Andrés Torres es un prestigioso Director de Foto para cine digital, que forma parte de la Academia del cine de España, y sobre todo es una persona que inspira confianza y seguridad. En cuanto hablé con él, no dudó ni un instante en aceptar la propuesta de venir a la capital del Bierzo Alto a impartir una charla. Otros y otras, en cambio, se hacen los remolones y los suecos. O bien dan largas o simplemente dan callada por respuesta. En el maravilloso y a la vez alterado mundo del cine no suele haber mucha gente que trasmita entereza, y no digamos humildad. Da el cine como cierta inestabilidad anímica, y a veces económica, como para que quien se dedique a esta profesión, salvo que uno sea realmente bueno y pueda vivir sin sobresaltos, mantenga un temple sosegado, digamos estoico, lo cual no es frecuente. Ni siquiera el bueno de Dreyer, tan nórdico, protestante y trascendental, tuvo una vida cinematográfica como para tirar cohetes. Incluso llegó a estar inactivo, en el cine, durante doce años, desde que hiciera Vampyr hasta su siguiente película, Dies Irae. Tampoco para el coloso Welles, a pesar de ser un niño prodigio y un re-inventor del cine, fue un camino de rosas, y así, en este plan.
Este espacio quiero dedicárselo hoy a nuestro estimado Andrés Torres, que será el próximo invitado de honor en las Tardes de Cine bembibrenses, en concreto el día 25 de noviembre. No os perdáis la cita a las ocho de la tarde en la Casa de las Culturas. Torres, además de profesor en algunas escuelas de cine, incluida la ex escuela de Ponferrada, ha realizado documentales, videoclips y spots publicitarios, en más de cincuenta países, series de TV y largometrajes, como el Nacimiento de una Pasión (rodado en HD, en 2006, que nos muestra la evolución del fútbol desde sus antecedentes hasta convertirse en el mayor espectáculo del mundo). Y ha sido premiado en varias ocasiones, entre ellas, con un Goya, una Concha de Plata y un León de Oro, al menos de momento.
Su extenso currículum no le impide hablar de otros asuntos igualmente interesantes, porque él es un todoterreno, con quien hemos aprendido mucho, porque charlar con él resulta apasionante. Y sus clases son magistrales. Ha vivido tantas aventuras y en tantos países, que lo escuchamos con entusiasmo. Además tiene el arte de contar y maneja varias lenguas, incluso conoce algo de árabe, esa lengua que nos atrae, aunque sea tan difícil para un occidental, habituado a escribir de derecha a izquierda. La pasión de Torres por un país como Marruecos, en el que estuvo a punto de comprar una casa, la comparte quien esto suscribe. Gente como Andrés no abunda en la profesión del cine. Es buen conocedor de su oficio y encima humilde, y son esa humildad y sabiduría las que intenta trasmitir a sus alumnos y discípulos, lo cual no es poco, en un mundo como el cine, en el que se trabaja con supuestas estrellas, sobre todo directores y actores, que se creen, algunos, la mamá de los pollitos, en ese llamado universo estrellado, hecho de trepas y capullos con cuento alfombrado en rojo. Está el cine plagado de seres egocéntricos que suelen comportarse con una prepotencia y una desfachatez espantosas. Y este no es el caso de Andrés Torres, pionero en nuestro país de la alta definición, que además es persona entrañable. Conecta uno en seguida con él, tal vez porque no vive de ficciones, aunque se dedique al oficio, sino que tiene los pies en la tierra, y la cabeza bien amueblada de palabras e imágenes.
Esperamos que Andrés nos deleite no sólo con su conferencia sino con un cortometraje cuya foto es lo que ve la protagonista, una ciega (perdón, ahora se dice invidente), aunque obviamente y por fortuna no veamos la pantalla en negro.
Este espacio quiero dedicárselo hoy a nuestro estimado Andrés Torres, que será el próximo invitado de honor en las Tardes de Cine bembibrenses, en concreto el día 25 de noviembre. No os perdáis la cita a las ocho de la tarde en la Casa de las Culturas. Torres, además de profesor en algunas escuelas de cine, incluida la ex escuela de Ponferrada, ha realizado documentales, videoclips y spots publicitarios, en más de cincuenta países, series de TV y largometrajes, como el Nacimiento de una Pasión (rodado en HD, en 2006, que nos muestra la evolución del fútbol desde sus antecedentes hasta convertirse en el mayor espectáculo del mundo). Y ha sido premiado en varias ocasiones, entre ellas, con un Goya, una Concha de Plata y un León de Oro, al menos de momento.
Su extenso currículum no le impide hablar de otros asuntos igualmente interesantes, porque él es un todoterreno, con quien hemos aprendido mucho, porque charlar con él resulta apasionante. Y sus clases son magistrales. Ha vivido tantas aventuras y en tantos países, que lo escuchamos con entusiasmo. Además tiene el arte de contar y maneja varias lenguas, incluso conoce algo de árabe, esa lengua que nos atrae, aunque sea tan difícil para un occidental, habituado a escribir de derecha a izquierda. La pasión de Torres por un país como Marruecos, en el que estuvo a punto de comprar una casa, la comparte quien esto suscribe. Gente como Andrés no abunda en la profesión del cine. Es buen conocedor de su oficio y encima humilde, y son esa humildad y sabiduría las que intenta trasmitir a sus alumnos y discípulos, lo cual no es poco, en un mundo como el cine, en el que se trabaja con supuestas estrellas, sobre todo directores y actores, que se creen, algunos, la mamá de los pollitos, en ese llamado universo estrellado, hecho de trepas y capullos con cuento alfombrado en rojo. Está el cine plagado de seres egocéntricos que suelen comportarse con una prepotencia y una desfachatez espantosas. Y este no es el caso de Andrés Torres, pionero en nuestro país de la alta definición, que además es persona entrañable. Conecta uno en seguida con él, tal vez porque no vive de ficciones, aunque se dedique al oficio, sino que tiene los pies en la tierra, y la cabeza bien amueblada de palabras e imágenes.
Esperamos que Andrés nos deleite no sólo con su conferencia sino con un cortometraje cuya foto es lo que ve la protagonista, una ciega (perdón, ahora se dice invidente), aunque obviamente y por fortuna no veamos la pantalla en negro.
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