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jueves, 31 de enero de 2019

La fragua literaria leonesa: Alicia López Martínez



LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Alicia López: "La poesía representa una catarsis y es una bocanada de aire que me invita a sonreír o a llorar"

La poeta y profesora asturleonesa Alicia López Martínez, autora de 'Pálpitos de la luna nueva', está en estos momentos escribiendo otro poemario.

Alicia López
Alicia López. Foto: Manuel Cuenya
Manuel Cuenya | 30/01/2019 - 12:52h.
Avanzo, perdida, errante,
a lo largo de un infinito muro de granito.
Se agitan las piedras con mis pasos,
gimen tristeza
al ver que mis labios, enmudecidos, sellados,
gritan y gritan un silencio
ahogado...
(Alicia López Martínez, 'Cenizas', incluido en 'Pálpitos de luna nueva')
Filóloga, profesora de Lengua y Literatura, Alicia López Martínez es poeta y autora de  'Pálpitos de luna nueva', editado por PiEdiciones en 2018, cuyas ilustraciones, la mayoría, incluida la cubierta del libro, corresponden a su hijo, que es todo un artista.
"Las ilustraciones que complementan el libro son el lazo de unión entre mi hijo Iván y yo. 'Ut pictura poesis', que dijo Quinto Horacio Flaco", nos aclara Alicia, que muestra su gratitud a la editorial PiEdiciones por haberle dado la posibilidad de publicar. Y le permitiera, en su opinión, dar estos pequeños pasos.
El título de este volumen, prologado por el escritor Juan Campal (quien figura en la fragua de este diario digital), sintetiza la concepción que tiene su creadora de lo que significa para ella escribir: "es pálpito y es luna, símbolo recurrente en mi obra porque se trata de mi alter ego en el que desbordo toda la imaginación. 'Pálpitos de luna nueva' es por tanto un título –añade– que es metáfora que refleja el cambio, la evolución".
Y en este mismo sentido el título de su libro hace referencia a un renacimiento, a una reaparición. "Nueva en su significado pleno: nueva vida", precisa Alicia, que hizo una selección de poemas de diferentes épocas con el fin de reflejar el eco de su trayectoria vital.
"Irrumpe, brota, se desvela Alicia en estos 'Pálpitos de luna nueva' con unos poemas que, sin abandonar el suave y rítmico oleaje de su, tantas veces, marina voz, me atrevo a decir, reúnen toda la delicadeza  belleza de la fuerza de una mar embravecida y dispuesta a cantar vivamente toda su potencia liberadora", escribe el narrador y poeta Juan Campal en el prólogo.
'Pálpitos de luna nueva', ensalzado por el polifacético Ramiro Pinto (a quien también le hemos dedicado fragua) "busca la complicidad con el lector en un acto de (con) vivencia abierta a todo tipo de interpretaciones", afirma esta lectora 'empedernida', cuyo gusto por la literatura nace de niña. Y que siendo adolescente ya escribía de un modo creativo en su afán por "comunicar y comunicarme con".
Escribe Ramiro Pinto, a propósito de 'Pálpitos de luna nueva', que Alicia "parte de ella misma, pero busca al otro, al lector, sin caer en confesarse gracias al uso de la metáfora, para convertir su realidad en poesía que busca lo concreto... Sabe lo que es hacer poesía, qué es, pero no se esconde en ella, no camufla sus tallos de versos ni sus flores en la técnica, como suele ser frecuente, sino que se entrega, se da..."
"León y Asturias. Sus ojos se admiran mutuamente. Nada sería sin Asturias y su cantábrico oleaje y nada sería sin León y su tierra de secano".
A través de la poesía se dio cuenta de que podía comunicar sus estados anímicos, sus visiones del mundo... Y de este modo ha continuado hasta la fecha actual. "La dualidad entre poesía y yo es patente y queda reflejada en múltiples poemas donde dialogo con ella, donde la añoro o donde, simplemente, soy ella. Es mi todo y mi nada, el yin y el yang, mi refugio y mi zozobra... La poesía, que es la suma de sentimiento y expresión a través de la palabra, representa una catarsis y es una bocanada de aire que me invita a sonreír o a llorar", sostiene Alicia, quien, a resultas de su formación filológica y su profesión como docente, es consciente de sus ventajas a la hora de acceder a la literatura de manera continua, descubriendo y redescubriendo autores y técnicas, aunque para ser poeta no haga falta una formación en filología, según ella. "A su vez a través de las clases intento que el alumnado acceda también a ella, ya sea a través de estudio o de una manera lúdica", señala esta profesora, que tuviera la ocasión de ejercer como lectora de Español en Wisconsin (Estados Unidos), lo que supuso para ella una gran experiencia.
"EE.UU significó vencer el reto de saberme poseedora de mi yo.  Estar en ese país, ha calado en mi personalidad por haber sido la primera bifurcación en el camino de la vida y un punto y aparte. Allí se terminó el mundo universitario y entré de lleno en el mundo laboral con todo lo que ello conlleva.  Su estancia es parte de mi vida pero tiene escaso significado en mi obra", rememora la poeta asturleonesa Alicia, porque sus raíces, "complementarias", son León y Asturias. "Sus ojos se admiran mutuamente. Nada sería sin Asturias y su cantábrico oleaje y nada sería sin León y su tierra de secano".

