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jueves, 15 de diciembre de 2022

Pizcas y puñaos


La autora de este relato, contado en primera persona, nos adentra en el apasionante mundo de la gastronomía para mostrarnos una provincia, la leonesa, con mucho encanto, que atesora no sólo siete Reservas de la Biosfera, convirtiéndola en la Región con el mayor número de reservas del mundo, sino con un patrimonio cultural extraordinario, con productos de excelente calidad y una cocina tradicional que nos trae aromas y sabores inolvidables.

(Taller de composición de relatos de la Universidad de León, impartido por Manuel Cuenya, publicado por La Nueva Crónica)

 

Nací con mandil en el alma. Nací y soy cocinera. Así lo siento. Llevo en vena esa gastronomía tradicional que nos hace salivar, la que despierta emociones y sentidos, la que conquista a todos por ser tan universal como cercana. La gastronomía que forma parte de nuestro acervo cultural, porque la cocina es ‘cultura’, y como tal hay que preservarla y transmitirla.

Mis recuerdos infantiles se amasaron en la cocina, lugar de costura, charla, juegos y cuadernos, todo envuelto en olores y vapores de los guisos de mi madre, gran cocinera. Siempre me interesaron más sus recetas que los deberes escolares, y ella me transmitió aquel legado heredado de muchas generaciones femeninas, porque en aquellos tiempos eran ellas las que reinaban en la cocina.

Aún percibo los aromas  que salían a recibirme a las escaleras del portal cuando llegaba del colegio; subía los peldaños intentando adivinar qué se comería ese día en cada casa, siempre intuía platos lentos y sabrosos, un primero de cuchara, un segundo con salsa de anécdota de recreo, y los domingos, que había más tiempo, un delicioso postre casero.

Aunque ya entonces hacía pinitos en la cocina, y mi gusto se decantaba hacia platos populares, jamás imaginé que acabaría dedicándome al apasionante mundo de la gastronomía, llevando un restaurante propio cuyo objetivo principal es la recuperación de la cocina casera, tradicional, en un intento de salvaguardar nuestro patrimonio culinario. 

Mi curiosidad me llevó a indagar la gastronomía genuina, la ancestral, conduciéndome a sabores y estampas entrañables que aún hoy siguen vigentes: la abuela madrugadora que cada mañana alborota el gallinero para recoger los huevos recién puestos, los de yema amarillo intenso que acompañarán a la panceta del cerdo cebado en casa dando vigor al desayuno. Los huevos que se abrazarán a las patatas del huerto del abuelo para formar la sabrosa tortilla española, con cebolla o sin ella, con pimientos del Bierzo, con bacalao al ajo arriero estilo Valderas, incluso guisada con verduras como tanto nos gusta en León. Y, llegada la noche, se acuestan en el plato como sencillos pero sabrosos huevos fritos acompañados, tal vez, de un buen chorizo leonés.  Y no importa si se trata de desayuno, comida o cena, que no faltara un trozo de buen pan y una cuña de queso. Queso cremoso, suave, fuerte, de leche de verano… sabores que me  llevan a rendir homenaje al pastor que, bajo la tormenta o la solana, acompaña al rebaño en busca de buenos pastos que llenen ubres, que ya se encargará él de transformar la leche en exquisitos quesos. Como los de Valdeón en Picos de Europa, o Ambasmestas, en el Bierzo, tan deliciosos y variados que contamos con una veintena de queserías artesanales. Y en casi la mitad de ellas crían su propio ganado y elaboran sus quesos con su propia leche, por lo que existe un control de la trazabilidad del producto.

Saluda el pastor al agricultor, que mira al cielo, leyendo nubes, implorando que el tiempo le acompañe en las labores del campo, fascinante labor la de personas, como mis vecinos Aurita, Nano, Jorge, que siembran, riegan y recolectan para ofrecerme productos frescos, y yo, como cocinera, les doy mi toque especial para hacer las delicias de mis clientes.

Es la rueda vital girando, en la que los agricultores y su imprescindible labor procuran a la provincia de León productos de excelente calidad y gran variedad.  Prueba de ello es que en la provincia de León contamos con quince marcas de garantía, entre las que se encuentran tres denominaciones de Origen, entre ellas la Denominación de Origen Bierzo, y ocho Indicaciones geográficas protegidas. Asimismo, León es la Región con el mayor número de reservas del mundo. En nuestra provincia se encuentran en concreto siete Reservas de la Biosfera, con su riqueza ambiental, pero también gastronómica como Picos de Europa, Laciana, Babia, Alto Bernesga, Valles de Omaña y Luna, Los Argüellos y Los Ancares. Todo un lujo.

