Rescato este texto del olvido para darle nuevos aires.
A Aicha, la chica que un día fue rescatada por Yuma del desierto.
La sonrisa de Aicha podría ser una canción, un himno a la libertad, un poema, entre lo cotidiano y lo sublime, escrito por Alexandra Domínguez, Aleja, artista que nos invitó a volar con sus poemas más allá de las cosas, y nos abrió las puertas de la percepción con sus lecturas, hace ya algún tiempo, en la Biblioteca de Bembibre.
“Me gustaría estar en el lugar donde crecen las cerezas”, algo que a buen seguro se le ocurrió a Aicha, la saharaui que un buen día llegó al Bierzo para dejarse cautivar por “el olor dulce de la tierra roja” -como aquel espléndido verso de Ester Folgueral-, que llegó para quedarse a estudiar en el Campus de Ponferrada, desde donde a veces veía/sigo viendo volar en danza heliotrópica, sensual y libertaria, a pajarillos...
Cómo me gustaría volar, sobrevolar nuestra comarca en busca de una mirada original, de una perspectiva única, que me ayudara a ver la realidad con nuevos ojos, con ojos de ternura, como pretende el cineasta Wim Wenders en Cielo sobre Berlín, por ejemplo.
Aicha, con quien tantas veces me cruzara en los pasillos del Campus, en la cafetería, siempre me mostró su sonrisa, y eso me alegra, porque, después de algunos contratiempos en Tinduf, logró acabar su carrera de topografía, que a partir de ahora le hará soñar con un gran futuro, porque en su tierra hubiera sido, a buen seguro, diferente.
A menudo uno idealiza el desierto, el Sáhara, como sitio sin fronteras donde el individuo, sobre todo si se sabe nómada, siente la libertad en medio de la nada o del todo, que se revela absoluto, esencial, bajo un firmamento tachonado de estrellas protectoras, mas esto es como un espejismo, que forma parte de la lírica, otra cosa es la Realidad que se impone con fuerza sobre cualquier encuentro mágico con otras realidades, acaso más llevaderas, emocionantes, ensoñadoras.
Uno tiende a fantasear con aquello que no tiene, pero cuando está inmerso en su entorno más inmediato necesita airearse, salir fuera de sí, y aun fuera del contexto, para ampliar miras, sopesar y valorar el entorno, y Aicha, después de quedar anclada durante un tiempo en el Sáhara, decidió regresar a su Bierzo adoptivo, en busca de otra vida. “En el desierto, el horizonte es circular”, según el poeta Curiel.
Todos aspiramos a ser libres en este mundo uniformado bajo el control férreo de la telepantalla, el Gran Hermano que todo lo vigila. Por eso me entusiasma saber que se siente libre y sonriente, mientras algunos poetas siguen conmoviéndonos con sus ritmos, porque “el silencio también es luz” “algún halo de luz cuya ilusión me alcanza” “mar de silencio” “por efecto de las aguas”.
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