bosques nemorosos. El agua y el tiempo acaso sean la misma cosa. Amo de este libro el particular homenaje que Manuel dedica a los ríos de su infancia. Ríos como metáforas del tiempo. Ancestrales, profundos, con su caudal que fluye siempre igual y distinto, como nosotros mismos, como ya dijeran Heráclito y Parménides. Un río es todos los ríos o quizás solo uno. Hay ríos añoranza y ríos futuro. Ríos del olvido y ríos ancestrales. Ríos para soñar y ríos para despertar. Ríos llenos de historias que hablan a quién sabe escucharlos: Balboa, Sil, Selmo, Cúa, Valcarce… a veces cobijo, a veces susurro, ilusión, esperanza…Cuenya los recorre como un pescador de sueños. (Río Valcarce, pág. 35).
Desde el río se ve el cielo y hasta se puede llegar a él tocando su reflejo en sus cristalinas aguas. El autor sigue ese camino humano y divino buscando a Dios y al padre. El hijo pronuncia la palabra ‘ausencia’ que se presenta ante el poema con acento sagrado. Siempre vive quien es recordado. Su amor impregna todos los lugares compartidos, aunque a veces la soledad es espesa al saber que también los dioses mueren.
A través de las ruinas, del silencio y la pérdida, llegan ecos lejanos que la memoria reconoce como la muerte del la tierra. La despoblación, la decadencia de un Bierzo que fue próspero y ahora se desangra entre minas abandonadas y montes quemados. El tiempo no borra las heridas. Las heridas supuran entre collados y senderos. Caminamos sobre cadáveres anónimos que esconden el horror de una guerra incivil. El miedo está preso en la hiedra, en los parajes aparentemente inofensivos, anestesiados, dormidos. La herida sigue abierta y viva; nos salpica su sangre.
Llegan la noche y el refugio. Si algo da sentido a este respirar sin tregua es el amor, un bálsamo entre la oscuridad y el sueño: “Besar el silencio. Amar y ser amado. Beso tu noche. Beso tu sueño y tiemblo… / Soñar, sí, que tocamos el centro del universo, infinito y rojo.” dice Manuel en “El silencio de la noche”. La amada es mar, es azul y río, es un ser químico y espiritual, es el amor como regreso al origen, como sueño o milagro en medio del caos y la belleza. Eternidad, sensualidad, un nido de equilibrio del que no quisiéramos regresar. Savia. El amor es la luz del infinito.
Pero Ulises no puede mirar solo un horizonte. La existencia es siempre búsqueda. Y el viajero sigue el camino machadiano y polvoriento que le piden las horas, porque se trata de vivir, de eso va esta historia agridulce. Somos tiempo. Invitación al baile al modo de Whitman. No perdamos ni un segundo. No dejemos que se escape como agua entre las manos. (Sólo se vive una vez, págs. 92-93, 94).

La pasión por la vida nos lleva a conocer otros mundos que acaso en esencia sean el mismo: México, la matria de la vida y la muerte, la amenaza sangrante del Popocatépetl es un vacío anunciado. Helados de mango, pulque, catrinas y tequila, un escenario surrealista a la luz de un farol. Cambio de rumbo, por si otros mundos tuvieran escondidas en su seno respuestas: Jerusalén. Dios entre alambradas. Lo absurdo de la existencia. Eros y Tánatos en medio de muros, pastores, velas y metralletas. Se hace necesaria la paz del desierto, huir de la sangre. Somos almas mestizas. El silencio. la mirada de un niño. Marruecos. Una joven lee tardes enteras hasta que comprende que debe empezar a leer de otra manera, entonces toma su mochila y empieza a caminar. El viajero comprende que el viaje, su viaje, siempre es un regreso, un eterno ir y venir del sueño al Noroeste. Aprender a volar sólo es cuestión de tiempo.




