Este mes, que ya está a punto de estirar la pata, toca el río Oza.
Río Oza. Foto M. Cuenya
Bosque salpicado de una energía especial, que nos devuelve a una naturaleza primigenia. Monte frondoso, surcado por el río que, en otros tiempos, diera de beber a anacoretas y peregrinos. Tiempos de espiritualidad y recogimiento en la Tebaida berciana. Entorno sublime que invita a alejarnos del bullicio insustancial y a perdernos a gusto en su frescura nutricia e inspiradora.
El río Oza habla la lengua de los santos, y baila una danza arrulladora, cargada de buenas vibraciones, que ayuda a elevarnos y trascender. Y seguirá alimentando nuestros sueños con sus aguas purificadoras, con su vigor, y ese hálito que insuflará vida más allá de la vida.
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