Como cocinera, me atrevería a decir que somos la despensa de nuestra comunidad castellana y leonesa. No importa la estación del año, ni la dirección que tomemos, encontraremos un buen plato de legumbre, un guiso, deliciosas calderetas de pastores de Babia, las truchas y el llosco o yosco de los valles de Omaña y Luna, el cocido gordonés del Alto Barnesga o la cecina de chivo de Los Argüellos. Todo ello regado con alguna de las muchas variedades autóctonas de viñedos. Y llegado el postre el frutero nos ofrece un festín sensorial, huele a manzana reineta, se nos llena la boca de agua de pera conferencia y los ojos de rojo cereza, cerezas del Bierzo. Productos que conforman nuestro patrimonio y que debemos preservar porque son nuestras raíces, sabores y aromas ancestrales que mamamos en aquella cocina de abuela, costuras y deberes. 

Nuestra gastronomía también es nuestra memoria familiar porque no hay evento humano, nacimiento, boda, reencuentro o despedida que no se formalice alrededor de unas viandas. Unas veces regadas de cánticos, otras de lágrimas y siempre, siempre por los excelentes vinos de la tierra, entre los que sobresalen la Denominación de Origen Bierzo o la Denominación de Origen León. En el Bierzo destaca la mencía como variedad tinta y la godello como blanca, y en cuanto a la Denominación de Origen León destaca la prieto picudo y la albarín como variedades autóctonas.

En esta época apresurada en que vivimos, donde reina lo inmediato y escasea la calma, me agrada ser cocinera de fuego lento, de platos que despierten los sentidos e inviten a largas sobremesas y serena conversación. Fue en una de esas sobremesas familiares donde germinó mi aventura gastronómica, estábamos rememorando sabores de la infancia, mi marido hablaba del entrecuesto, mi madre de las manzanas fritas en manteca… y, tirando de recuerdos, pucheros y sartenes de otros tiempos, nos nació la necesidad de recuperar y poner en valor esos platos, deseando volver a disfrutarlos como si fuera la primera vez.

Sin dejar enfriar el entusiasmo y los fogones, mi marido y yo empezamos a recorrer nuestra provincia en busca del producto auténtico y de la receta original que atesoran  los mayores, a los que se les desgasta la memoria pero nunca los productos que llenaron los platos de su mesa. Provistos de libreta, bolígrafo y cámara de vídeo, logramos grabar a nuestras protagonistas, ya que de otra manera hubiera sido imposible reproducir con precisión sus recetas, con sus pesos y medidas adecuados, porque mientras te dicen una cosa, hacen la contraria. Tal vez ese es el secreto de abuelas, tías y madres, guardianas de su punto gastronómico. A todas ellas, gracias por compartir los “puñaos de legumbres y pizcas de sal”.

Para mantener vivo ese valioso legado hemos fundado el Aula de Recuperación Gastronómica (ARGA), con el fin de recuperar la gastronomía proverbial leonesa, porque “la cocina nos revela quiénes somos y también quiénes fuimos”. Y, casi sin darnos cuenta, nuestra andadura ha cruzado veinte años realizando un trabajo de campo que se me antoja imprescindible.

Invito a cocinar el pasado y disfrutar el presente. Cocinar en compañía, porque no hay nada más placentero que compartir borbotones, sabores y texturas. Y no lo olviden, León es auténtico porque su gastronomía es genuina.

https://www.lanuevacronica.com/pizcas-y-punaos

Galicia literaria y musical

 Viajo a Galicia para sentir en vivo y en directo lo que quiero expresar con palabras en una obra que estoy perfilando. Y dejo aquí estos apuntes, que puede dar una breve idea de lo que luego elaboraré con calma y tiempo. 

3 de diciembre

Hasta Santiago de Compostela he llegado con la musicalidad de su historia.
Hasta Compostela he llegado bajo el amarillo aroma de las zamburiñas y las campanadas de otro tiempo, en esta noche serena y escarchada.
Hasta esta aldea universal, donde los estudiantes conviven con los peregrinos, en busca tal vez de la concha consagrada. O bien de una Fonseca fabulada, también fabulosa. 