Esto no es América, carallo, por Gari Ferrero

Os dejo este impresionante relato del narrador y juglar leonés Gari Ferrero, a quien conociera hace un tiempo en cursos de escritura en León. Y con quien compartí emocionantes momentos este verano en Noceda del Bierzo, mi matria y mi útero. Con él y con toda una gente entrañable: Lidia, Ana, Carmen, Gemma, Lola, Ángeles y Mario.  
Gari Ferrero en Noceda. Foto: Ale Nemonio

Amigo Gari, estás colosal. Y te felicito públicamente por tu relato, Esto no es América, carallo, que brota con fuerza de tus entrañas. 

A través de un monólogo interior el autor nos adentra en la mente de un personaje
que nos escalofría el alma, con sus pensamientos, con sus sentimientos, con su modo de hablarnos acerca de su propia historia. Después de su lectura, a buen seguro se sentirán tocados en lo más profundo de su corazón, porque asistimos, como lectores, a una inmersión en la parte más sombría de la condición humana

(Podéis seguir leyendo el relato en este enlace de La Nueva Crónica, donde se han publicado los mejores relatos del pasado curso, tanto en Ponferrada como en Léon, pertenecientes al taller de composición de relatos que imparto desde hace años como cursos de extensión universitaria de la ULE: https://www.lanuevacronica.com/esto-no-es-america-carallo). 

Sí, estoy entre rejas… Y qué. Cuántos de vosotros estáis atrapados en peores cárceles: matrimonios vomitivos, mujeres que odiáis, suegras que os dan asco, vecinos chismosos, primos ‘laretas’, compañeros meticones, padres diletantes, matronas insoportables, amigos haraganes, profesiones degradantes y aficiones insípidas.


El silencio, el silencio del que disfruto aquí me arrulla, me encuentra, me enamora, de mí más aún si cabe. Soy grande, soy único, quién si no sería capaz de segar lo que más quiere para dar gusto al destino sin inmutarse y mirando al tendido con la soltura del dependiente de una tienda de géneros textiles que rasga la seda para venderla. No, no, pero nadie, nadie entiende eso. No es cuestión de estar orgulloso de ello, ‘carallo’, es cuestión de que a veces hay cosas que una persona tiene que hacer y lo hace, aun a sabiendas de lo que pasará luego, la verdad no estoy orgulloso pero tampoco tengo por qué sentir remordimiento, leches. La gente no entiende este chollo.



La gente normal no entiende nada, son como ‘toixos’. Buscan la causa y el motivo y no saben de lo que va el ‘chollo’. Como el dependiente que me vendió la motosierra una semana antes del suceso. Y al día siguiente retiró todas las motosierras del escaparate, ahora estará autoinculpándose por no haberlo visto venir pero el imbécil no sabe que yo soy un gran actor, un gran actor a la altura de Jack Nicholson. Mentiría si dijera que me arrepiento por las niñas… no, no es así, es sólo por mí, por mí, porque estaría mejor fuera, fuera de aquí, qué duda cabe, con mis preciosos pulidos ‘bulldogs’ franceses, yo los crié, los adiestré, los hice a mi imagen y semejanza, sobre todo a Wellington. Ah, Wellington, debía haberle puesto Nelson, pero me sonaba a nombre de futbolista brasileño o de corredor de Fórmula 1, oficios demasiado vulgares para un can tan distinguido y valiente como un almirante inglés. Y los otros dos, los otros se llaman Carlomagno y Hannibal, los otros también fueron los mejores en los respectivos concursos pero esos jueces eran unos ‘pailanes’ y unos ‘remendafoules’, y los de la federación, menuda mafia, como ya había ganado con Wellington no querían que ganara siempre yo, no podían admitir que un neófito les diera lecciones, claro. Wellington campeón, campeón de España 2011, Campeón de Morfología, ni más ni menos. Qué retrato más bonito le pintó Andrea, ‘pobriña’.

Aquel día se resistió, pero estaba sedada, no creo que se enterara de nada. Gritaba: «Papá non a mates, non a mates», cuando Antía ya no estaba; sabía que luego le tocaría a ella, qué pena. Cómo les gustaban los perros a las dos pero no podía ser, no podía ser.

