Vistas de página en total

lunes, 25 de mayo de 2020

Las voces del silencio

La mujer cuyo corazón es azul y te alimenta sin
descanso,
ésa es tu madre dentro de la ira;
la mujer que no olvida y está desnuda en el silencio,
ésa fue música en tus ojos.

           (Gamoneda, Libro del frío)

Ante tanto ruido informativo, no hay mejor que buscar el silencio, incluso hacer silencio como un monje recluido en sus aposentos. Acaso como un budista tibetano. O bien como un derviche sufí que entroncara con la mística de San Juan de la Cruz. 
La ciudad marroquí de Fez, Fès-el-Bali (Fez la antigua, que es un laberinto de calles y callejuelas extraordinario) como primera universidad del mundo, magnífico centro de saber académico, del saber sufí. 
Fez el Bali

La ciudad de Fez, con su barrio andaluz, como refugio de emigrantes andalusíes, entre ellos el poeta, filósofo y viajero Ibn Arabi, nacido en la Murcia musulmana del siglo XII.  

"De lo que no se puede hablar hay que callar", nos dijo el filósofo Wittgenstein en su Tractatus. 
"Mejor habla, señor, quien mejor calla", escribe Calderón de la Barca en La vida es sueño.
El gran valor del silencio, guardar silencio, es no decir siempre todo lo que se sabe aunque sería deseable saber lo que se dice. 
"Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio", reza un proverbio hindú. 
Si con una sola palabra puedes decirlo, no emplees más (economía narrativa y precisión lingüística al canto), si a través de un gesto, o una mirada, puedes hacerte entender, no utilices palabras. Y si puedes comunicarte con el silencio, quédate con éste. 
El silencio frente a lo que no puede decirse sería como una suerte de lenguaje sugerente, intuitivo, capaz de adentrarse en otra dimensión. 
Hacer silencio como un monje es además un gesto de respeto y valentía, que nos ayuda a auto-controlarnos. A poder reflexionar mejor. A tener algo más de claridad mental. Y a no soltar por ende lo primero que se nos viene a la mollera. Acaso nos hace parecer más comedidos, más equilibrados, tal vez más sabios. 
El silencio es un excelente medio para ponerle freno a una discusión absurda que sólo conduce a más absurdo. 
A menudo las discusiones acaloradas acaban como el rosario de la Aurora. 
Ante tal desmán, lo mejor es guardar silencio, aunque se diga que el que calla, otorga. 
Por la boca muere el pez, tanto más hables, más jodido estarás, lo cual es aplicable a la escritura, cuanto más escribas más prisionero estarás de tus palabras. 
En todo caso, mejor estar en silencio que hablar por hablar repitiendo como un loro las mismas palabras gastadas, los mismos tópicos, la misma retahíla... que no conducen sino a un bucle, a un callejón sin salida. 
El silencio, practicar el silencio, puede convertirse en un excelente ejercicio poético, dando rienda suelta a la mirada acariciadora, al tacto visual y cognoscitivo, habida cuenta de que la inteligencia está en las manos, como nos dijera el filósofo Anaxágoras. 
Cuenta mi ex profesor, el filósofo Manuel Fernández Lorenzo en un artículo titulado La mano que piensa, que Heidegger en su libro Ser y Tiempo vuelve a poner en primer plano filosófico la importancia de la mano. 
"Para Heidegger, la comprensión del mundo es antes manual que puramente mental. Es antes pre-comprendido el mundo en tanto que nos manejamos inconscientemente en él, que cuando posteriormente nos lo representamos conscientemente en nuestra mente por medio de imágenes cerebrales. Por ello el tacto debe preceder a la vista en la génesis de nuestra posición en el mundo. El mundo como lo dado a mano debe preceder al mundo entendido como lo dado ante los ojos”, expone Fernández Lorenzo, de quien guardo un muy buen recuerdo.

El silencio místico, el silencio eremítico, el silencio introspectivo es un modo de estar y ser el mundo, que nos invita a religarnos más y mejor con nosotros mismos. 
Con tanto voceras en el púlpito, no somos capaces a desentrañar la verdad de la mentira. 
La saturación informativa, el ruido, nos impide ver el bosque. Y por supuesto impide que hallemos la serenidad, porque todo ruido acaba estresando, provocando ansiedad, desconcierto. 
Por eso, ahora más que nunca, es conveniente recuperar el silencio, tan importante, tan esencial como bálsamo, imprescindible a la hora de poner en equilibrio la mente, que nos permita pensar con claridad, razonar y sentir de una manera saludable. 
Sentirse a gusto en silencio con uno mismo, sin necesidad de otras voces, sólo con nuestras voces del silencio (Las voces de Marrakech, como aquel bello y sugerente libro de Canetti). 
A decir verdad, nunca me ha gustado el ruido. Ni la gritería. Me destempla. Me perturba. Y creo que acaba dinamitando la psique a cualquiera. 
Me pone de los nervios cada vez que en la teletonta se enzarzan a los gritos esos llamados tertulianos que pareciera que hubieran salido, ansiosos perdidos, de algún frenopático. 
Pobres recluidos en los psiquiátricos. Qué pena. Cuando en realidad hay más tarados fuera que dentro. Lo mismo que hay más delincuentes fuera que dentro. 
Hay programas de televisión que deberían estar prohibidos, porque sólo logran meternos ruido y basura en el cuerpo. 
Hay gentes a las que debieran ponerles un bozal. La mascarilla se queda corta. 
El silencio es terapéutico. Psicoanalítico. Y nos permite descongestionarnos. Curarnos. Desconectarnos de una realidad esquizoide. Aunque cabe recordar también que el silencio a menudo se asocia con la soledad (convendría diferenciar la soledad impuesta de la soledad deseada, tan creativa por lo demás). Y hasta con la muerte. 
"Como arena, el silencio sepultará las casas. Como arena, las casas se desmoronarán. Oigo ya sus lamentos", escribe Julio Llamazares en la sobrecogedora Lluvia amarilla
El aullido del silencio recorre toda la novela del narrador, poeta y viajero leonés. 
El silencio absoluto tal vez sería el no estar o estar en otro mundo. En un trance místico, donde sólo se escuchan las voces del silencio. 
Los ruidos de la naturaleza, aunque pudiera parecer paradójico, también forman parte de mi ideal de silencio. 
Me resulta sobrecogedor pararme a escuchar la naturaleza, cómo respira, cómo nos envuelve con sus voces del silencio, que no son otras que el dulce piar de los pájaros, la musicalidad de los grillos, el croar de las ranas, el bullir de la vida, una banda sonora de película.
Imagen de Koyaanisqatsi



