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lunes, 25 de octubre de 2010

São Martinho de Anta, la tierra de Torga

Cafetería Central
Pronunciar São Martinho de Anta es hablar, cómo no, de la matria, del útero de Miguel Torga, uno de los más grandes escritores que ha parido Portugal, país querido y añorado, por el que siento verdadera devoción.

Plaza de Sao Martinho de Anta

Miguel Torga, seudónimo de Adolfo Rocha, es un Oliver Twist que viajó siendo niño al Brasil, y rodó por el mundo "alante": Mozambique, Angola, entre otros lugares, tal como él mismo nos cuenta en sus memorias,  véase o mejor dicho léase La creación del mundo. Nuestro vagamundo tuvo la fortuna de ser apadrinado por un tío suyo para que cursara estudios de medicina en la Universidad de Coimbra, ciudad en la que ejerció como médico.

No en vano,  mi último y reciente viaje por Trás-os-Montes (nombre que me invita a soñar despierto y me traslada a un más allá fantástico) lo concebí, fundamentalmente, para sentir las huellas literarias de Torga en su tierra natal, São Martinho, localidad perteneciente al Concello de Sabrosa, y próxima a Vila Real.


Negrillo y busto de Torga
Casa natal de Torga
Con el Trás-os-Montes (de nuestro querido paisano Julio Llamazares), bajo el brazo, y los sentidos abiertos a nuevos horizontes, me encaminé por las veredas del mito, convertido en logos literario, en busca del espíritu de Torga, que encontré en todo el pueblo. Un espíritu de calma, de sosiego y buenas vibraciones me envolvieron y me hicieron creer de lleno en las palabras sanadoras, en la memoria literaria, en su escritura autobiográfica y esencial.


Iglesia de Sao Martinho
Llegué a sentir su presencia bajo el negrillo o negrilho y su aroma en una taza de café y aun en un cigarrillo de liar, sentado en un banco de la plaza del pueblo, amorosado y en compañía de una sensual, sensible y perceptiva dama en la cafetería Central. Un café, 0,50 céntimos. Qué gusto. Y qué felicidad. Es como si su lugar de nacimiento me estuviera pidiendo que me quedara, que sintiera, con gusto, la verdadera talla humana y literaria de su figura, un tanto alejada de saraos y bullicios altaneros. Instantes de placer, que luego se traducirían en una especie de quietud estoica, mientras contemplaba, bajo un pino y a la entrada del cementerio (en el centro- izquierda), su humilde tumba, sobre la que reza su inscripción de Nacimiento y Fallecimiento, aparte de unas flores y un libro, y en la que también se encuentra su mujer, Andree, de origen belga, como me dijera un paisano, vecino del pueblo, al preguntarle por su casa.

Incluso el cementerio, con una luz como irreal y anubarrada, acaso repleta de arcángeles terrenales, me sedujo. Al igual que su iglesia, que por momentos me hizo viajar al Méjico colonial. Tras la iglesia, se halla el camposanto. Eran las tres pasadas -harto tarde para comer en Portugal-, y de repente, a pesar de tanta espiritualidad, me dejé caer en la tentación de llevarme alguna vianda a la boca, encontrando, por fortuna, un sitio apropiado, que en forma de cocido a la portuguesa, me hizo sentir, una vez más, feliz.

Nunca podré olvidar aquel día, aquella tarde, rebosante de vides, con el cielo teñido por el alma de Torga y nubes sugerentes, y un aire saludable y transparente. "Sí, esta es la casa de Torga", me respondió el vecino de la localidad, "permanece cerrada desde que falleciera el escritor y su mujer, que era belga, aunque de vez en cuando vine su hija, que vive en Coimbra".

Hoy, al recordar mi viaje al pueblo de Torga, me siento como un niño que aún tuviera todo el pasado por delante, incluso un futuro lleno de ilusiones.

Diez años de Memoria Histórica

Rivas
Hagamos memoria. La memoria, esa fuente de placer, y en ocasiones de dolor. El dolor por los muchos represaliados durante la Guerra Incivil y la posguerra atroz, bárbara, que vivimos en esta España sangrienta, fratricida. ¿Cómo pudimos matarnos entre hermanos? Qué aberración. "Antes de pegarle a un hermano, me corto la mano", recuerdo que le dijo un querido paisano minero -muerto ya hace varios años bajo el tajo-, a otro, en el transcurso de una pelea entre hermanos.

Ainda
Diez años de Memoria Histórica tal vez no sean muchos pero sí los suficientes para seguir recordando, desenterrando a nuestros muertos de las cunetas, los caminos y las fosas comunes, haciendo de alguna manera justicia, sin revancha y sin odio aunque con mucha dignidad. 

Lucía Sócam

Willy Toledo
Mis felicitaciones, siempre con afecto, a quienes organizaron el pasado sábado este homenaje, sentido y querido, a las víctimas de la represión. Enhorabuena a Santiago Macías, a Emilio Silva y cuantos colaboraron en el evento (el escritor y periodista Manuel Rivas, los actores Willy Toledo y Alberto San Juan, el cantautor berciano Ainda, la cantautora andaluza Lucía Sócam, el gran Premio Nacional de Poesía Juan Carlos Mestre, familiares de desaparecidos, voluntarios, entre otros muchos) celebrado  en el Teatro Bergidum de Ponferrada, donde se hizo un canto a la libertad (en memoria de Labordeta),  y un recuerdo muy especial y entrañable para el japonés Toru (que recorrió el mundo para colaborar como voluntario con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica -ARMH) y quienes que fueron fusilados sin piedad y con mucha mala saña por el régimen represor y facha.

