Vistas de página en total

domingo, 6 de diciembre de 2015

Botillo, Turienzo Castañero

Recupero este texto que escribiera con motivo del pregón que diera en la localidad berciana de Turienzo Castañero este año, sábado 14 de febrero de 2015


Buenas noches,

Agradezco a la Asociación de Turienzo Castañero que me haya invitado como mantenedor en esta edición del Botillo. Y en concreto quiero darle las gracias a vuestra Presidenta, Vanesa Núñez Tercero, por haber pensado en mí, por haber creído en gente de la tierra, pues a menudo resulta difícil ser profeta en el propio terruño. Por tanto, es para mí un honor, un placer y un orgullo estar hoy aquí. Y espero y deseo que esta sea una velada agradable. Seguro que lo será.


Tiene mucho mérito crear una Asociación, que realice actividades, reuniendo a las personas, ya sea para celebrar o acordar algo, para llevar a buen puerto algún proyecto. 

Como mantenedor botillero

Como anécdota, os diré que esta no es la primera vez que ejerzo como mantenedor de un Botillo en el Bierzo, y ojalá no sea la última. 
Hace ya un montón de años me invitó la Asociación de San Román de Bembibre (donde se me ocurrió que se le podría hacer un monumento al botillo, y, transcurridos los años, parece que alguien escuchó mi voz y se construyó uno en Molinaseca). También estuve como mantenedor en Losada (que es como una prolongación de mi pueblo) y en Albares de la Ribera, de donde era originario mi abuelo materno, Antonio el Sastre, y donde nacieran buenos amigos y cineastas, como lo son Chema Sarmiento, conocido sobre todo por su película El Filandón, y Gabriel Folgado (Beli), quien fuera mantenedor aquí mismo y alumno mío en la Escuela de cine de Ponferrada, cuyo último trabajo documental hasta ahora, Ancestral Delicatessen, es una maravilla sobre las castañas. A este respecto, recuerdo haber estado en Turienzo, en vuestro pueblo, gracias a la invitación que me hicieran el alcalde Román y la concejala Pepi para presentar Paisajes interiores de Gabriel Folgado, un trabajo audiovisual emocionante sobre la minería, que os recomiendo su visionado. Por cierto, en la secuencia inicial de este documental vemos a una familia comiendo botillo.

Boltillo, plato estrella


Dicho lo cual, le entro ya al botillo, el plato estrella que nos ha congregado hoy aquí a todos y a todas. Y al que rendiremos pleitesía llevándolo a la boca. Como berciano del Alto, en concreto de Noceda del Bierzo, conozco esta vianda desde que era pequeño pues en casa de mis padres también hacíamos matanza y el botillo era el alimento por excelencia en la fiesta de los Reyes Magos.
La curiosidad también me ha llevado a escribir sobre el botillo, tanto en algunos certámenes literarios (véase el de Bembibre), como en un libro titulado El Bierzo y su gastronomía, editado por Everest, ahora de capa caída, por desgracia. Y es que vivimos, como bien sabéis, una época de crisis no sólo económica sino espiritual, una crisis de valores, que se traduce en una corrupción al por mayor, cortes y recortes, desahucios, desempleo bestial, desánimo, descreimiento en la política y los políticos... reflejo por supuesto de nuestra sociedad. Pero sobre esto prefiero no ahondar, al menos ahora, porque deseo que tengamos una comida en paz y en armonía, aunque es obvio que no podemos ni debemos –eso creo- hacer la vista gorda ante tamaños desaguisados políticos, económicos, sociales.

El asunto es que en aquel libro, en el que abordaba la gastronomía del Bierzo, aparecía, cómo no podía ser de otro modo, el Botillo, cuyos orígenes podrían remontarse a la Roma Imperial, aunque en el Bierzo tenemos constancia de que fue una creación de los monjes, incluso de los caballeros templarios. En realidad, la teoría más aceptable, me da la impresión, es que el botillo fue un invento de las amas de casa, de las mujeres que, con esfuerzo, mantenían y siguen manteniendo a la prole. Y se las ingeniaban para dar de comer a sus retoños con los huesos sobrantes, que embutían en pellejo de cerdo, como bien sabéis. Por tanto, el botillo comenzó siendo comida hecha por mujeres y para gente humilde. Entonces, era habitual conservar algún botillo, incluso rancio, hasta la época de la cava de las viñas. Un auténtico festival. En la actualidad, y desde hace ya algún tiempo, el botillo se ha convertido en una de nuestras señas de identidad y una delicia para cualquier paladar, que vende mucho y bien en toda la geografía española.

