Recupero este textín, escrito con la sangre en 2009.
A uno tampoco le gusta esconderse de nada ni de nadie. Suelo ir a pecho descubierto, lo que no siempre es conveniente. Pero uno es así, qué se le va a hacer.
No se fía uno de gente retorcida, que no dice lo que piensa, ni hace lo que desea. Es probable que yo también sea melancólico, la miopía quizá me de ese toque, sin embargo me siento terrenal, apegado al suelo, mas necesito volar. A lo mejor es que soy alma viajera, que siempre está yendo. "O viniendo. O ambas cosas a la vez".
El miedo a la libertad, bien lo sabía Fromm, es algo que suele paralizarnos. Y yo aspiro a desprenderme del lastre del miedo, qué pretensiones las de uno, ¿verdad? El miedo es algo que nos deja fuera de juego, el miedo, aún siendo algo adaptativo -pues hay que sobrevivir en un mundo salvaje- resulta letal y nos convierte en seres apagados, esclavizados, muertos en vida, casi siempre.
Vivo en Ponferrada, aunque podría vivir en cualquier sitio del mundo, en realidad he vivido en muchos sitios: Oviedo, Salamanca, Madrid, Almería, León, Dijon, París, México, D.F., y de vez en cuando, en cuanto puedo, voy a Noceda en busca de calor humano, ternura, que por cierto me procuran con creces mis padres, mi familia. Qué maravilla. Un estupendo espacio, el útero de Gistredo, para amorosarse, acurrucarse y sentir el mundo con la mirada y el tacto inocentes de un rapaz que redescubriera la realidad.
No soy ni me siento ningún hijo de la chingada, ni siquiera un almita de la caridad, nada de eso, porque nada de lo humano me es ajeno.
Para mi gente, para mis seres queridos, les mando besitos y abrazos como soles que alumbraran la infinitud, la corporeidad infinita y rosa.
Hermosa dedicatoria para los que de verdad importan...
ResponderEliminarGracias, Elisa.
ResponderEliminar