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miércoles, 27 de octubre de 2021

¿Qué es la literatura, la escritura creativa y para qué sirven?

 Plantearse estas cuestiones tiene su miga. Como si de un pan recién horneado se tratara. A uno le gusta indagar en el tema, aparte porque hoy mismo impartiré una clase. Y necesito aclarar las ideas. Lo cierto es que, cuando uno escribe, cuando uno plasma algo por escrito, resulta más fácil. 

La literatura, si es tal, podría convertirse en un arte. Porque una gran parte de la llamada literatura actual no es más que mercadería. O algo tal que así. Un entretenimiento. En el fondo, casi todo se ha convertido en un modo de pasar el rato. Todo se vuelve urgente, inmediato, para usar y tirar. Puro consumismo. 

Vivimos una época de pensamiento plano, ramplón, lo que obedece a que articulamos un lenguaje gastado, trillado, mediatizado. Y lo deseable sería darle vida a las palabras, revivir el lenguaje, lograr un pensamiento crítico a través de las palabras, del lenguaje. 

Jemaa el Fna

La literatura debería ser, sí, un arte, el de la expresión verbal, de la palabra no sólo escrita sino también oral, habida cuenta de que las primeras obras literarias fueron concebidas para ser cantadas y/o recitadas, dichas viva voz, poniendo en práctica la llamada prosodia, que nos enseña la pronunciación y la acentuación correctas. 

En este sentido, cobra importancia la literatura oral. Y en la provincia leonesa sabemos algo de esto a través de los filandones, que, con el transcurrir del tiempo, se han ido perdiendo, al menos como eran en su estado primigenio. Aunque sí recuerdo aquellos filandones que se hacían, por ejemplo, en la Facultad de Educación de la Universidad de León, que organizara el bueno de Justo Fernández Oblanca, que desafortunadamente falleció ya hace años. Aquellos filandones en los que el villafranquino universal Antonio Pereira era todo un maestro. Un excelente contador de historias, con su retranca galaica, con su precisión lingüística, con su memoria y su fabulación prodigiosas.  

Memorables son también los cuentacuentos que cada día se narran, al calor de unas lámparas de petróleo, como si estuviéramos en un cuento de las mil y una noches, en el corazón de la plaza Jemaa el Fna de Marrakech, que el escritor Juan Goytisolo, buen conocedor del mundo árabe, pusiera en valor hasta el punto de que esta increíble plaza fuera declarada por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. 

En la Jemaa el Fna

A menudo nos planteamos si la literatura debería hacer hincapié en la realidad o bien trascenderla de modo que pudieran crearse (verbo metafísico) o construirse mundos de ficción. Prefiero quedarme con el verbo construir, que nos aproxima más y mejor a lo tangible. Construir con palabras, que nos lleven a imágenes. Palabras que se conviertan en imágenes poderosas, imágenes bellas. La estética de lo sublime. 

En todo caso, lo que se cuente, aunque a priori pudiera resultar disparatado, tendría que ser verosímil, creíble. 

Cuenta el gran Julio Llamazares en su obra Escenas de cine mudo, que nos adentra en su mundo de infancia en blanco y negro, en concreto en Olleros de Sabero, que "toda novela es autobiográfica y toda autobiografía es ficción", porque a menudo uno escribe sobre lo que sabe o cree saber, sobre lo que conoce de primera mano, incluso sobre aquello que a uno le han contado (de ahí la importancia de la memoria no sólo individual sino colectiva). Y cuando uno desconoce algo, pues se lo inventa, lo fabula, lo transforma, como un mago, en ficción. 

En todo caso, la verdad no está reñida con la ficción. Sea como fuere, la memoria individual tampoco es fidedigna. Y uno recuerda sobre todo aquello que ha quedado grabado a fuego en su retina, en su alma. Por eso es tan importante la memoria afectiva.

