En mi visita dominical al II Salón Erótico de Galicia, en A Coruña, me acordé de Anaïs Nin y de todas esas mujeres atrevidas, sensuales, sexuales, capaces de mostrarse, exhibirse, enseñar sus intimidades, desvelar sus secretos, abrirse al mundo y comulgar, amorosamente, con el universo, con el azul celeste y el rojo fuego de los seísmos y los volcanes. Alto voltaje. Temperatura elevada en Coruña, en un día algo helado en el exterior, esa es la verdad, en esa ciudad amable y acogedora, bella y marina, cuyo símbolo sigue siendo la Torre de Hércules, o el estadio de Riazor para los futboleros, en la que uno viviría la mar de a gusto, y nunca mejor dicho, que el pasado fin de semana se volvió toda símbolo de erotismo. El espectáculo del simulacro de rodaje de una peli porno, al menos el que tuve el gusto de presenciar, se hizo morbosín cuando intervino una chica del público en el show, y se atrevió a complacer al gachó. Y algunas divas del amor se entregaron en cuerpo-alma en sus espectáculos.
Desconocida y/o silenciada en el mundillo literario, la Anaïs, oh, la, la, era de origen español, catalana, hija del compositor Joaquín Nin, aunque esta fuera una catalana universal, abierta al mundo, y entregada en cuerpo y espíritu, como las showgirls de la erótica coruñesa, a los deseos, que siguen moviendo el mundo, se quiera o no. Eros y Tánatos dominando el mundo. Me quedo con Eros disparando flechas o instantáneas a la corporeidad fluida y rosa de las mujeres.
Anaïs, que por cierto se llama como una rapazona que conocí hace tiempo, y que ahora anda de cooperante en Haití, no era, supongo, como esas nacionalistas “atorzonadas”, “estatutizadas”, que sólo piensan en lamerse su entrepierna u ombligo, acaso creyendo que no hay nadie mejor que ellas y su entorno. Algo, por lo demás, que está de moda en los círculos “culturales”, y aun en los círculos de la cuadratura política. Llegué a Anaïs Nin a través de la literatura de Henry Miller. Aparte de sus libros, hay una película, “Henry y June”, cuyo director es Philip Kaufman, que recomiendo a aquellos lectores dispuestos a familiarizarse con estos dos seres y colosos del siglo XX. Me apetece acercarme a Anaïs porque es una de mis escritoras preferidas. Escribió mucho y bien. Y sobre todo cultivó el Diario, ese género mal llamado menor, que algunos críticos consideran que ni siquiera es literatura, pero que en sus manos se convirtió en oro. Una forma de estrenarse escribiendo, además de crónicas de actualidad o artículos periodísticos, es escribir un diario. Me encantan los diarios de algunos y algunas escritoras. Aunque escribir un diario parezca ñoño, una cosa de adolescentes, también puede resultar revelador para los lectores, y sobre todo para quien tiene las ganas de escribirlo. Depende de quien lo haga. “El Cuaderno gris” del maestro Plá es un ejemplo sorprendente y extraordinario. Y no digamos “El oficio de vivir” de Cesare Pavese. Casi toda la literatura de Umbral es un gran diario donde proyecta su figura gigantesca. Incluso “Mortal y rosa”, su gran novela lírica, está escrita como si fuera un diario. Me encanta la naturalidad y soltura con que escribe la Nin. Se entrega con tanta devoción a la literatura, que es como si el lector, en situación privilegiada de voyeur, estuviera viendo y sintiendo cómo ama a la vez a Henry y a June, sus amigos del alma. “Amo a ambos, a Henry y a June”, escribe en las primeras páginas de “Incesto: Diario amoroso”. “June es mi aventura y mi pasión, pero Henry es mi amor”. “Soy la mujer que da ilusión y recibe a cambio la imaginación del hombre. Situación que una puta envidiaría”. Anaïs se nos desvela y revela cual heroína del marqués de Sade. “No tengo ninguna moralidad. Sé que la gente se horroriza, pero no yo”. Es probable que las feministas, y aun otras, sientan un rechazo visceral por la escritura de Anaïs, aunque algunas se muestren algo... Dedico estas palabras de amor a todas aquellas luchadoras y enamoradas del amor y la transgresión (hoy que ya "fue" Día Internacional de la Mujer Trabajadora), como las heroínas y bellezas del Erótico Salón gallego, que en todo momento se mostraron abiertas y amables, incluso dispuestas a ser retratadas sin ningún tipo de prejuicio ni moralina.
¿Te importa que te haga una foto? Encantada. Y hasta algunas posaron, casi sin pedírselo, para la imagen. Gracias, chicas. Os doy las gracias, te doy las gracias, Anaïs Nin, que te adornan, por dejaros posar, por estar, por ser. Y como no os importa, y aun os gusta, os haré, al menos a algunas, reaparecer, dulces, en este blog.
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