Desconectarse de una realidad mass mediática que acaba siendo infecciosa, contagiosa en sí misma.
Por eso, convendría aislarse de verdad, y hacer oídos sordos a tantas majaderías, incluso oídos sordos a tanto sensacionalismo y tremebundismo, porque de lo contrario uno acaba emponzoñado, "entelado", como decían otrora en mi pueblo que les ocurría a las vacas, al ganado, cuando comían demasiado y sobre todo algo en mal estado. Cuando sufrían una inflamación ventral provocada por gases acumulados.
En estos tiempos de crisis vírica, sanitaria (ya llegará Paco, ahora los magnates de las finanzas, con la rebaja en lo económico, en realidad ya ha llegado el tal Paco y quienes no son pacos ni paquitos ni francisquitos ni quicos) es sano mirar también al interior de uno mismo (vale ya de tanto lucimiento de musculito y postureo insensato), mirarnos hacia dentro, hacer no sólo ejercicios gimnásticos, sino ejercicios espirituales (como San Ignacio de Loyola o San Juan de la Cruz, por ejemplo), ejercicios de introspección (conócete a ti mismo, y por ende podrás conocer mejor a tus congéneres).
Seamos capaces de conocernos un poco, confrontarnos con nosotros mismos. Y así también podremos confrontarnos con la realidad o pesadilla que nos ha tocado vivir, este absurdo kafkiano en el que de repente nos levantamos un día y nos hemos convertido en cucarachas, en bichitos, como el bichito vírico.
Incluso resulta muy sano retirarnos como eremitas o monjas de clausura (dependiendo de como se mire, esto) podría resultar hasta egoísta). Pero para una vez que nos piden que nos retiremos, hágamoslo. Y de paso podremos ir eliminando los contagios, porque todos podríamos ser potenciales portadores del virus, que se está extendiendo como la pólvora por el Planeta. Esperemos que las medidas estrictas de confinamiento empiecen a dar sus buenos resultados. Y alcancemos ese pico (casi utópico), que posteriormente nos permitirá descender la cumbre hacia una supuesta normalidad, dentro de lo anormal que está siendo esta situación.
En tiempos de crisis, en tiempos convulsos, debemos procurarnos, además de buena higiene corporal (aseémonos, duchémonos... preparémonos como si fuéramos a ver a nuestros amigos y amigas... como si fuéramos a la cancha, a la pasarela...), una apropiada higiene mental, que nos hará mucho bien. Y nos descargará al menos de tanta ansiedad, de tanta incertidumbre.
Ay, la ansiedad, qué jodida es.
Escuchemos música (tóquenla, quienes sepan hacerlo), que la música, aparte de un arte sublime (salvo que sea ruido y chunda chunda), amansa a las fieras... humanas, a estos seres emocionales que a veces, de vez en cuando, empleamos la razón.
Escuchemos música. Y leamos, que la lectura es una actividad esencial para mantener las neuronas en activo. Leamos y escribamos, en la medida de nuestras posibilidades, ya que eso nos mantendrá ocupados. Y nos servirá como estímulo.
Crisis?, what crisis?, así se titula un disco de los míticos Supertramp, grupo británico por el que sentía devoción en los años 80. Logical song era otra de sus melodías, que escuchaba encantado en aquella época de descubrimientos: https://www.youtube.com/watch?v=low6Coqrw9Y.
Era un rapaz y naturalmente todo eran descubrimientos, en este caso musicales. Pero también de otro tipo.
Era un chaval curioso, inquieto, estudioso (aunque eso parecía que no estuviera bien visto, qué cosas, los compis de instituto a menudo decían que estudiaban el día antes para los exámenes, qué aberración, cómo para suspenderlos, así, sin más, sólo por decir semejante estupidez, porque uno no aprende de un día para otro nada, o casi nada).
Deseaba saber, aprender, conocer el mundo, conocer la mente humana. Y por eso necesitaba descubrir.
Ahora, que estamos todos confinados, a la espera de que nos lleguen mejores noticias (todas son catastróficas, aunque el mundo no se vaya a acabar, al menos por ahora, necesitaríamos una hoja de ruta, me dice el amigo César, para saber a qué atenernos cuando se acabe el confinamiento, que algún día se acabará, que esperamos como agua de mayo), uno vuelve de un modo inevitable a un tiempo de felicidad, a una época de infancia y adolescencia, en la que uno se creía inmortal y todopoderoso, con toda la energía y las ganas por conocer, por explorar, tanto el mundo como a sí mismo. El mundo a nuestros pies, sintiéndonos acaso césares romanos (bueno, esto algo resulta excesivo).
