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miércoles, 16 de octubre de 2019

La fragua literaria leonesa: Delfín Nava


LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Delfín Nava: “Soy hijo y nieto de pastores y eso, como el bautismo, la confirmación o el orden sacerdotal, infunde carácter”

El poeta y narrador Delfín Nava, autor de 'Fulgor de atardecer de otoño' y 'Los laberintos de Mnemósine', está a la espera de que se publique su obra poética, con el fin de retomar su tarea narrativa.

Delfín Nava
Manuel Cuenya | 16/10/2019 - 09:00h.
"Soñarte es como nadar entre trigales,
como revolotear en el cielo infinito de la celda,
omo llegar al borde y saltar con las alas desplegadas,
como oler el aroma de una flor de invierno que jamás se
[abrirá.
Verte es como asomarse al balcón de la calle mayor de la
[vida
y vislumbrar la luz naciendo del útero grávido de la
[noche.
Tocarte en el sueño es rozar la eternidad"
(Delfín Nava, poema incluido en 'Fulgor de atardecer de otoño')

Poeta y narrador, Delfín Nava es autor de dos libros publicados, 'Fulgor de atardecer de otoño' (Ápeiron Ediciones, 2017) y 'Los laberintos de Mnemósine' (Ápeiron Ediciones, 2017), a la espera de realizar una antología de toda su obra poética, puesto que ha escrito miles de poemas.
'Fulgor de atardecer de otoño' es una recopilación de poemas de amor que escribiera a lo largo de dos o tres años con el fin de presentarlos a un certamen, según su creador. El amor (en casi todas sus facetas y vertientes, y el desamor, la pérdida...), aparece como hilo conductor. Y aunque el poemario no resultó ganador, la editorial promotora del concurso le propuso su publicación y, de ese modo, vio la luz, asegura Delfín.
En cambio, sí logró alzarse, en su segunda edición, con el primer premio Gregorio Samsa de Novela Breve por 'Los laberintos de Mnemósine', una obra escrita en prosa poética cual si se tratara de un rompecabezas  que invita a sus lectores/as a participar de la misma de un modo activo. Una novela que le ha servido como estímulo para escribir otras, aunque estas otras aún no las haya publicado. "Es una historia secreta de amor imposible, adobada de cierta trama detectivesca y una carrera contra el tiempo y el Alzheimer", explica su propio autor a propósito de sus 'laberintos de Mnemósine'. Cabe recordar que Mnemósine es, en la mitología griega, la personificación de la memoria.
El Jurado Calificador de 'Los laberintos de Mnemósine' destacó "su fluidez narrativa... y una coherente simbiosis de lirismo sin afectación y de realismo introspectivo, así como su sólida estructura en fragmentos —sin rasgos de pesadez ni alambicamiento innecesario— que bajo la forma de puzle conduce al lector, a través de una equilibrada polifonía de voces, al progresivo desvelamiento de las luces y las sombras de la existencia humana gracias a un lenguaje puesto al servicio de una transparencia comunicativa con una prosa tan fuerte como delicada".
Después de leer 'Fulgor de atardecer de otoño' y 'Los laberintos de Mnemósine', que son libros donde el amor se nos muestra como tema central, salta a la vista que Delfín es un poeta que escribe en prosa y un prosista que escribe con el alma de la poesía.
Me atrevería a decir que ser poeta no es sólo escribir poesía como tal sino un modo de estar en el mundo, una sensibilidad especial ante la vida. Y este autor, nacido en Fresno de la Vega y ganador de algunos premios, entre ellos Con esencia de mujer (Astorga, 2013), se revela como tal.
Cuenta que su "patria chica" es y será siempre su referente vital. Y casi todos los valores en los que ha sustentado su existencia los adquirió en la infancia; y su infancia, a pesar de los pesares, transcurrió feliz en un mundo rural, "áspero y recio, en unos tiempos en los que la larga sombra del dictador lo impregnaba todo. Gran parte de mi obra, no solo poética sino también narrativa, versa sobre él", nos aclara Delfín Nava mientras rememora que  una beca de estudios del PIO fue la causante de que tuviese que cambiar aquel "paraíso perdido" por la ciudad de León, la cual acabaría siendo, en todo caso, su ciudad; "aunque los primeros años, que me forjaron un carácter taciturno, introvertido y melancólico, fueron años muy duros, como lo fueron para casi todos los niños de pueblo de aquella generación en que las opciones para poder estudiar eran dos: el seminario o el internado de infantes becarios".
Dedicado a la enseñanza, trabajó durante siete en educación de adultos en Sierra Pambley de León, al lado del poeta y Premio Cervantes Antonio Gamoneda (gerente de la Fundación por aquel entonces), hasta que se trasladó al Centro Lyda de Astorga, donde permaneció hasta su jubilación en 2015.
Si bien pudo residir en Astorga o en León, como casi todos sus colegas, decidió afincarse en Piedralba, un pueblecito a tiro de piedra de la capital maragata, para seguir en contacto con el ámbito rural y de este modo no renunciar a sus orígenes.

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