Alberto San Juan
¡Viva la República!, se oyó en el teatro. Pues que viva, y sobre todo que viva la libertad. No deberíamos olvidar que en nuestro país nunca se ha perdonado ser de izquierdas. Incluso, en la actualidad, ser de izquierdas no está del todo bien visto. Pero hoy, más que nunca, confieso que me siento salpicado por el pimentón rojo de las esperanzas. Es como si mi sentimiento se hubiera inflado con el color/calor rojo. Y no pudiera, ni quisiera, desprenderme de él. Siento predilección por el rojo.

Mestre
Desde que tengo uso de razón, y corazón de quijote, he sentido debilidad y admiración por aquellos que tuvieron que abandonar nuestra matria para que el toro fanfarrón y esperpéntico no les cogiera por donde más duele. Como le ocurriera, por ejemplo, a Lorca, uno de los más grandes poetas que ha dado el siglo XX.  Y a quien se citó en el homenaje de este sábado en el Teatro Bergidum. Cogida, muerte y llanto.

Granadino de campo, maricón y colosal en su ingenio, chispa y buen hacer poético, dramatúrgico... "confuso, inyectado de sangre viscosa y sublime -según nos cuenta Dalí en su libro, La Vida secreta-", diablillo rojo que, por circunstancias y acaso ingenuidad o valentía o lo que fuera, se quedó en esta piel de toro Osborne a que los hijos fachorros de su chingada madre le dieran gatillazo. "Hombres de simiente podrida que encharcaron la alegría de los campos", que enturbiaron su potencia poética. Bestias que enfangaron a tiros el humor y el duende de un auténtico genio. "Cómo me gusta el olor del fango rojo..." y las luces encarnadas de la lírica. "Lo demás era muerte y sólo muerte/a las cinco de la tarde".

Nuestra comarca tampoco se libró de la chamusquina, y muchos rojos tuvieron que hacerse al monte o al mar, el monte o la muerte, la mar o la muerte, embarcándose, quienes por fortuna lo lograron, hacia nuevos mundos. México/Méjico, Argentina y Francia fueron refugio de exiliados republicanos, tal vez por esto siga sientiendo devoción por estos países.

El acto del pasado sábado en Ponferrada resultó emocionante, y por momentos sublime, como cuando Rivas nos leyó su poema "Bo" (bo, Bo... boo, booo, bo...), en recuerdo a uno de sus abuelos silenciosos y quizá silenciados. Su fuerza rítmica me sacudió las entrañas, y me insufló una energía especial, o cuando Mestre nos habló con el corazón sobre la dignidad del ser humano, y aun cuando Ainda y Lucía Sócam (Todos los nombres... todos los hombres y mujeres tienen nombre y apellido... la memoria del olvido... la dignidad como un principio) nos cantaron, con alma.

Un abrazo para otro poeta leonés, Abel Aparicio, cuya intervención el pasado domingo en Priaranza, con su poema Semillas, no puede escuchar.

viernes, 22 de octubre de 2010

Guerra Incivil y Memoria Histórica

La Guerra Incivil, con su carnicería fratricida, y la posguerra de hambrunas y persecuciones, con miles de enterrados en cualquier lugar, en cunetas varias, en fosas comunes, nos han dejado heridos... de muerte, y nos resulta difícil sobreponernos a tanta barbarie.  “España es un  país de cabestros” y “en  España pesan mucho los muertos y la muerte”, escribió el Nobel Cela  en “San Camilo 1936”, novela escrita en defensa de quienes padecen la historia, narrada con una potencia lírica que sobrecoge al lector. En realidad, “los españoles vivimos en permanentes guerras civiles -asegura Cela-, todos contra todos... el español se avergüenza de su pasado pero teme a su presente y se desentiende de su porvenir”. Vivimos en compartimentos estancos, cada cual va a su rollito, los vecinos no acaban de entenderse, cada autonomía barre para su casa, algunas más que otras, España, con eñe de coña, sigue siendo una piel de vaca machorra o toro castrado, con cornamenta salida de madre, fracturada, dividida, invertebrada, con un pasado sangriento y un futuro bien incierto, en lo económico, en lo social, en lo cultural, en casi todas las esferas del pensamiento, pero no quiero ahondar en esta vena, porque el nuestro is different, entre la Europa desarrollada y el cuarto mundo insostenible, sobre todo para los muchos desheredados de esta sociedad, que tiene dificultades para llegar a fin de mes.

Desde hace ya algunos años la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), cuyo Vicepresidente es Santiago Macías, se encarga de desenterrar de las orillas y las “pozas” comunes (gran labor) a los desaparecidos durante la represión franquista, que fue mucha y atroz. El franquismo nos flageló. No se trata de avivar el fuego, de meter el dedo en la llaga, la herida que en verdad nunca ha cicatrizado, sino de desenterrar nuestro pasado, una parte de nuestro pasado de la fosa común.  ¿Qué habría sido de este país, en caso de que hubiera prosperado la República? Otros horizontes, otros derroteros, sin duda más alentadores, pero España nunca ha permitido ni permitirá que todos seamos más o menos iguales, que triunfe el socialismo de verdad, porque el nuestro sigue siendo clasista, pícaro, hidalgo, realengo, que adora a los trapicheros, a veces disfrazados bajo el manto negruzco de empresarios y banqueros, constructores y políticos de altos vuelos, mientras que continúa despreciando a sus obreros y auténticos pensadores.

