El pasado mes de julio me encaminé a tierras canarias. Era la primera vez que ponía los pies en estas islas. A veces hay una primera vez. Espero que no sea la última.
Lo bueno es que al menos haya una primera vez. Además, a este viajero o turista (llegado el caso) le gusta repetir sitios, sobre todo si le dejaron buen sabor de boca, como es el caso. Porque a medida que fui recorriendo la isla, como que me entraron más ganas de adentrarme en sus entresijos y degustarla más y mejor.Al inicio, uno llega como atolondrado al aeropuerto y no se entera de la vaina. Se requiere de tiempo; el tiempo, una vez más, lo es todo, el tiempo es la vida y la sangre con la que uno escribe. Y cuando ya se acababa el viaje, me entró como morriña, a sabiendas de que dejaba atrás una especie de paraíso.
Puerto de la Cruz con el Teide al fondo |
En este caso puse los pies (espero que también el alma) en Tenerife, la isla volcán, que se me antoja una gran pirámide. Con la cúspide del Teide como guinda del pastel, en medio de un paisaje lunar. Es un decir. Sobre la visita al Teide hablaré en otra entrada de este blog.
Teide al fondo |
Como ya había adelantado, me alojé en un hotel -Be live, creo recordar- en Puerto de la Cruz, que se me antojó un sitio la mar de singular, como si de repente hubiera viajado a algún lugar de Hispanoamérica. Y es que Tenerife, como luego iría descubriendo (imagino que también el resto de islas que conforman las Canarias) tiene mucho sabor y color hispano, también en su modo de hablar, tan melosiño, que pareciera cubano o algo tal que así. Es esta una España exótica, que merece la pena (la alegría, como dice la buena de Elvi Martínez Ropero, que para eso es filóloga y gran poeta).
Pues eso, Tenerife merece mucho la alegría. Salsa y meneíto. La alegría que siente uno cuando logra penetrar, aunque sólo sea un poquito, en su interior. Curiosamente, la isla tinerfeña está por debajo de Agadir en Marruecos. Cerca de dos mil kilómetros la separan de Madrid. Ahora recuerdo con agrado, con alegría, los conciertos a los que tuve la ocasión de asistir en Puerto de la Cruz con motivo del Cook Music Fest, como el de la India Martínez, estupenda cantante, o bien al de Lola Índigo (esta chica me gusta, aunque no sea gran cantante, sino una showgirl, por decirlo a lo anglosajón).
La Orotava |
Me gustó la experiencia de Tenerife, la isla de las guaguas y los guachinches... guá guá... Cuando era chiquito me apasionaba jugar a hacer guá, o sea, me encantaba darle a las canicas, que era un juego que practicábamos los rapaces del útero de Gistredo. Allí estaba, por ejemplo, la terraza de Queipes (hoy el bar mesón Las Chanas), que nos servía de cancha. Imagino que el juego de las canicas y los bolones también lo practicaban en otros lugares del Bierzo. Y hasta creo que se me daba bien (disculpad mi osadía). Esto no tiene realmente importancia, sobre todo para el tema que nos ocupa, que es la isla tinerfeña.
Anaga |
Me fascinan estos términos: guagua y guachinche. Y sobre todo cómo los pronuncian los lugareños. La guagua es el autobús, y guachinche se le llama a un restaurante casero, a un establecimiento que sirve comida tradicional canaria, acompañada de vino de cosecha propia de la zona, lo que me hace recordar al furancho gallego, que es una vivienda particular cuyos propietarios venden su vino de cosecha acompañado de suculentas tapas. Hasta en el Bierzo podríamos hablar de guachinches, furanchos o bodeguinas en los que se toman tapas y vino de cosecha.
Panorámica de La Laguna |
Cabe señalar que, salvo los guachinches y aun otros lugares muy puntuales, resulta harto complicado tomar comida típica de Canarias en Tenerife. O eso me pareció. También he de señalar que, aunque no llevaba pensión completa en el que hotel en que estaba alojado, sí tenía desayuno y cena. Con lo cual tampoco tuve tantas ocasiones para comer fuera, porque algún día me tomaba algo de fruta, un tentempié, a la hora de la comida, y ya, que uno acaba empachado de tanta vianda. No obstante, me gustó mucho el rancho canario, con sus garbanzos y su condumio: chorizo, costilla de cerdo... sus papitas y fideos. Y también el cazón en adobo con las papitas arrugás y el mojo picón.
Como no sólo de pan vive el ser humano, sino de los nutrientes que le procuran los paisajes y el paisanaje, el viajero, en esta ocasión turista, disfrutó del exotismo platanero del Puerto de la Cruz y aun de otros exotismos isleños.
Lo que no acabó de convencerme fue el clima, que, durante toda mi estancia, se me hizo grisáceo, aunque el calor atizara de lo lindo, con la característica panza de burro, o de burra, que se cierne sobre el norte de la isla, incluso sobre el sur.
Los Gigantes |
Me encanta Tenerife y también seguir tus aventuras canarias.
ResponderEliminarMe alegro mucho, Ana, eres maravillosa
EliminarCon la motion y la emotion las Canarias son todavía más bonitas.
ResponderEliminarGracias, Dorinda
EliminarNo me extraña que te haya gustado Tenerife, a nada que se descuiden convierte a los turistas en viajeros.
ResponderEliminarEstupenda referencia a los guachinches, numerosos y auténticos en los alrededores de la Orotava
Te agradezco, Alberto
EliminarCreo que en el fondo te gustó "la panza de burro" tinerfeña.
ResponderEliminarUn abrazo.
En el fondo, fondo, yo diría que no. Me gustan los cielos azul comestible del sur marroquí y también del sur español. Un abrazo
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