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domingo, 3 de mayo de 2020

A modo de síntesis coronavírica

Sea como fuere el origen del virus, de este o de esta corona espinosa que nos ha tocado (nos están crucificando como a cristos benditos), y que nos sigue tocando las fibras, poniendo en riesgo a tantas personas, tantas cosas, todo el sistema de bienestar: social, psíquico, sanitario, económico, educativo y cultural..., lo que parece cada vez más claro es que este bichito (a estas alturas ya sabemos que no es ningún bichito) marcará un antes y un después, porque el miedo y la incertidumbre se han instalado en nuestras vidas. Y tardaremos en habituarnos a convivir con este miedo atroz que nos han metido en el cuerpo. Y con esta incertidumbre de no saber a qué atenernos. 
Al menos en los países nórdicos de nuestra Europa de contrastes (colosal cementerio, después de dos guerras mundiales, un holocausto, amén de otras guerras como la balcánica, o la guerra incivil española..., con sus cruentas posguerras, no lo olvidemos) parece que llevan mejor esto del virus corona, tal vez porque son capaces de gestionarlo con más racionalidad, que no digo que nuestro país sea un desastre, como algunos pretenden desde ideologías sobre todo fachas, por qué no decirlo. 
¿Cómo hubiera gestionado esta pandemia la derecha, o la extrema derecha?, me planteo, a la vez que, sólo de pensarlo, me entra temblequera parkinsoniana.

Poco a poco espero que vayamos perdiendo el miedo, al menos el miedo irracional. Y aprendamos a convivir con la incertidumbre. Eso deseo, de lo contrario estaríamos perdidos y paralizados para siempre, o sea muertos en vida, que es quizá la peor de las muertes. 
La vida es lo único que tenemos por fortuna -mientras la tenemos-, para malgastarla. O simplemente para vegetar.
Nada nos garantiza una absoluta certeza, eso lo sabemos bien, salvo cuando tengamos un remedio eficaz que nos despeje el horizonte de nubarrones. 
Tengo fe, no obstante, en que poco a poco vayamos desescalando el pico, saliendo en escalada de este embrollo vírico. 
Mucho ánimo en el descenso, no se nos vayan a cargar las piernas en demasía. Y nos resintamos de las rodillas. Cuidadín con pedalear cuesta abajo, diría a buen seguro Ramiro Pinto, porque ahí reside el riesgo, el riesgo de un nuevo rebrote, que daría al traste con todo este confinamiento, que para alguna gente ha sido, está siendo un calvario. 
Afortunados somos, creo, quienes estamos en medio de la naturaleza, en el campo, en el pueblo. 
Benditos pueblos de España. Qué maravilla. 
Ahora, más que nunca, nos damos cuenta de que vivir en un pueblo, en la España vacía (de la que nos habla Sergio del Molino, y hace ya cuarenta años Julio Llamazares en su sobrecogedora Lluvia amarilla) es una bendición del Espíritu Santo, o algo tal que así.

Espero que pasito a pasito, suave suavecito (qué no decaiga el ánimo, ni el ritmo musical), volvamos a recuperar la normalidad, una supuesta normalidad. O una nueva normalidad (como nos dicen). 

¿Qué es eso de nueva normalidad? 
¿Será una normalidad normal o bien una normalidad anormal?

Sea como fuere el origen de este virus, altamente contagioso y con baja mortalidad (conviene resaltar este dato, porque sólo en nuestro país hay muchos millones de infectados, y los fallecidos, las fallecidas, aun siendo muchísimos, cada muerto es sagrado, cada muerte es sagrada, no son tantos en comparación a la cantidad de contagiados que existen, entre ellos muchísimos asintomáticos), hay teorías para dar y tomar (desde la que apunta a que el virus surgió de modo natural, por azar, a partir del murciélago -que luego pasó al pangolín como huesped de honor-, hasta la que sostiene que el virus fue creado intencionadamente en un laboratorio -teoría conspiparanoica, que defiende por ejemplo Trump-, o bien que la que argumenta que el virus se escapó sin querer del laboratorio de Wuhan...), lo cierto es que el virus de marras servirá, ya está sirviendo, para dinamitar la vida tal y como la conocíamos, con ciertas libertades y ciertos derechos... Con muchas restricciones, con distancia social... y todas esas medidas de prevención que nos sugieren: guantes, mascarillas, desinfectantes... Como si fuéramos todos directos a la luna. En un viaje espacial de altos vuelos. 

¿Acabaremos todos viajando a la luna, a la cara oculta de la luna, como hace Pink Floyd en su psicodélico disco?