La literatura debe contener vida, eso me parece esencial, aunque resulte harto importante la estética, el estilo, la forma, el modo en que se construye una historia, de forma que resulte inteligible a los posibles lectores/as. Y hasta pudiera llegar a emocionarles, incluso hacerles reflexionar. 

Según Aristóteles (volvamos a releer su Poética), conceptos como la mímesis (también la catarsis) están presentes en la literatura. Pues la mímesis es la imitación de la naturaleza que en la estética y poéticas clásicas conforman el núcleo del arte. Y la catarsis vendría a ser como una liberación de los recuerdos y aun una purificación de los sentimientos, de las pasiones. La función catártica, incluso terapéutica de la literatura, se me antoja clave. 

Haciendo un breve repaso histórico, cabe señalar que hasta el Siglo de Oro la literatura era designada como poesía, cuyo origen se halla en el término griego poiesis, entendido como proceso creativo o constructivo. Ese paso del no ser al ser, del que nos habla Platón en El banquete. Una forma de conocimiento y al mismo tiempo una forma lúdica. El mundo de la poesía, que es ritmo y musicalidad, se asemeja a la música y también al cine.

La literatura se convierte, a partir del siglo XVIII, en un medio de expresión. Y en el siglo XIX, con el Romanticismo, el literato se destapa como un visionario, tal vez porque se adentra en la condición humana para explorar ese mundo oscuro de la subconsciencia. 

Me apasiona tanto la idea del semiólogo Barthes como del premio Nobel Gabo acerca de la literatura. Para el francés la literatura sería la práctica de la escritura. Extraordinario. Y para el autor de Vivir para contarla un buen curso de literatura no debe ser más que una guía de buenos libros que se deben leer. De modo que la lectura y la escritura son esenciales a la hora de encarar la literatura.No hay, creo, otro modo de hacer una inmersión en este proceloso mar.  En este sentido, la escritura y lectura están íntimamente relacionadas. De modo que no se puede escribir sin leer. La lectura como algo activo, según nos cuenta Umbral en su imprescindible Mortal y rosa. 

La escritura podría ser una estupenda receta médica, psíquica, para nuestra mente, para nuestra memoria emocional, porque a través de la escritura, del arte, podemos entender más y mejor quiénes somos y en qué mundo vivimos. 

Tanto la lectura crítica, analítica, como la escritura, nos ponen en contacto directo con nuestra memoria, la semántica, la afectiva. Y podrían servirnos para combatir o atenuar las patologías de la memoria. Recordemos que la memoria también puede ser una fuente de placer y convertirse en caudaloso manantial de inspiración/transpiración literaria. Incluso, mediante el ejercicio de la memoria, pueden generarse nuevas conexiones sinápticas. 

Lectura y escritura nos sirven para entrenar la mente. Para comunicarnos mejor. Para vivir de un modo más intenso. Para recordar más y mejor. Para sentir más y mejor. Para potenciar nuestras emociones, nuestros sentimientos. Para desarrollar nuestra sensibilidad y percepción, para potenciar nuestra capacidad de observación, nuestro sentido intuitivo, una forma de profundizar en nuestra sensorialidad, plasmando con palabras los diversos sentidos: la vista, el oído, el tacto, el gusto, el olfato. Sentir a través de nuestros sentidos el mundo que construimos con palabras.

Vivir construyendo, con la escritura, con la lectura, es como una vuelta a la vida.


5 comentarios:

  1. Un placer leerte Manuel! Coincido contigo, la literatura es un arte que nos acompaña en momentos de soledad y muchas veces nos cura.

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  2. Es una maravilla poder leer tus escritos Manuel.

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  3. ¿Y tú me lo preguntas...? ¡Literatura escrita eres tú!

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  4. Mil gracias, Daniel. La verdad es que hago lo que puedo. Me fascina el lenguaje, eso sí.

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  5. Muchas gracias por vuestras palabras queridas Cristina y Elda. Salud y afecto.

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