La actual exposición en el Campus de Ponferrada, que he tenido la ocasión de ver ayer mismo, me ha impresionado y me ha refrescado la memoria, porque aunque es conveniente perdonar a quien nos hizo daño -como cristos llagados, incluso sin ser cristianos-, no podemos olvidar, que la amnesia no es buena compañera de fatigas. Y los españolitos, al igual que tendemos a lo tragicómico, también nos da por hacernos los amnésicos. Esta exposición, con la espectacular foto de una fosa exhumada, resulta un testimonio indispensable para entender nuestra historia más reciente, que por nada en el mundo debería repetirse, y que a los bercianos nos toca muy de cerca. Véase Priaranza como símbolo de fosa común.

Sorprende ver, en esta exposición, tantas fotos de fosas, gente inocente que sufrió los espantos de la guerra y el horror fratricida.

En Noceda del Bierzo, donde los fachistas causaron mucho daño, aún se podrían rescatar los huesos de algunos torturados en El Sardonal. Me atrevería a decir, parafraseando al filósofo Adorno, que después de lo ocurrido en la Guerra Incivil, una guerra entre hermanos y vecinos (esto es una aberración monstruosa), como lo que ocurrió en Auschwitz, se me hace difícil escribir incluso este texto, y por supuesto deja de tener sentido casi todo, salvo filosofar.

martes, 19 de octubre de 2010

Festival de Ortigueira

Recupero un texto, que, reelaborado, me lleva al legendario Festival de Música de Ortigueira. 

http://www.diariodeleon.es/noticias/revista/viento-fresco-musica-y-marisco_612260.html 


Monumento al Gaiteiro
Como cada año, la primera semana de julio (y desde hace ya varios) me encamino a Ortigueira, en busca de música, espiritualidad y bellos paisajes. Julio suele ser época de calores y sofoquinas, incluso en el Bierzo Alto, luego no hay nada mejor que viajar en busca de brisa marina, viento fresco, música y marisco. Comunismo y marisco para todos, como decía/cantaba Antón Reixa. Por lo demás, casi siempre llueve en Ortigueira, incluso en este mes veraniego.
                                        
Como si de una prolongación natural del Bierzo se tratara, que lo es, Galicia, esa tierra amorosada donde suenan las gaitas bajo un cielo casi siempre gris y la lluvia se vuelve arte, se convierte en el sitio perfecto para darle al baile y al sarao. Habida cuenta de que ésta es época de fiestas, festivales y dances varios, aquí y allá, resulta bien estimulante enrolarse en la aventura musical de Ortigueira, ese festival, ya legendario y familiar, que cada año y a comienzos de julio, desde hace ya unos cuantos (comenzó su andadura en el 1978, aunque durante algunos años, con un parón desde el 88 al 94, no se hizo), nos ofrece la posibilidad de ver y escuchar a aquellos músicos y bandas musicales que nos han hecho soñar despiertos al amor de la radio y los discos.
Pipe Band
Ortigueira es un pueblo apacible, fresco y portuario que, llegado el Festival Internacional de música celta, se convierte en un gran escenario al que se suben los mejores músicos del mundo, al menos en su estilo, y un lugar atestado de gente dispuesta a tragarse y beberse lo que se le ponga por bandera. Música, puestos callejeros de artesanías, tenderetes improvisados de comida y bebida, chicas ofreciendo cervezas frescas entre la muchedumbre, tipos, con la botella de calimocho a cuestas, dispuestos, en algún momento de la velada, a duchar a los asistentes, recuas cargadas de comida y sobre todo bebida hasta los topes, supermercados que casi no dan abasto ante la avalancha de gentío y sobre todo ambiente festivo, con ganas de marcha hasta las tantas de la madrugada durante un largo y sustancioso fin de semana.
Recuerdo algún año especial, en el que tocaron, entre otros buenos, los escoceses Phil Cunningham (un tipo cachondo y virtuoso del acordeón) y Aly Bain (un maestro del violín) que me pusieron los pelos de punta, los irlandeses Lúnasa o una espectacular banda bretona llamada Bagad Kemper, compuesta por cuarenta músicos divididos en tres grupos: gaitas, bombardas y percusiones.
Confieso mi devoción por el acordeón, un instrumento bien festivo, que da mucho juego en las romerías de los pueblos. En realidad, no hace falta más que un acordeonista para amenizar una verbena popular.

Cristina Pato
También guardo gratos recuerdos de bandas y músicos gallegos como Budiño, Carlos Núñez, Susana Seivane, Milladoiro, los rumanos Taraf de Haïdouks, los estadounidenses Béla Fleck and The Flecktones, los canadienses La Bottine Souriante, los míticos The Chieftains, los húngaros Marta Sebestyen y Muzikas (acompañados por el magistral Alexander Belenescu, músico asimismo de la Michael Nyman Band), los escoceses Capercaillie y Wolfstone, los suecos Hedningarna, Gaiteros de Lisboa, el vasco Kepa Junquera, el francés Alan Stivell o los siempre geniales Kroke. Grupo polaco al que ya he reseñado en este mismo periódico digital. Es probable, no obstante, que me haya olvidado de algunas bandas o grupos interesantes, que a lo peor tampoco llegué a ver.

