Nunca olvidaré ni la primera ni la segunda vez que fui a La Habana, entre otros motivos, porque tuve el gusto de conocer a Mario Gaviria, con quien compartí momentos inolvidables, que algún día relataré o no. Ya se verá. Supongo que Mario seguirá en su ciudad preferida, "tal vez la mejor del mundo", al menos para él, que goza de un clima especial, sobre todo afectivo o amoroso, y que le permite vivir a su aire, sin prisas, escribiendo en el hotel Nacional, con vistas al Malecón.
La primera vez nos encontramos en la Plaza de Armas de La Habana Vieja. Mario estaba al lado de un puesto de libros, que resultó ser de Orlando -ya fallecido, pobrecito-. Entablamos conversación, cuando él me vio aproximarme a los libros. "Este es buen sitio para comprar libros", debió decirme. Entonces, comenzó la charla, con él y con Orlando, alias Sammy. Me contó un montón de cosas, pero no me dijo que en España era bien conocido, sobre todo entre la población de sociólogos. Cuando le dije a mi amigo José Luis Carretero que había hablado con Mario Gaviria, José Luis reaccionó a la primera: ¡Cómo, qué has conocido a Gaviria el sociólogo! Carretero lo conoce porque también él estudió en Navarra, y Mario es de esta tierra.
La segunda vez que nos vimos fue aún mejor. Lo llamé, quedamos en su casa, y montamos una festichola a ritmo de guaracha y chachachá, quizá fuera a son de reguetón. Y hablamos incluso de Amancio Prada, con quien Mario compartió alguna velada habanera, y del escritor Pedro Juan Gutiérrez. Y de tantos asuntos.
La segunda vez que nos vimos fue aún mejor. Lo llamé, quedamos en su casa, y montamos una festichola a ritmo de guaracha y chachachá, quizá fuera a son de reguetón. Y hablamos incluso de Amancio Prada, con quien Mario compartió alguna velada habanera, y del escritor Pedro Juan Gutiérrez. Y de tantos asuntos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario