Con arena en la mirada y óxido en la boca.
Volverás a tu cuarentena con la sensación de haber alcanzado el destino de tu cuenta atrás.
Con gotas de sangre en el horizonte.
Volverás, siempre volverás a tu caverna, como regresan los seres alados que algún día surcaron mares y cielos en busca de un tesoro escondido, que tal vez nunca encontraron.
Ahora avanzas despacio, sigiloso, convencido de que más allá, en el borde del infinito, no hay nada.
Sólo una inmensa oscuridad que acaba desvanaciéndose al contacto con la piel de tus ensoñaciones.
Tu nada te espera.
Sáhara. Foto: Cuenya |
Con la puerta de par en par.
Avanzas despacio por las sendas curvadas del tiempo como quien deseara parar los relojes del universo.
El mundo parece haberse detenido.
Quizá los relojes se hayan derretido.
Y todo vuelva a empezar.
Volverás, sí, volverás a tu guarida, que es en verdad un nido de cigüeña.
Tu tesoro escondido reluce como un espejismo en mitad del desierto.
El polvo y la ventisca anidan en tu lengua.
Avanzas en el tiempo como quien avanzara entre una maraña de dudas, con la sensación de atravesar dunas y lagos de sal.
Con arena en la mirada y óxido en la boca.
Ya no podrás detenerte para contemplar el sol de mediodía.
Quizá hayas llegado a tu destino, que se hornea como un hojaldre relleno de crema con sabor a frambuesa.
Tú aún no lo sabes pero el tiempo te susurrará la finitud en medio de la tempestad.
Aún es posible soñar con un mundo mejor.
Tú aún podrás llegar a tu destino, que se abre como un abanico de sorpresas.
No te resistas. Déjate sorprender.
Sentirás cómo te invade el sueño.
Sigues avanzando por los cauces del abismo, con la serenidad que procura el éxtasis, cada vez más alejado del camino.
Sáhara. Foto: Cuenya |
Tu camino se ha extraviado.
Vuelves sobre tus pasos. Desandas lo andado.
Intentas retomar el vuelo.
Te has convertido en cigüeña.
Volverás a tu cuarentena después de sesenta días vagando entre el polvo y la ventisca del desierto.
Pero ya nada será igual que antes.
Ni tú serás igual que siempre.
Todo cambiará y todo permanecerá.
Tú aún desconoces qué es el Todo.
Sólo te queda la nada.
Más allá, en el borde del infinito.
Aun así, buscarás con insistencia el instante en medido del temporal, que se desvanecerá al contacto con el aire emponzoñado del vacío.
Te encontrarán sumido en medio del silencio.
Con arena en los ojos y óxido en la boca.
Es hermoso, Manuel, pero qué duro. Besos.
ResponderEliminarMuy bonita tú narrativa lírica con un profundo sentimiento de gran calado, Manuel.
ResponderEliminar"Con arena en los ojos y óxido en la boca". No ver, sentir un sabor desconocido, forroñoso, está siendo muy duro, pero llegará el verano y comeremos cerezas y manzanas del Bierzo y tenderemos la vista por esos paisajes leoneses, y recuperaremos el gusto y la mirada. Trágico y hermoso texto.
ResponderEliminarEnhorabuena, Manuel. Un abrazo
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