miércoles, 30 de enero de 2019

Democracia para idiotas

Mañana jueves 31 de enero, para finalizar este mes de fríos, contaremos con la presencia en el Campus de Ponferrada del ensayista y profesor Pedro Ramos Josa, que nos presentará su libro Democracia para idiotas, un singular título para una obra extraordinaria, que nos invita y nos ayuda a reflexionar no sólo acerca de la política sino de la sociedad en que vivimos, una sociedad débil, abotargada, como su propio pensamiento. 
Ahora más que nunca, convendría escribir y publicar sobre todo ensayos, como hace Pedro Josa, que nos muestren el mundo en que vivimos, este mundo globalizado en el que se ha impuesto la homogenización de los gustos, la uniformización del ser, el pensamiento débil y una desgracia de idiocia, en todos los sentidos, que nos impide ver el bosque. Y por tanto nos impide analizar y entender qué está ocurriendo en realidad.

No os perdáis esta presentación, en la que tendré el gusto de estar para arropar a Pedro, que bien se lo merece. En realidad, más que una presentación de un libro al uso, será una estupenda ocasión para que el autor nos hable de política, sociedad y cultura, no sólo en el ámbito nacional sino en el internacional, habida cuenta del mundo complejo en que vivimos, sombrío y confuso, en el que prima la sinrazón sobre la razón, en el que el Gran Hermano orwelliano lo tiene todo bajo control, "ya sea mediante la nacionalización o la privatización", en el que "la democracia aparece hoy como algo desconcertante, generador de ilusiones imposibles y frustraciones peligrosas", un mundo “líquido”, como nos anunciara el pensador Bauman, que deberíamos desentrañar, tratar de entender, aunque cada día nos resulte más difícil. Y para ello necesitamos filosofía en nuestras aulas, un pensamiento fuerte, necesitamos una enseñanza que nos permita conocer, analizar, pensar con rigor, con capacidad crítica.
Vivimos bajo la debilidad de pensamiento y las garras de un sistema totalitario, en el que ni siquiera la democracia nos garantiza la libertad (esa quimera), tampoco nos garantiza la igualdad, a sabiendas de que unos somos más iguales que otros, por parafrasear al Orwell de Rebelión en la granja. Una democracia (acaso el mejor de los gobiernos posibles, harto pulverizado) que no está concebida para el bien común, para la res pública, pues los políticos (y políticas) que nos gobiernas miran para sus ombligos en gesto egocéntrico, ególatra, sin importarles lo más mínimo el interés general, la cosa pública, el pueblo, que siempre estará subyugado, sometido al dictado de lo que marquen unos pocos aprovechados, con el poder suficiente para mantener a raya a la población. Una democracia, en efecto, para idiotas (en sentido etimológico del término idiotes, de lo propio, de los asuntos privados). Y por ende para una sociedad entontecida, que piensa y decide en función de lo que le marca los marcianos de las altas esferas.
Las ideologías se han pulverizado en aras de la economía, de los tiburones financieros, que son quienes mandan. Y nos meten en vereda. Por eso, ser hoy de la izquierda es como ser de la derecha, como nos recordaba el filósofo Ortega y Gasset: “una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de hemiplejía moral". Asimismo, el payés universal Pla en su Cuaderno gris escribe esto, que se me antoja revelador: “En este país, lo que se parece más a un hombre de izquierdas es un hombre de derechas. Son iguales, intercambiables, han mamado la misma leche... Esta división es inservible... Hay una división mucho más profunda... La que se establece entre personas inteligentes y puros idiotas, entre buenas personas y malnacidos...".
El miedo, la ignorancia y las castas (conviene leer y releer al antropólogo Marvin Harris), las diferencias cada vez más acusadas entre ricos y pobres (la pobreza no sólo es material sino espiritual), con una clase media ya inexistente, nos tienen literalmente esclavizados al Gran Poder, al Gran Hermano orwelliano, sin posibilidad de movimientos, sin ninguna libertad, con un Estado intervencionista, proteccionista (en el mejor de los casos, hablamos del Estado de Bienestar de Occidente, pues el resto del mundo está literalmente en la mierda) que no nos asegura ni siquiera la igualdad ante la ley, porque la división de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial no se da en la realidad.
“La división de poderes, en la mayoría de países, es pura ficción, por cuanto el Ejecutivo es capaz de controlar al resto de poderes. Y si a esto añadimos que nuestros gobiernos son como sucursales de un gobierno más amplio, meros ejecutores de decisiones tomadas en instancias superiores, tenemos como resultado el hurto completo y descarado de nuestra soberanía a favor del Gran Estado. Lo que nos queda es una democracia procedimental, vacía de contenido real, pero repleta de liturgia... ¿Cómo podemos seguir hablando de tal cosa en Europa cuando la mayoría de las decisiones se toman en el Consejo Europeo, lejos de los focos y del escrutinio de la opinión pública?", escribe Pedro con lucidez en su  ensayo.
¿Y qué podríamos decir de los países en los que la religión, a través de un Dios todopoderoso, impregna la sociedad, la política, la cultura…?  Esos países en los que la religión es el Estado mismo, el Estado represor, el Gran Hermano que nos vigila día y noche, aun en los momentos de intimidad, privacidad. Si es que no podemos movernos, ni aquí ni allá.


