Diane Keaton, la musa cinematográfica de la sonrisa luminosa, inolvidable, tras la que se escondía la melancolía, como ella misma reconoció en sus memorias, nos ha dicho adiós. Y lo ha hecho aún joven, porque ella siempre será joven y elegante, con esa elegancia que tienen las grandes actrices en la pantalla, en el escenario.
Diane Keaton figura en mi imaginario desde que la viera por primera vez, hace un buen puñado de años, en alguna película de Woody Allen, porque siempre que pienso en Diane Keaton me viene inevitablemente a la cabeza el nombre de Woody Allen, con quien compartiera un romance durante años, tanto en la ficción como en el mundo real. "Su cara y su risa iluminaban cualquier espacio en el que entrara... su gran risa aún resuena en mi cabeza", ha dicho de ella Woody Allen. https://cuenya.blogspot.com/2010/02/woody-allen.html
Quizá la primera vez que la viera en la gran pantalla fuera en Manhattan (1979), o en Annie Hall (1977), acaso en la primera parte de El padrino (1972), de Coppola, en su papel de mujer de Michael Corleone (Al Pacino), con quien también mantuvo relación amorosa en la vida real. https://cuenya.blogspot.com/2025/03/el-padrino-ii-de-coppola.html
Si bien en la trilogía de El Padrino Diane Keaton (Kay) hace un papel secundario, la mujer que se casa con un mafioso, Michael Corleone, la vemos cómo sufre una transformación, una chica ingenua que acaba descubriendo el horror del poder mafioso y del crimen organizado. Decía Keaton que jamás había podido ver entera El Padrino porque le daba pudor verse en la pantalla.
Cualquiera de esas películas se me antojan extraordinarias. Y Diane Keaton era, sigue siendo una actriz estupenda. Es probable que su imagen en Annie Hall, ella también se apellidaba Hall, sea una de las más recordadas, con su sombrero, su chaleco y corbata de mujer dandy, que le valió un Óscar como mejor actriz. Con su inseguridad y su relación con Alvy Singer, un comediante neurótico interpretado por el ingenioso y neurótico Allen, que está obsesionado con el paso del tiempo, la muerte y las relaciones amorosas. Una comedia romántica autobiográfica que nos invita a reflexionar sobre el amor, las relaciones humanas y la vida, en definitiva. Alvy, el personaje interpretado por Allen, le dice a Keaton que le gusta cómo va vestida. Keaton se convierte así en símbolo de una estética determinada y por ende de libertad.
"No habría alcanzado La Strada su categoría de obra de arte si Fellini no hubiera contado con Giulietta Masina para su Gelsomina, ni Annie Hall sería el personaje icónico que es sin la interpretación de Diane Keaton", escribe la genial Elvira Lindo. "Tuvo Woody Allen el indudable talento, deudor de algunas enseñanzas del maestro italiano, de elegir a la actriz exacta para encarnar a aquella mujer urbana poseedora de un estilo de estudiada negligencia que renovó el sentido de la palabra sexy, librándola del tópico corsé de lo curvilíneo para representar a una chica que, sin intimidar, estaba llena de gracia... Era de la escuela de Charlot".
Annie Hall (1977) recibió cuatro Óscar a la mejor película, el mejor director, el mejor guion original y la mejor actriz principal (Diane Keaton). La propia Keaton sobresalió por su talento también como cantante. En Annie Hall (1977) interpreta la canción It Had to Be You en un club nocturno. (616) Annie Hall Diane Keaton sings - YouTube En su faceta como cantante también hizo un cameo en un club nocturno de la década de 1940 en Días de radio (1987), de Allen.
En cuanto al guion de Annie Hall cabe recordar que ha sido imitado, parodiado y homenajeado a lo largo del tiempo, con sus regresiones y digresiones, en el que su director Allen rompe la llamada cuarta pared, como ya hiciera asimismo Fellini en películas como Amarcord (1973), de forma que los personajes hablan directamente a la cámara.
Cuenta el cineasta y escritor Rodrigo Cortés -autor de la impresionante Buried, entre otras- que Diane es, claro, Annie Hall, que a su vez es Diane Keaton, guapa como un verano y alta como una azotea del Upper East Side (es decir: alta, pero no tan alta, sin depósito de agua oxidado, más bien con plantas), una californiana neoyorquina que no sabe patinar pero sabe parar taxis, que frenan de tres en tres por si se pierden algo.
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Imagen de la película El dormilón |
Keaton, con su apariencia vulnerable, incluso tímida, con su magnetismo y autenticidad, era ya una veterana tras aparecer en ocho películas, la mayoría comedias, cuando interpretó el personaje principal de Annie Hall (1977). No en vano el propio Allen dijo de ella que, "con la excepción de Judy Holliday, es la mejor comediante de la pantalla que jamás hemos visto”.
También en 1977, Diane Keaton protagonizó, con una interpretación poderosa, el desgarrador drama Looking for Mr. Goodbar (Buscando a Mr. Goodbar), de Richard Brooks, en el papel de una joven profesora de niños sordos durante el día y una chica que busca toda clase de placeres durante la noche en garitos de la ciudad. Una especie de Belle de jour al estilo Buñuel. Acabo de ver esta película sobrecogedora, quizá transgresora para su época, donde también vemos a un joven Richard Gere en el papel de chiflado violento. Con un final que nos corta la respiración.
Con Woody Allen hizo además la versión cinematográfica de Play It Again, Sam-Tócala otra vez, Sam, traducida en España bajo el título de Sueños de un seductor (1972), basada en la obra de teatro homónima de Woody Allen y dirigida por Herbert Ross, donde Keaton interpreta a una mujer algo caótica y sensible que anticipa el personaje de Annie Hall, mientras que Allen conversa con un Bogart imaginario que le da consejos amorosos.
También vemos a Diane Keaton en El dormilón (1973), una sátira ambientada en un futuro distópico, y Amor y muerte: La última noche de Boris Grushenko (1975), ambientada en la Rusia zarista. Asimismo, protagonizó Interiores (1978), una película con reminiscencias al cine del sueco Bergman, y Manhattan (1979), una de las películas más poéticas de Woody Allen, filmada en blanco y negro, que ya había mencionado. Su última película con Allen fue Un misterioso asesinato en Manhattan (1993).
“Envejecer no me ha hecho más sabia”, dijo en una declaraciones antes de fallecer esta mujer sabia, con un gran sentido del humor, que vivió como quiso, con libertad, a quien siempre recordaremos con cariño por sus excelentes interpretaciones.
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