Fantaseemos. De esta forma, podremos recrearnos fabulando acerca de nuestros destinos.
Lo que sí parece evidente es que este virus servirá para dinamitar el sistema económico tal y como lo hemos conocido (eliminando de un plumazo a la clase media, que no interesa en absoluto al poder, porque ahí se halla la clase liberal y tal vez librepensadora, la clase acomodada, en definitiva), de modo que ahora los pobres serán, seremos (vamos a incluirnos) aún más pobres. Y los ricos serán aún más ricos. Lo que se traducirá, a todas luces, en un abismo entre unos y otros.

El mundo siempre ha sido de unos pocos elegidos y privilegiados. Y a partir de ahora esto se agudizará. 

Tengo la impresión de que los malvados serán aún más perversos, y se aprovecharán todavía más que antes de los débiles, de los pobres, quienes serán sus auténticos esclavos. La nueva esclavitud del siglo XXI. Pues el sistema hipercapitalista se volverá aún más voraz y caníbal. Y perderemos por ende los pocos derechos conquistados que hemos logrado con sudor y lágrimas a lo largo del tiempo, porque el control será atroz (ahora más que nunca, ya lo tengo escrito, se impondrá una sociedad de corte orwelliano, donde no podremos ni movernos, porque estaremos localizados día y noche, vigilados hasta en nuestros sueños más íntimos). Y lo peor de este asunto es que aceptaremos gustosos esta falta de libertades.

Las redes sociales, la Red, los móviles, y ahora el 5G, la nueva tecnología móvil, la cibervigilancia, con sus impactos sanitarios y ambientales, ya contribuyen de un modo explícito a ese férreo control.

Sea como fuere el origen del virus (algún día se sabrá o no), porque si se supiera de verdad, y se tratara de un origen artificial, intencionado, el escenario bélico estaría servido en bandeja de oro. Así que recemos (es un modo de hablar) para que no se descubra el auténtico origen vírico. 
Recemos (quienes sepan hacerlo y tengan ganas) para que los psicópatas mandatarios que en el mundo son no intenten meternos en un conficto, que sería catastrófico para la Tierra. 

Aunque sabemos que a este ritmo de locura desatada (por virus y tantas otras pendejadas) el Planeta ya está sufriendo de lo lindo. La Naturaleza se resiente con tanta contaminación (ahora parece que, debido al confinamiento, ha reverdecido), con tanto maltrato, con tanto desatino. 

Sea como fuere, está claro que la jugada maestra por parte de los hilos visibles/invisibles del Gran Poder es perfecta, colándonos el gran gol del siglo XXI. Que este sí es un golazo.Y no esos goles que vemos en las ligas. Con todos los respetos. Ya sabéis, el fútbol como nuevo opio del pueblo.

Al lado de este pepinazo en todo el centro de la portería, Ronaldo y Messi se quedan en unos meros chutadores de poca monta (permítaseme este símil, y que me disculpen estos reconocidos futbolistas). 

En todo caso, los tales jugadores de balompié, metan o no metan goles en la cancha, ya ganan millonadas por temporada, mientras el resto sobrevivimos como podemos con nuestro sudor y nuestras lágrimas. 

Lo cierto es que, a través del virus corona, nos colarán un gol de oro, plata, cobre (mientras nos batimos el cobre)... el gol del siglo, decía. Que además festejaremos con aplausos. Porque así es la especie humana. Se nos dan bien los aplusos, ¿verdad? Pues menos aplausos y más hechos de bondad y generosidad hacia nuestros semejantes. Y por supuesto hacia nuestros sanitarios, que se están dejando la piel en trabajo (tengo una sobrina carnal enfermera que está al pie del cañón, con toda su profesionalidad y buen hacer, con todo su empeño y dedicación).

Festejaremos el golazo que nos cuelen y además nos enchufarán una cámara endoscópica en todas las entrañas con la ponzoña de la Gran Mentira. Qué esa sí que es una corona virus. 

A estas alturas del partido de fútbol (por continuar con el juego), tengo la impresión de haber estado dando vueltas al mismo tema, una y otra vez, sin lograr descifrar este absurdo. Hasta diría que ya me siento embotado, falto de reflejos. Y con la sensación de que alguien nos está tomando el pelo bien tomado. 

El virus, aparte de enfermar a la población y matar a personas, es el pretexto perfecto para que se nos joda la vida tal y como la concebíamos. Al menos hasta que se logre esa vacuna milagrosa o un fármaco salvador. Y aun así.