Vidas vacías, huecas de sentido como naves abandonadas por empresas deslocalizadas, ecos, ecos de la nada y para nada, idiotas que juzgan sumidos en su propia mentira, su propio teatro, prestidigitadores del autoengaño. Viven arrodillados ante todo y ante todos cociéndose en sus miedos hasta que el ogro de la vida los devore y desaparezcan de la faz de la tierra sin haber hecho nada de bueno ni nada de malo, mentes informes, beatos farisaicos que blasfeman cuando dios no atiende sus plegarias. Ellos construyen sus propias mazmorras, ellos son sus propios carceleros y sus propios jueces, juzgan, juzgan, juzgan y no saben que se están condenando a ellos mismos, como el ‘pai’ cuando criticaba a Pepiño, el hijo de Manuela la de Boixán, porque marchó a Barcelona y vino convertido en un ‘trucho de cojones’, Gala Alexia se hacía llamar. Claro, tanto juzgar a los demás que, cuando le tocó a él, ya estaba condenado y no pudo con esa pena.




viernes, 18 de octubre de 2019

Del agua y del tiempo en la villa del Benevivere

Del agua y del tiempo me está dando, en verdad, muchas satisfacciones. Y ayer noche, en Bembibre, me sentí muy a gusto en la casa de las culturas, que siento como mi propia casa, la casa del ser, la casa donde tantas actividades he realizado a lo largo de estos últimos años, sobre todo en la época en la que Jesús Chero Celemín fuera concejal de cultura. Una época acaso de vacas gordas, de prosperidad, en la que tuve la ocasión de organizar Tardes Literarias, con el paso, entre otros muchos, del amigo periodista y escritor argentino-berciano Eduardo Keudell (aunque se defina como apátrida), que ayer mismo me acompañó en la mesa de presentación, el amigo y grandísimo escritor Julio Llamazares, que abarrotó la sala de la casa de las culturas, la amiga poeta y narradora Marta Muñiz (quien presentara mi libro en León. Mil gracias por tu bellísima reseña, que colgaré en breve de este blog) y el amigo Pablo Huerga (magnífico filósofo, discípulo del maestro Gustavo Bueno, a quien hicimos mención en la presentación de ayer. Bueno sigue vivo entre nosotros), o bien los amigos, grandes ellos, José Luis Moreno-Ruiz (colosal y memorable su programa de radio, Rosa de Sanatorio, en RNE-Radio 3) y Ángel Petisme (poeta y canta-autor de altos vuelos), entre otros muchos.
Aparte de Tardes Literarias también tuve el placer de coordinar Tardes de cine (por ahí pasaron desde el sonidista Ricardo Steinberg (que ha trabajado en películas de Amenábar u Almodóvar, entre otros) y el camarada Julio Sánchez Valdés, que hizo la adaptación a la gran pantalla de Luna de lobos, la novela del autor de La lluvia amarilla, hasta la famosa actriz Macarena Gómez o el director de la filmoteca de Castilla y León, el entrañable y genial Pérez Millán, ya fallecido, por desgracia para nosotros, pobres mortales). 
Con Silvia Cao (alcaldesa de Bembibre) y Belén Martín (concejala de cultura). Foto de Mario, bembibredigital

