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jueves, 4 de octubre de 2012

Aroma a sardina asada, bacalao y fado



Lisboa es una ciudad que he visitado en varias ocasiones. Y cada vez que me doy una vuelta por la capital portuguesa, ésta me impregna con sus aromas. Mientras escucho a Teresa Salgueiro -en tiempos cantante de Madredeus-,  en el mítico programa de Radio 3, Discópolis, me hace viajar a Portugal. El título de su álbum musical es "O Mistério". 
Esta chica tiene una voz angelical. Ahora que hago memoria tuve la suerte de escucharla en concierto, creo que en el 2007, en los veranos de la Villa de Madrid, en el Conde Duque. 
Actuará en la capital del Reino el próximo 3 de noviembre. Os recomiendo que, quienes podáis (puédais, dicen en mi pueblo), os acerquéis a verla/escucharla. 
Teresa Salgueiro (con permiso del autor de esta foto)


Panorámica de Lisboa
(este artículo lo publiqué inicialmente en Diario de León)

SE dice que cada ciudad tiene un olor característico. Hay ciudades que no sólo tienen un olor peculiar sino bien reconocible. Este es el caso de Lisboa, ciudad por la que siento gran afecto. Una ciudad que exhala aroma a pescado, y en concreto a sardina asada y a bacalao. A través de estos olores uno regresa a su infancia hecha de sueños marinos. El mar es algo fascinante, sobre todo para alguien que nació en el útero de la montaña. El mar era entonces algo que separaba a los seres queridos. No hay más que pensar en los muchos emigrantes que vivían en el continente americano. El mar es esa zona jamás conquistada, según el cineasta Fellini, de donde provienen los monstruos y los fantasmas. 

El ya desaparecido Torrente Ballester, en una de sus entrevistas, reconoció que a él lo que le hubiera gustado es ser marinero. Pero el destino, su voluntad de poder, o ambos, decidieron que fuera escritor. Lo mejor es que hubiera sido marinero y escritor como lo fuera el tetrapléjico Ramón San Pedro. Vaya por él este texto. 


El aroma a sardina asada es como una bocanada de felicidad en temporada veraniega y aun en otras temporadas. Resulta habitual comer sardinas asadas en las romerías del Bierzo. Y el aroma a bacalao me lleva a esa época de infancia en la que se solía comer este pescado cada vez que había alguna labor campestre. El bacalao era plato de lujo, plato exquisito, cuando llegaba el tiempo de la vendimia o cuando se hacía la matanza del cerdo. 


Al menos en Noceda del Bierzo era costumbre comer bacalao en temporada otoñal y aun invernal. También se comía bacalao los días de vigilia, que eran los viernes de Cuaresma, pues entonces no se podía comer carne, si uno no quería ser castigado por la Iglesia. 


En una de mis visitas a Lisboa volví a respirar ese aroma a sardina asada y bacalao, lo que me hizo recordar algunos episodios de la infancia. Por instantes he logrado ser feliz. Lisboa, además de una ciudad con aroma a sardina asada y bacalao, es también una ciudad de fado. Hecha de sonidos nostálgicos y tranvías que viajan como transatlánticos por los océanos del Barrio Alto y Alfama. Lástima que no pudiera quedarme al concierto de Madredeus. 


Es probable que la voz de Teresita Salgueiro me hubiera hecho saltar las lágrimas de emoción. Pero ahora tendré que conformarme escuchando alguno de sus discos en las tardes ponferradinas.

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