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miércoles, 8 de agosto de 2018

Filandón en Turienzo Castañero

Acaba de editarse el hasta ahora ultimo número de la revista La fuente de la risa, curioso título, que daría para todo un artículo, pues la risa, tan saludable (lo sabe bien nuestra amiga Mari Cruz García Rodera, toda una experta en Risoterapia, que organizará a mediados de este mes un encuentro/taller en su tierra natal, Folgoso de la Ribera) debería manar como el agua, acaso de las fuentes medicinales de Noceda del Bierzo, el útero gistredense.
Esas fuentes que cautivaron en su día al poeta y narrador Antonio Merayo, que está presente, junto con otros convidados/convidadas, en el Encuentro literario que celebraremos este viernes, dios mediante, que decía el cura de mi pueblo (él lo escribiría con mayúscula, supongo, me refiero a Dios). Ahora no sé si lo dice el nuevo y joven cura Agustín. Voy tan poco a misa, quiero decir nada, salvo para funerales y entierros de seres queridos. Y gente muy cercana. 
Dicho lo cual (que me enredo como una persiana) me apetece hacerme eco (esto quedo algo cursilón) de la revista que editan en la población berciana de Turienzo Castañero, con la que he tenido el placer de colaborar, gracias a su impulsora Rocío Fuentes (Rocy Tury), quien por cierto se larga un texto y aun un poema estupendo en este número de la revista. Rocy siempre está tirando del carro de la cultura en Turienzo, de todas esas magníficas actividades que organizan en esa tierra querida, que es asimismo punto de arranque para trepar al Redondal. Y si uno continúa el camino, puede allegarse a Matavenero, la alcoaldea internacional, un mapa afectivo sobre el que hemos hablado (queda bien el plural mayestático, ¿verdad?) en más de una ocasión. 

Vaya aquí el texto que escribiera, ilustrado con algunas fotinas. 
Turienzo Castañero o simplemente Turienzo (como se le conoce de un modo familiar) es pueblo por el que siento un cariño especial, habida cuenta de que he tenido la ocasión de visitarlo en varias ocasiones. 
Liberto con su chifla y tambor. Foto: Club Popular Turienzo













Y casi siempre por motivos digamos culturales, lo cual que está muy bien. No recuerdo con exactitud la primera vez que puse los pies en este espacio afectivo (acaso cuando era un rapacín), pero lo que sí recuerdo es que el Club Popular de Turienzo me invitó en 2015 a ejercer como mantenedor de su botillo. Y recientemente a su Filandón (en concreto en el mes de marzo de este mismo año, sobre el que hablaré más adelante). También recuerdo que en el 2012 proyectamos la película El Filandón, de Chema Sarmiento, en la casa de la cultura de esta población, que, como su propio nombre indica, hace referencia a un lugar elevado (de ahí el término Turienzo o Turgentium, en su ruta hacia el Redondal, desde donde se tienen espléndidas vistas sobre todo del Bierzo Alto), y Castañero, que nos hace pensar en un sitio poblado por castaños o castañares (castañales, decimos en la zona). 
Liberto
Cabe destacar que El Filandón (1984) conserva aún hoy el delicioso aroma de un buen vino del Bierzo. Una película que congrega en torno a la ermita de la Campa de Colinas de Martín Moro Toledano a los escritores leoneses Mateo Díez (Los grajos del Sochantre), Pedro Trapiello (Láncara), Pereira (Las peras de Dios),  Merino (El desertor) y Julio Llamazares (Retrato de un bañista) para contarnos cinco historias fascinantes, "distintas para no tener la impresión de repetición, y no tan dispares como para que la sensación de unidad estilística no se resintiera", según su director, todas ellas hilvanadas con guiños al espectador, que les dan unidad y coherencia. Huelga decir que el Bierzo es una comarca abundante en sotos de castañas, donde este fruto, fundamentalmente hecho al tambor o sobre la chapa de una cocina de carbón o leña, se me antoja un auténtico manjar. Y los magostos, llegado el mes de noviembre, son habituales en nuestro querido Bierzo. 
Magostos que tan emparentados están, por cierto, con los filandones, pues en ambos se da una reunión de personas en torno a un fuego, al hogar o el llar, tal vez el fuego sagrado de las palabras (básicamente en el filandón), pues en el fiandón o hilandera la gente se reunía, después de cenar, a contar historias, leyendas… de lobos, de aparecidos, de seres del más allá… Puro Realismo Mágico. Cual si estuviéramos en un cuento del mexicano Rulfo o el Premio Nobel Gabriel García Márquez (Gabo). Y aun en un relato del escritor gallego Cunqueiro, a quien podríamos calificar como el inventor del llamado Realismo Mágico. Tampoco debemos olvidar que el término filandón (en la actualidad Bien de Interés Cultural) se refiere a filar o hilar (véase asimismo el magnífico lienzo de Velázquez Las Hilanderas) porque las mujeres se dedicaban a hilar, mientras hilvanaban asimismo sus cuentos e historias. 
Foto; Club Popular de Turienzo

Ojalá nuestro filandón (o calecho), tan leonés (aunque también galaico y astur) acabe siendo reconocido por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Como fuera declarada, en el 2001, la Plaza de Djemáa-el-Fna de Marrakech (gracias al Premio Cervantes y extraordinario escritor Juan Goytisolo), donde cada noche, cual si nos adentráramos en Las mil y una noches, los cuentacuentos marroquíes se dedican a contar sus cuentos. Y ojalá el Club Popular de Turienzo, gracias a la labor ejercida por Rocío Fuentes (Rocy), Vanesa Núñez o bien Ignacio, el actual presidente, entre otros, continúe haciendo botillos, carnavales, sardinadas o filandones, como el que  tuviera lugar el pasado mes de marzo, que resultó en verdad divertido, pues estuvo amenizado por la intervención de varias personas de la localidad (Liberto, por ejemplo, estuvo soberbio), que nos deleitaron con una obra de teatro, digamos improvisada. Y aun con la música de algunos estudiantes y/o profesores de la Escuela Municipal de Música de Bembibre. Y uno tuvo la oportunidad de leer algunos párrafos de Duende leonés (un relato ambientado en Colinas del Campo), que forma parte de Trasmundo (libro editado por el Instituto de Estudios Bercianos y reeditado en digital a través de eBooksBierzo por el escritor, periodista, editor y cineasta Valentín Carrera). Teatro, música y literatura… nos hechizaron en Turienzo Castañero, con una población numerosa y entregada. 

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