En esta pasada edición volvimos a ver, de nuevo, a la espléndida gaitera Cristina Pato, los Gaelic Storm, Shooglenifty y a los Oysterband, entre otros. Por cierto, éstos últimos actuaron también el 8 de septiembre de 2010 en el Festival Etnohelmántica de Salamanca.
Oysterband


Es Galicia, por lo demás, tierra hermosa en la que uno se siente muy a gusto. En el fondo sabemos que los bercianos, además de leoneses y/o astur-leoneses, somos galleguiños, y respiramos y sentimos –sobre todo hablamos y entonamos- como tales. Y prueba de ello es que a uno, cuando está en Galicia, nunca le preguntan si es de otro lugar, como ocurre cuando viajamos a Andalucía, Cataluña o el País Vasco, lugares éstos en los que acostumbran a confundirnos con gallegos.


Al fondo la playa de Morouzos
Al berciano, en Galicia, lo tratan como a gallego porque los gallegos saben o intuyen que con quien hablan es como ellos. Con esto no pretendo reivindicar un regionalismo absurdo. Pues no hay nada peor que creerse el ombligo del mundo. Todas las tierras suelen tener su encanto. Mas Galicia es como un sentimiento arraigado, una morriña que uno lleva en el alma. A danzar a ritmo de gaita o cornamusa romana en Ortegal, Morouzos y aun en otros rincones.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Manuel Alexandre

                    http://www.diariodeleon.es/noticias/bierzo/alexandre_285835.html (Diario de León, 16/10/2006)

El gran Manuel Alexandre, que recibiera hace unos años un premio-Retina de manos de los responsables del Festival de Cine de Ponferrada, nos ha dicho adiós.

Alguna vez llegué a verlo en el café Gijón de Madrid, mirando hacia el exterior, como si estuviera contemplando, hipnotizado, alguna película. Su mirar nostálgico y su pose serena lo hacían parecer un tipo entrañable. Su ya avanzada edad  (y sus pocas ganas por el viaje, supongo)  no le permitieron acercarse a Ponferrada a recoger su premio. Lástima, porque me hubiera gustado verlo en la capital del Bierzo y charlar con él. 
En alguna entrevista leí que a Alexandre no le gustaba viajar, ni salir de Madrid, salvo cuando era pequeño, que veraneaba en el pueblo de sus padres. También le daba miedo viajar en avión. La verdad es que, tal como se nos avecinan los tiempos, lo mejor es quedarse en casa, al amor del hogar, y dejarse de andar tumbos de un lado a otro, en busca a veces de trastornos varios. "Todos los problemas provienen -algo así decía el filósofo Pascal-, de salir de casa". Y Alexandre se confesaba un hombre cómodo, que siempre le pidió bienestar a la vida. Reconocía, asismismo, que el cine tiene muchos inconvenientes porque le hace a uno pasar frío, y también resulta mareante, porque te llevan y te traen de un lado para otro, aseguraba él. Sin embargo, y a pasear de las incomodidades que le pueda procurar el cine a un actor (creo sinceramente que el trabajo en la mina, por poner sólo un ejmplo, resulta muchísimo más duro), nuestro singular y querido actor hizo más de trescientas películas, que se dice pronto. Una carrera larga y hermosa para un rostro inolvidable. Recuerdo que Chinín Burmann, el magnífico director artístico -quien además impartiera clases en la Escuela de cine de Ponferrada-, me dijo que eran muy amigos, él y el actor, y que les gustaba ir al café Gijón a charlar, a pasar el tiempo, a hablar de literatura, que era, por otra parte, una de las aficiones del veterano y extraordinario actor madrileño. Solían colocarse en una mesa, que mira a la calle, casi todos los días de la semana, salvo cuando tenían algún compromiso ineludible.  Al actor le entusiasmaban las tertulias, ver a sus conocidos, y el Gijón era un buen lugar de encuentro. 

De entre los actores españoles de siempre me parece que Alexandre es un icono, una leyenda, que uno lo lleva en el alma, sobre todo después de verlo en El año de las luces de Fernando Trueba, película ésta que me dejó impresionado en su día, entre otras razones por su interpretación, en ese su papel de librepensador apasionado y buen conocedor de la cultura francesa: Montaigne, Balzac, Flaubert.
Actor fetiche en varias películas de Berlanga -quién no recuerda Bienvenido Mister Marshall, Plácido, El Verdugo, Calabuch o París Tombuctú-, y algunas otras de Fernán Gómez, otro buen amigo y aun valedor suyo, así como en Cómicos, Muerte de un ciclista y Calle Mayor de Bardem.
En realidad, Alexandre ha trabajado con los grandes directores del cine español, desde Mario Camus y Fernando Trueba hasta Gutiérrez Aragón (El Quijote) o José Luis Cuerda (El bosque animado, en Amanece, que no es poco. ¿Quién no se acuerda de su interpretación en Elsa y Fred, del argentino Carnevale, o sus últimos días en el papel de Franco, de Bodegas?
Sigamos disfrutando con sus películas.

viernes, 8 de octubre de 2010

Festival de cine de Ponferrada

Otilia Laiz
Sí, el espectáculo debe continuar, a pesar de la crisis espiritual y económica que vivimos en este Primer Mundo apagado y vuelto del revés, la decadencia de Occidente se impone. All That Jazz.


