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viernes, 6 de noviembre de 2009

Desangrado

Ayer, despedí el día, o mejor dicho este blog, con la frase antológica y el final sublime de Güiraldes: Me fui, como quien se desangra. No sabía, ni siquiera podía intuir que luego de escribir esto me llegaría la trágica noticia de la muerte de un ser querido, en este caso, de uno de mis cuñados, Nino, con quien compartí muchos momentos -los últimos fueron en un magosto en Losada y en casa de mis padres-, y por supuesto en su casa, tanto de Bembibre como de León, y ahora me siento desangrado, como yéndome hacia ninguna parte. La muerte nos somete a una dura prueba. Creemos que nunca nos va a tocar, sobre todo de cerca, pero la muy chingada está acechando tras alguna sebe en busca de la presa. Nadie se puede fiar ni confiar. Y nadie se podía imaginar que alguien como él, con energía e ilusión, acabaría así, tan de repente, sentado bajo el camión, acaso intentando arreglar algo que no iba bien. Al parecer, se quedó literalmente sentado, como petrificado, a resultas de alguna putería que le partió el corazón o las entrañas. Aún no lo sabemos. El dolor es grande, y siento, en lo más profundo de mi alma, que se nos haya ido una persona que dedicó toda su vida a la noble y casi siempre ingrata tarea del trabajo, porque él era feliz con su camión y con lo que hacía, algo que no todo el mundo puede decir. Y, en los últimos tiempos, se le veía mejor que nunca, satisfecho, campechano, siempre bromista. Nuestra despedida fue en casa de mis padres, hace apenas tres días, con motivo del cumpleaños de mi padre. Estoy temblando porque mis padres no lo habrán encajado nada bien, aún no lo sé, porque no quisimos decírselo ayer noche para que, al menos, pudieran descansar. Y hoy, temprano, se lo iba a decir una de mis hermanas. Qué terrible cometido. Hoy toca otro día jodido. 

Mientras, uno está en la Casa de las Culturas intentando recomponer las ideas, que se tambalean al son de los sentimientos. La muerte se impone como un apisonadora, y la lógica deja paso al absurdo, al sin sentido. Necesito escribir en espera quizá de una catarsis, algo que me libere, por así decir, del yugo de esta realidad hecha de muerte y lágrimas. Mucho ánimo y arropamiento van a necesitar mi hermana y mis sobrinos.

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