lunes, 28 de enero de 2019

Siempre nos quedará Marrakech


Los Suks son aromáticos, frescos y plenos de colorido. El olor, siempre agradable, varía a cada paso  según  la  naturaleza  de  los  productos.  No  existe  nombre  ni  anuncio  alguno,  tampoco  un  solo   escaparate. Todo cuanto hay a la venta está expuesto. Nunca se sabe lo que costarán las cosas, igual suben los precios que permanecen estables.

(Elías Canetti, Las voces de Marrakesh)

Marrakech, ciudad que he visitado en diversas ocasiones y en las diferentes estaciones del año, atrapa, engancha, acaso por su luz (tan importante para un ser humano), por su temperatura ambiental (tal vez afectiva, esencial también), por sus cielos despejados (lo dice este menda lerenda, que procede de las brumas del noroeste arcilloso y verde, medular y minero, donde aúllan los lobos en las noches estrelladas del verano, allá en lo alto de los Llamazones, y los osos campan a sus anchas por la Serranía de Gistredo, que debería ser espacio protegido, reserva de la Biosfera, parque natural). 

Hace más de veinte años que puse por primera vez los pies (creo que el alma también) en esta tierra (aquel mi primer viaje desde Almería en barco hasta Melilla. Y luego Nador, Nador dream, en busca de la ciudad de Fez...). Y desde entonces me quedé literalmente hipnotizado por su exotismo palmeral, por su belleza natural (es literalmente un gran oasis en medio de un secarral, por no decir desierto, un vergel que mira, con ojos golosinos, al Atlas nevado y ensoñador), por su vida en la calle, por sus gentes, por su medina  medieval, por su enorme muralla, del color tostado de la piel y a veces del color de la sangre (según incida la luz en la misma), por sus puertas (me impresionó sobre todo Bab el Khemis (genuino rastro o zoco), sobre todo la primera vez que la visité, incluso por su ciudad moderna y afrancesada de Guéliz, que huele a croissant a la plancha con mantequilla y a café brasileiro (es un decir, pero huele a café, aunque el té a la menta sea la bebida por excelencia). 

Marrakech, la ciudad roja, amerita de varias visitas, sobre todo para quienes creemos que una ciudad, un lugar, se llega a medio entender y medio conocer cuando uno la visita en diversas ocasiones (día/noche, primavera/verano, otoño/invierno). Y por supuesto cuando uno la vive, se recrea en la ella, la disfruta, la degusta, le toma el pulso, la temperatura, no sólo la ambiental, sino la afectiva. 
Hubo una vez en que hasta quise irme a vivir a Marrakech (no descarto la posibilidad algún día de irme a residir allí, al menos durante algunos meses al año, sería estupendo, creo). 

Mi querencia por esta ciudad me ha llevado también a presentar un libro, La Fragua de Furil, en el Instituto Cervantes, que queda en la Avenida Mohamed V, cuando el director era el arabista y escritor Luis Vicente Mora, lo cual le agradezco. 
Y en esta ciudad llegué a conocer y conversar con uno de nuestros mejores escritores, Juan Goytisolo (ya lo he contado). Por cierto el autor de Makbara (libro de obligada lectura para entender la Plaza de Jemáa el Fna) era amigo del magnífico escritor mexicano Carlos Fuentes y del enorme poeta Valente. 