Alex Angulo, Carlos (Teatro Skené) Y Varela (Director del Teatro Bergidum)
A una ciudad como Ponferrada, en realidad a cualquier ciudad, un festival de cine le da mucha vida y glamour, porque el cine,  a través de la imagen (casi siempre acompañada de sonido), sigue divirtiendo al personal, y nuestra sociedad necesita medios de evasión, porque el cine -no lo olvidemos- antes de nada es medio de entretenimiento y una industria, sobre todo en Gringolandia y en Francia, por poner sólo unos ejemplos. En cuanto a España, la industria del cine, si la hubiere, está como en pañales.

Alex Angulo
Esperamos que el festival, ahora que la Escuela de cine dejó de existir (por desgracia), se consolide y tire para adelante, con fuerza. De este modo los bercianos seguiremos enganchados al cine y a sus galas para que Ponferrada, que alguna vez soñó con ser ciudad de cine -monumento al cine incluido-, perviva en el subconsciente colectivo a través del festival, que cada año atrae a artistas renombrados en el panorama nacional (y algún día quizá en el internacional).

Alex Angulo y Otilia Laiz
Por este festival han pasado, entre otros, la musa charra Charo López, la intrépida Macarena Gómez (quien también estuvo en Tardes de Cine en Bembibre), el histórico eibarrés y paisano Imanol Arias, el simpático Alexandre, el gran Carlos Álvarez Nóvoa,  nuestro estimado Chema Sarmiento (también invitado en Tardes de Cine), y en esta última edición, el singular Alex Angulo y la expresiva Otilia Laiz (que bien se merece este reconocimiento en su tierra).

Bea y Jonatán-Gala de 2009

Organizadores del Festival  con premiados-Gala 2009
Buena labor la de sus coordinadores, Antonio Donís y Antonio Morán, y la de sus presentadores, Bea y Jonatán, a quienes deseamos la mejor suerte, para que el festival medre cada año hasta llegar a convertirse en internacional, lo que daría una gran proyección a Ponferrada, pues el cine vende mucho y bien. Y sino que se lo digan a Almodóvar, nuestro Fassbinder manchego, que a través de su cine, cuya estética se me antoja kitsch, es capaz de venderle, sobre todo a los yanquis y gabachines, nuestra España de pandereta y de movidón trasnochado, incluso nuestro país con resonancias lorquianas, como bien hace en Volver, por ejemplo, y que tanto éxito ha tenido en los Estados Unidos de Norteamérica, con una Pe que se sale de lo cotidiano vulgar (y eso que la Cruz no es, desde mi humilde punto de vista, ninguna buena actriz, si la comparamos -aunque esto no quede bien- con las actrices bergmanianas o la increíble y bella Nastassia Kinski), y vender -experto que es en marketing el tío- nuestro pintoresco país (Spain is different ahora y siempre), a veces cutre y casi siempre esperpéntico, como bien nos mostrara el visionario y cinematográfico Valle-Inclán en sus expresionistas y desgarradoras luces bohemias a propósito de nuestro corral, donde el sol no siempre luce, como creen los apijotados turistas de medio pelo y cojonera a la cintura, país donde el sol, si luce, no calienta igual para todos, porque mientras algunos se rascan, literalmente, el pelotamen en playas de Ibiza, Menorca y otras (afortunados ellos y ellas), la mayor parte de los mortales tienen que ganarse el pan de cada día –que se está poniendo por las nubes-, en el tajo, bajo tierra, como nuestros mineros, o bien en una fábrica envenenadora y castrante, en lo físico y lo espiritual. Pero, ahora, creo que no es el mejor momento de entrar en estos detalles -aunque me resulte inevitable-, porque lo importante en esta ocasión es el Festival de Cine de Ponferrada.

Carlos Álvarez Nóvoa-Gala de 2009
Vemos como el cine da mucho de sí, y un festival puede servir como termómetro de lo que se cuece, aunque sea a nivel “artístico”, en un país. Conviene rememorar, aun a estas alturas del rodaje, que por la Escuela de cine de Ponferrada pasaron –algunos pasaron, otros, en cambio, impartieron docencia y hasta sabiduría-, técnicos y artistas que hemos visto en películas exhibidas en este festival a lo largo de estos últimos años. Así, a bote pronto, recuerdo La Caja, de Falcón, cuyos directores/coordinadores de arte y efectos visuales son respectivamente Félix Murcia y Alfonso Nieto, dos grandes que en su día impartieron clases en la Escuela de cine de la capital del Bierzo.

Mención especial para la Banda de Música ponferradina, que siempre ameniza el acto con la magnífica interpretación de Bandas sonoras de películas.  

Y, cómo no, para el corto ganador, La rubia de Pinos Puente, cuya foto corresponde a nuestro ex alumno Luis Ángel Pérez.

miércoles, 6 de octubre de 2010

El Teatro Corsario y su Pasión de Cristo

Después de ver Pasión del Teatro Corsario en la Basílica de la Encina de Ponferrada, me apetece volver sobre esta compañía, que me parece una de las mejores de nuestra tierra castellano-leonesa, y aun de nuestro país. ¿De cuál?, se preguntaría de seguro el gran Julio Llamazares.

