Sigo recuperando palabras en este bosque hoy tornado en umbrío, con la lluvia azotando nuestras miradas hacia el porvenir.
Lo que a uno le gusta, en verdad, es entrar en trance a ritmo de palabra, como un derviche que flotara en el espacio sideral de los tiempos pasados y presentes, volar alto, muy alto, tanto que pueda alcanzar el centro del universo en expansión, el infinito hecho con tu cariño y sonrisas. La libertad de saberse y saborearse al mediodía, al amor de unas tostadinas con mermelada mojadas en un café con leche.
Ahora, más que nunca, siento la necesidad de aproximarme a ti, a tu sostén espiritual, a tu presencia real y tangible, tan humana y tan divina, que podrías traspasar cualquier muro, y elevarte, tú también, por encima del bien y el mal. Nietzscheanos que nos volvemos.
Lo que a uno le gusta, en verdad, es entrar en trance a ritmo de palabra, como un derviche que flotara en el espacio sideral de los tiempos pasados y presentes, volar alto, muy alto, tanto que pueda alcanzar el centro del universo en expansión, el infinito hecho con tu cariño y sonrisas. La libertad de saberse y saborearse al mediodía, al amor de unas tostadinas con mermelada mojadas en un café con leche.
Ahora, más que nunca, siento la necesidad de aproximarme a ti, a tu sostén espiritual, a tu presencia real y tangible, tan humana y tan divina, que podrías traspasar cualquier muro, y elevarte, tú también, por encima del bien y el mal. Nietzscheanos que nos volvemos.
Me encanta soñar con el infinito rostro de tu mirada, que se vuelve luz y energía hipnóticas, como si de repente atravesáramos un cuadro de Vermeer, mientras te siento flotando al lado de una ventana abierta, a la vez que acaricio los poros sensuales de tu alma.
Me encanta que me sueñes, que beses mi noche y arrumaques mi vida.
Me encanta tu belleza y el con-tacto de tu ser, que me devuelve a una infancia feliz.
Por eso quiero escribir como vivo, amar(te) escribiendo, la escritura como flujo y transfusión de sangre. Quiero, deseo, como Ramón Gómez de la Serna, escribir con mi propia sangre, con tu aliento, bajo el influjo de la realidad y ese onirismo milleriano capaz de transformar lo grosero en lírica y ternura que nos hace tocar el éxtasis.
Pues sigamos levitando.
Me encanta que me sueñes, que beses mi noche y arrumaques mi vida.
Me encanta tu belleza y el con-tacto de tu ser, que me devuelve a una infancia feliz.
Por eso quiero escribir como vivo, amar(te) escribiendo, la escritura como flujo y transfusión de sangre. Quiero, deseo, como Ramón Gómez de la Serna, escribir con mi propia sangre, con tu aliento, bajo el influjo de la realidad y ese onirismo milleriano capaz de transformar lo grosero en lírica y ternura que nos hace tocar el éxtasis.
Pues sigamos levitando.
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