Espero no intoxicarme de ti, quiero decir, de tu medievalismo y de tu alma en pena errante entre el vértigo que procura la angustia y el ansia de infinito.
Seguiré entrándole, pasito a pasito, a tus verbos hasta convertirme en verdad en un versolari asomado al horizonte verde, blanqueado de algún sueño que pudiera hacerse realidad. Supongo, amada mía, que no todos tus versículos serán lastimeros ni metafísicos, algunos tendrás que entonen cánticos de alegría y alborozo en este valle de verdores, que a veces se torran al sol de mediodía, y muchas otras se ennegrecen con la mala saña y la pólvora de algún matarife hijo de puta, que los hay en abundancia, para qué engañarnos. Cierto es que en el trato pareces una diosa del engatusamiento, una mujer cálida, cercana, fascinante, porque es la tuya una presencia escénica, una fotogenia espiritual y poemática que ya quisiera alguna actriz de esas que se creen la mamá de los pollitos. Tú, empolvada y emperifollada, debes ganar muchisísimos puntos. Los ganas, sin duda, y es que lo corporal es el principio de tu espíritu, y la carnalidad, estimada carnalita, sigue apantallando mucho y bien. Sí, sublime y carnal, me fascinaste con tu verbo desenvuelto, tu inteligencia chispeante, tu brillo poético, tus ironías y tus lirismos.
También el Umbral de Mortal y rosa se sentía lírico e irónico, estilista y terrorista, como todos los grandes poetas que en el mundo son. Espero que tu metamorfosis "gusanesca" no te bascule hacia el absurdo kafkiano, porque tu debes seguir siendo lúcida y luminosa, como luciernaguita, en esta vida que es teatro, sainete, espectáculo, muchas veces grotesco, expresionista, rayado de absurdo existencial, pero ahora que nos hemos encontrado, que caminamos por las sendas adecuadas, que seguimos reencontrándonos, podemos aventurarnos y aun hacer lo que nos venga en gana, sin cortapisas, la imaginación es libre, siempre que se tenga imaginación, y tú eres alma imaginativa, espero que resolutiva, luego podemos volar como pajaritos, ya te lo había dicho, mas el recuerdo me embarga y me hace sentir la levedad del ser. De todos modos, y para serte fiel, te diré que con veinte años también sentí la libertad, y sobre todo en mi primera época francesa -cuando llegué a Dijon con unos veintitrés años- encontré la vena liberal y libertaria, y ya en México -con veintiséis- di rienda suelta a mi cuerpo/espíritu y llegué a vivir allá, bajo el influjo del peyotl, como buen tarahumara (esto es un decir, tampoco hay que tomárselo al pie de la letra), más en unos años que el resto de vida, la anterior a esa etapa, y la posterior también, lo que no deja de ser una impresión. Continuaré dándole.
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