Corsario es el nombre del grupo de teatro vallisoletano que tantas y tan buenas emociones nos ha procurado a lo largo 

de estos últimos veinticinco años. Es un lujo que en nuestra comunidad, yermo cultural, frío y desangelado, haya una “tropa” de teatro con tal envergadura escénica, cuyo capitán es Fernando Urdiales, un médico con vocación teatral, que es probablemente uno de los mejores directores de teatro de este país, montando en ocasiones, casi siempre, obras arriesgadas, donde la locura forma parte de la esencia de sus puestas en escena. No cabe duda que la locura, en todas sus variantes psicopáticas, da mucho juego teatral. El teatro como arte terapéutico. A los pacientes, en vez de psicofármacos, se les administran buenas dosis de teatro-terapia en algunos hospitales franceses. Incluso los “enfermitos de la psique” llegan a representar sus “psicosis” en varios festivales de teatro. Algo parecido a lo que vemos en ese estupendo documental-ensayo, Monos como Becky, de Jordá. Se nota, además,  que Urdiales –a quien vi hace ya algún tiempo en el Centro Cultural de Caja España de Ponferrada- conoce bien el mundo psiquiátrico. No en vano, este director teatral, "leonés cuando está en León y vallisoletano cuanto está en Valladolid", aclara él mismo, se ha atrevido a montar espectáculos basados en obras tan potentes y transgresoras como Para acabar con el juicio de Dios, de Artaud o Insultos al público, del austríaco Handke.
Quiero destacar que Handke, además de dramaturgo, ha colaborado en varias películas con el director alemán Wenders. Fue, por ejemplo, el coguionista de Cielo sobre Berlín, una singular y lírica mirada acerca de esta ciudad, en tiempos incomunicada por el muro.


Urdiales es su alma máter, mas Luismi es su omnipotencia, porque este tipo, con gran parecido a Chico Marx, incluso a Harpo (le falta algo más de melenamen revuelto) está en todo, no sólo actúa sino que monta el escenario, pone focos, desmonta, etc., puedo dar fe de ello. Con gente así, y encima es una gran persona -también me consta-, resulta relativamente fácil (nunca es fácil, bien lo sabemos) montar espectáculos tan extraordinarios, capaces de hipnotizar y a la vez sacudir al espectador, con sus puestas en escena, cuidadas y elegantes. Como hemos visto -quienes tuvimos el privilegio de asistir hace unos días a la Basílica de la Encina- en La pasión de Cristo (que representan desde finales de los ochenta), una obra que nos eriza todos los huesitos del alma, con impactantes interpretaciones, no sólo por parte del personaje de Cristo (Jesús Peña) y su madre (Rosa Manzano), sino de todos ellos, los corsarios, con una puesta en escena que nos devuelve a esos retablos barrocos y a esas procesiones semanasantinas, tamborreantes, que se nos acaban colando por la puerta grande de la sesera. 
Me resulta curiosa asimismo la interpretación de Javier Semprún como Pilatos (actor que hemos visto en Celda 211), cuya expresión frankensteniana de horror (valga la redundancia) me encanta. "Pasión -escribe Urdiales- es una puesta en escena inspirada  en la imaginería y desfiles procesionales de nuestra Comunidad a partir de los textos de los cuatro evangelistas, Diego de San Pedro y Fray Luis de Granada".



Aparte de esta Pasión, en verdad desgarradora, en la que vemos a Cristo chorreando sangre en sus últimas horas de vida, hace ya algún tiempo tuve la ocasión de presenciar, en el Teatro Bergidum (el templo de la cultura berciana), Los locos de Valencia, una adaptación libre y hasta libérrima de Lope de Vega. Con esta obra Corsario vuelve a los clásicos, que tanto entusiasman a Urdiales, sobre todo Calderón de la Barca, aunque sus puestas en escena resulten innovadoras en su reinterpretación desenfadada de lo clásico, encorsetado a veces a las convenciones y ataduras morales de su tiempo. Aunque no he podido ver el montaje basado en la obra de Artaud, me late que será chocante, sobre todo después de leer este texto bestial y demoledor, que escribiera el tarado/lúcido inventor del Teatro de la Crueldad, fuente de inspiración de teatros contemporáneos como La Fura dels Baus.

A propósito de Insultos al público, Urdiales nos confiesa que al final eran los espectadores quienes, en cada función, acababan insultando a los actores-corsario, lo que le hizo dar un giro a su teatro con el fin de meterse al público en el bolsillo.

martes, 5 de octubre de 2010

Ilegales en la sala La Vaca de Ponferrada

Recupero este texto, reescrito y realaborado, después del concierto de Los Ilegales en la sala La Vaca de Ponferrada.



Me siento entusiasmado, después de ver/escuchar en concierto a Jorgito Martínez y a su banda rockanrolera: Alex al bajo, y David a la batería. Lástima que no los acompañara Juan, “el hombre lobo de Mieres” con sus saxofón, para obsequiarnos esta maravillosa canción cuyo título es Ángel exterminador (como la peli de Buñuel).


