La penúltima vez que visité Urdiales de Colinas debió de ser cuando era adolescente. En aquel tiempo acostumbraba a ir, al menos, una vez al año a ese pueblo deshabitado en el Alto Bierzo, uno de esos lugares en los que puedes perderte a gusto, sin que nadie te moleste.
Entonces era habitual, entre colegas de escuela y amigos varios, realizar una excursión, sobre todo en los meses de verano, que es cuando uno se siente más libre y el clima berciano invita a salir a la montaña a estirar las piernas y oxigenar el cerebro. El verano, qué estación más lírica.
En aquellos tiempos nos juntábamos un buen puñado de rapaces y nos aventurábamos a cruzar la Sierra de Gistredo en busca de nuestra aldea mítica. Aquella era toda una aventura. La primera vez, al menos, fue una aventura.
Tendría unos doce o trece años, pues aún estaba en la escuela del pueblo. Quizá fuera mi último año de escuela. Recuerdo que nos dimos cita varios colegiales. El guía era un tipo ya maduro, que decía conocer el camino. Nosotros, que éramos más o menos jovenzuelos, seguimos a aquel chaval curtido. Madrugamos para que el sol no nos castigara en la subida. Hasta alcanzar la cota más alta de la sierra no hubo complicaciones. El problema comenzó a la hora de la bajada. A nuestro guía no se le ocurrió nada mejor que bajar campo a través, y fue cuando algunos creímos perdernos entre los matorrales. No acertábamos a ver ni por donde andábamos. Después de dar muchos tumbos por el bosque espeso, logramos arribar al destino. Cierto es que Urdiales no se ve hasta que uno no entra de lleno en el pueblo. Está escondido. Como la experiencia nos gustó, a pesar de los percances sufridos, acabamos yendo todos los veranos a Urdiales. Para amenizar el camino llevábamos música, nuestro alimento espiritual, y una mochilita con comida. Por aquel tiempo solíamos escuchar a Pink Floyd, que era algo así como nuestro grupo fetiche. Nunca olvidaré The dark side of the moon.
Las excursiones solían durar un día, desde bien temprano hasta el anochecer, que era cuando regresábamos a nuestras casas. Vez hubo en que la excursión duró dos días, quedándonos a dormir en las destartaladas casas urdialesas. Hacía tiempo que no estaba en Urdiales de Colinas, pero hace algún tiempo me dio por volver a este pueblín. Para llegar a este lugar, además de cruzar el monte, hay un camino de cabras y todoterrenos.
Un kilómetro antes de llegar a Colinas hay un desvío hacia la izquierda. A partir de ahí puedes elegir entre ir a Urdiales o tomar la dirección de Los Montes.
Si decides encaminarte hasta Urdiales te encontrarás, algo antes de adentrarte en la aldea, con una fuente grabada con una inscripción que dice: Distrito forestal, Urdiales.
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