"Yo también viniera aquí hace años", dice con voz melosa una chica que está en el bar restaurante Damajuana, donde he venido a probar el cordero pascual que quitas el pecado del mundo. Es broma. Lo del cordero pascual. El resto no.
El típico tópico de que llueve en Santiago no se ha cumplido por ahora. No chove en Santiago de Compostela meu doce amor -Lorca y Luar na Lubre resonando en nuestros corazones-, sino que ha hecho un sol espléndido en esta ciudad de las conchas de vieira, "Rosa mística de piedra, flor románica...", como escribiera el mago de las palabras Valle-Inclán, por cuya obra siento devoción cual si se tratara de un apóstol, el cual sigue contemplando la estampa catedralicia desde un banco de la Alameda, aunque su cuerpo, que es toda Galicia, esté enterrado en el cementerio de Boisaca de esta ciudad eterna -como Roma y Jerusalén-, donde también dejara impregnado su espíritu poético la gran Rosalía de Castro, que yace en el panteón de los ilustres gallegos.

4 de diciembre

El viaje continúa tras la estela de la gran Rosalía de Castro por Padrón, que solo por eso ya merece ser visitado este pueblo. Y por supuesto porque en Iria Flavia, al lado de Padrón, está la Fundación de Cela, además de su tumba bajo un olivo en el cementerio de la localidad, con la iglesia de Santa María como icono. Y el olivo como símbolo de inmortalidad.
También el busto del premio Nobel se halla justo en el exterior del cementerio, mirando para la fundación.
Padrón, además, invita a subirse a la iglesia de Santiaguiño del Monte a través de unas escaleras con el verde aroma a musgo.
Cuentan que los devotos las subían de rodillas, como si fueran a la basílica de Guadalupe en Ciudad de México (esto último lo dice uno, de su puño y letra). 
Si no vas de vivo, como ocurre en San Andrés de Teixido -otro santuario extraordinario-, lo harás de muerto. Así que lo mejor, creo, es visitarlo en vida. No vaya a ser.
Los pimientos aún no los he probado en esta tierra pero el pulpo á feira se me hace delicioso.

5 de diciembre

La ría de Arousa es un poema donde la belleza engendra luz y verdor. En medio de esta ría, como si de una fabulación se tratara -entre A Pobra do Caramiñal y Vilanova-, nació en una barca el genio de la lámpara maravillosa. 
Por cierto, La lámpara maravillosa es un ejercicio de estilo sobre estética, filosofía, donde el autor imprime su sello místico: "he querido bajo los míticos cielos de la belleza, convertir las normas estéticas en caminos de perfección, para alcanzar la mirada inefable que hace a las almas centros", apunta Valle, cuyo espíritu impregna todo el pueblo de Vilanova de Arousa. 
Valle Inclán y el excelente cronista y viajero Julio Camba, también originario de Vilanova, invitan a viajar una y otra vez a este rincón del Noroeste.

6 de diciembre

Vilanova de Arousa procura una vibración emocionante en quien la visita, tal vez porque está impregnada toda ella con el espíritu de Valle Inclán, que me parece todo un figurón, con una obra literaria harto sustanciosa e inspiradora. 

Como él mismo dijera: amo las poéticas noches en que el cielo, tachonado de estrellas, se refleja en el límpido y brillante cristal de la ría de Arousa.
Me hubiera encantado conocer a Valle, al menos saludarlo. Pero tengo que conformarme con leer y aun releer su obra, que no es poco, y visitar su casa pazo museo, cercado por un muro musgoso, bajo la luz de acuario de un jardín umbrío y exótico -con aroma a magnolio y camelias, tan embriagador-, y el amarillo y explosivo olor del yodoformo.

8 de diciembre

Hórreos que asoman sus cruces, como si fueran panteones, al mar.
Un mar bajo el resplandor de una mañana azul apetitoso, y meigas que sobrevuelan la imaginación del visitante, conforman un lugar singular, como un imán que atrajera con su aroma a arroz con bogavante. 
"Mira, mamá, una bruja... Y otra... ", dice una niña con asombro, como si descubriera el mundo de las bruxas, tal vez el cosmos en sí mismo, con sus más de trece mil millones de existencia desde que se produjera la gran explosión en un espacio sin espacio.
El paseo por Combarro se me antoja delicioso. 