En Marrakech he vivido experiencias estupendas, he sentido, he reflexionado, he contemplado la belleza en todo su esplendor, esa belleza que engendra amor. 
En esta ciudad también he presenciado situaciones como la que a continuación relataré, una anécdota que tiene su miga, eso creo. 
Ocurrió en la Jemáa el Fna, que es Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, una plaza que es todo un microcosmos. Y un gran teatro al aire libre, con vendedores de de todo tipo, incluidos los de dentaduras, mujeres de la henna, que te tatúan en menos que canta un gallo, y aun pescadores de ilusiones (en realidad de fantas y cocacolas). Y aun todos esos juglares y buscavidas, recitadores del Corán y los cuentos de las mil y una noches, gnaouas en trance (aporreando sus tambores cual si estuviéramos en Calanda, a Buñuel le hubieran encantado), aguadores, moneros, con sus monitos de feria (alguno incluso arropado con la camiseta de Messi, son muy dados al opio futbolero en el Morocco), serpienteros, que te cuelgan las bichas a cambio de guita...
Todo un elenco de actores y actrices dispuestos a interpretar su farsa o su teatro, su dramaturgia en un espacio abigarrado, estimulante, impregnado de sensorialidad. El gran teatro de la vida. Con máscaras y sin máscaras. Recuperemos a nuestro Calderón de la Barca. 

Ocurrió en concreto en un puesto de zumos, como el que os muestro en una de las fotos que ilustra este texto. Zumos exquisitos, por cierto. Ahora no sólo de naranja (como otrora), sino de mezcla de frutas. A precios razonablemente baratos. Todo evoluciona. Y a veces involuciona. Ya sabemos. 
Una señora marroquí, amable y cercana, le preguntó a un tipo, que iba acompañado por varias personas, si era español. Y éste, con aspecto cavernícola [tendríais que haberlo visto y sentido] respondió con aires de suficiencia: "catalán". Nada nuevo ni sorprendente bajo la capa de las estrellas marrakchíes, que lucen con entereza.
El catalanismo andante y parlante no se mide, que diría un cuate mexica


Viajar a la ciudad roja marroquí para estrecharse, encogerse, ombligarse es algo que te deja trastocado. Hostias, creía que viajar era para ampliar horizontes, saltarse fronteras, abrir el "calamón", que dicen en mi tierra uterina. Ay, qué cosas hay que escuchar.
Es como si la buena señora magrebí, atónita que se quedó ante la respuesta del catalanista [puedo dar fe de ello], me hubiera preguntado: ¿Español? Y uno, tan ancho como largo, le hubiera espetado: de Noceda del Bierzo, nomás.


Marrakech, con el transcurso del tiempo y mis varias visitas, se ha convertido en un sitio en el que uno se encuentra como en su casa, con unos restaurantes familiares como el Toubkal, sito en la propia Jemáa, o bien el Chaâbi, donde se come muy bien, comida casera, con sabor exquisito. La comida marroquí, sin llegar a ser variada, me parece excelente, saludable, sobre todo. Y el Faouzi, enclavado en la medina, a unos pasos de la Jemáa, es un hotelito que me entusiasma, no sólo porque resulta acogedor (con su patio andalusí, como el de un riad, y su terraza con vistas a la ciudad) sino por la hospitalidad, la calidez de sus recepcionistas, sobre todo de Faisal, un berebere sonriente, educado, amabilísimo, que ya es como un amigo.
Realmente, es una suerte encontrar un lugar así, que te hace sentir como en casa. 

En mi aún reciente viaje al Morocco (reciente sobre todo en mi memoria emocional), ya en mis últimos días de visita, antes de emprender rumbo a nuestro país de paisitos (morriña que me dio, lo confieso, porque me encontraba estupendamente) la vida me dio una sorpresa (o mejor dicho, dos sorpresas, una buena y otra mala). 

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, como suena la canción de Pedro Navaja. O algo tal que así. 
Empecemos por la mala, el fallecimiento de Paco el pescadero y hostelero nocedense, al que le tenía afecto, como paisano y como persona. La noticia me llegó vía Whatsapp a través de un grupo conocido como "Bercianos por el mundo" (aunque antes cabría llamarlo "Nocedenses por el mundo"). Me dio mucha pena no poder estar en su funeral para acompañar a sus familiares, a sus hijos Isa y Paco, y a su mujer Maruja, que siempre tiene buenas y cariñosas palabras para uno. 
Noceda del Bierzo se nos esta quedando vacía, despoblada. Qué pena. Y cuánta tristeza por la desaparición de Paco el pescadero, a quien hace algún tiempo le dedicáramos semblanza en la revista La Curuja.
En realidad, fue nuestro buen amigo y colaborador de la revista del útero de Gistredo Javi Arias Nogaledo quien le dedicara un hermoso texto, ilustrado con fotos entrañables. 
De repente, se me destempla el cuerpo/alma al recordar  que basta que uno se ausente de la matria para que llegue alguna desgracia. Sí, siento escalofríos a pesar de la excelente temperatura ambiental en este invierno del sur marroquí que podría equivaler a nuestra primavera avanzada de finales de mayo y aun principios de junio.


