http://www.diariodeleon.es/noticias/cultura/soy-contradictorio-poliedrico-por-aliviar-_758199.html
«Soy contradictorio, poliédrico, por aliviar»
Juan García Campal, el autor de la novela Dos mujeres y un magnolio, es un leonés adoptivo, que cree en la literatura como un medio para cambiar la realidad, y en la actualidad está intentando acabar una nueva novela.
Aunque originario de Oviedo, Juan García Campal, el autor de la novela Dos mujeres y un magnolio,
es leonés, pues una gran parte de su tiempo lo ha vivido en la capital
de la provincia, y eso acaba marcando, porque según reza el refrán: «Uno
no es de donde nace, sino de donde pace». Dicho sea de paso, convendría
reflexionar acerca de por qué la provincia de León ha dado y sigue
dando magníficos narradores y poetas, incluso allende las fronteras.
En todo caso, García Campal se define a sí mismo como «un amigo de la escritura, que ha tenido la gran suerte de ver algunas de sus creaciones publicadas», como la ya mencionada y algunas otras, entre las que cuales está el libro Palabras con Ángel, una obra colectiva, que rinde homenaje al poeta Ángel González, por el que el autor de Escritos con Lara al fondo siente una gran pasión. «De Ángel González dejé escrito que, desde que arribé al seguro puerto de su Grado elemental, hice y hago de sus versos norayes de íntimo amarre». Y añade, con alma lírica: «La poesía de Ángel González es abrigo contra el frío de la intemperie vital».
Poso vital, esto es lo que recuerda Campal de su etapa al frente de las Actividades Culturales y Artísticas de la Universidad de León (ULE). «Aquella fue una experiencia muy hermosa, una obra en común, un proyecto comprendido y apoyado por muchas empresas que lo financiaron, y que ahí perdura, abierto a toda la ciudadanía, en forma de Ateneo Cultural gracias al esfuerzo de la Universidad de León». Sin embargo, también «me enseñó la cantidad de ‘amigos’ que se te presentan a la vista del poder, mínimo, irrisorio –aclara él-, de la oportunidad que creen representas y que una vez vuelves a tu día a día, por suerte, no te distinguen». Columnista, bloguero, cuentista y novelista, Campal se encuentra a gusto escribiendo lo que el cuerpo, corazón y mente le pide en cada momento. «No obstante, nunca tanto como leyendo», señala convencido. No en vano, la lectura es tan creativa, o más si cabe, como la propia escritura. «Intento aprehender de todo lo que leo, sea cual sea el origen geográfico del autor», concluye.
Como bloguero, mantuvo un diario en la Red llamado Bocamar durante un tiempo, y ahora cuenta con un Cuaderno casi diario, que «últimamente tengo abandonado», porque si bien «siento la necesidad de escribir cada día, otra cosa es que, siendo contradictorio como soy, poliédrico, por aliviar, así lo haga». Sin embargo, su contacto con el columnismo de opinión lo sigue manteniendo en contacto directo con la escritura casi a diario. Y, además, está convencido de que a través de los artículos periodísticos no sólo se puede hacer buena literatura, sino también buena filosofía, buena política. «Por fortuna, cada día está siendo más reconocida esta realidad, alejando así aquella concepción y justificación que Clarín llamaba ‘la ley del garbanzo’.
A propósito del autor de La Regenta, Campal –a quien no le gusta nombrar a ninguno maestro literario en concreto- dice que «Don Leopoldo, además del escritor que fue, es un ejemplo de intelectual comprometido con el tiempo en que vivió, que no guarda silencio ante las diferentes vicisitudes de su tiempo, una conciencia ilustrada que con el suyo propio iluminó el criterio de cuantos lo leyeron y leemos». El estilo de escritura del autor de Textos al aire, aun siendo bastante intimista e introspectivo, acaba abriéndose a los lectores (y lectoras) hacia los eternos temas literarios: la soledad, el amor, la muerte, los sueños e ilusiones, los logros y fracasos del ser humano en su permanente construcción, o sea, los de la vida misma. «Pero además, como bien dijo Jean Echenoz, uno no escribe para hablar sobre su escritura, sino para que ésta hable por sí misma».
