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domingo, 10 de mayo de 2020

La ternura, ahora y siempre

Hablar de ternura en un mundo atroz, como el nuestro, es casi casi una ingenuidad, una salida de tono, quizá. Pues nos han educado, en la mayoría de los casos, para ser autómatas que se mueven por inercia, máquinas o peones de un engranaje perverso que sólo aspira a producir y consumir. Todo se compra y se vende. Todo se cuantifica, dejando a un lado aquello que no se puede medir ni pesar en arrobas. Nada novedoso bajo la bóveda celeste.
La ternura, por tanto, no se cultiva, como no se cultivan los buenos sentimientos. Con buenos sentimientos ni con buenas intenciones, decía el escritor André Gide, no se hace buena literatura. Así que ni siquiera en el supuesto arte de la literatura (digo supuesto porque no siempre la llamada literatura es un arte), la ternura, que es un buen sentimiento, tiene valor. Y cada día, a tenor de lo que vivimos y sentimos, estamos más cerca de un mundo inhóspito, insensible y falto de valores. Al menos esos valores que nos hacen ser mejores personas. 
Qué es arte, se plantea uno, el arte o la obra de arte como búsqueda de la belleza y aun un modelo e inspiración para vivir de un modo ideal.

Cabe recordar que en algunas ocasiones sí se puede lograr una obra dulce y tierna, con valor literario, como es el caso de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, que es todo un canto a la ternura. Y por ende un canto de amor a los más vulnerables. A los marginados. Un bello y lírico poema en prosa cuyo protagonista es un burrito, "tierno y mimoso igual que un niño... que una niña".

"Por doquiera, el campo se abre en estallidos, en crujidos, en un hervidero de vida sana y nueva.
Parece que estuviéramos dentro de un gran panal de luz que fuese el interior de una inmensa y cálida rosa encendida”.

(Juan Ramón Jiménez, XXV La primavera, Platero y yo)

Lástima que cada día estemos más insensibilizados ante el horror y los desastres. Y a pocos parezca importarnos que los seres humanos nos hayamos convertido en alimañas sin sentimientos, sin empatía, sin ternura. 
Aunque, la verdad sea dicha, tampoco podemos hacer mucho, habida cuenta de que estamos entrampados en nuestra propia tela de araña, esa que tejemos nosotros mismos. Y la que nos tiende, encima, el sistema, el suprasistema diábolico.
De esta pandemia no saldremos indemnes, ninguno, pero tampoco saldremos más fortalecidos. Ni seremos mejores personas. Lo que no mata engorda, se dice en lenguaje castizo, pero nosotros, de ésta, no saldremos más gordos (bueno, sólo en kilos de carne, pero no en kilos de sensibilidad). 
Tal vez de una normalidad ya en sí misma anormal pasaremos a una anormalidad aún más anormal, que ya es decir. Y a uno se le ponen los vellos parados, sólo de pensarlo. Ojalá me equivoque. Pero este virus ha llegado para quedarse con nosotros. Para roernos las entretelas. Y las proyecciones de su sombra maléfica son las que nos seguirán teniendo aterrados y amarrados a la pata de la mesa o de la cama. Por eso, ahora más que nunca, deberíamos ser un algo más tiernos con nuestros semejantes, al menos con nuestros seres queridos. Porque la ternura, que tal vez sea la sutileza del amor, del amor sublime, ilumina con su belleza y su serenidad el mundo. Porque la ternura es serena y amorosa. Y nos permite lograr el tan ansiado equilibrio mental.
Todos (casi todos, para ser cautos) los trastornos psíquicos tienen su origen en carencias afectivas. No lo olvidemos. Con lo cual la ternura (que a buen seguro pone en marcha las endorfinas, nuestras drogas endógenas) es el gran fármaco contra nuestros males y dolencias. 
A través de un beso o una caricia de ternura, gracias a la liberación de endorfinas (nuestros analgésicos naturales) y de hormonas como la oxitocina o la dopamina, podemos fortalecer asimismo nuestro sistema inmunológico. Tan importante en esta situación vírica.
Pero hablar de ternura en este nuestro mundo es como arrojarse al vacío, sin red, en espera de que te salve algún espíritu santo (hace tiempo que dejamos de creer en fantasías). 
Ser tierno es un bien preciado que no cotiza en bolsa. En ningún mercado financiero, tal vez porque la ternura está reñida con la deshumanización que nos caracteriza.
Ser tierno es hablar con suavidad y cariño a nuestros interlocutores, tenderles las mano, mirarlos con una pureza de sentimiento (qué complicado, ¿verdad?), lo que requiere de un esfuerzo, de unas ganas reales por ponerse en lugar del Otro, de querer entenderlo. 
Estamos expuestos a tantos vaivenes, a tanto desequilibrio (físico y mental, que todo es uno), que resulta en verdad difícil poner en práctica la ternura, conectar con nuestro yo, que es tú, para ofrecer lo mejor de nosotros mismos. 
Ese sentimiento de pureza (¿qué es la pureza, dónde se halla?) es tan tan bello, que nos sobrecoge cuando alguien es capaz de mostrarlo, de mostrarse. Con ese amor, con esa ternura (acaso inocente) que cala hondo en nuestras entrañas.

2 comentarios:

  1. Qué tema el de la ternura, deberían en los colegios y escuelas dar obligatoria una asignatura dedicada íntegramente a la ternura, el cariño, el amor, los afectos y toda clase sentimientos relacionados con esta fuente de salud y energía positiva, porque sí de verdad fuéramos conscientes de su alcance en la salud en la vida, en familia y sociedad lo cuidariamos más y no estaría el mundo tan agresivo e insalubre mentalmente como está. Qué maravilla de libro escribió Juan Ramón Jiménez con Platero y yo, toda una obra maestra magistral de ternera y mimos. Buenas reflexiones y notas para tomar en esta situación de encierro y reflexionar. A seguir sembrado, Manuel, esta medicina natural que no cuesta dinero y hace tanto bien a la salud. Benjamín Arias

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  2. Hoy me pasaron un vídeo de todas las mujeres de Alaejos (pueblo vallisoletano de mis ancestros que no ha tenido casos de infectados por el covid-19) manufacturando equipos de protección con sus máquinas de coser particulares desde sus casas. Era conmovedor. Me pregunto si la ternura que me ha inspirado vale algo frente a su generosidad. Pero seguramente ellas -y hablo en general de las mujeres- están dotadas de ambas cualidades mucho mejor que los hombres. Siempre las mujeres...

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