Y la visita de Pontevedra, con su plaza de la leña, que es un escenario como de otra época, me entusiasma. 
Aquí también dejó su huella Valle-Inclán. En la plaza de las Cinco Rúas, en pleno centro histórico, vivió este prodigioso escritor. Y en la plaza de Méndez Núñez puede verse su estatua en bronce, supuestamente a tamaño natural, como con intención de desplazarse a algún lugar. Valle no era precisamente un mocetón, aunque tenía una mente privilegiada. 

El espíritu de la colmena, de Erice

 El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973)

Víctor Erice es sin duda uno de nuestros grandes directores. Un cineasta singular cuyas imágenes nos remiten directamente a la poesía. Un cine poético, como nos dijera el poeta, actor y director de cine Pasolini. O bien un cine sensorial, donde están presentes la percepción y la sensibilidad. A Erice le gusta, en todo caso, experimentar con el lenguaje cinematográfico. 

“Al realizar una película, lo que me gustaría es poder descubrir siempre algo nuevo acerca de la vida. En este sentido, el cine es para mí, entre otras cosas, un instrumento de trabajo, y una posibilidad de aprender. Un lenguaje que aspira, en última instancia, a convertirse en una forma de conocimiento total”, expresa Erice.

Autor también de El sur (basada en la sobrecogedora obra de Adelaida García Morales) y de El sol del membrillo (sobre el proceso de creación por parte del pintor Antonio López), Erice toma este sugerente título de El espíritu de la colmena de La vida de las abejas, del poeta y naturalista Maeterlinck para contarnos una historia ambientada en tierras de Castilla al finalizar la Guerra Incivil, con la presencia de un hombre herido que se refugia en una casa abandonada. 

El espíritu de la colmena hace referencia, según Erice, a un espíritu todopoderoso, enigmático y paradójico al que las abejas parecen obedecer. La colmena como símbolo de la sociedad humana, con sus abejas moviéndose por inercia, perdidas en un mundo triste. 

El espíritu de la colmena, a modo de cuento infantil con el inicial Érase una vez... , nos adentra en la vida y la muerte.  En el mundo de los espíritus y los sueños. De los miedos y las mentiras. 

A partir de la proyección de la película de Frankenstein, dirigida por Whale, las niñas protagonistas, Isabel (Isabel Tellería) y Ana (Ana Torrent), se preguntan por el sentido de la vida -la vida y la muerte, cara y cruz de una misma moneda-, a través del cine.

En este viaje iniciático, de autoconocimiento, Ana lo hace desde una visión naif y soñadora, mientras que Isabel, que es mayor que su hermana, encara la vida con madurez, con los pies en la tierra y lúcidas reflexiones, incluso resulta transgresora en sus comportamientos.

Además de asistir como espectadores al mundo infantil, El espíritu de la colmena nos adentra en el mundo de los adultos a través de Fernán Gómez, que representa a un hombre rutinario, insomne, y su mujer, interpretada por Teresa Gimpera, que deambula como un fantasma, con su frustración y su melancolía, acaso ilusionada en su autoengaño. 

Fernán Gómez y Gimpera -los padres ausentes de Ana e Isabel, viven un matrimonio sin sustancia, sin cariño, hecho de silencios, de incomunicación. En realidad, El espíritu de la colmena es una puesta en escena del silencio, un silencio inquietante, angustioso, donde tal vez sobren las palabras. Tal vez podría haber filmado toda la película sin palabras. 

Sorprenden y enganchan las imágenes, los encuadres y los movimientos casi imperceptibles de cámara, esos planos fijos con profundidad de campo. Como si fueran cuadros de Vermeer. Y ese homenaje a los orígenes del cine: el tren como metáfora genuinamente cinematográfica, que nos remite al cine de los Lumière, incluso al cine del maestro Hitchcock. 

Una obra que nos deja impactados vista cincuenta años después de su filmación. 


miércoles, 14 de diciembre de 2022

Remando al viento, de Gonzalo Suárez

Hoy, esta tarde en el campus de Ponferrada, Remando al viento (Gonzalo Suárez, 1988) 

https://www.unileon.es/noticias/comienza-en-ponferrada-un-ciclo-de-cine-destinado-a-los-alumnos-del-programa-de-la

Película que en su día me cautivó -la vi por primera vez en Oviedo, de donde es originario su director-. Transcurrido el tiempo, me sigue gustando, sobre todo ese inicio con el fragmento del poema Oscuridad, de Lord Byron, seguido de un mar de témpanos de hielo, bajo un cielo grisáceo, en el Polo Norte, que recuerda a El mar de hielo, del pintor romántico Caspar David Friedrich. 