En el fondo, Campal cree en la literatura como un medio para cambiar la realidad, al menos la de cada cual. «Qué sería de mí como individuo, como persona, sin mis lecturas y sin mi escritura. Cómo me soportaría, cómo soportaría la realidad que hacemos entre todos».
Ahora está intentando terminar una nueva novela, pero deteniéndose para escribir algunos relatos que se presentan inaplazables y algún que otro renglón corto, que, según él, igualmente se impone por el marear de la vida. «Pero de esto último, que no se entere el editor, que ya me riñe bastante», apostilla.
En todo caso, García Campal se define a sí mismo como «un amigo de la escritura, que ha tenido la gran suerte de ver algunas de sus creaciones publicadas», como la ya mencionada y algunas otras, entre las que cuales está el libro Palabras con Ángel, una obra colectiva, que rinde homenaje al poeta Ángel González, por el que el autor de Escritos con Lara al fondo siente una gran pasión. «De Ángel González dejé escrito que, desde que arribé al seguro puerto de su Grado elemental, hice y hago de sus versos norayes de íntimo amarre». Y añade, con alma lírica: «La poesía de Ángel González es abrigo contra el frío de la intemperie vital».
Poso vital, esto es lo que recuerda Campal de su etapa al frente de las Actividades Culturales y Artísticas de la Universidad de León (ULE). «Aquella fue una experiencia muy hermosa, una obra en común, un proyecto comprendido y apoyado por muchas empresas que lo financiaron, y que ahí perdura, abierto a toda la ciudadanía, en forma de Ateneo Cultural gracias al esfuerzo de la Universidad de León». Sin embargo, también «me enseñó la cantidad de ‘amigos’ que se te presentan a la vista del poder, mínimo, irrisorio –aclara él-, de la oportunidad que creen representas y que una vez vuelves a tu día a día, por suerte, no te distinguen». Columnista, bloguero, cuentista y novelista, Campal se encuentra a gusto escribiendo lo que el cuerpo, corazón y mente le pide en cada momento. «No obstante, nunca tanto como leyendo», señala convencido. No en vano, la lectura es tan creativa, o más si cabe, como la propia escritura. «Intento aprehender de todo lo que leo, sea cual sea el origen geográfico del autor», concluye.
Como bloguero, mantuvo un diario en la Red llamado Bocamar durante un tiempo, y ahora cuenta con un Cuaderno casi diario, que «últimamente tengo abandonado», porque si bien «siento la necesidad de escribir cada día, otra cosa es que, siendo contradictorio como soy, poliédrico, por aliviar, así lo haga». Sin embargo, su contacto con el columnismo de opinión lo sigue manteniendo en contacto directo con la escritura casi a diario. Y, además, está convencido de que a través de los artículos periodísticos no sólo se puede hacer buena literatura, sino también buena filosofía, buena política. «Por fortuna, cada día está siendo más reconocida esta realidad, alejando así aquella concepción y justificación que Clarín llamaba ‘la ley del garbanzo’.
A propósito del autor de La Regenta, Campal –a quien no le gusta nombrar a ninguno maestro literario en concreto- dice que «Don Leopoldo, además del escritor que fue, es un ejemplo de intelectual comprometido con el tiempo en que vivió, que no guarda silencio ante las diferentes vicisitudes de su tiempo, una conciencia ilustrada que con el suyo propio iluminó el criterio de cuantos lo leyeron y leemos». El estilo de escritura del autor de Textos al aire, aun siendo bastante intimista e introspectivo, acaba abriéndose a los lectores (y lectoras) hacia los eternos temas literarios: la soledad, el amor, la muerte, los sueños e ilusiones, los logros y fracasos del ser humano en su permanente construcción, o sea, los de la vida misma. «Pero además, como bien dijo Jean Echenoz, uno no escribe para hablar sobre su escritura, sino para que ésta hable por sí misma».