Además de estas tardes de cine y literatura, también he podido presentar libros varios, propios y de otros autores/as. Y alguna que otra conferencia (recuerdo con cariño una sobre el gran Ramón Carnicer, maestro de la literatura de viajes, sublime su libro Donde las Hurdes se llaman Cabrera). 
Y para finalizar este recorrido de actividades en la villa del Boeza y capital del Bierzo Alto, me apetece recordar aquellos ciclos de cine que hiciera en el Teatro Benevivere dedicados al maestro Hitchcock, los Hermanos Marx, Chaplin, el cine español de Berlanga y Bardem, o bien películas emblemáticas como El hijo de la novia, de Campanella, Lunas de hiel, de Polanski, o Las noches salvajes, sobre el Sida, del director y escritor francés Collard, entre otras muchas. 
Un libro (en este caso Del agua y del tiempo) siempre es un pretexto, un buen pre-texto, para entablar conversación acerca de los temas que a todos/as nos conciernen. Y este librín va de eso, de la vida y la muerte, de Eros y Tánatos. 
Quienes se acerquen a sus páginas encontrarán pasajes dedicados al amor y la memoria. El amor como gran tema universal. 
"Acerca del amor preguntadle a los poetas", señalaba ayer en la presentación Eduardo Keudell (en clara alusión a lo que dijera el doctor Freud), a quien agradezco sus palabras acerca de mi persona y del libro en cuestión, pues nos une, como él mismo señalara, una amistad de hace años, siendo asimismo colegas en la ex Escuela de cine de Ponferrada, donde vivimos batallas miles. Y hasta compartimos charla y mesa y mantel con grandes del cine como Amenábar (soberbia Mar adentro, ahora tendré que ver la dedicada a la Guerra Incivil y Unamuno), Fernando Trueba (El año de las luces es una de mis pelis preferidas del cine español), Fernando León de Aranoa o Gonzalo Suárez (me sigue gustando Remando al viento, como nueva versión de Frankenstein), entre otros muchos. 
Quienes se acerquen a Del agua y del tiempo podrán sumergirse en los ríos del Bierzo, en la Matria o útero de Gistredo. Pero también en la memoria como manantial literario, fuente de la que brota gran parte de la literatura. Como las fuentes curativas de Noceda del Bierzo, con sus cascadas, que tanto me hacen recordar el valle del Ourika en el Atlas marroquí. A lo mejor, es que uno acaba encontrando semejanzas con los paisajes con los que uno se va topando en su recorrido por el mundo adelante. Como le ocurriera al romántico Gil y Carrasco en su viaje por Europa en misión diplomática hasta arribar a la ciudad de Berlín. Y a su paso por La Borgoña (donde uno tuviera la ocasión de vivir), a Gil le parece que ese paisaje de viñedos y castillos le recuerda a su Bierzo natal. Grande el autor de El señor de Bembibre, novela ambientada en el Bierzo, en la que incluso aparece el paisaje de la serranía de Noceda, nuestro útero, nuestra memoria, porque el paisaje es memoria. Memoria afectiva. 
La memoria como algo imprescindible en un ser humano, pues sin memoria no somos nadie, perdemos toda identidad. Qué cabronada cuando alguien, por Alzheimer, demencia senil, etc., pierde su memoria. Un modo, en todo caso, de alejarse del mundo en que vivimos, de pasar a otra dimensión, que tal vez facilite ese tránsito inevitable hacia la muerte, hacia la nada, hacia el vacío. Lamento ser tan explícito, tan nihilista, tan existencialista, en definitiva. 
El existencialismo como corriente filosófica, entre otras corrientes y "aigres" (como diría un/a mexica), que me ha marcado definitivamente (Sartre con su Náusea, Camus con El extranjero, Sábato con El túnel..., entre otros). 
Ayer mismo por la mañana, en conversación con el escritor  y radiofonista Cano García Ordiz en la radio FM Bierzo hablábamos del existencialismo, porque, según él, Del agua y del tiempo es un libro existencialista.  
Gracias, Cano, por esta entrevista. Por estar siempre pendiente de la cultura. De los libros. De la noble tarea de la escritura. 
Ante un auditorio entregado y amable (con la presencia de la alcaldesa Silvia Cao y la concejala de cultura Belén Martín, y también con la presencia, entre otra gente, de la amiga Álida Ares, prologuista del libro, que ha venido desde el Trentino, en Italia, donde reside, para impartir algunas clases en la Universidad de la Experiencia en el campus de Ponferrada), hablamos del libro. Y por supuesto hablamos de la literatura (de esa literatura, de esa poesía que debe ser vida o contener vida, algo que también suscribe el gran poeta Gamoneda, porque de no ser así, la literatura sería un mero fuego de artificio, pura palabrería), del poder salvífico de la escritura, de la escritura creativa, de la escritura catártica, terapéutica incluso, del genio Artaud (que sigue siendo un desconocido en España, que tanto me hace recordar, salvando las distancias, al madrileño-maragato Leopoldo María Panero, recluido en psiquiátricos varios hasta su fallecimiento hace unos años), de la filosofía (ahí estuvo también el joven profe de filosofía y poeta Mario Llamazares, originario de Bembibre, que se atrevió a hacer alguna pregunta), del gran Umbral y su extraordinario Mortal y rosa, de La lluvia amarilla (obra cumbre de la literatura universal), de la fuerza dramatúrgica de Valle Inclán (con sus Luces de bohemia, Divinas palabras...) y Lorca (con sus Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba, Yerma...). Se me antojan o me laten dos prodigios tanto Valle como Lorca (enorme poeta, también). 
Y en general charlamos acerca de la vida y la muerte. Cara y cruz de una misma moneda. 
Mi agradecimiento a todos los presentes: 
A las autoridades del Ayuntamiento, Silvia y Belén, que a buen seguro harán una buena gestión, ya la están haciendo.
A Eduardo Keudell, como presentador o introductor de la presentación.
A Álida Ares, por todo su ser y estar.
Al escritor Omar Alvarado, que vino desde Brañuelas (ya nos tomaremos el tiempo de charlar con calma).
Al propio Mario Llamazares,
A Elba Casado, alumna de los cursos de escritura en el campus de Ponferrada, creadora, dinamizadora cultural y ahora concejala del Ayuntamiento de Bembibre en la oposición.
A Fernando Fernández, alumno de los cursos de escritura, siempre generoso, y su mujer Carmen (ambos alumnos de la Universidad de la Experiencia).
A Toñi Escudero, por su apoyo y afecto (ella, que es maestra de Reiki y librera).
Con Toñi Escudero

