"... La belleza, Fedón, nótalo bien, sólo la belleza es al mismo tiempo divina y
perceptible. Por eso es el camino de lo sensible, el camino que lleva al artista hacia el
espíritu... has de saber que nosotros, los poetas, no podemos andar el camino
de la belleza sin que Eros nos acompañe y nos sirva de guía..."
(Thomas Mann, Muerte en Venecia)
Aunque el título no invite a su lectura ni a su visionado, sobre todo en estos momentos de crisis, rodeados como estamos de virus y muerte (por fortuna, en el útero de Gistredo vivimos de espaldas al virus, no así a la muerte, que sigue segando vidas, como en todo el mundo), Muerte en Venecia es una obra inolvidable, no sólo como novela, sino como película.
Una vez más, no caben las comparaciones entre la narrativa literaria y la narrativa audiovisual.
¿Qué es mejor, la novela de Thomas Mann o la película de Visconti?
¿Una imagen vale más que mil palabras o una palabra vale más que mil imágenes?
Pues depende de quién sean las imágenes y de quién sean las palabras.
Mann es un maestro de las palabras y Visconti un maestro de las imágenes, que además acompaña con la banda sonora de Mahler, Gustav, en concreto el adagietto de la Quinta Sinfonía, que el genial compositor regaló a su musa Alma como declaración de amor. Un adagietto tocado con la varita mágica de lo emocional.
https://www.youtube.com/watch?v=G0SgSIBBYJM
Precisamente en Gustav Mahler se inspira en cierto modo el protagonista de la novela y de la película: Gustav von Aschenbach, que en la novela es un escritor y en la película es un músico.
Digo que Aschenbach se inspira en cierto sentido en Mahler porque el personaje principal también es un poco el álter ego de Thomas Mann.
Un artista, en definitiva, que aspira a encontrar la belleza, ya en su decadencia, lo que es un motivo para reflexionar acerca de esa belleza inalcanzable, esa belleza platónica simbolizada en un joven Tadzio. No en vano, Mann era homosexual (según él mismo confiesa en sus diarios). Y el aristócrata y cineasta Visconti, quien adaptara la obra al cine, también era homosexual.
Al parecer, a Visconti le hubiera gustado que el papel de Tadzio lo interpretara el entonces joven Miguel Bosé, pero su padre, el torero Luis Miguel Dominguín se opuso.
Ambas obras, tanto la novela como la película, son igualmente interesantes, habida cuenta de que la novela emplea la palabra para sumergirnos en esa ciudad de los canales decadente, sobre la que se cierne, por cierto, la epidemia de cólera.
Muerte en Venecia es en todo caso un motivo para viajar a la bella Italia en busca tal vez de ese estremecimiento que uno siente cuando se adentra por primera vez en una góndola, que es como un ataúd, según el propio Mann, algo que uno mismo experimentó la primera vez (la primera y la única) que viajó en este singular medio de transporte a través de los canales. Al menos una vez en la vida conviene montarse en una góndola, con esa negrura que "evoca aventuras silenciosas y arriesgadas, la noche sombría, el ataúd y el último viaje silencioso".
Hace años que no visito esta ciudad de las máscaras. El pasado verano estuve a punto de visitarla. Pero al final me fui con la amiga Álida a Bassano del Grappa, que es como una Florencia desconocida (al menos para los extranjeros), en la existe un museo dedicado al escritor Hemingway a las afueras de la ciudad.
https://cuenya.blogspot.com/2019/07/de-las-dolomitas-del-friuli-bassano-del.html
En mi próxima visita a Italia (país por el que siento devoción) espero ir a Venecia.
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