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martes, 3 de noviembre de 2009

Elogio de la distancia en el Albéitar


Al final, puede ver en su totalidad Elogio de la distancia, el documental de Felipe Vega y Llamazares, rodado en A Fonsagrada (Lugo). 
Trabajo espléndido, en el que llama poderosamente la atención la foto de Alfonso Parra (quien fuera profesor de la Escuela de cine de Ponferrada al igual que Felipe Vega) y cuyo director de localizaciones es el gran Yuma, personaje intrépido donde los haya. https://www.alfonsoparra.com/images/articulos/prensa/otros/pdf/elogio_es.pdf
Algunos se acordarán de él porque intervino en el rescate en Tinduf de Aicha Embarek http://www.elpais.com/articulo/sociedad/segunda/oportunidad/Aicha/elpepisoc/20030817elpepisoc_4/Tes/, la saharahui que al final logró estudiar Topografía en el Campus de Ponferrada, y que ahora -según Yuma- está teniendo de nuevo problemas por no hacer no sé qué tramites burocráticos para continuar residiendo en España. Qué lástima.
Felipe Vega y Julio Llamazares
Elogio de la distancia, cuyo título o parte del mismo proviene del escritor Otero Pedrayo, está estructurado en función de las estaciones del año y de cuatro personajes, a saber, un cartero, una hippy, un restaurador, Bolaño, y una veterinaria, que nos hace asistir al parto de una vaca, lo que nos devuelve a nuestra infancia vaquera en Noceda del Bierzo. 
Acerca de si es una película o un documental, Llamazares, con ironía, nos recordó las palabras que le había dicho Bolaño: "Ser es una película pero llámanllo documental para no pagar a los actores".
Gracias al Servicio de Actividades de la ULE, en concreto a Pepe Tabernero, disfrutamos de este evento. 
Después del visionado y el coloquio, nos fuimos a pinchar y vasear al Sorrento.
Llamazares no es sólo un magnífico escritor sino un extraordinario contador.
-Eres el mejor escritor de este país.
-¿De qué país? -me suelta él, sarcástico.
Del país llionés, del astur, del galaico-pertugués, de la Baja Andalucía, de los países euskeras y cantabrones... del país de A Fonsagrada, quizá.
"La gente de A Fonsagrada no es nada desconfiada, ni maliciosa, ni siquiera sumisa ni servil al cine, como debe ser", asegura Llamazares, quien por lo demás mostró un gran respeto al cine. 
"Soy un intruso en el cine. No hice un solo plano de la película, de eso se encargó Felipe Vega. Mi única aportación fue la de dar y compartir ideas con Felipe en nuestros paseos y recorridos por Madrid". 
"Quien me conoce, sabe que soy incapaz de hacer ni una foto, porque no tengo pulso para ello". 
"Tanto el cine como la literatura están hechos para hacer sentir y pensar, con la diferencia de que para escribir, aparte de ideas, sólo se necesitan folios y un bolígrafo, y el cine requiere, ya de entrada, financiación, muchos miles de euros". Y ahora, añade: "tanto el cine como la literatura se hacen para no pensar y no sentir". 
"Recuerdo mi primera experiencia en el cine con Julio Sánchez Valdés, en la adaptación de Luna de Lobos, y cómo en cine no se puede disponer de todo lo que aparece en la novela, porque cuesta mucho dinero". 
"Hacer cine -insiste Llamazares- sí tiene verdadero mérito". Por cierto, Sánchez Valdés -que vendrá en enero de 2010 a las Tardes de cine de Bembibre- también estuvo en la presentación de Elogio de la distancia.
Llamazares nos contó asimismo las aventuras que vivieron él y Felipe Vega con un tal Atilano, quien ha bebido muchas cosechas de vino a lo largo de sus setenta y pico años. Se preguntaba cuánto habría bebido en su vida. Esto me recuerda a un personaje de Noceda, que le ha dado al orujo cosa fina, trasegando muchos miedros de alcohol. 
"El personaje de Atilano -nos dijo Llamazares-, me recuerda a Genarín o La leyenda del santo bebedor, y sólo él daría para un documental, lo malo es que las anécdotas nunca las contaba con la cámara delante". 
"Inventamos, incluso, el verbo atilanarse".
Esta es la segunda vez que saludo a Julio Llamazares, la primera fue en el café Universal (que ni existe), bueno, en la terraza que da a la Plaza Mayor. 
"¿Os conocéis?", nos presentó Felipe Vega a la entrada del Albéitar. Y Llamazares, al escuchar mi apellido, soltó: "sí, me suena, Cuenya". 
"Tal vez te suene porque a lo mejor has leído algo mío en Diario de León", dije. 
"Eso...", respondió él.
Por su parte, Felipe Vega nos habló de que lo que habían pretendido con este trabajo, rodado en digital y luego pasado a cine, es dar un punto de vista o mirada, nada artificial, acerca de esta tierra, que late a través de sus propios sonidos: el crujir de las ramas bajo los pies de los personajes, el agua, el fuego, etc. 
"El territorio se convierte en paisaje a través de la mirada". Algo así nos dijo Jean Nogué. 
Han contado lo que hay, incluso la fealdad que pueda haber, de forma que nada esté fabricado o prefabricado, porque no han querido dar una idea de bucolismo del campo, a sabiendas de que éste también es duro. 
"Cine con olor", llegó a decir alguien de entre el público. Se huele el bosque, se huele el aliento de la vaca, etc. "Porque el cine -apostilla Felipe- es materia y no se transmite sólo por la imagen sino también por el sonido". 
Elogio de la distancia se abre con el fuego de una fragua y se cierra con el sonido de un berimbau o birimbau (arpa de boca). 
No os perdáis esta "peli".

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