Los cuenteros suelen tener mayor clientela. A su alrededor se forman los más densos y también los  más  duraderos  círculos  de  gente.  Sus  intervenciones  duran  bastante;  en  un  corro  interior  los  oyentes se agachan en el suelo y no se marchan tan pronto. Otros forman en pie un cerco exterior, y tampoco se mueven, penden fascinados de las palabras  y  gestos  del  cuentero.  A  veces  son  dos  los  que  recitan  alternativamente.  Sus  palabras  llegan  desde  lejos  y  permanecen  suspendidas  por  largo  tiempo  en  el  aire  al  igual  que  los  habituales.  Yo  no  entendía  nada  y  sin  embargo  permanecía igualmente fascinado al eco de su voz.

(Elías Canetti, Las voces de Marrakesh)


Uno se pregunta si la belleza será menos belleza o simplemente no será cuando se muere un paisano, un hombre, Paco el pescadero o el fresquero, y todo un pueblo se siente triste ante tamaña pérdida. Y es que cada vez que se nos va alguien en Noceda del Bierzo, todo se torna más gris. Aunque en la ciudad de Marrakech sigan las puestas de sol tras la Kutubía y las voces de la ciudad, incluido el muezzín [Elias Canetti supo ver y escuchar como nadie el sentir marrakchí, ahí están sus Voces] suenen y hasta resuenen en nuestro interior, acaso como un lamento fúnebre. Joder, cada vez que me ausento de la matria alguien fallece. La muerte de mi padre no me pilló de milagro fuera de España. Había viajado también a Al Magrib. Y por los pelos no coincidió con mi viaje por esta tierra, lo cual agradezco, que ya estuviera en España, en la ciudad de León, en concreto, donde estaba impartiendo clases, lo que no atenuó, cabe decirlo, el tragantazo brutal que sufrí.  

Y la agradable sorpresa (no todas van a ser malas) es que me contactó el periodista y escritor David Rubio (el dire de La Nueva Crónica) a través del face para decirme que iba a viajar a Marrakech. Y como sabía que andaba por esos lares, pues si podíamos vernos. Por supuesto, encantado, le dije, coincide con que estoy hoy en la ciudad, después de mi visita a Essaouira/Swira. 

Quedamos en vernos al mediodía en el restaurante Toubkal, que queda en la plaza de Jemáa el Fna. Y es sitio que me gusta frecuentar. El mediodía es buena hora para la ceremonia del té a la menta, el whisky bereber. A los marroquíes les encanta escanciar el té como a los astures la sidra. Por cierto, la sidra es una de mis bebidas preferidas. Y las Asturies una tierra en la que pasé algunos de mis años universitarios, esos en los que uno permanece con las ilusiones intactas. Y se cree, qué ingenuidad, cuasi inmortal (El inmortal de Borges). Una época extraordinaria, cuando descubre también los primeros amores, el sexo... lo que tal vez a uno lo configura como persona (infancia y juventud nos conforman. Y son definitivas).

David llegó puntual a la cita mientras me tomaba un té a la menta en la terraza a ras de suelo del Toubkal, pues este restaurante cuenta con otra terraza en el primer piso. Qué maravilla las terrazas de Marrakech. 
Y para rendirle homenaje al gran Juan Goytisolo [quien además hablabla un buen árabe marroquí, como me dijera mi acompañante Hayat hace años] nos subimos a la terraza del mítico café de France, al que tanto le gustaba ir a Goytisolo, y desde donde se tiene una vista completa de toda la ciudad roja, incluida la silueta nevada del Atlas.

Paseamos por la Medina, comimos (en el Chaâbi), reposamos en la patisserie des Princes (donde, oh sorpresa, estaba el cavernícola catalán con su manada, eso me pareció, si no era él, era su sosias), subimos también a la terraza del chic L'adresse para contemplar la caída de la tarde sobre la bulliciosa Jemáa [patrimonio oral e inmaterial, gracias precisamente al autor de Reivindicación del Conde Don Julián], paseamos por Guéliz, que es como pasar de la Edad Media de la Medina al primer mundo. Y rematamos velada en la espectacular terraza de La Renaissance, cervezas incluidas [o mejor dicho, con tapa incluida, para que luego digan que sólo en León dan tapa con la consumición].