Urdiales de Colinas |
El mundo, entonces, parecía algo maravilloso, que lo es, pues su parte buena la tiene, todo hay que decirlo, aunque también nos muestre por momentos su rostro agrio, duro, terrible, como está ocurriendo ahora, aunque también nos muestre su cara oculta y sombría. La cara oculta de la luna, el lado oscuro de la luna, The dark side of the moon, otro maravilloso y psicodélico disco que escuchaba siendo un tierno adolescente. https://www.youtube.com/watch?v=5d96q45yt48
Que escuchaba incluso en compañía de algunos amigos. Como en alguna de aquellas excursiones que realizáramos, en estación de verano, a Urdiales de Colinas, Tras-el monte-Tras las sebes-Tras el monte sagrado de Gistredo, trepando, enérgicos e ilusionados, por las veredas de Noceda del Bierzo hasta el alcanzar el alto (coronar, ahora que andamos con la corona de capa caída, es un decir) del Jafra o Xafra o Xáfara, para luego encaminarnos, ya en descenso, hacia esa aldea llamada Urdiales de Colinas, que es como un Macondo berciano.
El disco de Pink Floyd (grupo que me sigue entusiasmando, cada vez que lo escucho como ahora) nos acompañaba y nos servía como nutriente espiritual.
Recuerdos que ahora me llegan como una nana arrulladora, como una bocanada de aire puro, como una balsámica emoción. Cuasi terapéutica.
La cara oculta y sombría de la luna, sí, de nuestras lunas, de nuestros lunáticos deambulares por este mundo azul y verde (cada día más contaminado y arrasado por la mano asesina de los humanos, demasiado bestiales en ocasiones, aunque ahora, con el confinamiento, aseguran algunas lenguas que se está descontaminando un poco la Tierra).
Cabe recordar que nosotros, los humanos, mostramos en ocasiones, en demasiadas tal vez, ese lado sombrío y perverso. Y ahí que nos cargamos el orbe. Y por supuesto nos auto-destruimos.
La literatura es abundante al respecto. El tema del doble y el desdoblamiento de personalidad es algo que resulta apasionante. Y se ha abordado a menudo tanto en la literatura (ahí están algunos cuentos de Poe como William Wilson, por ejemplo, El Horla, de Maupassant (al que podría dedicarle todo un texto en próximos días de confinamiento, que esto va para largo, porque, en este caso, un ser invisible, cual si se tratara de un Coronavirus, se apodera de un modo misterioso del alma del narrador y lo deja fuera de juego), El doble, de Dostoievski, El retrato de Dorian Gray, de Wilde, La metamorfosis, de Kafka, Aura, de Carlos Fuentes (novela corta sobrecogedora), El desertor, de Merino (cuento magnífico, que el cineasta berciano Chema Sarmiento incluyó en su película El Filandón), o bien El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde, de Stevenson, entre otros muchos. Y por supuesto en el cine hemos visto muchas películas con esta temática.
El tema mítico del doble, que se oculta en el lado oscuro, el espectro o figura fantasmal del muerto, el eidolon, el alma, el noúmeno, la otredad, se me hace fascinante, decía.
Y por supuesto los trastornos por desdoblamiento de personalidad es algo que nos concierne a todos los seres humanos. Que no son otra cosa que la psicosis (inolvidable la película del maestro del cine por el cine) que estamos viviendo, como si no fuera con nosotros, a resultas de todo este cacao vírico.
A propósito del genio Hitchcock y el tema del doble, os recomiendo, también para este encierro (no diré taurino, que quedaría chabacano, de mal gusto), la película Vértigo (De entre los muertos).
Proseguiremos en la contienda (algunos hay que hablan de la Tercera Guerra Mundial, en este caso vírica), aunque por el momento algunos podamos vivir en paz, con salud (toquemos madera... de castaño, por ejemplo), con víveres, luz, agua, ordenador y móvil, que nos permite conectar nuestro interior con el exterior, con vuesas mercedes, que me mandáis vuestros mensajes de aliento y de cariño. Gracias por estar ahí.
Nos vemos, en vez de en los bares, en la Red. Al menos por ahora tendrá que seguir siendo así.
Con ánimo y la alegría de poder seguir leyendo, escribiendo, escuchando música, viendo películas...
Hasta la próxima...
Así es, Manuel, estamos confinados en casa pero no por ello hay que abandonarse, hay que seguir haciendo una vida normal, que este miserable bichito no paralice e inerfiera en nuestras vidas. Tenemos que seguir cuidándonos y estimulandonos con el aseo, el ejercicio físico y aprovechar para retomar nuestras aficiones de escritura, lectura, poesía, pintura, dibujo, ver películas o tantísimas opciones para navegar por internet y descubrir lugares, países, museos, etc. que nunca has visitado. Hay que hacer de esta pesadilla una oportunidad para todas esas cosas y quizás muchos al final de todo esto sacando lo positivo, lo recuerdemos como una gran experiencia y aprendizaje
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