Jorge Martínez en La Vaca
La mítica banda de Ilegales, liderada por este astur aguerrido y sonador de muermos o mocos, al que me crucé a principios de año, en una calle de Oviedo, tocó hace unos días, nomás, en la sala La Vaca de Ponferrada. Enhorabuena a los chicos de La Vaca, que por cierto son paisanos (o casi) de Quintana de Fuseros, tierra hermana, o que tengo por tal. Un lujo, o sea, porque además ya no volverán a actuar, según nos dijo su cantante. “Adiós, amiguitos, este será el último concierto que dé en la provincia de León”, y a buen seguro fuera de León, al menos con este legendario grupo. Al parecer, Ilegales desaparecerá y Jorge se dedicará a seguir “farreando” por las Asturies y aun otros sitios jaraneros. Supongo.

La primera vez que vi en concierto a esta banda de astures/asturcones debió de ser en Vetusta "mola", hace ahora más de veinte años, que se dice pronto, aunque veinte años no es nada, como reza el tango Volver, de Gardel. Entonces yo era un joven universitario, que en noches de ocio y juerga, me dejaba caer por algunos garitos que hay en el casco antiguo de la ciudad “carbayona”.

Había un bar en esta ciudad, la Santa Sebe –quizá siga existiendo-, que solía frecuentar Jorge Martínez, vampiro de la noche, "macarra" con pinta de Nosferatu, coleccionista de guitarras y buen músico, siempre con su vaso en la mano, y rodeado de gachís, coleccionando, además de guitarras, chicas, como diría él. “Después de estas copas me iré a comer un kilo de carne”, recuerdo que dijo en una ocasión.

Aunque han pasado muchos años, Jorge no parece haber perdido la fuerza, se resiste a envejecer, incluso toca mejor la guitarra que en otros tiempos, mejor dicho las guitarras, pues es un fiel devoto de éstas. “La última la compré en Nueva York”. O quién sabe dónde. Suponemos que tiene tantas guitarras como chicas, el muy gamberro. Es, a buen seguro, lo que se lleva por delante. A Ilegales no sólo los he visto en concierto en Asturies, matria ansiada -cada vez más deseada- sino en el Bierzo, y en concreto en la localidad de Toreno. Ahí es nada. Y ahora en la capital del Bierzo.

Ilegales en La Vaca
Me gustan esas canciones que nos hicieron vibrar, a los entonces veinteañeros, en aquella década de los ochenta, como Tiempos nuevos, tiempos salvajes, Delincuente habitual, Al borde, Ángel Exterminador, Caramelos podridos, Destruye o Lavadora blues. Y sobre todo Europa ha muerto: ...No hay muro en Berlín. ¡No! No hay bases en Viena. ¡No! ¡No! No hay bancos en Suiza. ¡No! No hay Papa en Roma. ¡No! ¡No! Europa ha muerto. Europa ha muerto... Sí, la bella y contrastada Europa está muerta desde hace tiempo. Dos guerras mundiales la han convertido en un gran cementerio. Después de lo ocurrido en Auschwitz, y aun en otros campos y holocaustos... caníbales, sólo nos queda volver a la filosofía y el análisis de la pútrida realidad para, acaso, no caer de nuevo en tales barbaries.

Jorge Ilegal en el Fnac de Madrid (abril de 2010)
Con su semblante pelado, algo cadavérico y calavérico, y sus modales de chulín esnifado y anfetamínico (“joder, ahora nos han prohibido las anfetaminas”), Jorgito y su banda nos han inyectado, a lo largo y ancho de estos tiempos bestiales, algunos litros de sangre en las venas, la suficiente al menos para que sigamos, a estas alturas, bien despiertos y enérgicos hasta la madrugada, que es cuando los draculines se retiran a sus aposentos, luego de saraos miles.

A Jorge, como a uno mismo, tampoco le gustan nada los triunfitos ni las isabeles pantojas, “cualquier pasodoble es una puta mierda”, y mucho menos las marías teresas televisivas, porque a este tipo, al que le gusta hacerse el duro, le divierte -aunque no se ría ni sonría- entrar en la locura y salir de ella, indemne, supongo. Un juego peligroso pero apasionante.

Jorge seguirá tocando y enloqueciendo, sin duda, incluso de pasión por las "jambas", que decimos o dicen en el Reino "astur-llionés", y algún día esperamos encontrarlo de nuevo, tan vital, con sus nuevas músicas, tiempos salvajes. Quienes tuvimos la ocasión de estar en su concierto de La Vaca –un buen puñado de aficionados- sentimos sus vibraciones, su música potente, y su entrega total. No paraba de secarse la calavera con un pañuelo, de aspecto algo roñoso y arrebujado, con el que a su vez se sonaba los mocos, acaso con forma de moluscos... Que nadie se escandalice, Freud inventó el psicoanálisis para curarse de su adicción a la cocaína.  Y Jorge descubrió el moquero como solución a sus sudores. Nos deleitó con sus nuevas/viejas canciones, las de siempre, las que siempre seguiremos escuchando allá donde vayamos.



domingo, 3 de octubre de 2010

Berlín nunca se agota

Berlín nunca se agota, aunque sí puede agotarte, si lo que pretendes es callejear, al menos, el Berlín centro o zona A. Para llegar al resto de sitios o zonas (B y C) lo mejor es coger la U-Bahn (metro) o bien la S-Bahn (tren de cercanías), que resultan realmente rápidos y eficaces. La RE7 o bien la RB14 te llevan por 2,80 euros, desde el aeropuerto Schönefeld y sin tener que hacer transbordo, hasta el centro de la ciudad.


