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martes, 7 de abril de 2020

La Salud (Día Mundial)

Hoy, Día Mundial de la Salud (eso nos dicen) deberíamos celebrar por todo lo alto que algunos estemos bien de salud. Eso creemos, porque con el virus este de la incertidumbre no sabemos a qué atenernos. 
A lo peor, estamos ya todos contagiados (incluso sin síntomas, el síntoma como algo real) y no lo sabemos.
A lo peor, quién sabe, estamos ya todos muertos. Y no nos hemos dado cuenta, muertos en vida, muertos vivientes como en una de esas películas o series como The Walking Dead.  

Tanto imaginar y fantasear con zombis ha dado sus frutos, sus frutos putrefactos como aquellos asnos podridos que nos mostraran en imágenes Buñuel y Dalí, dos grandes genios del siglo XX, junto con el iluminado Lorca (un ser sublime, que nos legó una obra maravillosa). 
Tanto imaginar (imaginemos sin cortapisas, decía el marqués de Sade, que fue un librepensador y hasta precursor de la Revolución francesa, parece que ahora fuéramos camino de otra revolución, lo veremos) y tanto fantasear nos ha conducido a esta realidad hecha ciencia ficción, a esta pesadilla, a esta sin razón, con el monstruo incluido [cuando despertó, el monstruo todavía estaba allí]; la pesadilla del sin dios produce monstruos (así podríamos re-interpretar a Goya, que, con sus pinturas negras, se convirtió en un clarividente del mal y la maldad en el mundo. Y no por ello Goya era un adivino ni un pitoniso, que estos seres adivinar no adivinan res, nà de nà, monà, ni un carajo pinchado en un palo, pues el futuro es siempre incierto y azaroso).
Día Mundial de la Salud, sí, en realidad todos los días del Señor (y de la Señora) deberían ser declarados días mundiales de la Salud porque ahora, y siempre, es lo esencial, lo que nos permite mantenernos en pie, firmes (la vida firmeza, aunque el mundo siga dando vueltas, creo que llegó a decir el filósofo Marco Aurelio). 
Goya-Pinturas negras
La salud, ay, es lo único importante en nuestras vidas porque sin salud nadie somos. 
¿Para qué quiero mis bienes si no me remedian mis males?, suele decir mi madre, que, confinada como uno mismo en el Útero de Gistredo, está preocupada por la situación kafkiana que estamos viviendo, en este proceso absurdo, que nos produce malestar y ansiedad, como a todo o casi todo el mundo. Sobre todo a ella, que viviera una posguerra dura, difícil. No quiero ni imaginarme lo que le ocurriría a mi padre si hoy estuviera entre nosotros (que lo está, aunque en espíritu-recuerdo-memoria). 
Creo, sinceramente, que lo llevaría muy mal, él que vivió incluso, siendo un rapacín, la guerra y por supuesto una posguerra cruel. Él que acostumbraba a decir que el mundo iba por mal camino, que acabaría por destruirse. El Hombre (aquí incluimos al ser humano en general) lo creó y el Hombre acabará destruyéndolo. 
El estallido final, con las trompetas del Apocalipsis, Apocalipsis Now, quizá aún no llegue (deseamos seguir en el camino, firmes y con ánimo, a pesar de los pesares) pero esto podría suponer, aparte de una crisis planetaria, que ya tenemos encima, una Revolución, al menos en nuestras vidas, una revolución social. Si el cambio es profundo, a raíz del virus corona, y las consecuencias son trascendentales, que lo serán, no me cabe duda, entonces podríamos hablar de una revolución. Aunque también es probable que muerto el burro (permitidme esta burda licencia refranera), cebada al rabo. Y que el sistema, tal y como lo conocemos, siga igualito, sin cortarse un pelo del sobaco, con las mismas armas... de destrucción masiva, con su capitalismo salvaje, con la barbarie que imponen sus cánones de hiper-consumismo y producción salvaje en un sálvese quien pueda. Y maricón el último (lo de maricón es frase hecha, que no desea en absoluto arremeter contra homosexuales, quede despejada la duda, que ahora, más que nunca, no está el horno para bollitos preñaos. Por cierto, me gustaría tomarme un bollo preñao, como los hacen en las Asturies de los míos amores). 
Hoy, Día de la salud (¡con la que está cayendo!) rememoramos, cómo no, a nuestro bicho (o bicha), que es casi casi como nuestra mascota, nuestra Covid (perdonad mi chiste macabro). 
No me extrañaría nada que, transcurrido un tiempo de esta pandemia, a alguien se le ocurriera bautizar a su hija con el nombre de Covid, la Covid, que dirían en Catalunya, por ejemplo. 

Hagamos humor, un poco de humor, ya sea del bueno o del malo, mejor del bueno, y recordemos a nuestros humoristas como Gila: ¿está ahí la Covid? Pues que se ponga. 
Recordemos a nuestro Eugenio: ¿Saben aquel que diu? 
Recordemos a Tip y Coll (Coll escribió por cierto un diccionario disparatado, con palabros inventados como Cleptómono: el que roba simios de manera inconsciente e inevitable, entre otros cientos).