"El Polo Norte... es allí donde reinan la belleza y el placer", escribe Mary Shelley en la primera página de su novela. 

Tuve un sueño, que no era del todo un sueño.
El brillante sol se apagaba, y los astros
vagaban diluyéndose en el espacio eterno,
sin rayos, sin senderos, y la helada tierra
oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna;
la mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo
consigo el día,..

(Fragmento del poema Oscuridad, de Byron)

El rodaje de esta secuencia fue en Noruega, como me contara el propio director de fotografía, Carlos Suárez, el hermano del cineasta y escritor Gonzalo Suárez, que llegó a ser el director honorífico de la Escuela de Cine de Ponferrada, donde uno estuviera desde el inicio hasta el final de la misma, lo que daría para todo un novelón.  

Un mar helado, la respiración jadeante de una criatura cubierta por un sudario y un velero surcando estas aguas dejan paso a la voz de Mery Shelley: "Estoy sola. Como en las páginas de mi libro he venido hasta los confines helados del universo, para encontrarme con la horrible criatura que mi imaginación concibió. Pero donde no hay sombras los monstruos no existen. Sólo la memoria perdura, más allá de los límites de la imaginación"

Avalada por varios premios Goya, entre ellos a la dirección de Gonzalo Suárez -con quien compartiera varios momentos en el Bierzo-, a la dirección artística de Chinín Burmann -un tipo extraordinario, al que guardo afecto-, a la iluminación de Carlos -con quien también compartiera varias horas en la Escuela de Cine y en el restaurante Burbia de Ponferrada-, y a Goldstein y Steinberg, que estuvieron nominados al Goya por el mejor sonido aunque al final no lo ganaron. Todos ellos profesores de la Escuela de cine de Ponferrada. Inolvidable me resulta asimismo la música de Vaughan Williams, en concreto la Fantasía de Thomas Tallis, que me sigue erizando el alma (ahora mismo la estoy escuchando y creo levitar). 

A decir verdad, una buena música salva en ocasiones una película mediocre. No obstante, la película de Gonzalo Suárez cuenta, creo, con los atractivos suficientes para engancharnos, sobre todo a quienes nos entusiasma la literatura -es una película muy literaria-, y en este caso la recreación del mito de Frankenstein, que en la película es la proyección poética, un tanto perturbada, de la mente de Mary, pues el monstruo/muerte está en ella, como una medium que invocara al espíritu perverso encargado de aniquilar a los seres más cercanos y queridos. 
Rodada en sugerentes escenarios naturales, entre otros, el ya mencionado de Noruega, o bien algunas playas de Asturias, de Llanes y alrededores (ahí aparece la playa de Borizo, en la que estuve este mismo verano), donde le gustaba y le gusta veranear a Gonzalo.
Respecto al elenco actoral, la película parece una producción extranjera. Entre estos actores figura Hugh Grant, que entonces era una joven promesa, Lizzy McInnerny (Mary),  Liz Hurley (Claire Clairmont), Valentine Pelka (Percy), José Carlos Rivas (el monstruo), o bien José Luis Gómez -por quien siento devoción como actor y director teatral- en su papel de Polidori, aparte de Pou, Bibi Andersen, Virginia Mataix o Aitana Sánchez-Gijón.
Inolvidable la escena en la que Polidori está jugando solo al billar. Invita al monstruo y éste termina ganando la partida, lo que parece un homenaje a El séptimo sello, de Bergman. 

Polidori, borracho, se quita la vida. "He perdido la partida".
Remando al viento contiene frases inolvidables como "extraños recuerdos, Shelley, Byron, Clara, imaginación y vida se confunden como aguas de un mismo lago, nuestro lago, donde remamos juntos"... "Mi imaginación me había llevado más allá de los límites de la fantasía"... "Tus caricias me dan frío. No quiero volver a traer al mundo un ser destinado a morir. No tenemos hijos, tenemos muerte" (Mary).
En realidad los escritores románticos querían, como el coloso Henry Miller, devolverle vida a la literatura, que la literatura fuera vida. La vida como una prolongación de la poesía, de la literatura. Algo que se me antoja fascinante. El propio Lord Byron se plantea: "¿Sabéis cuál sería el mejor poema? El poema que diera vida a la materia por la fuerza de la imaginación". 
Playa de Borizo