A David y a su novia Elena aún les quedaban algunos días de estancia en Al Magrib. Pero mi viaje estaba llegando a su fin. Lo cierto es que aún disponía de un tiempo para medinear. O subirme a alguna terraza a contemplar el mundo. Faisal, como siempre tan servicial, me recomendó, aunque mi avión salía de madrugada (00h45) que, en vez de un taxi (que te clava al menos 100 dirhams, incluso 150 DH) desde la Media al aeropuerto de la Menara (unos 6 kilómetros de recorrido, nomás), que tomara un taxi colectivo (al módico precio de 5 DH), que me dejaría a unos pocos metros del aeropuerto marrakchí.

Y así lo hice. Llegué con tiempo al aeropuerto. La espera se me hizo algo pesadina (el tiempo es relativo), a resultas tal vez y también de mi saudade, hasta que cogí (palabro que en América, sobre todo en Argentina resulta controvertida) el avión de Air Europa. Sustituyo cogí por agarré (que así dicen en México lindo) porque si digo tomé quedaría algo cursi. Uno no toma un avión como si fuera un café. Creo. Y arribé al aeropuerto de Barajas Adolfo Suárez a una hora algo intempestiva.
Aeropuerto La Menara
Al día siguiente, después de dormir y reponer fuerzas, 
Madrid o Mayrit, que también es en cierto modo una ciudad árabe, lucía espléndida en Año Nuevo bajo un cielo azul radiante y comestible, protector, con las estatuas de dos de los más grandes escritores de nuestra literatura, Valle Inclán y Lorca. Pero esto daría para otro post. 

En todo caso, de Madrid al cielo. Y siempre nos quedará Marrakech. 


sábado, 26 de enero de 2019

La fragua literaria leonesa: Alain Yebra

LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Alain Yebra: "El arte, en mi caso, también es una pasión, un desahogo"

El pintor y poeta parisino-berciano Alain Yebra, autor del singular poemario 'La revuelta', compuesto con 'rima homofónica total o rima hiperrealista', tiene previsto publicar una obra dedicada a su país natal, Francia.

Alain Yebra

























Manuel Cuenya | 24/01/2019 - 12:34h.

Artista plástico nacido en París, Alain Yebra ha publicado un singular poemario titulado 'La revuelta' bajo el sello editorial Poesía eres tú, en el que nos ofrece un nuevo modo de afrontar la poesía, incluso un nuevo modo de componerla, lo que él mismo ha acuñado como 'rima homofónica total' o 'rima hiperrealista (la ciencia perfecta de la rima)', que consiste en mantener la rima desde el inicio hasta el final del verso ('rima silábica constante'). "Un nuevo concepto inexplorado hasta ahora y que procura inmensas posibilidades fonéticas... las combinaciones son numerosas y diversas... una verdadera revolución lingüística... Que nuestras plumas encuentren el camino de este filón", aclara. Algo que resulta sin duda curioso y hasta sorprendente (también para su editor, el cual nunca había visto nada similar). Un ejercicio vanguardista que tiene interés en sí mismo como divertimento, aunque los amantes de la poesía clásica a buen seguro no comulguen con esta forma de encarar la poesía. O sí.
Es cuestión de que se acerquen a su libro y lo comprueben por sí mismos. Vayan aquí algunos ejemplos: 'En amor hado-Enamorado', 'A su María-A sumar ría', 'Común ismo-Comunismo' o 'De primavera-De prima vera'.


En todo caso, este artista, que reside en la localidad berciana de Toral de los Vados desde hace algo más de una década, cuando decidiera dejar la capital francesa para regresar a sus orígenes, tanto paternos como maternos,  confiesa que tiene varios libros inéditos, también escritos en francés y en inglés habida cuenta de que Alain habla cuatro idiomas. Y su poesía está influida por el pensamiento del político y poeta martiniqués, ya fallecido, Aimé Césaire. Reconoce Yebra que ha leído en varias ocasiones el ensayo 'Discurso sobre el colonialismo', en el que Aimé, considerado como uno de los precursores de Estudios Poscoloniales, hace una crítica del colonialismo europeo poniendo de manifiesto su carácter hipócrita e inmoral, incapaz de acabar con la miseria y la alienación que él mismo provocó y fomentó con sus conquistas coloniales.
En su poemario 'La revuelta', Yebra aborda cuestiones sociales además de asuntos románticos. Y aun otros que tienen que ver con la iconografía religiosa, lo místico, incluso con lo esotérico.