Coronavirus: Dícese de un bichito con la cabellera de un mago, salido de un país oriental y exótico, que en la actualidad está ensañándose con todo el Planeta azul y verde, tintado de gris plomizo en días de máxima polución, y ataca casi por igual (vale, por igual) a pobres y a ricos. 
En algo tendríamos que parecernos, porque no nos une el amor (ni la riqueza material, ni tampoco la espiritual, esto lo escribe uno de su puño y letra) sino el espanto, como nos dijera el laberíntico y bibliotecario Borges (Jorge o Jorgito en El nombre de la rosa). 

Nos está uniendo (ojalá no nos desuna, por aquello de los infectados y no infectados, gran tema sociológico, porque al final todos acabaremos contagiados, lo importante ahora es resistir, que transcurra el tiempo hasta encontrar la tan ansiada vacuna) el maldito virus éste. 
¿Pero cómo puede ser tan cabrón un virus? Habla, da la cara, tu cara real, ¿cuéntanos quién te ha enviado a nuestras vidas, cuál es en verdad tu misión en la Tierra, aparte de contagiarnos y aniquilarnos, ponernos patas arriba todo el sistema sanitario, volvernos majaretas perdidos, reventarnos nuestra economía...? 
Anda, virus infame, cuéntanos algo más, porque nos has jodido la primavera, y parece que quieres jodernos también el verano, la estación más lírica del año, esa en la que los días son largos y el sol nos nutre con sus rayos, invitándonos a salir al campo, al monte, a la playa. Déjanos al menos soñar. Déjanos respirar un poco, nunca mejor dicho, y pírate ya, que se está contagiando demasiada gente. Y cada día nos dejas más fallecimientos. 
Nos llevan anunciando que el pico ya lo hemos alcanzado, que ya estamos estabilizando la situación que nos has causado, pero de repente se nos acumulan más y más muertos y muertas. Y así no damos abasto. Eso en nuestro país, sobre todo en la capital del Reino y en Cataluña. 
Pero ¿qué ocurrirá contigo en otros países del mundo, incluido Estados Unidos, donde se prevé una catástrofe sanitaria?

¿Y qué me dices de África? ¡Ay, por el amor de diosecito, nuestro querido continente africano! ¿Qué ocurrirá en esta tierra? En esta tierra rica y a la vez pobre (qué paradoja). Esta tierra rica en minerales, en tantas cosas, que está abandonada a su desgraciada de la mano de sus mandatarios, todos corruptos y psicópatas. 
Abandonada a su desgracia, sí, por la tiranía de Occidente, ese Occidente que se creía invulnerable y todopoderoso hasta que llegaste tú, virus corona, o virus de la corona, que también estás atacando a los ricos y gobernantes del llamado Primer Mundo, como el presidente inglés, el del Brexit, que ahora está en la UCI, en cuidados intensivos.   
Ese Occidente (en el que figura la vieja Europa, con sus guerras mundiales y su holocausto) que tantos estragos ha causado sobre todo en África (hace unos días lo recordaba en un texto en el que hacía mención a El corazón en las tinieblas). 
Hay virus, como tú, que tienen corona. En cambio otros deambulan sin la misma como es el caso del dengue, que tanto ataca a la población africana y aun a otras poblaciones de América del centro y sur, sobre todo. 
O el Ébola, que es altamente letal en comparación contigo, Covid-19. Tampoco nos olvidemos de tus otros parientes, que afectan como tú a los pulmones. O bien del Sida, que nos trajo a mal traer en los ochenta y noventa del pasado siglo (Las noches salvajes, como os dijera en otro texto, es una película sobrecogedora sobre este tema). Y sigue campando a sus anchas en los países subdesarrollados (en África habrá millones de contagiados en la actualidad). 
Pues eso, Covid, empieza a repensar en lo que estás haciendo en nuestro Planeta. Y convéncete de que no tiene ningún sentido que sigas aniquilando a nuestras gentes, con el duelo que ello supone (ni los familiares pueden despedirse de sus seres queridos fallecidos). Y además nos estés empañando el horizonte con tu maldad y tu mal. 
Pírate ya, de una vez por todas, Covid.  






2 comentarios:

  1. Me ha encantado tu escrito, Manuel, con esa ironía y humor que le has dado al vulgar COVID-19 (con todo lo que quiera él ir de corona-viru que no es más que un esbirro maligno). jajajajaja estupendo. Hay que seguir dándole caña que como dicen las meigas: todos tenemos una bruja dentro y sí la pones a trabajar, porque es tuya, te ayudará a luchar contra las demás brujas y brujos que te atacan y te amargan la vida, eso sí, solo para defenderte del mal, no para si estás bien hacer el mal, así no funciona. Ánimo y a seguir en la lucha, que es, en definitiva, el triunfo.

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