Por su parte, Polidori dice que "la imaginación sólo consigue crear cosas que nacen muertas aunque a veces puedan resultar muy bellas y la ciencia tan sólo descubre nuevas formas de matar". 
El poeta Byron también nos obsequia con frases extraordinarias: 
"La ficción es la mejor vacuna contra la realidad"... "La realidad es siempre más terrible"... "Quiero que Allegra tenga una educación católica. Los niños deben saber en qué mundo viven, deben conocer las reglas del juego. Quiero que le enseñen a creer en Dios para que no decida morirse demasiado pronto, como William"... "Ningún hombre sabio debería usar sombrero; tampoco tener hijos"..."Crees que el horror lo inventaron los hombres? Creo que los hombres son una horrible invención. ¿Qué existía antes de los hombres: el horror. ¿Qué existirá cuando éste desaparezca: el horror… El horror es la única realidad que sustenta nuestra existencia"
Volvamos a ver Remando al viento. 


martes, 13 de diciembre de 2022

Frankenstein, de Branagh

https://www.lanuevacronica.com/los-alumnos-del-programa-de-la-experiencia-inician-un-ciclo-de-cine

Frankenstein (Mary Shelley’s Frankenstein, Kenneth Branagh, 1994) es una película producida por Coppola, quien, tras su exitosa película Drácula (Bram Stoker’s Dracula, 1992), estuvo dispuesto a dirigirla él mismo, pero al final le cedió la dirección al irlandés Branagh, un director con una magnífica carrera teatral -conocido por sus adaptaciones de Shakespeare-, que en este caso nos propone un nuevo acercamiento a la legendaria figura literaria creada por Mary Shelley. 

El mito Frankenstein se gestó en 1816 en la Villa Diodati, a orillas del lago Leman (Suiza), durante una tormentosa noche de verano. Se reunieron, como si se tratara de un filandón, la propia Mary Shelley, su marido Percy B. Shelley, Lord Byron y Polidori, el medico asistente y amante de Byron.

A ver quién escribe la historia más terrorífica, se dijeron. Y la joven Mary fue quien, desafiando las leyes de la Naturaleza, compuso la historia más espeluznante de todas con su Frankenstein o el moderno Prometeo, considerada como la primera novela de ciencia ficción de la historia. 

Comienza como una novela epistolar -incluyendo asimismo páginas del diario de Robert Walton-, que es el líder de una expedición al Polo Norte, el cual le explica la experiencia a su hermana mediante cartas. 

El moderno Prometeo -que arrebata el fuego sagrado de la vida a la divinidad- hace por tanto referencia a esa capacidad de Víctor Frankenstein -interpretado por el actor y director Branagh- para dar vida a un ser que carece de vida, con lo cual supone una transgresión, un desafío a Dios. 

Por su parte, Polidori escribió El vampiro en aquella noche, aunque lo terminaría con posterioridad al desafío propuesto. Este relato de Polidori influiría en la literatura posterior como Carmilla, de Le Fanu -adaptada de un modo libre al cine por Dreyer- o Drácula de Bram Stoker, entre otros relatos. 

En la novela de Shelley Víctor Frankenstein cuenta cómo "una triste noche del mes de noviembre pude, por fin, ver realizados mis sueños. Con una ansiedad casi agónica dispuse a mi alrededor los instrumentos necesarios para infundir vida en el ser inerte que reposaba a mis pies". 

Branagh, con su versión gótico-romántica de Frankenstein, podría considerarse  como la mejor adaptación al cine de la novela de Mary Shelley -entre sus más de treinta versiones-, aunque también se valió de algunas licencias cinematográficas con respecto al texto original, algo que le procuró grandes críticas en su contra. 

En todo caso, Branagh se aleja de las versiones anteriores donde el monstruo aparece como un  zombi. Y ahora el monstruo, interpretado por el coloso Robert De Niro, consigue que nos pongamos de su lado a pesar de su maldad, porque también nos muestra su lado luminoso, incluso sensible. "Mi maldad es consecuencia de mi desgracia, de mi infelicidad. ¿No comprendes que mi perversidad es producto del constante desprecio que me hacen todos", escribe Shelley en su libro. "Quiero una criatura de sexo femenino tan horrible como yo. Creo que es lo menos que puedo pedir, y con ser tan poca cosa, bastará para satisfacerme", añade. 

Entre el elenco actoral, además del gran De Niro y el propio Branagh con su doble papel actor/director (como creador de la criatura), está una joven Helena Bonham Carter interpretando el personaje de Elizabeth.

