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jueves, 25 de octubre de 2012
El cultivo del lino
Si bien hoy no abordaré este asunto, en la I Jornada dedicada a leyendas y tradiciones del Bierzo, quiero darle un espacio en este blog, porque, además, este texto, que inicialmente se iba a publicar en Las edades del Bierzo, quedó fuera, quién sabe por qué. Vaya aquí.
http://www.todobierzo.com/positiva-1a-jornada-sobre-tradiciones/
http://www.diariodeleon.es/noticias/bierzo/ponencias-y-debates-sobre-leyendas-y-tradiciones-del-bierzo_736400.html
http://www.bierzotv.com/html/2012/10/2012102204_tradiciones-y-leyendas-bercianas.html
En otro tiempo era frecuente el cultivo del lino en el Bierzo. De ahí que muchos topónimos bercianos hagan referencia a la linar o las linares, como reza una variante del romance del arriero de Bembibre, recogida en El Bierzo: etnografía y folklore: “En llegando a unas linares/los ladrones le salieron/unos eran de Sahagún/otros Montañas del Bierzo”.
El lino requiere de una tierra suelta “como cernada” y bien labrada, para que nazca con rapidez, como se recoge en un informe en Oencia:
-Qué le dijo el garbanzo a la linaza.
-Anda tú, crisalida, que te acaban de sembrar y ya estás salida.
El lino se sembraba a voleo como el trigo o el centeno, y una vez crecido y curado se segaba a hocín en torno al mes de julio o agosto, cuando la planta se tornaba de color rubio, rubio platino.
Mi madre da cuenta del proceso laborioso del lino:
Primero se segaban las plantas y se ataban en manojos, los cuales se dejaban en la tierra durante algunos días, para que acabaran de madurar y secar al sol. Luego se llevaba al río o a algún reguero, donde se dejaba durante varias semanas hasta que el lino se cocía. Se sujetaba con piedras encima para que no flotara ni se lo llevara la corriente. Ya cocido, se sacaba del agua y se ponía a secar al sol en la era, donde se majaba. A continuación se “espadañaba”, es decir, se le arrancaba la cáscara dándole golpes contra el borde de una tabla, para que saltara lo inservible, como cascarilla, pulpa, etc., y quedaran sólo las hebras resistentes.
Una vez espadañado se pasaba por el rastrillo, tabla que en uno de sus extremos tiene un círculo de aceradas púas, para sacar los últimos tascos o tascas. Y así se separaba la fibra fina de la gruesa.
Se llevaba al telar la fibra fina para hacer sábanas, camisas y ropa interior; y con las fibras gruesas, tascas, se hacían alforjas, mantas raponas, escarpines y hasta hilos de bramante para atar los chorizos de la matanza.
El proceso continuaba cuando la hilandera, con la rueca a la cintura, comenzaba a girar el huso o fuso para hilar o filar la fibra del lino.
Solían reunirse varias hilanderas en animado filandón, en el que no faltaban las letrillas inocentes o apicaradas, como una, que cantaba la bisabuela Vicenta: “Ponte a filar desidiosa/no seas tan fulgaciana/que llevas roto el justillo/la camisa y la senagua”…
¡Aquello era artesanía de verdad!
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