A mis hermanas y María José, por su cariño.
A Juan Garrido, por su gentileza (pronto espero que podamos hacer una entrevista).
A Melchor Moreno, por su buen hacer cultural.
A Nidia y Edmundo, a quienes conozco desde hace nada pero admiro su entusiasmo por la literatura, la escritura creativa, la cultura.
A Toño, de la casa de las culturas de Bembibre (ahora ya jubilado) y a Rafa Merayo (por su cercanía).
A David (por su chispa e interés por Del agua y del tiempo).
A Miguel Bermejo, por su pasión por la cultura. 
Y a Mario, responsable de bembibredigital, por su reseña y sus fotos. Lástima, Mario, que no tengamos recuerdo fotero con Eduardo Keudell. Lo importante son los recuerdos. 
https://bembibredigital.com/culturayespectaculos/39788-manuel-cuenya-presento-en-bembibre-su-nuevo-libro-del-agua-y-del-tiempo
A todas las personas, en definitiva, que me habéis arropado y mostrado vuestro afecto en una velada inolvidable (disculpadme que no os mencione a todos, entre otras cosas, porque no recuerdo vuestros nombres). 
Hasta la próxima... presentación. 

*Me gustó darme un paseo, antes de la presentación, por la Villavieja de Bembibre, en compañía de Fernando, Carmen y Álida. Treparme al palacio (castillo), del que apenas queda la huella imborrable de una historia una y mil veces escuchada a través de la voz de nuestros mayores, un espacio mítico en el que se celebraba el mercado de ganado, que nos invita a la fabulación, donde los tratantes, bajo los efluvios del vino de cosecha y el pulpo humeante en caderas de cobre, estrechaban sus manos cual si se tratara de un contrato en papel, irrompible. El contrato por la compra o venta de algún animal. 
Arrojar la vista al horizonte de montañas (el Bierzo entero es una olla), pobladas de molinos modernos de viento (que, aun no siendo gigantes, o sí, rompen con la estética, con la belleza del entorno) bajo los cuales logran atisbarse (más bien, intuirse) algunas poblaciones aledañas a la villa del Benevívere. 
El Palacio (que en verdad no tiene nada de palacio) es un mirador estupendo. Y me entusiasman los miradores, los miradouros (me sale en portugués, quizá porque otrora, no hace tantos años, Bembibre llegó a acoger a una población portuguesa, que llegó a la capital del Bierzo Alto en busca de trabajo en las minas. Ahí sigue en pie el monumento al minero. 
También recuerdo haber paseado por la Villavieja con el escritor, periodista, traductor, editor y músico José Luis Moreno Ruiz cuando vino a Bembibre a darnos una charla a Tardes Literarias. Y a él (a mí también) le encantó este paseo, este paseo a través del tiempo o de los tiempos. 
Con Fernando, Carmen y Álida también recorrimos las callejuelas de la Villavieja con la sensación de adentrarnos en un espacio de otro tiempo. Como si de repente nos hubiéramos introducido en una medina, una medina cristiana, con sus casas con balcones, con sus pozos, con su aire de pueblo (desconocido se me antoja este barrio incluso para la gente de Ponferrada). 
Y nos llegamos hasta el Santo, o mejor dicho hasta el Hogar del Pensionista, en centro de mayores. A nuestra derecha queda el monumento al minero, como reliquia de un pasado que ya no volverá, como aquellas oscuras golondrinas becquerianas. 