Se dice que Branagh tenía tres cámaras grabando al actor de Niro desde distintos ángulos; el cual aportó muchas ideas a su personaje. 

Esta producción contó con un gran equipo de profesionales tanto en la dirección de fotografía como en el diseño de la criatura y los efectos especiales de maquillaje, cuya estética de la imagen nos remite, en lo referente a escenas alpinas o polares, a cuadros del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich, como El caminante sobre un mar de nubes El mar de hielo.

El mar de hielo- Friedrich

Asimismo, cabe reseñar la labor del compositor escocés Patrick Doyle.

https://cuenya.blogspot.com/2010/01/frankenstein.html

Esta película nos habla del amor y la muerte, pero también de la condición humana, del rechazo al Otro por ser diferente, lo que es un tema filosófico de envergadura. 


lunes, 12 de diciembre de 2022

Drácula de Coppola

 Drácula (Bram Stoker´s Dracula, 1992) es sin duda una de las mejores adaptaciones de la novela de Stoker, aunque no sea exactamente fiel a la misma, porque el lenguaje cinematográfico (con imágenes) es diferente al literario (con palabras). 

En todo caso, Coppola quiso que el elenco actoral hiciera una lectura previa de la obra de Stoker en voz alta, que los intérpretes estuvieran familiarizados con esta novela. 

Coppola, en su película, lo que hace es una reinterpretación del mito remitiéndonos a los orígenes mismos del cine, empleando recursos clásicos y efectos visuales como sobreimpresiones, exposiciones múltiples, maquetas, escenas filmadas marcha atrás, fotogramas con dibujos encima, sombras chinescas, entre otros.    

El prólogo, que es puramente cinematográfico (no está contenido en la novela), nos sumerge en el origen de Drácula y el amor loco de éste por Elisabeta.   

El príncipe Vlad el Empalador (Drácula) se convierte en feroz guerrero contra los turcos, enfurecido, porque la Iglesia rechaza el alma suicida de su amada Elisabeta. Vemos a un Drácula locamente enamorado, humano, demasiado humano, en una sangrienta batalla, que se nos muestra como un espectáculo visual de sombras chinescas extraordinario. 

En este sentido Drácula es como Frankenstein, el cual llega a decir - en la novela de Shelley-, "tienes que crear una hembra... con la que yo pueda vivir e intercambiar las muestras de afecto de las que no quiero prescindir... el amor de otro semejante bastaría para destruir la causa de mi desesperación...". El amor, siempre el amor. Y es que el Drácula de Coppola es una historia de amor loco, de amor y de sangre, donde ambos están fundidos, porque la sangre es pasión y amor, también dolor. 

La novela de Stoker nos introduce en universo donde lo anormal se cuela dentro de lo cotidiano. Está contada con una técnica cinematográfica a través del multiperspectivismo con el empleo de cartas y diarios de los principales personajes, incluso mediante telegramas, recortes de prensa, notas, alguna entrevista, algún informe, yuxtaponiéndose diversos puntos de vista sobre un mismo personaje. Como dando a entender que se trata de algo real.  

La película explora sobre todo el lado poético, emocional, sensual, pictórico (con referencias a Klimt, Munch, o a Caspar David Friedrich en paisajes solitarios y ruinosos), en una puesta en escena en la que sobresale el vestuario, la fotografía, con su plástica, su colorido intenso, simbólico, metafórico: Drácula vestido de color rojo, Mina de verde o azul..., así como la banda sonora, que resulta fascinante, trasladándonos a un universo donde se funden cine, teatro (con referencias al kabuki) y literatura (el malditismo).  

https://cuenya.blogspot.com/2012/05/dracula-de-soker.html

El ritmo trepidante de la película, con esos magníficos actores que son Gary Oldman o Anthony Hopkins (también Mina, interpretada por Winona Ryder), logra hipnotizarnos, metiéndonos de lleno en la película. 


jueves, 1 de diciembre de 2022

Más allá de la piel, de Manuela Rodríguez Gallego

 

Ya ha transcurrido algo más de un mes desde que la poeta y tocaya Manuela R. Gallego presentara su nuevo libro en León, al que tuve el placer de asistir como invitado para arropar el acto. 
Me alegra haber podido contribuir con las palabras del prólogo a este libro titulado Más allá de la piel, que sin duda es un título sugerente, que invita a leerlo, a adentrarse en sus páginas.

