Mañana jueves 31 de enero,
para finalizar este mes de fríos, contaremos con la presencia en el Campus de
Ponferrada del ensayista y profesor Pedro Ramos Josa, que nos presentará su
libro Democracia para idiotas, un singular título para una obra
extraordinaria, que nos invita y nos ayuda a reflexionar no sólo acerca de la política sino
de la sociedad en que vivimos, una sociedad débil, abotargada, como su propio
pensamiento.
Ahora más que nunca, convendría escribir y publicar sobre todo ensayos, como
hace Pedro Josa, que nos muestren el mundo en que vivimos, este mundo
globalizado en el que se ha impuesto la homogenización de los gustos, la
uniformización del ser, el pensamiento débil y una desgracia de idiocia, en
todos los sentidos, que nos impide ver el bosque. Y por tanto nos impide analizar
y entender qué está ocurriendo en realidad.
No os perdáis esta presentación, en la que tendré el
gusto de estar para arropar a Pedro, que bien se lo merece. En realidad,
más que una presentación de un libro al uso, será una estupenda ocasión para
que el autor nos hable de política, sociedad y cultura, no sólo en el ámbito
nacional sino en el internacional, habida cuenta del mundo complejo en que
vivimos, sombrío y confuso, en el que
prima la sinrazón sobre la razón, en el que el Gran Hermano orwelliano lo tiene
todo bajo control, "ya sea mediante la nacionalización o la
privatización", en el que "la democracia aparece hoy como algo
desconcertante, generador de ilusiones imposibles y frustraciones
peligrosas", un mundo “líquido”, como nos anunciara el pensador Bauman, que deberíamos desentrañar, tratar de entender, aunque
cada día nos resulte más difícil. Y para ello necesitamos filosofía en nuestras
aulas, un pensamiento fuerte, necesitamos una enseñanza que nos permita conocer,
analizar, pensar con rigor, con capacidad crítica.
Vivimos bajo la debilidad de pensamiento y las garras
de un sistema totalitario, en el que ni siquiera la democracia nos garantiza la
libertad (esa quimera), tampoco nos garantiza la igualdad, a sabiendas de que
unos somos más iguales que otros, por parafrasear al Orwell de Rebelión en la granja. Una democracia
(acaso el mejor de los gobiernos posibles, harto pulverizado) que no está
concebida para el bien común, para la res pública, pues los políticos (y
políticas) que nos gobiernas miran para sus ombligos en gesto egocéntrico,
ególatra, sin importarles lo más mínimo el interés general, la cosa pública, el
pueblo, que siempre estará subyugado, sometido al dictado de lo que marquen
unos pocos aprovechados, con el poder suficiente para mantener a raya a la
población. Una democracia, en efecto, para idiotas (en sentido etimológico del
término idiotes, de lo propio, de los
asuntos privados). Y por ende para una sociedad entontecida, que piensa y
decide en función de lo que le marca los marcianos
de las altas esferas.
Las ideologías se han
pulverizado en aras de la economía, de los tiburones financieros, que son
quienes mandan. Y nos meten en vereda. Por eso, ser hoy de la izquierda es como
ser de la derecha, como nos recordaba el filósofo Ortega y Gasset: “una de las
infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en
efecto, son formas de hemiplejía moral". Asimismo, el payés universal Pla
en su Cuaderno gris escribe esto, que
se me antoja revelador: “En este país, lo que se parece más a un hombre de
izquierdas es un hombre de derechas. Son iguales, intercambiables, han mamado
la misma leche... Esta división es inservible... Hay una división mucho más
profunda... La que se establece entre personas inteligentes y puros idiotas,
entre buenas personas y malnacidos...".
El miedo, la ignorancia
y las castas (conviene leer y releer al antropólogo Marvin Harris), las diferencias
cada vez más acusadas entre ricos y pobres (la pobreza no sólo es material sino
espiritual), con una clase media ya inexistente, nos tienen literalmente
esclavizados al Gran Poder, al Gran Hermano orwelliano, sin posibilidad de movimientos,
sin ninguna libertad, con un Estado intervencionista, proteccionista (en el
mejor de los casos, hablamos del Estado de Bienestar de Occidente, pues el
resto del mundo está literalmente en la mierda) que no nos asegura ni siquiera
la igualdad ante la ley, porque la división de poderes: Ejecutivo, Legislativo
y Judicial no se da en la realidad.
“La división de poderes, en la mayoría de países, es pura
ficción, por cuanto el Ejecutivo es capaz de controlar al resto de poderes. Y
si a esto añadimos que nuestros gobiernos son como sucursales de un gobierno
más amplio, meros ejecutores de decisiones tomadas en instancias superiores,
tenemos como resultado el hurto completo y descarado de nuestra soberanía a
favor del Gran Estado. Lo que nos queda es una democracia procedimental, vacía
de contenido real, pero repleta de liturgia... ¿Cómo podemos seguir hablando de
tal cosa en Europa cuando la mayoría de las decisiones se toman en el Consejo
Europeo, lejos de los focos y del escrutinio de la opinión pública?",
escribe Pedro con lucidez en su ensayo.
¿Y qué podríamos decir de los países en los que la religión,
a través de un Dios todopoderoso, impregna la sociedad, la política, la cultura…?
Esos países en los que la religión es el
Estado mismo, el Estado represor, el Gran Hermano que nos vigila día y noche,
aun en los momentos de intimidad, privacidad. Si es que no podemos movernos, ni
aquí ni allá.
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