El término Botellus, así le decían los romanos, aparece reflejado en el Epigrama a Toranio, cuyo autor es el poeta hispanorromano Marcial (40-104 d.C.). Es bien sabido que los romanos tenían fama de montar buenos saraos y comer como descosidos. Léase y véase asimismo tanto el libro de Petronio, El Satiricón, como la adaptación fílmica, harto libre, que hace el maestro Fellini.
El archiconocido periodista Luis del Olmo, el Club del botillo y la Cofradía gastronómica del botillo del Bierzo se han encargado de promover las excelencias del embutido rey por todo nuestro país, incluso fuera del mismo, lo que es de agradecer.

El botillo es una delicia, siempre que esté hecho con buenas carnes, aderezado con pimentón genuino, y bien cocido. Sin embargo, no conviene abusar de este alimento, que requiere de vino y tiempo para su adecuada digestión. En cualquier caso, el botillo es comida para gente aguerrida, capaz de soportar fríos, nevadas y heladas como las vivimos en invierno en el Bierzo, sobre todo en el Alto, porque sí es cierto que el Bajo goza de un microclima algo más templado. Como me atrevo a contar en ese libro titulado La fragua de Furil, que hoy os he traído, por si a alguno o alguna le apeteciera hincarle el diente, porque no sólo de pan y botillo vive el hombre y mujer sino de otros nutrientes acaso más espirituales. Vaya pretensiones las mías.
En todo caso,  no me imagino a un latinoamericano comiendo botillo a ritmo de salsa en medio de una playa de arena blanca y agua azul turquesa. Tampoco me imagino a un berebere zampando botillo en el desierto, bajo una haima (jaima), o encima de un dromedario, más que nada porque su religión, antes que su clima, se lo impide.


El islam y la carne de cerdo

Sobre el islamismo y la carne de cerdo no conviene hacer bromas ni chistes de mal gusto, en primer lugar porque hay que respetar al prójimo, al Otro, y en segundo lugar porque no está el horno para bollos preñaos, después de lo ocurrido recientemente en París con el asesinato de los periodistas de ‘Charlie Hebdo’. Aunque si lo probaran, tanto el latinoché como el tuareg de marras, a buen seguro que acabarían relamiéndose, como dicen que se  rechupó los dedos el monarca Don Juan Carlos (bueno, quien fuera rey hasta hace bien poco) a su paso por el Bierzo, cuando comió botillo en Casa Salomé de Toreno. Que ya sabemos cómo se las gastaba el antiguo Señor Rey en tratándose de fiestas y festivales, ya fueran del botillo o bien otro tipo de juergas.

Los zarramacos


Ahora que recuerdo, esta noche también está dedicada al Carnaval, los zarramacos, que decían en mi pueblo. Pues bien, como escribiera hace tiempo a propósito de esta fiesta, que tanto gusta, por ejemplo, en Río de Janeiro, con sus sambas y ritmos explosivos, capaces de hacer saltar por los aires cualquier norma o reglamento convencionales y bien establecidos, creo que el genuino carnaval debería apuntar a la verdadera igualdad de los seres humanos. Vaya utopía. Igualdad al menos ante la ley, porque la justicia a menudo se resuelve en injusticia y siempre o casi siempre pagan justos por pecadores. El caso Bárcenas y tantos otros delincuentes son un buen ejemplo de lo que acabo de decir. La justicia, al menos en este país de países (en realidad en todo el orbe) parece estar hecha para los robagallinas, no para los estafadores de guante blanco.

La comida, acto de amor

         Para finalizar, deciros que tenemos la fortuna de comer, hoy botillo, algo que a priori podría parecernos algo natural, y que, sin embargo, no lo es en modo alguno, habida cuenta de los millones de personas que se mueren en toda la Tierra por falta de alimentos, desnutrición… Y que comer en compañía, en buena armonía, es -además de un acto social, que se presta al intercambio de opiniones y pareceres- un acto de amor donde priman o debieran primar los afectos sobre todo. Por cierto, puedo aseguraros que he comido patatas de Turienzo (en afectuosa compañía) y están riquísimas. Pues eso, comamos o cenemos con amor. Y qué este sea en verdad un banquete platónico.




No hay comentarios:

Publicar un comentario