(Puedes seguir leyendo esta fragua en el siguiente enlace de ileon.com: https://www.ileon.com/cultura/093798/alain-yebra-el-arte-en-mi-caso-tambien-es-una-pasion-un-desahogo)

jueves, 24 de enero de 2019

El valle de Ourika como matria o útero


 El valle del Ourika atrae como un imán, en el sentido magnético y también religante, porque imán o imam es asimismo el guía espiritual o religioso [musulmán] que dirige la oración.
Hay algo especial en este valle que, de un modo inevitable, me devuelve a mi matria, a mi útero, acaso porque ésta es tierra de cascadas [aseguran que hay siete, aunque si logras treparte a dos, date por servido] y de nueces. Exquisitas. Uno tiene la impresión de viajar a una tierra familiar y a la vez exótica. Como si de repente llegaras a un genuino Belén, con sus dromedarios y sus casas de adobe, con sus nopales y ese Atlas nevado al fondo, que se clava en tus entrañas. 
Y aun esas mujeres haciendo la colada en las aguas, frías en invierno, que me hacen recordar tiempos en que las mujeres en Noceda del Bierzo, incluso los hombres, lavaban las tripas del gocho [por esta época] en la presa de turno. Asimismo, las mujeres lavaban la ropa en el agua de los regueros, que eran abundantes en el valle nocedense. Por fortuna, en Noceda el agua sigue siendo aún un bien abundante. Y saludable. Ahí están las fuentes con propiedades curativas. 

En los últimos años el valle del Ourika se ha convertido en destino turístico, sobre todo para los marrakchíes, por la relativa cercanía del mismo, que buscan el frescor y la naturaleza, sobre todo en verano -cuando en la ciudad roja podrían alcanzarse, al menos rondar los 50 grados-, y por supuesto para los extranjeros, que acudimos a este sitio en busca de belleza natural y tranquilidad (esa templanza sagrada de la que nos hablaran los filósofos estoicos. me vienen a la mente las Meditaciones de marco Aurelio).

Y tal vez en busca de otro tiempo. El tiempo, bien lo sabemos, lo es todo, es sangre y oro. Acaso incienso y mirra.
Cada vez son más los puentecitos que existen a lo largo del valle [algunos de madera, como los que vemos en la ruta de las fuentes de Noceda del Bierzo] y los restaurantes a pie de río [butacones incluidos para sentarse como príncipes y reinas] y disfrutar de un té a la menta (el whisky bereber), unas brochetas de carne asada o un tajine. 

Pero quizá lo mejor es llegar hasta el final de la carretera, donde muere enfrente del imponente Atlas. Cruzar un puente, construido con madera, y adentrarse en esa aldea, Setti Fatma [Stti Fadma] en la que el tiempo se ha detenido. Y las gallinas corretean alegres por sus callejuelas de barro, mientras los rapacines y rapacinas te miran cual si fueras un extraterrestre que estuviera dispuesto a darles un bolígrafo o en el mejor de los casos diez dirhams si pretendes retratarlos. 
Ya se sabe, que el alma tiene un precio. Y fotografiar a alguien es en cierto sentido robarle el alma. En cualquier caso, no todo es dinero (ese significante que pudre cualquier significado). Y por fortuna, un señor, bien amable y hospitalario, te ofrece sus nueces para que las pruebes. Y de repente me viene el sabor de las nueces de mi tierra y el aroma de los nogales, otrora abundantes en el valle de Noceda. 
El valle del Ourika, que he visitado en algunas ocasiones y en diferentes épocas del año como si de un ritual se tratara (religado ya para siempre con el valle de Noceda), es un espacio al que espero volver.

martes, 22 de enero de 2019

Swira, joya blanquiazul


Desde el desierto y las mil y una kasbahs al mar Atlántico. 
Mogador se muestra como un blanco lleno de pureza y un azul celeste, en este caso también comestible. 


Adentrarse en la medina de Essaouira (Swira) es una experiencia sin igual, te empapas de sensorialidad, con su colorido llamativo, sus aromas a especias, incluso sus hedores a pescado y aun a otros olores penetrantes, con el graznido de las gaviotas y el muezzín (almuecín) resonando en tu interior cual si te cantaran una por bulerías, con el sabor del pescado asado aún en la boca mezclado con un zumo de mandarina y una temperatura ambiental que invita a darse un chapuzón en la playa mientras cae la tarde anaranjada, con el gusto de una vitamina cítrica.

Portuaria, pictórica y musical, Sawira atrapa al viajero o turista [que dificil ser viajero en tiempos globalizados, vestidos con el uniforme de lo mediático y trillado] por su excelente clima, su colorido vibrante y sus músicas del mundo: los gnaouas, que también vemos en la Jemaa el Fna de Marrakech, nos hipnotizan con sus sonidos redundantes, latiendo con un corazón acelerado. 