Enhorabuena amiga Manuela. Mucho éxito. 

La poeta ourensana Manuela Rodríguez Gallego, que publicara en 2019 su ópera prima Mujeres: Luces y sombras, nos obsequia ahora con este poemario tocado por el Eros como pulsión de vida y el Tánatos como pulsión de muerte, fuerzas o instintos contrapuestos, cara y cruz, en el fondo, de una misma moneda, los grandes temas universales, en definitiva. Si en su primera obra, Manuela, que vive en la ciudad de León desde hace años, se centraba a aquellas mujeres que sufren violencia machista, habida cuenta de que seguimos viviendo en una sociedad patriarcal, y además la maldad es intrínseca en el ser humano, o bien, como ella misma nos revela, los seres humanos tenemos una parte de luz y muchas sombras (léase por ejemplo Jekyll y Míster Hyde, de Stevenson, entre otras obras), en este libro la autora gallega, que es una ferviente devota de su paisana Rosalía de Castro (siempre presente la negra sombra), se adentra en el mundo del sexo, que sigue moviendo el mundo, en verdad en el universo del erotismo, que entronca a menudo con la muerte: “Absurdo andar por calles cadavéricas./ Al final de todas, siempre hay un cementerio/ donde enterrar miserias".

No en vano, en la cultura francesa se habla de la petite mort o pequeña muerte para referirse al orgasmo. Y en películas como Un perro andaluz, de Buñuel, asistimos a la fusión del orgasmo y la muerte: “Un orgasmo que me nuble la vida”, dice la poeta, cuyo decir lírico la emparenta con el surrealismo, en ocasiones con los cantos o aullidos del conde de Lautréamont. Y aun con cierto satanismo: “con la esperanza de que un día Satán me reciba con los brazos abiertos/… Satán sonríe, hace ya mucho tiempo que le vendí mi alma”.

Hay en su poesía una búsqueda de la felicidad, incluso una búsqueda de salvación, a través de la corporeidad, de la sensorialidad, de lo terrenal, como cuando nos dice: “A ratos fui feliz,/ cuando te alimentabas/ de la miel de mi cuerpo./ Cuando mi alma se empapaba/ esperando la caricia más íntima”. O bien en estos otros sus versos: “Rómpeme, cual ánfora Griega!,/ donde Eros escanciaba sus orgías./ Azul  embravecido que desmigaja rocas,/ deposítame en el descanso sereno de tu playa”. Esa playa escondida al norte, cuya arena es polvo de azúcar, al borde de un abismo de locura en un universo infinito. Como nos sugiere ella misma. Al borde de un abismo nos asoman los poemas de esta poeta, que, “como una humilde venus de carne y hueso”,  nos invita a fantasear con un oasis en medio del desierto, un Edén o jardín de las delicias repleto de manzanas y cerezas, un espacio de intimidad y de sueños, con un perfumado aliento, acaso con las dunas de unos pechos y una piel color canela que nos colman de placer, tanto como la propia lectura de estos poemas que saben y huelen a sensualidad.

El amor podría ser un bálsamo para curar las heridas, sin embargo, en ocasiones el amor (quizá no sea un amor genuino) no sólo no es un alivio sino algo que procura dolor e insomnio: “Muere el amor cuando se acaba el beso,/ cuando tus ojos reflejan otros ojos/ inventando otra piel y otras caricias/… Muere el amor como muere la tarde/ en el último rayo del ocaso".

Hay también en sus poemas un anhelo de libertad, que simboliza a través del vuelo: “Puedo volar, enhebrando las nubes/ si veo mis alas reflejadas/ en tus negras pupilas/… Vuela, hoy es el día de los pájaros./ Esta mañana renací de mis cenizas/ con alas nuevas, con sueños nuevos/… Ayer volaba libre por el orbe de la mano de Bragi./ Hoy se mueren los poemas antes de llegar a mi pluma/… Vuelo, no porque tenga alas, vuelo porque soy audaz como las águilas./ Surco las corrientes cálidas que me elevan”.

Foto de Marcelo Tettamanti

Después de leer y aun releer este poemario, al lector quizá le gustaría, como a la poeta, volar, desplegando las alas de los sueños, internándose en espacios siderales. Seguir volando como un pájaro libre. Pues eso, sigamos volando de la mano de esta poeta meiga llamada Manuela Rodríguez Gallego.