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martes, 22 de octubre de 2019

Carlos Suárez en la Escuela de cine de Ponferrada

Llevamos semanas de muertes cercanas: Juan Carlos Franco, delegado en el Bierzo de Diario de León, el escritor y periodista Ernesto Escapa (a quien ya nunca podré entrevistar como hubiera querido, fallecimiento del que me enteré en un inicio a través de su ex mujer, la poeta y amiga Marga Merino, madre que es de Eria Escapa Merino). Además de Juan Carlos, que siempre me pareció un buen tipo, y Ernesto Escapa (con quien coincidiera en alguna ocasión en el Bierzo, Astorga y León), nos ha dicho adiós el director de foto Carlos Suárez, con quien compartiera muchos momentos en la ex Escuela de cine de Ponferrada. Tema peliagudo el de Carlos Suárez y algunos de sus colegas con respecto a la Escuela de cine, porque conviene recordar, creo, que no fue todo oro ni orgasmo en el monte de los oréganos y olivos, sino rosario de espinas y hasta valle de lágrimas, por decirlo a la católica-cristiana. O tal que así. Me explico. Qué difícil tarea.
Carlos Suárez en la Escuela de cine de Ponferrada en el año 2001

El asunto es que el fallecido Carlos Suárez, aun siendo un magnífico y reputado director de foto de cine, de pelis tan emblemáticas como algunas de su hermano Gonzalo (quien ejerciera de director honorífico hasta su cese) o bien de Berlanga, no se portó muy bien que se diga de cara al organigrama de la Escuela, poniendo en cuestionamiento y lanzando al alumnado contra la dirección. Algo sobre lo que no voy a ahondar, al menos ahora, que casi tenemos al difunto Carlos de cuerpo presente/ausente. Y a los muertos, dicen, hay que dejarlos descansar en paz, aunque no se hayan portado del todo bien. Quien este libre de pecado (qué palabrejo), que tire la primera piedra. 
Sea como fuere (sin pretender ni ser una almita de la caridad) no anida en mi interior odio ni venganza (al menos, no en las dosis en las que se mueven algunos humanos, demasiado humanos, por decirlo a lo Nietzsche).
Sea como fuere, no tengo consciencia de odiar, creo que a nadie, porque además eso iría en contra de uno mismo, a sabiendas de que los humanos, demasiado bestiales, tenemos un yin y un yang, un lado más oscurito y otro más clarín clarinete, que se te ve el..., un lado Jekill y otro Hyde, por decirlo a lo Stevenson. 
En lo personal (si es que esto quiere decir algo, que habría que verlo y revisarlo, con independencia de lo profesional y lo académico, en lo referente a la Escuela de cine, porque todo acaba estando imbricado) me queda el recuerdo de un Carlos conversador, gran contador incluso (no olvido aquellas mesas y sobremesas en el bar Burbia, aún sigue en pie el bar, aunque con otro gerente, porque Edelmiro ya se jubiló hace tiempo). Me contó muchas cosas de su vida, de sus hazañas, de sus viajes, de su mundo del cine, que tampoco será menester relatarlas aquí, porque eso sería desvelar muchas intimidades (quizá no fueran tantas ni tan secretas, como para que no se pudieran saber). En todo caso, me quedo con aquellas largas parrafadas. Y alguna clase suya en la que estuve presente, como cuando me pidió que estuviera presente para hablar de La vaquilla, de Berlanga, película en la que él mismo hace la dirección de foto. 
Y me quedo por supuesto con la dirección de foto que hiciera por ejemplo en Remando al viento, dirigida por su hermano Gonzalo, que es una belleza de imágenes desde principio a fin. Una cinta que es una re-visitación del mito Frankenstein, con personajes tan literarios como la propia Shelley, autora del este emocionante libro, el poeta Lord Byron o el médico de Byron, Polidori, que a su vez fue un gran escritor, interpretado de modo magistral por el gran actor José Luis Gómez. 
Sea como fuere, quede en el recuerdo la presencia de Carlos Suárez en la ex Escuela de cine de Ponferrada. 
Fue y ya nunca más será. Todo pasa. Todo se acaba. Aunque sí perdurará su obra, quizá mientras no se la lleve el viento. O la tierra reviente por los cuatro costados. 

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