Ya no volverá la minería, me digo. Ya no volverá esa fuente de trabajo y riqueza, que a la vez quemó literalmente los pulmones de tantos mineros y mineras (habida cuenta de que fueron muchas las mujeres que también dejaron su piel en las entrañas negras de la tierra). 
Y como preámbulo al paseo, acaso para hacer boca, a Fernando se le ocurrió comprar unas cestitas en la histórica confitería Mero Ferrero. Cestitas que nos hacen recordar a los pastéis de Belém (elaborados según una receta decimonónica del Monasterio de los Jerónimos) en Lisboa, aunque el sabor no sea el mismo (ambos dulces son extraordinarios, en todo caso). 
Qué curioso, miradouros y pastéis de Belém nos hacen viajar a Lisboa, ciudad del fado. Punto de embarque hacia las Américas. 
De la Villavieja al otro lado del charco. 
Seguiremos soñando. 

jueves, 17 de octubre de 2019

Dulces Pontes o la belleza de la música

Escuchar en directo a Dulce Pontes es como adentrarse en algún paraíso (de esos de los que nos han hablado en la religión. O quizá mejor un paraíso/jardín/huerto de las emociones intensas). 
Escuchar a Dulce Pontes es sentir la belleza de la música en todo su esplendor, con su voz poderosa, única, capaz de sacudirnos las entrañas. 

Escuchar a Dulce Pontes en vivo y en directo es algo inolvidable, una caricia en todo el alma, una sensación maravillosa, porque esta chica portuguesa (a la que escuchara por primera vez, creo recordar, en alguno de aquellos memorables programas de radio (Radio 3) que presentara el bueno de Ramón Trecet a finales de los ochenta y principios de los noventa) es divina. 

Tocada por todas las diosas y dioses que en los universos existan.
Dulce Pontes en concierto en Lugo (5 de octubre de 2019)
En los dos mil tuve la ocasión de verla/escucharla en Granada, que es ciudad que me gusta mucho, con sus aires norteños y sureños conjugados en un espacio arábigo y sensual, universitario y cosmopolita, lorquiano y flamenco. 

Fadista (el fado es toda una filosofía de vida, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad), tanguera (el tango también es filosófico, 
Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad) y aun flamenca (el flamenco es un arte mestizo y desgarrador, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad), Dulce Pontes nos enamora con cada una de sus interpretaciones. Y nos hace amar la música como nadie. 

Fotos de Dulce Pontes. M. Cuenya
Gracias, Dulce Pontes, por ofrecernos un concierto tan hermoso en Lugo, con motivo de la reciente fiesta de San Froilán, que tanto me entusiasma por sus míticos conciertos. Y encima gratuitos. Impagables. Como lo fuera el de Dulce Pontes, 
tan sencilla y tan profunda, tan enorme, que ha llegado a actuar con el veterano Morricone, 
compositor de legendarias bandas sonoras como La misión o Cinema paradiso, entre otras muchísimas, o bien con Carlos Núñez y Kepa Junquera (dos fenómenos el gallego y el vasco, a quienes he podido ver/escuchar en más de un concierto), y aun con la diva griega Elefthería Arvanitaki o el divo griego Giorgos Dalaras. 
Seguiremos escuchando a Dulce Pontes o la belleza de la música.