Sawira, Esauira o Mogador, que de estas tres formas se conoce, es también escenario cinematográfico.

El gran Orson Welles, que cuenta con una plaza [lástima que ya no se vea su estatua-rostro], filmó Otelo en la Skala del puerto, con esos cañones apuntando, desafiantes, al poniente rosa de las ilusiones. 

Portuguesa y marroquí, esta joya blanquiazul, con el dorado vistoso de sus fortificaciones, amerita no sólo de una sino de varias visitas. El invierno aquí es un sueño placentero iluminado por algún duende cariñoso y amable. 

Una puesta de sol en Sawira/Swira es un verso hermoso de un gran poema, que se escribe por sí solo, como la vida misma. Es tarea vana intentar escribir sobre una puesta de sol porque se trata de una realidad universal que supera cualquier ficción, acaso artificial y hasta poco creíble y emocionante. Si bien debo confesar que se me erizan todos los huesitos de la alegría al contemplar el ocaso de la tarde desde el malecón. Me procura serenidad. Me arrulla. 


Las puestas de sol continúan desde este espacio portuario, con la ilusión de un nuevo amanecer. Y sí amanece. Entonces, rememoro el sobrecogedor poema de Toño Llamas, No amanece.

A determinada edad, cuando uno ya ha superado el medio siglo, cada día es una fiesta, que debemos celebrar. Con salud y el afecto que procuran los seres queridos el mundo es más habitable, incluso más bello, con esa belleza que nos mantiene firmes en el camino de la vida. 

El sentido filosófico y metafísico de esta vida [recordad que sólo tenemos una y es sagrada] lo encontramos en la naturaleza, en la pureza de los sentimientos, en una puesta de sol. 

Hoy, como ayer, doy gracias a las diosas y los dioses que en los cielos reinan [de repente me siento tocado por lo espiritual] por poder disfrutar de estas pequeñas grandes cosas que nos ofrece la madre naturaleza.


Swira como escenario musical, lugar de encuentro de nuevas músicas. Encontrar la templanza o el trance que nos permita vivir en paz consigo mismos y por ende con el mundo entorno. Respirar belleza, esa que engendra amor. La música como arte sublime. Hubo una vez en que Jimi Hendrix tocó en este tranquilo y hermoso lugar. Y Cat Stevens, ahora Yusuf Islam, vivió en esta ciudad pesquera. Hasta Edith Piaf nació y residió en Essaouira.
Eso me cuenta un lugareño, Ahmed, quien fuera navegante. Todo un sueño. Surcar los mares en busca de aventuras, islas paradisíacas, tiempos estimulantes. En cualquier caso, la gran cantante Edith Piaf figura como nacida en París, eso sí, con un bisabuelo marroquí, bereber, Said Ben Mohamed, originario de de esta perla del Atlántico, que mira hacia el Nuevo Mundo desde su atalaya musical, con su oleaje rítmico y su luz de eterna primavera.

Prosigue esta aventura por este país de contrastes, donde los ricos son muy ricos y los pobres muy pobres, camino que seguimos en el resto del Planeta, uniformados por abajo, esclavizados al poder imperante, devorador, caníbal. Pero dejemos la reflexión para seguir enganchados a lo sensorial, a los sonidos que nos procuran entrar en trance, como la música gnaoua, las especias que nos nutren con sus aromas, el delicioso zumo de mandarina, el aceite de argán como bálsamo, comestible y embellecedor. Los vendedores y vendedoras de argán (sorprende, en un país como éste, ver a tantas mujeres encargadas de negocios de este tipo, aunque algunas otras, con sus molinos de piedra, también son artesanas en moler y extraer el aceite) ofrecen, habitualmente tras una sonrisa hospitalaria, sus elixires a los viajeros. Huele riquísimo, como a almendra, tanto el comestible como el embellecedor, que para ambas cosas puede servir y sirve. Swira es el reino del argán, cotizado a precio de oro. 

Prosigamos en esta senda luminosa, con la alegría, siempre pasajera, de soñar con un mundo mejor, con la ilusión [la ilusión, ay, es lo último que debiéramos perder] de volver a mirar el mundo como niños o niñas con todo el futuro por delante.

De camino a Swira hasta podrías toparte con el circo de las cabras acróbatas, cual monos que improvisaran piruetas, en verdad circenses (pura pose teatral, quizá) encima de las ramas de algunos árboles, mientras el pastor contempla, impasible, es discurrir del día. De repente me asalta la imagen del tío loco de Amarcord, esa película de la vida, que nos impregna de humor, de amor, de fantasía. Pues sigamos soñando. Aunque quizá convendría vivir de claridades y lo más despiertos posible.