Aquí, de nuevo, intentando entender cómo las drogas, tanto las endógenas como las exógenas, modulan nuestra corporeidad, mente incluida, y se emplean, desde tiempos inmemoriales, por los humanos con fines religiosos, ceremoniales, festivos, por puro placer, acaso para encontrar un bienestar o felicidad.
Sólo desde hace unos pocos años, y sobre todo en la llamada cultura occidental, las drogas son un tabú, al menos determinas sustancias, cuando sabemos que determinados pueblos las usan en sus ritos, como hacen, por ejemplo los Tarahumara, con el peyote. Algo que cautivó al surrealista Artaud, entre otros, que viajó a la Sierra Tarahumara en Méjico/México para familiarizarse con esta sustancia psicodélica.
Yaqui de Sonora |
También los yaquis de Sonora danzan hasta caer exhaustos bebiendo pulque, suponemos que aderezado con alguna otra sustancia... porque el pulque (que yo sepa) es sólo una rica bebida, extraída de la pita.
También sabemos que las drogas (fármacos) no sólo pueden ser un remedio, una cura o terapia a los males, sino un veneno, mortal en algunos casos, aunque esto dependerá de la dosis, del individuo que la tome, así como de las circunstancias en que se produzca esa toma... De ahí que se hable de la dependencia física o síndrome de abstinencia (mono) o dependencia psíquica, y aun del grado de tolerancia, según la sustancia que se tome, y por supuesto el tipo de persona y el contexto.
En la actualidad, se habla de drogas inteligentes o nootrópicos (literalmente que hacen girar o dar vueltas a la mente), que se hallan en alimentos y en plantas, como nueces, aceite de pescado, romero, entre otros, y cuyos efectos en el cerebro son muy saludables, porque además potencian y elevan determinados neurotransmisores (nuestras drogas endógenas, a las que ya me he referido).
Mención especial requieren los neurotransmisores llamados Péptidos opioides, entre los que se encuentran las endorfinas y encefalinas, que producimos nosotros mismos ante situaciones de relajación y cuando forzamos al organismo, a saber, cuando nos excitamos, reímos o realizamos ejercicio físico intenso. Por eso, resulta tan recomendable reírse, hacer el amor o simplemente practicar algún deporte, incluso caminar, y aun correr una maratón, donde el maratoniano o maratoniana alcanza tales niveles edorfínicos, que tiene literalmente la impresión de levitar, como si sus pies no se posaran del todo en el suelo.
Las endorfinas son nuestros analgésicos naturales, que nos procuran sensaciones de placer, bienestar, incluso euforia. Son algo así como nuestra morfina endógena.
Por su parte, las encefalinas, que son moléculas más pequeñas que las endorfinas, también funcionan como analgésicos naturales, y podemos producirlas a través del recuerdo de la persona que nos gusta, o bien mediante un determinado aroma, a través en definitiva de situaciones placenteras. En esto se basan algunas religiones y/o filosofías como el budismo o algunas técnicas de medicina alternativa, y aun las que emplean chamanes y curanderos, que hacen uso de la meditación, además de algunos hechizos, que podrían explicarse, cómo no, por la vía neuro-química.
Chamán huichol |
Incluso lo que se entiende por amor, podría explicarse en términos bioquímicos, cual si fuera una droga por la que sentimos dependencia física, y psíquica, pues el amor, la pasión, están impregnados de fluidos aromáticos, olorosos, feromónicos, como el resto de animalitos, con sabor, textura...
A menudo se dice que las endorfinas son las drogas naturales de la felicidad, y por ende se podría concluir que funcionan como antidepresivos. Pues, deberíamos producirlas y activarlas.
Capítulo especial merecen asimismo las feromonas, que son sustancias químicas secretadas por humanos, animales y plantas para comunicarse, relacionarse, incluso sexualmente, con el otro.
Las feromonas son como señales de gran alcance porque viajan a través del aire. A través de las feromonas, a modo de aromas o mensajes químicos, se puede camelar o enamorar a otra persona.
Se dice que las mujeres, cuando están ovulando, segregan feromonas sexuales que provocan, al menos en algunos hombres, una excitación, tal vez inconsciente, que a su vez les eleva determinados neurotransmisores como la dopamina y la serotonina.
Ya en la Antigüedad, se utilizaban feromonas en la fabricación de perfumes que sin duda, al menos algunos, activan el deseo sexual, tanto en mujeres como en hombres. Al parecer, el sudor, sobre todo de personas sanas y enérgicas, contiene sustancias que podríamos llamar afrodisíacas.
El Perfume, de Süskind, es como un intento (a través de Grenouille, que posee un extraordinario sentido del olfato) por lograr el aroma mágico que subyugue a la humanidad.
En animales, tanto en abejas como en hormigas, las feromonas están a la orden del día.
Las hormigas son un buen ejemplo de organización social a partir de las feromonas, que también usan como medio de atracción sexual.
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