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lunes, 12 de abril de 2010

Colinas, poeta de la luz






























Poeta bañezano universal, en busca de la luz y el éxtasis de Oriente, filósofo y lírico místico, marcado por la estética machadiana, en una “tierra donde no existe el tiempo, llanos de eternidad/secos campos del Gótico, ardor del mediodía”, y sus vivencias en diferentes lugares del mundo, sobre todo en Italia, país hermano, cuya belleza nos sobrecoge, y en donde nuestro artista encontró, gracias a su labor como Lector de Español en las Universidades de Milán y de Bérgamo, musas que lo han llevado hasta las cumbres más elevadas.

Poeta de la naturaleza y del amor, entre lo mesetario, cuyo horizonte de tapias resecas y adobes casi humanos cobijan nuestros sueños, y la luz mediterránea, aromatizada por los cantos románticos de Leopardi y un sabor ibicenco.

Poeta impregnado de misticismo español y romanticismo germano, entre la sacralidad y el apego absoluto a la vida, incluso a la carne, a la erótica que procuran “unos muslos/debajo de unas medias/y la boca roja sin dolor/de una adolescente”, como escribe el poeta en Semana de pasión, porque la vida siempre es y será su fuente de inspiración.

Su apellido sabe y huele a espacio legendario, “a tiempo detenido y cuajado en la montaña”, tras el que se esconde el misterio de la vida y los secretos de la creación. La poesía como una suerte de conocimiento, cuyos poemas, hechos de tierra y sangre, nos adentran en las esencias de las palabras.

El laureado Colinas, que goza entre otros del Premio Nacional de la Crítica y de Literatura o el Premio de las Letras de Castilla y León, no sólo es un magnífico poeta, sino ensayista, crítico literario, periodista y traductor de la poesía completa del Premio Nobel Salvatore Quasimodo.

En la actualidad, Colinas vive en Salamanca, la ciudad charra y estudiantil, donde suponemos habrá encontrado el karma para afinar sus liras poéticas.


Salamanca: ciudad de poetas y maestros místicos, como los fueran Fray Luis de León y San Juan de la Cruz, que tanta importancia han tenido y tienen en su obra. Ciudad por la que uno siente especial adoración, y que lo ha convertido en Pregonero Vitalicio de la Feria del Libro.

A Colinas lo he visto en contadas ocasiones (en León, a resultas del Congreso Nacional de Literatura y una Jornadas de Psicoanálisis y Literatura; en Bembibre, en Tardes de Autor, y en Astorga, en Encuentros poéticos del Reino de León).


La que nunca olvidaré, fue la primera vez que lo vi, en la Estación de Autobuses de la Bañeza, lo que quizá sea prosaico, mas se me hace que esta visión del poeta en lugares comunes lo acercan al terruño y lo tornan cercano y familiar. Confieso que en aquella ocasión nada le dije, ni siquiera un saludo de enhorabuena, porque su obra la descubrí gracias a la poeta berciana Ester Folgueral, que me inició, como amiga y maestra, en su poesía hecha de luz y con sangre, como su Antología poética, La luz es nuestra sangre, prologada por el crítico literario y catedrático de Literatura, José Enrique Martínez, y que recoge algunos de los mejores y más lúcidos poemas de este autor, a quien tuve la ocasión y el privilegio de escuchar en Casa de las Culturas de Bembibre, hace algún tiempo, con motivo de las Tardes de Autor, que se vienen celebrando en la capital del Bierzo Alto desde hace años, gracias a la Concejalía de cultura y la presencia fundamental de su coordinador, Tomás Néstor Martínez, profesor de Lengua y Literatura y gurú de la cultura.
El propio Colinas, que siempre escribe con la luz, la luz del aroma, ha tenido la gentileza de prologar algunos libros de poetas berciano-leonesas, como es el caso de Folgueral y su Memoria de la luz, o Historias de la fatal ocasión, cuya autora es Carmen Busmayor, lo que convierte a este poeta de la luz en guía espiritual de nuevos talentos y sobre todo humano, bien humano.

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