Acabo de leer Los secretos del Sil, del joven escritor Arturo Suárez Bárcena, y me ha removido las entrañas, como un cuchillo carnívoro que se me hubiera clavado en el fondo del alma (en mi alma-Sil), sobre todo porque se trata de una novela, digamos negra, aunque tocada por una prosa poética de altísimo nivel, en ocasiones comestible y umbraliana, donde la adjetivación resulta precisa y certera, lírica y también valleinclanesca.
Heredero de la literatura de Quevedo, Valle o el propio Umbral (muy presente, sin duda aquí), el extremeño Arturo Suárez Bárcena, con raíces bercianas, no oculta, a lo largo de esta novela, sus gustos literarios y/o filosóficos, entre los que están, Voltaire, Baudelaire, Valèry (siempre los franceses, claro), Nietzsche, Truman Capote, Espronceda, Manuel Machado, Miguel Hernández, Lorca, Cernuda o Bécquer.
Estamos, por tanto, ante una narración que engancha por sus ingredientes de transgresión, incluso malditismo, y cuyo final nos procura un golpe emocional en las vísceras, digno de un marqués de Sade o un conde lautréamoniano, que profanara las sagradas tumbas templarias. Después de su lectura, y aun relectura, seguimos escuchando los aullidos de los perros, y los gatos merodeando por los alrededores, en busca tal vez de algún cuerpo sepultado.
Ambientada en una Ponferrada subterránea, gótica y friki, azulada, por momentos, por el humo de la fantasía, la Viagra y algunos rótulos, rojiza bajo los neones luminosos, "ciudad sumergida en el horizonte, las montañas entre tinieblas, la luna breve y pálida", plagada de seres picados, abogados corruptos, borrachos y macarras, lesbianas o bolleras (Melania y Violeta), putas, bujarras, gitanos y todo un etcétera de personajes y pesonajillos del mundo del hampa, el autor nos lleva de la mano de su prota, Fran -que en cierto modo me late que es como su alter ego, aunque tenga su parte de ficción (faltaría más, pues no se imagina uno al propio Arturo como un desalmado, sin escrúpulos, cometiendo las mayores aberraciones, a sangre fría)- por los vericuetos de esta pervertida y perversa sociedad ponferradina (esto no lo digo con moralina, quede claro), al final de la noche, aderezada por el alcohol, sobre todo whisky y/o perdiz con hielo y el gintonic, la cocaína, el hash y la marihuna, y así en este plan, en un recorrido por los bajos fondos, como si rememoráramos Luces de bohemia, pero en este caso en una Ponferrada canalla, retorcida y chutada, con tugurios como la Casa del Turco, un bar clandestino, al que va a parar lo más "selecto" y bohemio de la ciudad.
Fran o Francisco es el personaje principal de esta historia. Se trata de un abogado joven y escritor (como el autor) o aspirante a escritor maldito, al que le encanta la noche y el alcohol, incluso un escritor ya acabado ("todos dicen que estoy acabado"), un descreído y existencialista asqueado de todo, incluso de la noche y de las discos ("cloacas infectas"), cuyo único Dios es su libertad, su ley la fuerza del viento y su patria la mar (como nos dijera Espronceda en la Canción del pirata), un cínico, que se ríe de todo, incluso de sí mismo, lo que es muy sano (uno fue, curiosamente, un niño devoto y casi monaguillo, mas me salvé de todo aquello con el whisky y Voltaire), un voyeur al que pareciera gustarle más mirar que tocar pelo, que se excita, sobre todo, mirando a sus "musas" Melania (también llamada Celeste) y Violeta, un dandi como Wilde, pero sin ser bujarra, un señorito bien, con una asistenta gallega, desgraciada y viuda, que acaba embarrado hasta el cuello por asuntos de pleitos harto oscuros, aunque el azar o su propia astucia (o una mezcla de ambas cosas) lo acaban redimiendo de un final dramático. Al menos en esta novela. Acaso los secretos debamos encontrarlos en el fondo del río Sil. "Hoy, por fin, mi pasado quedará en pasado, sin posibilidades de resurrección... En presente no quedan más que ... unos cuadrados imperfectos que bajan por el río empapándose... flotando... hasta terminar... ahogados y deaparecidos en el fondo del río Sil, fondo del que jamás conseguirán escapar".
El Sil y el pantano de Bárcena como escenarios cargados de simbolismo. "El pantano de Bárcena, se rumorea en la zona, es el lugar apropiado para los enterramientos irregulares".
Tras su sana apariencia, se oculta un individuo en verdad peligroso, un cabrón capaz de cualquier cosa, que termina, ay, con... (no lo desvelaré). Algo que me hace recordar, como no, al prota de Macht point de Woody Allen.
Existen, por lo demás, varias referencias cinematográficas, amén de las poéticas, en esta novela, pues Francisco es un amante empedernido del cine y un joven con ínfulas poéticas, que cree, como Valle Inclán, que el periodismo avillana el estilo. Aunque mejor dicho: "Yo creo -escribe el autor- que el accionariado del periódico avillana al periodista, que es algo parecido".
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