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lunes, 20 de octubre de 2025

Ramón Grau (por fin, y Entre el deseo y el vacío), Susana de Paz (La mar es madre) y José Diaz de Argote (cómo es el mar)


(Manuel Cuenya. Composición de relatos y microficciones. Nivel Intermedio. UNED de Ponferrada)

             Por fin

Ramón Grau


De repente, llamaron a la puerta.

Aquellos dos mandatarios, los hombres más poderosos del mundo, se sorprendieron de que alguien osara interrumpir su reunión: simulaban negociar la paz.

Con un gesto desdeñoso mandaron a un ayudante para que averiguara qué ocurría.

Y siguieron repartiéndose, entre ellos, los restos que quedaban del mundo.

El hombre, solícito, se acercó a la puerta y la abrió.

Pero al otro lado no había nadie.

Entonces, como si el tiempo contuviera el aliento, una voz profunda y solemne resonó por todas partes, penetrando en la sala:

—Ha llegado la hora de acabar con este experimento fallido.

Y la Tierra empezó a temblar. 


 

                Entre el deseo y el vacío

                Ramón Grau

 

            Entre el deseo y el vacío

Me gusta la turgencia de tu cuerpo, la suavidad de tu piel, su tersura.

La sobriedad de tu ser.

No me gusta tu desgana, tu actitud indiferente, tu frialdad.
La escarcha en tu mirada.

Me gusta la curva de tu cuello, la promesa de tus caderas, la placidez de tus pechos.

El peso ligero de tu abrazo.

No me gusta tu desdén, la lejanía creciente, el silencio que desgasta.
La distancia sin retorno.

Me gusta el timbre de tu voz, la música lenta de tus palabras, el ritmo pausado de tu aliento.

El temblor de tus suspiros.

No me gusta tu ausencia, la sombra de tu recuerdo, el tiempo detenido.
El eco que no responde.

Me gusta pensar en ti, todavía.

No me gusta tener que inventarte.

La mar es madre

Susana de Paz

Te dirán que el mar es azul, pero es mentira, quizá sea solo ilusión óptica, eso sí, con diferentes tonalidades. El mar es uno y mil diferentes. Puede ser verde, color del cálido trópico o el anticipo de una gris y plomiza amenaza. A veces, muchas veces, es del color de un inmemorial dolor.

Mi mar es grande como la eternidad, con la que se besa en el horizonte, y también es profundo cofre de abisales secretos.

A veces, el agua te acoge con la suavidad de una bañera preparada con mimo, perfumada de algas y marisco, cálida y serena, en la que olvidas el cuerpo, inmóvil, dejándote mecer al punto de sal. Entonces, la mar es madre. Cuida, provee y alimenta. Y como niños en sus manos, la amamos en total entrega.

Otras veces es potro impetuoso que cabalgar. Te revuelca y azota con fríos látigos de siete olas que cubren tu cuerpo de espuma blanca mientras disfrutas la alegría de su galope.

Pero, cuando se levanta iracundo y poderoso, duele. Se alía con nubes y vientos, dando comienzo al juicio final. Todo lo engulle, todo lo destrozan sus manotazos de agua y salitre, dejando mujeres solas buscando en sus playas y llorando el pasado.

Y cuando, por fin, de todo se ha saciado, y sus entrañas vomitan a la playa los restos del saqueo, vuelven las aves a sobrevolarlo en libertad.

Cómo es el mar

José Díaz de Argote

Marina, la hija de María del Mar, nació ciega. Hoy hemos ido los tres a Camariñas, para que Marina conozca el mar. Y vuelva a sentir el agua acunando su cuerpo.

Mamita, ¿cómo es el mar? Dame la mano, yo te sumerjo. Esta suavidad, que sientes ahora en los pies, es arena fina, la playa, el principio y el fin del mar.

¡Ay, qué frío mamá! Mi amor, es el agua, el líquido suave y salado del que está hecho el mar. Se te escurre entre los dedos si tratas de tocarlo, de pulsarlo con tus dedos. 

¿Y este sonido tan crujiente, y esta sensación tan refrescante y repentina, qué son? 

Son las olas, Marina, la piel móvil y sinuosa que abarca todo el mar.

¡Anda, túmbate! Extiende los brazos y las piernas, que mamá te aguanta. ¿Lo sientes?

Puedes flotar, estar tranquila, igual que cuando estabas en mi tripa, bañada en mí. Casi, casi, como volver a nacer, rodeada de agua, de movimiento, de temblores, y de luz.

 

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