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miércoles, 30 de agosto de 2017

Leiden y Rijnsburg



Holanda es un hermoso lienzo, un edén construido por la mano del ser humano, a escala humana, naturalmente, con la amorosidad de las cosas bien hechas, donde uno se siente en paz y hasta en gloria. Y Leiden, con su luz pictórica, con sus canales y sus molinos, cautiva al visitante que desee sosiego. 
Leiden con molino al fondo
Leiden devuelve al viajero (que dirían Saramago y Llamazares) a un mundo verde esperanzador, a una infancia de praderas y vacas lecheras en el monte de los aromas tulipaneros. 
Leiden o Leyden (pronunciado Laiden) alberga una prestigiosa universidad, quizá la más antigua de las provincias de los Países Bajos. 
Leiden es asimismo la matria de Rembrandt (hijo de un molinero rico y estudiante de su universidad), uno de los más grandes pintores de este país. Y por ende uno de los mejores de la historia universal. 
Molino en Leiden
Cine y fotografía son luz. Y la luz es esencial en la pintura, en la pintura barroca, en la que está enmarcada la obra de Rembrandt. La luz como metáfora visual que no sólo ilumina sino oculta en su dialéctica de luces y sombras. Me entusiasman, ya lo he dicho, su Lección de anatomía, aparte de La noche de ronda Los síndicos del gremio de los pañeros (ambos en el Rijksmuseum de Amsterdam). 
Apasionado de su pintura, el cineasta Greenaway, quien también quería ser pintor, le dedica toda una película a La ronda de noche bajo el título de Nightwatching.  El genio Rembrandt como un 'cineasta' de su época, cuya casa museo puede visitarse en Amsterdam, en las inmediaciones de Waterlooplein, en concreto en Jodenbreestraat, 4.
Casa de Rembrandt en Amsterdam
Para más señas el barrio judío o Jodenbuurt de la ciudad, donde existe un museo judío y también una sinagoga portuguesa, inspirada en el templo de Salomón de Jerusalén. 
Sabemos que una parte de la obra de Rembrandt está dedicada a la cultura o gente judía. Véase, entre otros cuadros, La novia judía. Al final, mi visita a Israel me ha llevado hasta Holanda. 
La universidad de Leiden, cuna de la libertad académica, acogió en su día a un joven Einstein, acaso el mejor físico de cuantos haya habido en la historia de la ciencia. Curiosamente, el padre de la teoría de la relatividad y precursor de la mecánica cuántica también era de origen judío, como tantos artistas y científicos. Y Holanda, a resultas de su carácter tolerante, acogió en tiempos a una gran comunidad de judíos, entre ellos a Anna Frank, cuya morada puede visitarse en Amsterdam (Prinsengracht, 263-265), o bien el filósofo Spinoza, aunque luego, por sus discrepancias con la religión, fuera desterrado de la llamada Venecia del norte Jerusalén holandesa, donde naciera. Ciudad en la que se ha levantado una estatua suya en los aledaños de Waterlooplein, que no he logrado ver (a pesar de mis muchos viajes a esta ciudad holandesa). 
En mi próximo viaje a Amsterdam (ya estoy pensando en escaparme allí) espero hacer una foto a esta estatua. Como anécdota, el padre de Spinoza, Miguel de Espinosa (natural de Espinosa de los Monteros, en la provincia de Burgos) y Rembrandt llegaron a ser vecinos de barrio.
Leiden
Sobre la comunidad judía en Holanda, y en concreto en Amsterdam, se podría escribir largo y tendido, pues la mayoría de safardíes expulsados de España (vaya atrocidad la de los Reyes Católicos) fueron a parar a Holanda para dedicarse al floreciente negocio de los diamantes. 
Volviendo a la universidad de Leiden, quiero hacerle una mención especial a mi amigo Abel, quien, desde hace algún tiempo, está allí investigando. Él, como Einstein, también es físico (fisiquín, diría él a buen seguro). Lástima que en mi reciente viaje a los Países Bajos no coincidiéramos porque él estaba de vacaciones en España (en Gijón, su tierra natal), si bien el día de su regreso uno andaba por Rotterdam. Pero no hubo tiempo para verse. El tiempo se nos echó encima o nosotros encima del tiempo. La relatividad temporal se revela einsteniana, una vez más.  
Estatua de Spinoza en Rijnsburg
En anterior entrada, en este mismo blog, había hablado de las huellas de Spinoza en Den Haag. Y ahora prosigo tras su impronta, en esta ocasión en la población de Rijnsburg, que queda a las afueras de Leiden. Un sitio tranquilo, elegido ex profeso por el filósofo, para poder dedicarse, aparte de pulir lentes como medio de subsistencia, a reflexionar y escribir, tareas que requieren en efecto de templanza. 
Me encantó acercarme a Rijnsburg (un buen paseo en bus) y plantarme delante de su casa, que por los pelos no logré encontrar abierta. Aun antes de alcanzar su casa, me topé con una estatua suya. 
Eran las cinco y cinco ("eran las cinco de la tarde...", como versificara el duende Lorca) cuando arribé a su morada, una casita con tejado empinado a dos aguas y paredes de ladrillos, modesta, aunque a uno se le antoja como de cuento, al final de la calle Spinozalaan, 29. 
Casa de Spinoza en Rijnsburg
Pero allí alguien había echado el aldabonazo. Los holandeses son puntuales hasta para cerrar o chapar casas. No obstante, me conformé (qué remedio) con arrojar la vista al exterior y sumergirme luego, en amable compañía, en el jardín de la misma, un sitio en calma, florido y fermoso, en el que uno se sintió feliz por instantes contemplando el mundo, la belleza de la naturaleza a través de la estatua de Spinoza. Un abrazo fraterno me ayudó a religarme con su mente/cuerpo. 

Mi amigo Pablo Huerga me contaba que él sí tuvo la ocasión de visitar su casa en Rijnsburg hasta en dos ocasiones. Y hasta dejó su firma estampada en un libro. Y pudo leer lo que escribiera el físico Einstein, cuando visitara esta casa-museo, a propósito de Spinoza. 

En todo caso, Einstein, que era un devoto de la obra de este gran filósofo, llegó a decir que creía en el Dios de Spinoza, "quien se revela así mismo en una armonía de lo existente, no en un Dios que se interesa por el destino y las acciones de los seres humanos”. 
En el jardín de su casa en Rijnsburg
Hoy dormiré en paz, con la conciencia sonriente de que mi dios no es caprichoso ni castigador, porque mi dios es energía, naturaleza, espíritu. Tal vez por eso uno es decreído, antirreligioso, aunque sí espiritual. Y espero que humano.
Holanda, además de acogerme con los brazos abiertos (gracias Catherine por tu hospitalidad), me ha brindado la oportunidad de reflexionar acerca de la condición humana a través de las figuras de Vermeer, Rembrandt, Einstein, Erasmo de Rotterdam y por supuesto el gran Spinoza. 

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