Este lunes en La Nueva Cónica
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Cuenta mi madre que el invierno nunca lo comió el
lobo. Y, aunque el invierno como tal aún no ha llegado, ya empezamos a sentir
los latigazos heladores, sobre todo en noches en las que podemos escuchar, con
absoluta nitidez, con cercanía pasmosa, el aullido del lobo, el sonido más
necesario para comprender la naturaleza salvaje, según el periodista y narrador
berciano Toño Criado. El aullido me sobrecogió este verano, en una noche de
agosto, ya fresca, mientras estaba de
cháchara con dos buenos amigos en el útero de Gistredo. No recuerdo, en toda mi
vida, haber escuchado un sonido tan poderoso e hipnótico. Me quedé sin
palabras, al igual que les ocurriera a Ana y Javi, que me miraron como si no
dieran crédito a lo que acaban de escuchar. “Es el aullido de un lobo”, acerté
a decirles. “Sí, lo es”, debieron responder ellos al unísono. Aquel bramido
envolvente nos hizo darle vueltas a la cabeza. ¿Desde dónde lanzaría aquel
sonido? ¿Estaría cerca de nosotros? Lo importante es que aquel aullido nos sacó
de nuestra conversación. Nos trastocó. Y nos condujo por otros derroteros,
acaso por los montes y los bosques de Noceda del Bierzo, donde otrora se
contaran muchas historias de lobos, que mi amigo Javi se ha ocupado en relatar
en algún número de la revista La Curuja. Y que Toño Criado recoge en un
estupendo libro, ‘Lobos por el Bierzo’. El aullido del lobo me hizo recordar
asimismo aquellos programas de ‘El Hombre y la Tierra’, que Félix Rodríguez de
la Fuente nos obsequiara siendo un niño. El propio Rodríguez de la Fuente, en
uno de sus programas dedicado al lobo, asegura que el aullido de este animal
“es uno de los sonidos más impresionantes que ha producido criatura viviente
alguna… el aullido del lobo debió dominar durante milenios en Euroasia y
América… ponía el temor en el corazón de todas las presas… Hoy, apenas sí se
escucha el canto del lobo. No se conoce la voz del lobo más que en algunas
grabaciones”.
Con lo cual me emociona aún más el haber tenido el privilegio de
escucharlo, de escuchar ese grito doloroso que nos introduce en un mundo
espectral. Como el creado por Bram Stoker en ‘Drácula’: “De pronto, todos los
lobos comenzaron a aullar como si la luz de la luna produjera un efecto
peculiar en ellos”. El aullido del lobo como expresión de la profunda tristeza
del corazón de una especie que llegó a dominar el mundo y estuvo al borde de la
extinción. Ahora por fortuna aún quedan ejemplares en la montaña leonesa y aun
en otros lugares de la península ibérica, si bien los cazadores se quejan de
que no hay caza porque las manadas de lobos ‘achagan’ los jabalíes y otros
animales.
Claro que sí amigo Manuel, para los que vivimos en la ciudad ese aullido no se nos olvidará jamás, sobre todo por lo cercano que sonaba, muy cerca de las casas del pueblo.¡¡Impresionante!!
ResponderEliminarUn saludo.
Javi