Si hace algún tiempo, quizá años, tuvimos la ocasión de disfrutar con una exposición de fotografías realizadas por Marc Lacroix sobre Dalí y Gala en el Campus de Ponferrada, ahora es el turno de ver una colección de láminas que el genio de Figueras hiciera con la colaboración de los cocineros del emblemático Maxim's de París. Si en aquella ocasión, pudimos descubrir o redescubrir un universo fotográfico singular, y en ocasiones estereoscópico, en el que a través de un sistema de espejos éramos capaces de observar dos fotografías a la vez con la consiguiente ilusión de tridimensionalidad, ahora nos encontramos con un Dalí fantasioso e imaginativo, cuyas imágenes surrealistas, con sus simbólicas, decadentes y terroríficas langostas, y aun otras, nos siguen impactando. Litografías conocidas como Los sueños caprichosos de Pantagruel y grabados y fotomontajes bajo el título de Las cenas de Gala (su inspiratriz).
Conviene reseñar que una de las obsesiones dalinianas era la de pintar cuadros estereoscópicos. La esteroscopia o 3D como forma de crear una ilusión de profundidad en una imagen.
Quienes os sintáis atraídos por la obra y figura de este catalán universal, no dejéis de ver esta muestra en el Campus de Ponferrada. Hasta el 21 de este mes de octubre.
Sobre su genio (y su mala leche), sublime por momentos, se podría componer toda una sinfonía. No hay más que darse un garbeo por las páginas de su Diario de un genio, su Vida secreta o El mito trágico de El Ángelus de Millet, o bien visitar su Museo en Figueras, el Espacio Montmartre y el Pompidou en París y el Reina Sofía (Sofidú) en Madrid.
Dalí fue el prototipo de español que supo venderse a sí mismo antes incluso que su obra. Y en esto es un precursor de la posmodernidad/transmodernidad en que vivimos. Un perfecto prototipo de español, como dijera Freud de él. En la actualidad sólo vende aquel que sabe venderse, aunque su obra sea mediocre.
Dalí, además de un tipo extravagente, surrealista y paranoico (no en vano inventó el método paranoico-crítico), nos dejó una obra maravillosa. Esto es innegable. Aunque algunos críticos quieran convencernos de que en el fondo era un fantasma. Puede que fuera un fantasma y aun un hijo de la chingada (que lo fue sin duda), sobre todo con su amigo Buñuel, mas esto no le resta importancia como gran artista.
No sólo es uno de los mejores dibujantes de todos los tiempos, sino que es también uno de los grandes escritores del siglo XX. Una de sus facetas, esta última, tal vez desconocida. En cine colaboró con Buñuel en la escritura de los guiones de Un perro andaluz y La edad de oro. También trabajó como escenógrafo en Recuerda, de Hitchcock. La escenografía de una secuencia onírica de esta película de Hitch se debe a Dalí.
También realizó, para la Disney, un proyecto de dibujos animados, titulado Destino.
Dalí, además de un narcisista, gran masturbador y megalómano con delirios de grandeza -le gustaban los delirios comestibles-, tuvo algunas intuiciones científicas como que el centro de la tierra está en la Gare de Perpiñán (Francia). El físico René Thom, a través de la teoría de las castástrofes, se ha aproximado a Salvador Dalí, el Salvador de los “ismos” anárquicos, el artista niño que a los seis años quería ser cocinero, a los siete Napoleón y a los diez descubre el impresionismo.
Tanto le gustaban los delirios gastronómicos que llegó a comparar Nueva York con un roquefort gótico. Veía en el queso Camenbert la metafísica del tiempo. Y era gran admirador del pan aristócrata, estético, paranoico, sofisticado, jesuítico, fenomenal y paralizante.
Un tipo que se creyó Dios y amasó una fortuna incalculable. Ávida Dollars, le decían. Vaya fenómeno.
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