El opio (del griego ópion, que viene a significar jugo, o látex de la adormidera) es un narcótico y analgésico, extraído de las cabezas verdes de la adormidera (con gran parecido a una amapola común).
La adormidera, conocida así por sus virtudes dormitivas o narcotizantes, es una planta que florece a finales de mayo (cuando se procede a la recolección de opio), y puede llegar a crecer un metro y medio, cuyas flores se muestran de color blanco, violeta o fucsia.
El origen de su cultivo apunta a la cuenca mediterránea: España, Argelia y Chipre. Aunque se puso de moda entre el proletariado inglés de la Revolución Industrial porque el vino y otros licores les resultaban más costosos. Y según uno de sus adictos, el escritor De Quincey, mientras el vino desordena la facultades mentales, el opio introduce orden y armonía. De ahí que no sólo los obreros, sino las casas reales europeas, y un gran número de artistas y escritores, entre ellos Goethe, Keats, Coleridge, Goya, Tolstoi, Novalis o Delacroix, se vuelvan adictos a este fármaco.
El opio contiene varios alcaloides, entre otros, la Morfina, Heroína, Metadona, Codeína, Papaverina, Noscapina, etc., en los que me detendré en otro apartado, al menos en los más conocidos.
Los efectos narcóticos del opio procuran cansancio y somnolencia, hormigueo y picores en el cuerpo, sueños en duermevela o "sueño crepuscular", incluso alucinaciones (aunque no está incluido entre los alucinógenos), además de náuseas, vómitos y molestias estomacales. Por lo demás, esta sustancia inhibe la libido, haciendo difícil o casi imposible alcanzar el orgasmo.
El opio se diluye en agua, se calienta a fuego lento, luego se filtra y se calienta otra vez hasta evaporar el agua, para fumarlo de un modo convencional o en papel de aluminio, como los chinos de heroína o caballo. También se puede comer o ingerir por vía oral, incluso se puede introducir por el ano.
El opio ha sido utilizado para la elaboración del láudano, que es una mixtura alcohólica compuesta, entre otros productos, por vino blanco, azafrán, clavo, canela, además de opio. El láudano, cuyo principio más activo es la morfina, aparte de codeína y narcotina, se usaba para aliviar cualquier tipo de dolor.
Su empleo médico se remonta al Antiguo Egipto, como analgésico y calmante, para «evitar que los bebés griten fuerte» y «hacer olvidar cualquier pena». Los griegos, por su parte, también utilizaban la adormidera como analgésico, para dolores de muelas, como anti-diarreico, para combatir las fiebres y hacer dormir a los niños, incluso para tratar la histeria.
Los árabes, a través del Islam, mostraron su rechazo al vino para adherirse al opio y el café. Han utilizado el opio como euforizante -aunque paradójicamente disminuye esta capacidad a medida que se aumenta la dosis y la frecuencia de consumo-, y para el tránsito de la segunda a la tercera edad, con el fin de sobrellevar los sinsabores de ésta última, según Avicena.
Según el filósofo e investigador en estos temas, Escohotado, el opio sigue siendo para él la mejor droga de paz, que calma el desasosiego, los dolores y sufrimientos, la angustia. Y no altera las facultades de raciocinio.
Actualmente, resulta difícil encontrar opio salvo en Asia Menor y Oriente, aunque la adormidera sigue creciendo de un modo silvestre en buena parte de Europa. Los principales países cultivadores (a fin de obtener sobre todo codeína) son entre otros India y España.
Hay una abundante literatura acerca del opio, léanse sobre todo Confesiones de un inglés comedor de opio, del siempre genial De Quincey); Opio, el diario de una desintoxicación, de Jean Cocteau, o Los Paraísos artificiales, de Baudelaire.
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