En el fondo, Campal cree en la literatura como un medio para cambiar la realidad, al menos la de cada cual. «Qué sería de mí como individuo, como persona, sin mis lecturas y sin mi escritura. Cómo me soportaría, cómo soportaría la realidad que hacemos entre todos».
Ahora está intentando terminar una nueva novela, pero deteniéndose para escribir algunos relatos que se presentan inaplazables y algún que otro renglón corto, que, según él, igualmente se impone por el marear de la vida. «Pero de esto último, que no se entere el editor, que ya me riñe bastante», apostilla.
«Si entendiese el mundo, dudo que lo resistiera»
—Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?
—Muchos, cómo elegir uno. Pero el que ahora resuena en mi mente como reclamándome nueva atención es Regreso a Vadinia, de M. Vicente González.
—Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).
—Todas y cada una de las personas que amo, que quiero, que estimo, que admiro. Me ayudan a ser, a hacerme. En la literatura, por ejemplo, el André Gide de Los alimentos terrenales.
—Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).
—Por qué disgustar a alguien por cuestiones de gusto personal.
—Un rasgo que defina tu personalidad.
—De un lado, quizás el gusto por la vida, la gratitud que me inspira; de otro, sin duda el temperamento difícil.
—¿Qué cualidad prefieres en una persona?
—La responsabilidad, la sensualidad, la alegría, la de Spinoza, no la fatua… tantas.
—¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?
—La una es hace tiempo un arte caído en desgracia, invadido por demasiado trilero de vario género, estado y condición. De la suciedad de la otra todos somos responsables, bien por pensamiento y obra, bien por omisión.
—¿Qué es lo que más te divierte en esta vida?
—La contemplación, la observación, la voluptuosidad.
—¿Por qué escribes?
—Porque me gusta, me salva de mí mismo.
—¿Crees que las redes sociales, facebook o twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?
—No en mi caso y dudo que le pueda servir a alguien, mas nunca se sabe.
—¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?
—Lo vivido, lo leído, lo ensoñado.
—¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?
—No, el entusiasmo no es una de mis características. Sin él, pero con placer, los de Rafael Argullol y Ángel Gabilondo.
—Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.
— Si lo entendiese dudo que lo resistiera. Como a mí, qué decir.
—Muchos, cómo elegir uno. Pero el que ahora resuena en mi mente como reclamándome nueva atención es Regreso a Vadinia, de M. Vicente González.
—Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).
—Todas y cada una de las personas que amo, que quiero, que estimo, que admiro. Me ayudan a ser, a hacerme. En la literatura, por ejemplo, el André Gide de Los alimentos terrenales.
—Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).
—Por qué disgustar a alguien por cuestiones de gusto personal.
—Un rasgo que defina tu personalidad.
—De un lado, quizás el gusto por la vida, la gratitud que me inspira; de otro, sin duda el temperamento difícil.
—¿Qué cualidad prefieres en una persona?
—La responsabilidad, la sensualidad, la alegría, la de Spinoza, no la fatua… tantas.
—¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?
—La una es hace tiempo un arte caído en desgracia, invadido por demasiado trilero de vario género, estado y condición. De la suciedad de la otra todos somos responsables, bien por pensamiento y obra, bien por omisión.
—¿Qué es lo que más te divierte en esta vida?
—La contemplación, la observación, la voluptuosidad.
—¿Por qué escribes?
—Porque me gusta, me salva de mí mismo.
—¿Crees que las redes sociales, facebook o twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?
—No en mi caso y dudo que le pueda servir a alguien, mas nunca se sabe.
—¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?
—Lo vivido, lo leído, lo ensoñado.
—¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?
—No, el entusiasmo no es una de mis características. Sin él, pero con placer, los de Rafael Argullol y Ángel Gabilondo.
—Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.
— Si lo entendiese dudo que lo resistiera. Como a mí, qué decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario