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sábado, 30 de noviembre de 2024

Silvia Pinal, la musa de Buñuel

Silvia Pinal se nos ha ido a tocar el arpa con el arcángel San Gabriel. La actriz mexicana se nos ha ido. Pero las diosas, como ella, no deberían irse nunca. Por fortuna, nos quedará su filmografía. Y siempre podremos disfrutarla en las películas del genio Buñuel, que es uno de mis directores preferidos.


Insuperable este maestro del cine con películas inolvidables como Viridiana, El ángel exterminador y Simón del desierto, en las que podemos ver a Silvia Pinal, diva de la edad de oro del cine mexicano (junto a María Félix y Dolores del Río), y también del teatro y de la televisión, cuya presencia me resulta cautivadora con su belleza sensual y transgresora. 

Silvia Pinal era una enamorada del cine de Buñuel.  Y al final logró realizar el papel protagonista de Viridiana, encarnando a una inocente novicia tentada por el deseo demoniaco de tu tío don Jaime (interpretado por Fernando Rey). Esta película supuso el retorno de Buñuel a España, y cambió la vida de la actriz mexicana, porque le "enseñó muchas cosas", según ella. No en vano, Viridiana, obra maestra de la Historia del cine, consiguió la Palma de Oro en Cannes, y fue prohibida en varios países. La censura franquista también metió tijera al final previsto para la película. Pero Buñuel se las ingenió para encontrar una escena final sugerente en la que vemos a tres personajes (Jorge-Paco Rabal, Viridiana y la criada) jugando a las cartas.  

https://cuenya.blogspot.com/2018/12/los-olvidados-de-bunuel-o-el-cine-de-la.html

Viridiana fue producida por Pere Portabella, Muñoz Suay y Gustavo Alatriste (el marido de Silvia Pinal). 


Esa niña inocente (paradójicamente interpretando a Satanás) también se nos muestra en Simón del desierto jugando en torno a la columna de Simón. "Soy una niña inocente", le dice al ascético Simón el estilita. La vemos levantando la falda y mostrándole sus sensuales piernas con medias negras. "¡Mira qué piernas tan inocentes!”, añade ella tentadora pues es la encarnación del demonio.  

La tercera película de Buñuel en la que vemos y disfrutamos de Silvia Pinal es en El ángel exterminador. https://cuenya.blogspot.com/2018/12/el-angel-exterminador-de-bunuel.html


Aquí Silvia Pinal interpreta el papel de Leticia La Valkiria, un personaje a la deriva, como el resto de burguesitos que se quedan misteriosamente atrapados en una mansión. Después de la cena los invitados descubren que, por algo inexplicable, no pueden salir de la mansión, con lo cual la situación de encierro acaba haciéndose insoportable y los instintos de supervivencia afloran de un modo brutal.  
https://cuenya.blogspot.com/2010/03/luis-bunuel-don-luis-un-suspiro-de.html

Qué Silvia Pinal siga tocando el arpa y el resto de mortales podamos seguir disfrutando de sus interpretaciones. 

A ver si consigo ver su participación como Maria Gaila en Divinas palabras, de Juan Ibáñez, basada en la obra homónima de Valle Inclán. 

martes, 26 de noviembre de 2024

Salamanca fluyendo por las arterias de mis sueños

 

El fin de semana en Salamanca, del viernes 8 al domingo 10 de este mes de noviembre, ha sido estupendo. Me prestó mucho, porque, además, ya hacía algún tiempo que no estaba en la ciudad charra, donde viviera momentos inolvidables en mi época de estudiante de posgrado, como he dejado constancia asimismo en Mapas afectivos. No en vano, Salamanca es un mapa afectivo, un territorio emocional. Y siempre lo será porque ha calado hondo en mi ser.

Qué cursilondio me ha quedado esto último. Bueno, quizá me he dejado llevar por el cauce del sentimentalismo (esto del cauce acaso tampoco sea adecuado ahora que en Valencia han sufrido riadas espantosas y mortíferas. Mis mejores deseos para los familiares de las víctimas y damnificados). Y es que uno, tal vez, es un sentimental. 

Sea como fuere, Salamanca me marcó en mi etapa como estudiante de posgrado. Y eso se queda grabado en la retina de la memoria emocional. 

El motivo de este reciente viaje -siempre suele haber un motivo o motivación- fue la reunión de alumni o antiguos alumnos de la Universidad de Salamanca (como lo fueran en su día los poetas Góngora y San Juan de la Cruz), la reunión de diversas promociones y carreras. Con lo cual fue un festejo por todo lo alto. Con comida y visitas a lugares varios, incluso con concierto incluido en el mítico Camelot. Un chute de buena energía, habida cuenta de que en esta  ciudad he vivido momentos maravillosos. Lo cierto es que, después de tantos años, sigo fascinado con la belleza de esta ciudad, que por instantes me hace recordar la belleza carnal de Roma. Del cielo de Salamanca, que volví a visitar una vez más, a la capital italiana. En este caso con el Tormes del Lazarillo fluyendo por las arterias de mis sueños. O algo tal que así. Y por supuesto recordando a los grandes de Fray Luis de León y Unamuno en esta nivola (con un guiño a su Niebla) que es la vida. 


En medio del Patio de Escuelas, junto a la fachada plateresca de la Universidad de Salamanca, está el visionario profesor y poeta Fray Luis de León, al que vemos con la mano tendida, apuntando hacia adelante y con la cabeza mirando a la fachada, donde se halla la famosa rana que simboliza, al decir de algunos, la lujuria y también la muerte, por hallarse encima de un cráneo. 

"Decíamos ayer", eso nos está diciendo, valga la redundancia, Fray Luis, una ironía que luego utilizó cuatro siglos después Unamuno. 

La visita a la casa-museo de Unamuno, a través de las explicaciones de un guía apasionado de su figura y de su obra, fue una experiencia extraordinaria, tanto que despertó mi curiosidad por volver a leer y releer algunas de sus obras como La vida de Don Quijote y Sancho, San Manuel Bueno, mártir, Del sentimiento trágico de la vida, La tía Tula, Por tierras de Portugal y España, Cómo se hace una novela, o su nivola Niebla, que por lo demás da nombre a un bar de la ciudad situado enfrente del Camelot, donde, como ya dijera, asistí a un concierto para los alumni de la universidad. En la plaza en que se halla el Camelot también está una estatua dedicada a Unamuno y la casa donde vivió en su última etapa, justo al lado de la casa de las muertes, habida cuenta de que posee cuatro calaveras talladas en piedra que parecen colgar de las jambas de las dos ventanas superiores de la fachada.  

La visita a la casa-museo de Unamuno, situada en la calle Libreros, 25, al lado de las Escuelas Mayores (edificio principal de la universidad, donde se halla la rana), me entusiasmó a la vez que despertó mi curiosidad por ver las películas y documentales que se han hecho en torno a este excelente escritor de la Generación del 98, el cual sentía devoción por la obra del filósofo danés Kierkegaard, y fue además Rector de la Universidad de Salamanca.
Una pena que Don Miguel falleciera el último día de 1936, tal vez de melancolía, o bien porque se lo cargaron quienes no soportaban que fuera un espíritu libre, un gran pensador. Después de ver el documental Palabras para un fin del mundo -realmente interesante- uno está convencido de que le dieron matarile a Unamuno. 
Casa museo Unamuno

Se certificó su muerte como una rara hemorragia bulbar y encima no se le hizo autopsia, lo que nos hace sospechar de un asesinato, presuntamente asesinado en su casa de la calle Bordadores por el falangista Bartolomé Aragón.  
Ahora me queda por ver La isla del viento, la película que se filmó sobre su destierro en Fuerteventura, destierro causado por las criticas que el filósofo vasco lanzó contra el régimen de Primo de Rivera. 

La visita a esta casa museo de Unamuno me ha estimulado para volver sobre su obra literaria (acabo de releer San Manuel Bueno, mártir, cuya narradora es Ángela Carballino) y ver por primera vez Mientras dure la guerra, de Amenábar, que, a decir verdad, no me ha impactado como pensaba, aunque me ha gustado adentrarme en sus escenarios, después de mi reciente visita a Salamanca. Quien sí me ha impactado, incluso me ha sobrecogido, es la interpretación del actor Eduard Fernández encarnando al espantoso, al bárbaro Millán-Astray, quien gritó aquello de "¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!".  
Me espeluzna sólo al escuchar y escribir esta maldita frase. A lo cual replicó Unamuno con valentía: "...Había dicho que no quería hablar, porque me conozco. Pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo. Se ha hablado aquí de una guerra internacional en defensa de la civilización cristiana. Yo mismo lo he hecho otras veces.