Son tales sus dimensiones, sobre todo después de la reunificación, que uno puede acabar literalmente exhausto después de nomadear durante horas y horas por la misma. Es una ciudad donde uno no siente agobio ni claustrofia, en todo caso agorafobia, pues se muestra espaciosa, abierta, como un inmenso desierto urbano y rebosante de oasis. Terreno pantanoso, al menos bien húmedo (esa es al parecer su etimología), aunque hayan elegido el osito u osita (Bär/Ber) como símbolo, incluso cinematográfico, y uno se encuentre con muchos de estos, simpáticos y amorosos, a lo largo y ancho de la ciudad. Lo mejor, quizá -si encima hace buen tiempo, algo raro- es alquilar una bici y darle estopa. "Si quieres -insistió mi amigo Miguel Ángel García- puedo dejarte una bici". También existe la modalidad de la bici-taxi, que tal vez les venga bien a los turistas perezosos, dispuestos a dejarse llevar.


Unter den Linden
Algunas de sus avenidas, como la triunfal 17 de junio, que es una prolongación de la famosa Unter den Linden, o la Kurfürstendamm,  parecen auténticas pistas de aterrizaje, o podrían servir para tal menester, llegado el caso. 


Gedächtniskirche
La Strasse des 17 Juni parte de la Puerta de Brandenburg, atraviesa el Tiergarten, y llega hasta el distrito de Charlottenburg. Por su lado, la comercial y chic Kufürstendamm, que tiene su punto de origen cerca del Zoologischer Garten, al lado de la bombardeada iglesia de la Memoria (Gedächtniskirche), atraviesa también Charlottenburg y Wilmersdorf.


Palacio de Charlottenburg
Se me hace, cuando menos extraña, la numeración de las calles y avenidas, lo que debe obedecer, sin duda, a otra lógica, la lógica matemática alemana, tan genuinamente filosófica, al decir de algunos, que, como su idioma, responde a otra estructura lingüística, que poco o nada tiene que ver con la nuestra, esto es, la latina. No hay más que recibir algunos cursos de alemán para darse cuenta de ello.

Sorprende, asimismo, su escasa iluminación nocturna, incluso en los centros turísticos y de interés. Es harto probable que, de este modo, su ayuntamiento ahorre mucho en electricidad. No están los tiempos como para malgastar, y de esto Alemania sabe mucho. No en balde es la locomotora de Europa, y uno de los países más poderosos del mundo.


Rotes Rathaus
Barrio de Nicolai
Catedral
Berlín tampoco da la impresión de ser una ciudad en exceso aseada, antes al contrario, se ve y se nota algo sucia, y esto no lo digo con espíritu de pulcritud ni con afán moralizante, sino como simple constatación y dato objetivo. Aunque determinados lugares, como el tranquilo y agradable barrio de Nicolai, con sus  sugerentes tiendas y tascas de cerveza y vino, próximo al Ayuntamiento Rojo (Rotes Rathaus), o la llamada isla de los museos (donde se hallan algunos museos como el Antiguo, el de Pérgamo o la Berliner Dom, o sea, la catedral), parecen especialmente cuidados.


En mi próxima visita a esta metrópoli espero no olvidarme de Gil y Carrasco, que como bien sabéis, sus devotos, fue enterrado en el cementerio de Santa Eduvigis, "tragado por el muro de la vergüenza", según Valentín Carrera, y aún hoy -lo sé porque me lo han dicho, incluso lo he leído en alguna parte- hay una placa en la calle en la que viviera y muriera nuestro insigne y romántico literato, amigo íntimo del barón Humboldt. Se trata de la Dorotheensstrasse, en el número 39, próxima a la Puerta de Brandenburgo.  Asimismo, me gustaría visitar algunos de los garitos nocturnos, que tan bien debe conocer el músico y paisano Luis Miguélez. Y asistir, cómo no, a una representación de Familie Flöz, Teatro Delusio, una compañía internacional asentada en la vieja capital del Reich y la nueva capital de la posmoderna o transmoderna arquitectura, que nos ha hecho reir y vibrar a lo largo de estos últimos años con su teatro de máscaras, gracias, entre otros, a uno de sus fundadores, Paco González, gallego-berciano de "la raya", esto es, de Vilar de Silva, Rubiá, en Ourense, donde suele organizar, en la casa de Chao do Prao, cursos de clown y teatro.

Es probable que Berlín no sea ni una ciudad fea ni guapa, sólo una cosmópolis en contante ebullición cultural, artística, económica, urbanística, arquitectónica... capital creativa y de la concordia, que invita a descubrirla y aun redescubrirla en varios viajes, recorridos, nomadeos, porque al final es el viajero quien, a través de su mirada y su sentir, añade o no lindura a aquello que en verdad desea, y es su deseo lo que engendra esta belleza.

*Quiero dedicarle este Berlín a un paisano, alias "La Federal", que nos abandonó hace unos días a resultas de un puto Alzhéimer. Tomás fue uno de tantos emigrantes en Alemania Federal, de ahí su sobrenombre,  quien durante un tiempo ejerció como cartero en la localidad de Noceda del Bierzo.