El silencio es un remanso de paz en medio de una jungla de asfalto repleta de decibelios. 
Aquí me viene a la mente Koyaanisqatsi, 
documental experimental de los ochenta dirigido por Reggio en el que se nos muestran impactantes imágenes, acompañadas de la música de mi querido Philip Glass, acerca de los estragos que la modernidad causa en el medio ambiente. 
No sólo en la vida sino en el arte, el silencio nos ayuda a entender mejor el mundo en que vivimos. 
El silencio por ejemplo en la música. El silencio de las notas. El silencio de una semicorchea que equivale a dos silencios de fusa, o el silencio de fusa que equivale a dos silencios de semifusa. Si no hubiera silencios, ni siquiera podría respirar quien interpretara una canción. 
Conocida es la broma de mal gusto que hiciera el instrumentista americano John Cage con su composición al silencio, no tocando ni una sola nota durante algunos conciertos mundiales.  

O bien el silencio en la pintura, en la poesía, en el teatro y en el cine. 
El silencio vivo en la pintura, porque el arte debe contener vida, ser vida. El silencio en los cuadros de Hopper o bien de Vermeer de Delft (cuyos cuadros son modelo de inspiración para el cineasta Greenaway en una película titulada ZOO). 
Hopper y Vermeer son en el fondo artistas cinematográficos. 
La poética de lo inefable. La poética del silencio en grandes poetas como Valente. 
En el teatro es imprescindible el silencio, los silencios, para dejar que tanto intérpretes como espectadores se tomen un respiro. Y dejen respiran el texto, la interpretación, para que podamos asimilar lo que allí se está contando, diciendo. 
A menudo el texto, valga por delante, es un pretexto. 
En el teatro también se escucha el silencio, según el dramaturgo Juan Mayorga. 
ZOO, de Greenaway
Lo mismo ocurre en el cine, donde el silencio forma parte de la banda sonora. El silencio narrativo. 
La mímica universal del genio Chaplin, entre otros cómicos, está hecha de silencios. Y nos cuenta, con emoción, verdad y belleza, el drama humano. Siempre con humor. 
Y hasta un cineasta como Bergman, cuyas películas son auténticos tratados de filosofía y psicología, abordan el tema del silencio con una maravillosa carga significativa. Incluso dedica toda una película al silencio. Y aun otras cintas de este director sueco, como Persona, están 
compuestas con silencios. 
El cine de Antonioni también se caracteriza por el manejo de esos silencios (tiempos muertos). O el de su heredero Theo Angelopoulos, con su poética del silencio y la niebla. 
Y aun El espíritu de la colmena de Erice. Otro ejemplo del sabio empleo, a mi entender, de los silencios. 
El espíritu de la colmena
Así que tanto en la vida como en el arte (el arte que imita la vida y viceversa) hagamos caso al silencio, a los silencios. 
Escuchemos la respiración armoniosa de la Naturaleza. Y escuchémonos a nosotros mismos. 
Tampoco quiero olvidarme de mi adorada París, Texas, de Wenders (cuya estética de las imágenes remite a los cuadros del pintor Hopper), en la que el silencio inicial del personaje protagonista, a quien vemos deambulando a través del desierto, recupera al final la palabra, la palabra portadora de sentido, la palabra curativa, fundamental para entender su historia, para comprender incluso la película entera, mientras su mujer, interpretada por la conmovedora Kinski, lo escucha en silencio en una memorable secuencia en un peep show como si estuviéramos presenciando una sesión psicoanalítica.
Escuchemos nuestro silencio como latido universal. 

3 comentarios:

  1. Sí, hay muchos tipos de silencio... O, mejor, muchos silencios. tal vez sea como la enseñanza del Tao, según la cual el vacío es lo que hace que algo funcione. En una puerta se entra y sale por su vacío. En un cuenco se llena de agua su vacío. Igual con el sonido. El silencio es donde está el recipiente del ser... Gracias por la reflexión tan inmensa que nos brindas.

    ResponderEliminar
  2. Tengo mala memoria para las pelis, pero me quedé con una sabia respuesta que el tío de Guido, protagonista de "La vida es bella", le da a su sobrino cuando este le pregunta estupefacto por qué no gritó cuando los fascistas lo sacaron de su casa: "no hay grito más alto que el silencio."

    ResponderEliminar
  3. Gran recorrido lleno de metáforas sobre el silencio. El silencio que en algunas ocasiones necesitamos como terapia, tan necesario para meditar y reflexionar. Pienso que el silencio es un poder que el ser humano inteligente, utiliza para transmitir seguridad y confianza en sí mismo como a los demás. Una virtud llena de energías positivas.

    ResponderEliminar