Pero ésta, la nuestra, es sólo una guerra incivil... Vencer no es convencer, y hay que convencer sobre todo. Pero no puede convencer el odio que no deja lugar a la compasión, ese odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva (mas no de inquisición)". 
Celestina
Sólo por la visita a la casa museo de Unamuno ya se hubiera justificado esta visita a Salamanca, pero además pude recorrer algunos lugares emblemáticos, como el jardín de Calixto y Melibea, con la Celestina como guardiana de dicho huerto-mirador. O bien el patio de las Escuelas Menores, el claustro de Fonseca, la casa de las Conchas, la casa Lis, y el café Novelty, en la bella Plaza Mayor, donde Torrente Ballester está sentado fabulando con el realismo mágico.
Torres Villarroel
Incluso visité por primera vez, gracias a las visitas guiadas, el cerro de San Vicente (yacimiento arqueológico, situado en el barrio Vaguada, en el que se pueden contemplar los restos de la primera población salmantina, de la  I Edad de Hierro, entre los siglos VII a.C. y IV a.C.; desde el cerro se tienen excelentes panorámicas, también al instituto de la Vaguada, donde hice mis prácticas del CAP-Certificado de Aptitud Pedagógica), o el pozo de las Nieves (uno de los monumentos más desconocidos de la Salamanca del siglo XVIII, una espectacular construcción, de más de siete metros de profundidad cubierto por una bóveda de pizarra, en la que los antepasados almacenaban y conservaban la nieve que traían sobre mulos desde las sierras de Francia y Béjar para convertirla en hielo, aparte del entramado de galerías subterráneas que pueden visitarse). 

Me gustó sobre todo compartir viandas y charla con gente con la que uno siente afinidad, incluso con quien comparte memoria emocional. 
Volveré, siempre que pueda, a la ciudad del polifacético Torres Villarroel y de El Lazarillo: "...a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo  de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre, y fue de esta manera: mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí, tomole el parto y pariome allí. De manera que con verdad me puedo decir nacido en el río".

sábado, 2 de noviembre de 2024

Héctor Alterio, un actor colosal y entrañable

*En la foto con Héctor Alterio y los amigos argentinos Edmundo y Nidia Beltramo

 El pasado martes tuve la ocasión, gracias a una buena amiga que me avisó, de ver al colosal actor Héctor Alterio en el teatro Bergidum de Ponferrada. Y al verlo me acordé de inmediato de esa película sobrecogedora que es El hijo de la novia, interpretada asimismo por la genial Norma Aleandro, que también llegó a estar en el teatro Bergidum hace años. https://cuenya.blogspot.com/2014/10/el-hijo-de-la-novia.html 

Por cierto, Fernando Castets y Juan Vera, coguionista y productor respectivamente de esta película, estuvieron hace años en la Escuela de Cine de Ponferrada para impartir una clase magistral. Los recuerdo con afecto. 


Asimismo, recuerdo a la diosa de la interpretación Norma Aleandro. "Tener la ocasión de ver a Norma Aleandro en el Bergidum es como un sueño enternecedor. Estar cerca de Norma es como estar enfrente de una de las mejores actrices del mundo, como dijera Luis Ángel, un alumno de la Escuela de Cine. Estoy de acuerdo contigo, Luis, que Norma no tiene nada que envidiar a ninguna actriz de Hollywood ni de ningún star system", llegué a escribir en su momento en Diario de León

https://www.diariodeleon.es/bierzo/41101/503060/enganchados-cine-teatro.html

Cabe recordar que Héctor Alterio no sólo trabajó con Norma Aleandro en El hijo de la novia sino en otras películas como La historia oficial, de Puenzo (Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 1986), o bien en La tregua, basada en la novela homónima del escritor uruguayo Benedetti. 


El asunto es que Héctor Alterio, con 95 años, que se dice pronto, ha estado presente en muchas grandes películas como Cría cuervos de Saura, o bien en películas de Gonzalo Suárez (quien fuera director honorífico de la Escuela de cine de Ponferrada) como El detective y la muerte o Don Juan en los infiernos, y me emocionó con su puesta en escena el pasado martes en el teatro Bergidum de Ponferrada, acompañado por un virtuoso pianista llamado Juan Esteban Cuacci, que lo guio en todo momento en este viaje emocional desde Buenos Aires a Madrid, con vuelta a Buenos Aires. Un viaje, donde tiene gran importancia la música del maestro Piazzolla (ahora mismo estoy escuchando la enternecedora pieza musical de tango Adiós nonino), que relata cuarenta años de la vida del entrañable actor. Y que por momentos se me antoja conmovedor. 


Un espectáculo, Una pequeña historia, con la dramaturgia de Ángela Bacaicoa, que es la compañera de vida de Héctor Alterio, el cual recordó al poeta León Felipe, que, como él, fue un exiliado político y un hombre de teatro, o bien al magnífico actor Juan Diego, que le ayudó a trabajar en España cuando llegó en los años setenta para presentar precisamente la película La tregua.  

*En la foto con Héctor Alterio y los amigos argentinos Edmundo y Nidia Beltramo (quienes también estuvieron este año en el Encuentro literario en Noceda del Bierzo. Muchas gracias).

https://cuenya.blogspot.com/2024/08/quince-anos-no-es-nada-encuentro.html

Fue una tarde-noche memorable.