Ya sabíamos que vivíamos en medio del absurdo y la farsa. Que esta vida es una farsa. Pero ahorita nos han clavado en todo el corvejón del alma la Gran Mentira, esa que nos tendrá amarradines a la pata de la cama. 
Y no te muevas, qué te atizo, leche, o qué te atizo leche. 
Ya llevábamos tiempo en en este peligroso espacio de prohibiciones, censuras, falta de libertades, agresiones por aquí y por allá... no hagas esto, no puedes hacer lo otro, si te sales de la raya, te empapelo, y así en este plan de planes...
Ya vivíamos en una agresión constante. Y ahora será el acabose. Ojalá me confunda. Y no sea tan jodido. Pero me temo lo peor. Tiempo al tiempo. 

Quizá algún día recuperemos la ilusión de volver a vivir con cierta libertad y la sensación de que no corremos peligro. Eso me gustaría creer. Pero el mundo es un peligro en sí mismo. Unas se me van y otras se me vienen. 

Virus seguirá habiendo (aparte de otras muchas calamidades, no nos hagamos los mensitos). 
Por eso no debemos paralizarnos, no debemos acojonarnos (si me permitís este palabro) porque la vida es bella, a pesar de los pesares, bella y breve, lo que nos empuja de un modo irremediable a vivirla, vivir cada instante, vivir el presente, incluso en esta situación. 

Me envía el amigo y paisano Emilio García Buendía un artículo acerca de esta situación vírica, que resulta esclarededor. 
El propio Emilio, que es profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, saca sus propias conclusiones al respecto: 
“Es preciso impedir que la pandemia sea utilizada para instaurar una Gran Regresión Mundial que reduzca los espacios de la democracia, destroce aún más nuestro ecosistema, disminuya los derechos humanos, neocolonice el Sur, banalice el racismo, expulse a los migrantes y normalice la cibervigilancia de masas".

Necesitamos, de un modo imperioso, que esta pandemia no signifique un corte, un tajazo epistemológico, gnoseológico (por emplear terminología del maestro Gustavo Bueno), que nos lleve a una involución. 
Me preocupa sobremanera la instauración definitiva del miedo y el rechazo al Otro (conflicto añadido de infectados contra no infectados). Y por supuesto me preocupa ese control despótico, esa cibervigilancia a la que estaremos sometidos en todo momento. Día y noche. Como en el Gran Hermano, no sólo televisivo, sino el literario de Orwell. 
Todos y todas encerrados en un reality show que es esta vida. El show de Truman (una vida en directo).  
En vivo y en directo. 

Hoy, después de una cuarentena de más de cuarenta días, he podido respirar la naturaleza en el útero de Gistredo. Y eso me ha dado felicidad, aunque sea una felicidad efímera. Y me he preguntado si no estaré viviendo en una realidad paralela. En un mundo dentro de otro mundo. 

Basta apagar la televisión, desenchufarse de las redes, de la Red, que es nuestro gran chivato, nuestra Telepantalla, para darme cuenta de que la naturaleza sigue su curso, dando la impresión, real, de que no existen virus que puedan pararla. Que no hay virus en el mundo que pueda ensuciarla ni ensombrecerla, porque la luz sigue mostrando su verdad/bondad/belleza.  

Esa belleza que me envuelve con la musicalidad de los insectos y el canto lírico de los pájaros. 

La naturaleza de mi pueblo sigue respirando belleza (aire puro) por todos los poros de su alma. 

Su alma verde y acuosa. 


*Podéis pasar por alto todo el rollo que os he soltado, salvo las conclusiones de Emilio García Buendía. Y tal vez estas últimas palabras, que ojalá, inshallah, sean las que nos den vida. Y nos religuen con la Madre Naturaleza. 


*Las fotinas son de mi pueblo. Y están hechas con el móvil. 

2 comentarios:

  1. Qué privilegio ver esas praderas, la Sierra del Gistredo y toda esa naturaleza tan exuberante, y yo, aquí en la capital del Reino. Me das envidia sana de los paseos que te estás dando estos tres días de desescalada, además de sentirte libre y sin tener que cruzarte por las aceras sin las distancias que nos marcan los mandarines. Es un lujo. Ver las fotos que has hecho contemplando esa naturaleza, me produce la sensación de que aún tenemos algo de vida que nos ha dado la Madre tierra. Qué lo disfrutes mucho y nos sigas haciendo esas reflexiones, notas y metáforas. Benjamín Arias

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  2. Con las crisis, los paganinis siempre somos los mismos. La derecha te viola directamente, y la "socialdemocracia" utiliza vaselina aséptica. Con esto no digo que me dé lo mismo, pero démonos por jodidos. Ojalá me equivoque...

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